¡POR MI MONSI, BOHEMIOS!

Y ahora, ¿quién podrá salvarnos?

Un brindis, no por la muerte de una persona (que siempre se lamenta), sino de una época y una institución que quiso ser crítico desde la comodidad, una contradicción paradójica difícil de sobrellevar. La muerte de un símbolo del lamegüevismo también, nos dice el personaje del texto.

Cuentan que en cierta mesa de cantina llamada La Dendrita Trepadora se supo del fallecimiento del más aristócrata de los bohemios, y que sus inconsolables contertulios elevaban las acongojadas copas y quemaban ofrendas entre maullidos de gatos viudos y otras sublimes criaturas redimidas. Un botafumeiro se balanceaba sobre el trono vacío de la araña y vino entonces el ansiado brindis del que otrora brindara por la anciana que le arrulló en la cuna, pero esta vez las hondas palabras de aquel “bohemio puro, de noble corazón y gran cabeza” fueron más vehementes y —aunque parece imposible— más sabias y conmovedoras. Alzando su copa y con grave gesto pronunció su lamento elegíaco y éste dejó silencio y desazón en los becados y multipremiados corazones:

“Brindo por Monsiváis, mas no por ése en el que halláis espejo aleve y camino llano, sino por el que queda entre nosotros como una insignia eterna, como un insondable abismo en nuestros destinos, pues ahora, bohemios, ¿quién manipulará tras bambalinas —hipócrita, taimada, disimuladamente— a casi toda la cultura mexicana? ¿Quién nos enseñará la tibieza perfecta? ¿Quién nos demostrará lo que es el éxito concebido como oportunismo más lamegüevismo? ¿Quién nos dará cátedra de cómo ser un opositor cómodo e institucionalizado? ¿Quién nos dirá cómo ser chistositos sin perder las prebendas? ¿Quién será el listo que consiga ser así de listo? ¿Y quién llevará las palas a los enterradores de toda propuesta emergente que atente contra la mediocridad como proyecto de vida, de país y de cultura? Estoy destrozado, pero espero que sus aprendices sepan salvarnos de esta catástrofe: ¡Mostrad el legado de su astucia mientras os abrazáis en la orfandad que hoy compartimos!”

El bohemio calló y en la penumbra de ese sótano otrora feliz sólo se oyeron llantos, algunos de dolor por la orfandad, otros de dolor por las tarascadas y dentelladas que empezaron prontas en busca del trono vacío, de la Excalibur de un reino que sólo halla grandeza en sus ruinas. ®

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Publicado en: Julio 2010, Monsiváis

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