¿“Derecho a la educación superior”?

Derechos para todos, ¿deberes para nadie?

Hay la constitución de un imaginario colectivo más o menos amplio y nacional según el cual toda demanda de educación superior debe ser atendida por el Estado, de que las matrículas deben ampliarse en la medida de ellas y que el financiamiento público debe garantizar que así sea. Esto es aberrante, dice el autor.

De lo nacional a lo chilango

UNAM

Fuera de la capital, todas las instituciones de educación superior (IES) del país se han sostenido por aportaciones financieras (subsidio) de los gobiernos federal y estatales. La participación del primero siempre es mayoritaria y la de los segundos varía en una proporción que va de al menos 10% hasta el caso de la Universidad Veracruzana, en que su presupuesto se integra por partes iguales.

Hasta hace una década el Distrito Federal había sido la única entidad del país en la que su gasto público no contribuía a la educación superior de sus habitantes: el Instituto Politécnico Nacional, las escuelas de Bellas Artes y Antropología e Historia, y las universidades Nacional Autónoma de México, Metropolitana y Pedagógica Nacional han sido sostenidas exclusivamente por subsidio de la federación. Cuando los estados de la República no tenían universidad pública y la Ciudad de México recibía a estudiantes de todo el país tenía sentido que la federación pagara la educación superior de instituciones nacionales. Pero una vez hecha la reforma política para que el Distrito Federal dejase de ser administrado como un Departamento de la federación y constituyera su gobierno de elección popular, cobró sentido que además de hacerse cargo parcialmente del financiamiento a las instituciones educativas de su población, que también tenga políticas públicas propias en materia de educación.

El Gobierno del Distrito Federal (GDF) pudo haber reconocido a la Universidad Autónoma Metropolitana como la IES propia de los capitalinos y otorgarle financiamiento con la expectativa de que, en el marco de su autonomía, pudiera ampliar su matrícula, su oferta educativa (nuevas carreras profesionales y posgrados) e invertir en infraestructura y recursos que le permitieran elevar su calidad y cantidad de investigación, así como de difusión de la cultura. Pero en vez de eso decidió crear un nuevo proyecto, apegado a determinados valores e ideas propias del proyecto político del jefe de Gobierno, dado que en su origen no tuvo autonomía. Ese proyecto, ratificado en su ley de autonomía, sobrepone lo que considera un derecho, el de la educación superior, a cualquier criterio de mérito académico como requisito de admisión. Un derecho irrestricto y exigible al Estado, como a la salud (a la atención médica y hospitalaria, debería decirse), sin obligación o deber de parte de toda persona demandante de éste.

Finlandia, Suecia y Cuba, sin cobertura total

El país con los mejores resultados en evaluación de su educación en el mundo es Finlandia, que también es el de mayor nivel de desarrollo y el más equitativo. Pues ahí la mayoría no cursa estudios de tercer ciclo o universitario. La educación superior es gratuita, pero sólo admite a uno de cada tres demandantes de ingreso en cada convocatoria, con base en las calificaciones obtenidas en el certificado de bachillerato y examen. La mayoría cursa lo equivalente a una especialización profesional de técnico superior o profesional asociado. La fortaleza del sistema de educación superior finlandés es su integración al campo de trabajo, a las empresas y los gremios (véase). A estudios universitarios sólo ingresa uno de cada tres de quienes presentan examen de admisión (véase). No hay marchas ni protestas de esos rechazados ni líderes demagogos al respecto. Los que no son admitidos pueden seguir intentándolo sin victimización o autovictimización de pobrecitos.

Nadie puede llegar a las universidades cubanas exigiendo que lo admitan sin cumplir los requisitos porque tiene derecho. Por ejemplo, para estudiar Ingeniería Química en la Universidad de La Habana hay que tener un promedio de 9, al menos, en los estudios de preparatoria, y acreditar exámenes de Historia, Matemáticas y Español, que son iguales para el ingreso a todas las carreras, y acreditar exámenes especiales en Química, Matemática y Física.

En Suecia, otro país con los mejores resultados en educación y el índice más alto en desarrollo humano en el mundo de manera constante, la cobertura de la población en edad de cursar educación superior es similar a la de México (véase, véase y véase), que ha ascendido al 31 por ciento. Sobre la base de una excelente educación básica y secundaria (media superior) tiene un riguroso y equitativo proceso de admisión (véase) a los estudios universitarios. Treinta por ciento de la población sueca de una edad entre treinta y 64 años tiene estudios de dos años de educación universitaria o más y es uno de los niveles más altos o el más alto del mundo. La sociedad sueca no aspira a que todos sean licenciados ni le hace falta para ser una sociedad sumamente equitativa y muy bien educada. Algo interesante tanto de Suecia como de Finlandia es que aunque son líderes en las evaluaciones de educación no tienen ni una sola universidad entre las cincuenta mejores del mundo ni entre las mejores de Europa.

Ni siquiera Cuba ha logrado, por mucho, una cobertura universal de educación superior para los jóvenes en edad de cursar estudios de este nivel, pues es de la mitad (véase), con todo y que tiene al menos treinta años con una curva poblacional estable y sin crecimiento. El derecho no es irrestricto, puesto que hay requisitos generales, haber cumplido el servicio militar, entre otros, y cada facultad o escuela profesional determina requisitos particulares: “Tienen derecho a ingresar a la educación superior, todos los ciudadanos residentes permanentes en Cuba poseedores del nivel medio superior, que reúnan los requisitos exigidos para cada tipo de curso” (véase).

Nadie puede llegar a las universidades cubanas exigiendo que lo admitan sin cumplir los requisitos porque tiene derecho. Por ejemplo, para estudiar Ingeniería Química en la Universidad de La Habana hay que tener un promedio de 9, al menos, en los estudios de preparatoria, y acreditar exámenes de Historia, Matemáticas y Español, que son iguales para el ingreso a todas las carreras, y acreditar exámenes especiales en Química, Matemática y Física (véase). Es difícil. Realmente difícil. Y no se puede ingresar por sorteo en consideración a que el aspirante es pobre o que ha sufrido. O porque ha estudiado mucho y reprobado varias veces, entonces, por insistencia, por echarle ganas, habría que darle chance. Tampoco. Por cierto, el gasto en educación en Cuba es del 22% de su Presupuesto de Egresos, menor al de México (véase). Sí, México, el del gobierno panista, el de la malvada derecha, destina más recursos a la educación que Cuba.

La demagogia de los rechazados

El supuesto de la educación superior como un derecho exigible precede al proyecto en comento, y tiene una dimensión mucho más amplia: discursos, supuestos, debate público y oferta política partidaria. Hay la constitución de un imaginario colectivo más o menos amplio y nacional según el cual toda demanda de educación superior debe ser atendida por el Estado, de que las matrículas deben ampliarse en la medida de ellas y que el financiamiento público debe garantizar que así sea. Esto es aberrante, porque la educación superior —la superior, subrayo— no es un derecho, sino un servicio que presta el Estado en la medida de sus posibilidades, especialmente en atención a la educación básica como prioridad y, en segunda instancia, a la educación media superior. Así es en todo el mundo. No hay ningún país que le dé educación superior a todos los demandantes sin que cumplan con méritos académicos. La existencia de demandantes rechazados no es, en absoluto, prueba de fracaso de un gobierno, país o Estado, ni del sistema educativo. Ni de la maldad del diabólico neoliberalismo. Es la prueba de que esos jóvenes no estudian lo suficiente, no se esfuerzan, no ponen empeño o que, si lo hacen, no tienen capacidades intelectuales o de carácter para cursar estudios superiores.

La visión y el discurso de los pobrecitos jóvenes que se van a volver “ni-nis”, que van a ser reclutados por grupos criminales para delinquir, es un chantaje para el lucro de políticos sinvergüenzas —rectores incluidos—, de demagogos que a nombre de un supuesto derecho y de la izquierda reclutan clientelas y contingentes para movilizaciones y grupos de presión con los que construyen sus carreras políticas.

(Por cierto, el Colegio de México es tan público como la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, financiado por el Ramo 11 del Presupuesto de Egresos de la Federación, pero a los líderes de movimientos de rechazados parece que no se les ocurre ir a exigir admisión a éste. Los populistas que prometen garantizar educación superior a todos los que la demanden no entran en detalle de cómo asegurar ni siquiera la mala calidad, sino siquiera la factibilidad. Es un problema mucho mayor al del financiamiento. Si de un año a otro aumenta en cien mil o en diez mil a los que hay que inscribir en Medicina, ¿quién y cómo los va a enseñar? Y luego de cuatro o cinco años ¿quién va a querer ir a consulta o que los opere uno de esos egresados?)

Educación e izquierda, tres posibilidades

Anthony Giddens

Hay tres posibles modelos de educación superior a partir de convicciones de izquierda (considerando que son de izquierda quienes así se ostentan): uno, el que se basa en el marxismo como único o principal marco de interpretación de la realidad, el cual pretende hacer de cada educando un militante, que ponga sus conocimientos y capacidades al servicio de la revolución y de quienes son sus comandantes, y con el supuesto de que un buen revolucionario es el que puede servir más y mejor a la revolución; dos, el que considera que hace justicia social dando todas las facilidades a los pobres para que obtengan un título universitario, aunque sea un profesionista incapaz, bajo el supuesto de que el gobierno está para cumplirle al pobre sus derechos y que la educación superior es uno de ellos, y un tercero es el que procura la equidad social a partir de la igualdad de oportunidades y la justicia conmutativa, bajo el supuesto de que el gobierno está para promover los derechos de sus ciudadanos en la medida en que cumplan con sus deberes.

El primero correspondería al modelo soviético y es el que más o menos iguala a todos, a los universitarios con los no universitarios, dado que corresponde a una economía centralmente planificada de control de salarios y precios; el segundo es el populista, que asemejaría nominalmente a los pobres con los ricos haciendo a todos licenciados, y el tercero es el tipo europeo socialdemócrata que deja al esfuerzo de cada quien su progreso, asegurando sólo que la competencia sea equitativa.

Respecto al tercero, Anthony Giddens plantea que la socialdemocracia moderna se debe fundamentar en un nuevo contrato social: ningún derecho sin responsabilidad. La tercera vía se postula como de izquierda, en cuanto tiene por objetivo reducir la desigualdad y procurar la justicia social, pero no pretende el igualitarismo (todos iguales en todo), sino la igualdad de oportunidades. Es decir, pone el énfasis en la responsabilidad personal, pues en lugar de que el Estado tenga obligación de garantizar alimento, vivienda y vestido, debe asegurar que cada quien pueda obtener estos bienes por su propio esfuerzo. Esto implica transformar la red de seguridad de derechos adquiridos en un trampolín de responsabilidad.

¿Qué deberes son los que corresponden al derecho —contraprestación a un servicio, en realidad— a la educación superior? Al menos el de aprovecharlo óptimamente, como en el disfrute de un bien escaso. Tenemos derecho a disponer de agua, por ejemplo. Y los gobiernos prestan como un servicio público la distribución de este bien escaso en los domicilios. No de manera gratuita, sino a cambio de una cuota, condicionado a un pago. Ni siquiera pagando por este servicio tenemos derecho a desperdiciar el agua. En el caso de la educación superior no debe ser muy distinto en cuanto a derechos y deberes: es un bien escaso, costoso y además no es fundamental, sino el beneficio de un servicio que presta el Estado, a diferencia de la educación básica, a la cual sí hay un derecho que debe ser inconculcable, que ni siquiera cabe perder por bajas calificaciones o indisciplina.

Así, pues, la educación superior gratuita y universal (para todos sin excepción), y sin deberes para quienes se benefician de ella como un derecho, equivale a la casa de tres pisos. Promover una educación pública que no sea competitiva, sino apapachadora y compasiva de los pobres que han sufrido mucho, es como querer regalarles casas de tres pisos, pero de cartón.

La educación superior no es ni tiene por qué ser exigible al Estado como garante de un derecho. Dicho en otra forma: la educación superior no es derecho ni tiene por qué serlo. Por ejemplo, hay derecho a la vivienda. Y en lo concreto este derecho se garantiza sólo a los trabajadores y en la prestación de un crédito para comprar casa habitación, para lo cual hay una institución encargada de posibilitarlo (Instituto de Fomento a la Vivienda de los Trabajadores, Infonavit), a cambio de una obligación del sujeto de derecho: el pago de cuotas, el abono periódico a la deuda. El derecho a la vivienda no tiene que implicar que el gobierno le regale a cada quien una casa de tres pisos o un departamento en una colonia bonita. Así, pues, la educación superior gratuita y universal (para todos sin excepción), y sin deberes para quienes se benefician de ella como un derecho, equivale a la casa de tres pisos. Promover una educación pública que no sea competitiva, sino apapachadora y compasiva de los pobres que han sufrido mucho, es como querer regalarles casas de tres pisos, pero de cartón.

En contraste con el socialdemócrata, el modelo soviético conduce a buenos profesionistas a una economía permanentemente deprimida, con escasos incentivos y motivación, mientras que el proyecto populista mexicano sólo puede conducir a sus pobres redimidos a hacer más obesa la burocracia gubernamental y partidaria, a emplearlos en plazas mantenidas por el gasto público con una tasa de retribución muy baja o regresiva para la sociedad, del tipo oficial cuarto de seguimiento y evaluación de operaciones de control y registro de la unidad de planeación con responsabilidad social y desarrollo sustentable con perspectiva de género.

Locuacidad derechomaniaca

El “derecho a la educación superior” es un exceso como toda retórica disparatada que se ha construido sobre los derechos humanos, que llega a afirmar negando: “derecho a no ser…”, “derecho a la no…”. Absurdo, pues lo que se afirma como “derecho a la no discriminación” en realidad se refiere a un deber, el de no discriminar. El derecho es: a ser respetado y a la igualdad de oportunidades. Pero a los grupos y políticos que lucran con la retórica de los derechos humanos no les gusta ni les conviene hablar de los deberes de los individuos, sólo de los del Estado, puesto que quieren incrementar la lista de derechos ad infinitum porque así es más fácil hacer una carrera profesional, convocar a movilización, obtener patrocinios y ocupar espacio en medios noticiosos y de opinión.

La otra rama de su locuacidad es la proclamación de derechos que no lo son. Por ejemplo, “derecho a la felicidad”. Se trata de un bien tan subjetivo, tan personal, que es imposible garantizarlo y es de lo más peligroso que un político, partido o régimen pretenda hacerlo efectivo y universal. Existe el derecho a formar una familia, a que cada quien lo procure en el marco de un ejercicio de libertades y bienestar, no a que el Estado le garantice y asigne esposo a una soltera (o viceversa). La felicidad no es un derecho, más bien puede ser el resultado del goce de un conjunto de ellos. El derecho a la salud en realidad es básicamente a la atención médica. ¿Y el dizque derecho a la felicidad?

Por último: dos principios elementales de justicia para la educación superior: que paguen los que puedan pagar en la medida de lo que puedan. Y que el ingreso esté condicionado no por la demanda sino por resultados de evaluaciones académicas, de modo que aunque haya cupo para una demanda de cien y sólo uno acredita los mínimos, el curso deberá abrirse sólo para ése. ®

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Publicado en: Agosto 2011, Política y sociedad

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  1. estoy de acuerdo en lo de los derechos y responsabilidades; en lo mal que estamos, etc., pero … lo siento, pensar que los chavos que no ingresan a la universidad son unos flojonazos y casi casi retardados es lo más simplista y faciloide que había escuchado en años. El problema abarca mucho más, pero creo que está (ud) tan comprometido con darle duro a esa bola de demagogos que usan a la juventud rechazada como carne de cañón (que ni los defiendo, por mí que se mueran), que pasa por alto un buen de cosas.

    En primera, muchos chavos jamás se han enseñado a estudiar adecuadamente; la escuela les mata la creatividad y las ganas de aprender; en otros, los padres nunca les prestaron la menor atención por partirse la espalda trabajando como burros; otros se dejaron influenciar por los medios, donde se ve que estudiar es para fracasados y que hay que vivir a todo lujo con el menor esfuerzo posible.

  2. María Isabel Pacheco

    Interesante su artículo y me ha servido para complementar información sobre el ejemplo que nos sacan a cada rato aquí en Chile sobre el «derecho» a la educación universitaria.
    Me ha sido provechoso ya que en estos momento solo escucho «derechos» y «gratuidad» , pero se olvidan que existen los deberes y que los recursos del Estado debe abarcar una serie de ámbitos. Lo que me molesta como educadora es que se juegue con las aspiraciones de los jóvenes por alcanzar el ámbito universitario, sabiendo que es un imposible que todos lleguen. Soy una convencida que los «méritos académicos» deben ser la base para los estudios superiores, como también que el Estado debe poner su máximo esfuerzo en alternativas en el ámbito técnico., como una mayor valoración social del trabajo.

  3. alejandromr

    hola, este tema da para mucho, en primera yo tuve el derecho al pase automatico y pues lo hice valido, hay quienes ni eso aprovechan y lo desperdician. yo mas o menos tenia conocimiento de lo del sistema educativo de finlandia por unos articulos que me enviaron pero eran a nivel general no enfocados al nivel superior al igual que de lo que sucede en cuba y pues no existe punto de coomparacion con lo que sucede aqui, por lo que no podemos culpar de todo a los rechazados que exigen su lugar,eso se les ha enseñado, a marchar y exigir, ademas ud mismo da la respuesta, en esos paises al no contar con educacion superior existen otras posibilidades u oportunidades, aqui no creo que exista eso.
    lo que mas me gusto fue eso de que los malos mas malos de mundo de la maldad es decir el gobierno del pan gaste tanto en educacion, mas que el tirano de la isla el comunista comeniños, no nos hagamos sabemos que no se gasta eso en la educacion, se gasta en otras cosas, pero no en mejorar la educacion, sueldos, maestros comisionados, camionetas, en campañas `politicas y pues a los malos del pan parece que se les olvido acabar con el snte, digo si ya acabaron con el parasito sme,pero se les olvido quien sabe porque.
    lo que no entendi es eso de que aqui se apapacha a los pobres? eso es en serio? por que si aqui se les apapacha no me imagino cuando se les quiera fregar como sera eso.
    me gusta mucho leerlos y aunque no siempre estoy de acuerdo es interesante su revista, extraño la version impresa me gustaba mas. saludos

  4. ¿A poco de l@s más de 8 mil chav@s que quieren entrar a medicina en la UNAM sólo pasaron el examen 177? poco creible.

  5. Héctor Villarreal

    Estimado Jorge: si dale un vistazo a la Declaración sobre la Educación Superior de la UNESCO, para que veas que el criterio meritocrático es totalmente acorde con los derechos humanos, en este caso.

  6. Héctor Villarreal

    Illali: pues por eso lo que es contra el derecho (al acceso) a la educación superior es un criterio discriminatorio como el del «pase automático».

  7. El problema es que a diferencia de Suecia y Finlandia, la educación básica en México, que sí es un derecho constitucional, no alcanza los niveles que debería de alcanzar ni para preparar a los estudiantes para obtener un trabajo con una justa remuneración económica ni para tener un nivel necesario para una licenciatura, estoy generalizando por supuesto. Como universitaria me doy cuenta, que algunas personas que lograron entrar a la universidad no saben ni redactar un texto y conozco a muchas otras que son mucho más capaces y han cumplido con la responsabilidad personal de un buen desempeño académico durante la educación media superior, cómo es que estos últimos no tienen un lugar en la universidad y los primeros de los que hablaba si? Yo creo que sí existe un problema en las políticas públicas en materia de educación.

  8. El derecho al trabajo: todas las personas tienen derecho a trabajar, eso es innegable, pero al lugar que vayas a solicitar el empleo puede ocurrir que solo haya un par de plazas disponibles, los aspirantes se presentan y los contratantes otorgan el empleo a los candidatos mejor calificados para el puesto (experiencia, perfil acorde a, etc.)todos los rechazados deberan intentarlo en una proxima vez o buscar la oportunidad en otro lado,y no organizar marchas o plantones por que te esten negando ese derecho, ya que nadie te lo esta negando pero eres tu quien debe demostrar su capacidad para obtenerlo.

    Con los aspirantes a la educacion superior ocurre igual, nadie les esta negando ese derecho, pero son ellos quienes deben ganarse el lugar y una vez adentro esforzarse para conseguir el titulo.

    Toda la razon con Hector se lucha por los «derechos» pero ¿que ocurre con las responsabilidades? Lo que puede seguir de estas protestas es que despues se hagan plantones y marchas cuando te reprueben ya que te estarian negando la posibilidad a seguir avanzando en los estudios y por lo tanto vulnerando tu derecho a la educacion, si entramos en esa logica ¿hasta donde seria el limite de las exigencias? ¿titulos para todos?

    datos muy interesantes Hector!!!!!

  9. Cuánta razón le cabe, mi buen, cuánta razón y que sin embargo será desatendida por no ser políticamente rentable y –por supuesto- tachada de pequeñoburguesa y meritocrática.

    “(…) que el ingreso esté condicionado no por la demanda sino por resultados de evaluaciones académicas (…)”. Tuve compañeros que hacían viajes de muchas horas en el metro para asistir a la Universidad y que aprovecharon su estancia en ella, ninguno de ellos pedía “descuentos” por su esfuerzo por atender las clases y en cambio conocí tarados que a partir de “su condición de clase” exigían raseros distintos para ser aprobados.
    Lo que tenemos que exigir es que la educación primaria, la media y la media superior abonen todo lo posible para que la competencia por el acceso a la Universidad sea entre jóvenes aptos y no entre líderes incapaces pero elocuentes.

    Ejemplifican mucho los ejemplos de Finlandia y Suecia.
    Suavena y suarroz

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