A Capa y España: El pasado revelado

La maleta mexicana, fotografías de Gerda Taro, Robert Capa, Chim y Fred Stein.

La exhibición permite indagar en el proceso creativo de estos fotógrafos que en muchos sentidos marca la cúspide en el desarrollo del fotoperiodismo de guerra, pues su obra impelió de manera seminal la transformación de la fotografía de un arte decorativo y pasivo a una rama viva del periodismo con poder de expresión e influencia internacionales.

© Robert Capa

© Robert Capa

Las puertas del antiguo Colegio de San Ildefonso se abren a las entrañas de uno de los pasajes más cruentos, pero también de mayor esperanza, en la historia de la España del siglo XX. La exposición El pasado revelado: La maleta mexicana, inaugurada el pasado 8 de octubre, permite apreciar un crudo retrato del controvertido periodo de la Guerra Civil española a través de la osada y pionera obra de los fotógrafos Gerda Taro, Robert Capa, Chim (David Seymour) y Fred Stein. Un retrato logrado mediante la exposición de una selección de cientos de fotografías —célebres e inéditas— provenientes de un conjunto de más de cien rollos fotográficos que hasta hace poco se pensaban extraviados y los cuales cruzaron el Atlántico dentro de una maleta que en azarosas circunstancias encallaría en costas mexicanas en algún momento de la posguerra.

La historia detrás de la travesía de estos negativos y su llegada a México, su rastreo y eventual descubrimiento en 2007, así como el subsecuente proceso de documentación y curación de los rollos por parte del International Center of Photography en Nueva York, es tema de un galardonado documental dirigido por la cineasta Trisha Ziff, el cual se exhibe como parte integral de la exposición actual en San Ildefonso. El filme de Ziff añade una dimensión más a la recreación del trabajo de estos fotógrafos y su inserción plena en la marea de eventos de ese periodo histórico, así como a la relevancia política y sumamente personal que su obra tuvo y sigue teniendo entre sectores de la población española peninsular y de la diáspora.1

La exposición, la cual está estructurada en secciones ordenadas cronológicamente y correspondientes a hitos específicos de la Guerra Civil, permite observar impresiones aumentadas de los negativos originales rescatados, así como de los momentos más icónicos, enmarcadas en marialuisa. Esparcidos por toda la muestra pululan también ejemplares originales de revistas como Regards y Life que ilustran cómo se dieron a conocer al mundo muchas de estas impresiones en portadas y fotorreportajes emblemáticos de esa época. Todo este material, junto con documentos oficiales y cartas personales de los fotógrafos, conceden al recorrido un toque de realismo casi asible al espectador.

El fotoperiodismo: ayer y hoy

© Gerda Taro

© Gerda Taro

La exhibición permite indagar en el proceso creativo de estos fotógrafos que en muchos sentidos marca la cúspide en el desarrollo del fotoperiodismo de guerra, pues su obra impelió de manera seminal la transformación de la fotografía de un arte decorativo y pasivo a una rama viva del periodismo con poder de expresión e influencia internacionales. Poder observar el trabajo de este grupo de cronistas visuales en un mismo lugar pone en evidencia el gran peso de su obra individual y colectiva, y al mismo tiempo resalta las diferencias y similitudes entre ellos en cuanto a estilo y estética. En la obra de Chim, centrada en su mayoría en los aspectos no directamente bélicos de la Guerra Civil, se observa un cuidado balance en la documentación del quehacer político y social en las bambalinas del conflicto armado proyectado con frecuencia sobre planos superpuestos que añaden dimensión y profundidad a las tomas. Una cuidada intencionalidad artística y política se impone siempre de manera explícita en las temáticas que aborda haciéndonos fijar la vista en la porción exacta de la fotografía que busca resaltar.

Por otro lado, la selección de fotos de Gerda Taro y Robert Capa muestra una afinidad casi simbiótica por el apego al realismo fiel de la circunstancialidad; una procaz narrativa de la vida en el frente, la camaradería al borde de la muerte, el arrojo ante lo inhóspito, la antelación al resultado de la guerra, y finalmente la desolación tras la derrota y el exilio. Un exilio que, como argumentaría Sean O’Hagan en un artículo en The Observer, “va al corazón de su atracción mutua”, la cual se sustentaría en “su compartido radicalismo y agudo sentido del exilio”.2

Por otro lado, la selección de fotos de Gerda Taro y Robert Capa muestra una afinidad casi simbiótica por el apego al realismo fiel de la circunstancialidad; una procaz narrativa de la vida en el frente, la camaradería al borde de la muerte, el arrojo ante lo inhóspito, la antelación al resultado de la guerra, y finalmente la desolación tras la derrota y el exilio.

Y es que André Friedmann —alias Robert Capa— dejaría Hungría en 1931, poco después de su arresto a manos de la policía secreta de su país debido a su activismo izquierdista estudiantil, para arribar a la penuria de un París inmigrante. Y es que Gerta Pohorylle —alias Gerda Taro— habría cruzado Europa con un pasaporte falso tras su arresto por distribuir propaganda antinazi en Berlín como parte de su militancia en una organización comunista y por su supuesta participación en una conspiración bolchevique para derrocar a Hitler. Así, aunque apenas rozaban los veintes, Taro y Capa ya eran curtidos activistas y exiliados cuando se conocieron en 1934 y decidieron recrearse como fotoperiodistas y como pareja al tiempo que permanecían fieles a sus raíces radicales de izquierda.

La obra de Capa y Taro es resultado de la coyuntura sine qua non entre el individuo, la cámara de 35 milímetros que permitía por primera vez una fotografía ágil con el poder de parar el tiempo y grabar “el momento decisivo”, y los eventos históricos que estaban determinados a exponer internacionalmente. Su heroísmo individual se muestra con tanto vigor en las imágenes como el de las personas cuya lucha habrían de documentar. Es por eso que el lema de Capa, “Si tu fotografía no sirve, es porque no estás suficientemente cerca”, encapsula su decisión por compartir las adversidades y los riesgos, pero también el compromiso intelectual con el fin progresista de los hombres que desfilaron por su lente. Lo anterior contrasta con el fotoperiodismo de guerra contemporáneo que por lo general “cubre” en caravana lo que sea que los ejércitos de ocupación decidan que es apropiado para el consumo público.

Los retratos personales de Taro y Capa incluidos en la muestra en San Ildefonso, así como el breve cortometraje mudo de Henri Cartier-Bresson sobre la brigada internacional Abraham Lincoln que es parte de la exposición, ejemplifican lo mejor de una generación entera de hombres y mujeres que asumió como suya la defensa del derecho de una nación no sólo a defender un gobierno democráticamente electo, sino a ir incluso más allá en la transgresión del orden social para asumir las riendas de su propio porvenir. Los intelectuales y obreros de avanzada que nutrieron las filas de la vanguardia política española, así como las brigadas y columnas en el frente habrían de comprender el alcance de la victoria o derrota en España como un parteaguas en la subsecuente historia mundial.

Testimonio visual de una Revolución

© David Seymour

© David Seymour

España se vio envuelta durante gran parte de los años treinta en un proceso de revolución social que habría de concluir tras la Guerra Civil de 1936-1939. Es claro que la selección y curación de las fotos hecha para esta exposición no se desvía en lo más mínimo de la versión oficial de los hechos, la cual obvia cualquier noción de la insurgencia política en la España de esos años. No obstante, el cambio social subyace terco en el conjunto final de imágenes que se exhiben en el Centro Histórico.

La famosa foto de Chim de una mujer amamantando a su bebé en medio de una asamblea agrícola relata el contexto de expropiación de tierras de la monarquía a manos de los campesinos pobres en Extremadura. Un ejemplo de las vastas e inéditas incursiones que los comités de fábrica, asambleas agrícolas y milicias obreras realizaron en la socialización de la economía y que han sido descritas a detalle por historiadores de la talla de Pierre Broué. De igual forma, la fotografía de Chim del desfile de conmemoración de la Revolución rusa en noviembre de 1936 representa el modelo y la inspiración que la gesta de 1917 significaría para el proceso revolucionario español.

La exposición, la cual está estructurada en secciones ordenadas cronológicamente y correspondientes a hitos específicos de la Guerra Civil, permite observar impresiones aumentadas de los negativos originales rescatados, así como de los momentos más icónicos, enmarcadas en marialuisa.

El gobierno de frente popular de Manuel Azaña sería el último resquicio de la democracia capitalista por estabilizar al país tras años de levantamientos revolucionarios como el de los mineros de Asturias en 1934 durante el “bienio negro” republicano; los mismos mineros que Chim retrataría en Oviedo tres años después combatiendo a los franquistas con cartuchos de dinamita en mano. Fue ese estoicismo obrero, reflejado tanto en las filas del frente como en la producción de armamento y comida lo que Chim fotografió a su paso por la fábrica textil en Sabadell y los barcos pesqueros vascos en Bilbao. Es lo que se ve también en las fotografías de Taro y Capa en el frente —desde el Madrid atrincherado hasta el siempre contendido Teruel— y en las morgues de Valencia.

Las jornadas revolucionarias de julio de 1936 y mayo de 1937 epitomizan esa historia de España que, aunque escapara las portadas de Life o las crónicas de Hemingway para Vogue, nutrió la guerra civil con el ímpetu y la determinación revolucionaria de un pueblo en armas. Sin embargo, la eventual aquiescencia y complicidad de los sindicatos y partidos obreros en el desarme de las milicias y la desaparición de los comités de fábrica desmoralizó a la clase obrera y los combatientes en el frente más que cualquier avance físico de los legionarios de Marruecos, y abrió la puerta al posterior ajuste de cuentas por parte de la reacción.

Tres años de historia se compendian en el transcurso de 250 impresiones. Tres años de arengas, puños y fusiles al aire, de García Lorca y sus días contados, de un Hemingway de barba aún negra, de vicisitudes y cigarrillos compartidos en el frente, de osos negros en las trincheras, de niños centinelas trepados en las ramas de árboles secos, de congresos de escritores, aviones caídos y el rastro de los bombardeos que impregnaba las ruinas de Madrid. De Taro exhausta al lado de una cripta, mecanografiando, durmiendo a pierna suelta, sonriendo entre amigas. De Capa junto a Taro en el Montparnasse parisino, filmando el frente, fotografiando a Taro una vez más al lado de un soldado en plena batalla. De los muertos y los vivos, de los que se iban para nunca regresar, y del infierno en las fronteras de Francia. La maleta mexicana es en realidad la maleta de la guerra y la revolución, del espíritu internacionalista y del coraje de decidirse a ser por encima de todo. ®

Notas
1 Para mayor información al respecto se puede consultar también el texto de Trisha Ziff publicado en Zona Zero.

2 “Robert Capa and Gerda Taro: Love in a Time of War”, The Observer, 13 de mayo de 2012.

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Publicado en: Apuntes y crónicas, Diciembre 2013

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