Bazar electoral

De coaliciones y rentabilidades

Todo tipo de coaliciones partidarias, incluidas las consideradas “contra natura” desde un análisis de sus ideologías o discursos, forman parte de la normalidad democrática del país y abundan en años recientes.

Cartera mata verbo

Comúnmente se piensa en Ulises Ruiz Ortiz como un típico gobernador del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Si bien la percepción corresponde a su identidad y carrera política, en realidad no ganó como candidato de ese partido, sino como el de la coalición Nueva Fuerza Oaxaqueña, integrada tanto por el tricolor como por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y el Partido del Trabajo (PT). Se trata de un buen ejemplo de cómo la oferta electoral en la historia reciente del país ha estado caracterizada tanto por la competencia entre opciones partidarias como entre coaliciones y candidaturas comunes en las que caben las más diversas combinaciones.

Desde 1999 a la fecha, el PT se ha coaligado al PRI en seis entidades para las elecciones de gobernadores: en 2003 y 2005 (extraordinaria) en Colima; en 2004, en Aguascalientes, Chihuahua, Oaxaca y Zacatecas, así como en 2005 para Guerrero. En todas ellas compitió contra el Partido Acción Nacional (PAN), el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Convergencia por la Democracia Partido Político (que recientemente cambió su nombre por el de Movimiento Ciudadano) con candidatos de procedencia priista y uno panista. La competencia no fue sólo en las elecciones de gobernador, sino también en las de diputados locales y presidentes municipales.

El PT también formó parte de las coaliciones del tipo —valga la expresión— todos unidos contra el PRI junto con el PAN, el PVEM y el PRD, más los que en cada ocasión se sumaron. Así fue en las elecciones para gobernador de Nayarit y Coahuila, en 1999; Chiapas en 2000 y Yucatán en 2001. Los candidatos procedían también del PRI y uno del PAN, y el fenómeno se reprodujo igual en algunas elecciones de diputados y presidentes municipales.

De modo que el PT ha venido compitiendo históricamente contra los que se supone que son hoy sus aliados naturales: el PRD y Movimiento Ciudadano. Después del PVEM, el partido con el que más coaliciones ha establecido el PRI es precisamente el PT. ¿Entonces el priista Ruiz representa o promueve los principios revolucionarios que el PT admira de los gobiernos de Corea del Norte, Venezuela o Bolivia? ¿O la moralidad juarista —austera y republicana— que hoy halla indudablemente en Andrés Manuel López Obrador? Recordemos que eran precisamente los días en que el presidente Vicente Fox alentaba un juicio de desafuero en contra del entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal; no obstante, el PRD y Convergencia se aliaron con el PAN para impulsar la candidatura a gobernador de Oaxaca de Gabino Cué, coalición que se registró con el nombre de Todos Somos Oaxaca. La diferencia a favor de Ruiz fue pequeña, menos de 26 mil 500 votos, que posiblemente los petistas hubieran podido revertir.

Convergencia, por su parte, contendió en las elecciones de Quintana Roo, en el mismo año, en coalición con el PAN y una candidata proveniente del PRI para competir contra las alianzas PRI-PVEM y PRD-PT. ¿Qué explicación tienen estos comportamientos si se supone que la identidad partidaria de quienes se presentan como “la izquierda” es incompatible con la de aquellos a los que señalan como “la derecha” o “la oligarquía”? ¿Cabe la posibilidad de que prevalece en las dirigencias de los partidos y los candidatos el criterio utilitario de costo-beneficio para decidir con quién aliarse y con quién no en determinadas ocasiones?

¿Rentabilidad vs. identidad?

Las coaliciones resultan de convenios que firman dos o más partidos entre sí, en los que definen los recursos que aportan y los propósitos que comparten para la campaña a un puesto de elección popular, se dan un nombre propio distinto al de los que la integran y registran a un solo candidato con particular plataforma electoral. En cambio, las candidaturas comunes son aquellas en las que dos o más partidos postulan al mismo individuo. Por ejemplo, José López Portillo fue candidato común de los partidos Popular Socialista y Auténtico de la Revolución Mexicana, además del PRI, en la elección presidencial de 1976, a diferencia de Vicente Fox Quesada, quien fue candidato de Alianza por el Cambio, coalición integrada por el PAN y el PVEM.

Para los partidos con escasa preferencia electoral (pequeños), las coaliciones constituyen la oportunidad para asegurar su registro, en primer lugar; en segundo, para alcanzar puestos de elección popular o en la función pública (previa negociación) e idealmente para lograr formar un grupo parlamentario, con el beneficio presupuestario que implica cada caso. Para los partidos con amplia preferencia electoral (grandes), las coaliciones resultan necesarias cuando se espera una elección muy competida, en la que no se tiene la certeza de ganar la mayoría. En tal caso los pocos votos que aporte el partido aliado (si es pequeño) pueden ser decisivos. Es también la manera segura en que esos votos no pasen a favor de un adversario. Por ejemplo, Fidel Herrera ganó su elección como gobernador por menos de un punto porcentual. Él fue en coalición encabezada por el PRI, mientras que su adversario Gerardo Buganza contendió sólo por el PAN.

En tales circunstancias las identidades partidarias pueden suspenderse como punto de conflicto. Por ejemplo, una de las coaliciones más importantes en la historia reciente del país ha sido la de Alianza por México, que postuló a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano a la Presidencia de la República en 2000. Entonces el PRD, el PT y Convergencia firmaron su voluntad de coaligarse al Partido Alianza Social (PAS) —si ha habido en México un partido de ultraderecha es éste—, nombre con el que los sinarquistas registraron a su pequeña organización que antaño era el Partido Demócrata Mexicano (PDM); así como con un partido de nomenclatura hitleriana, el de la Sociedad Nacionalista (PSN), que carecía de base social alguna.

Previamente, el PRD, junto con el PT, se alió electoralmente al PVEM en Tlaxcala (1988) durante el periodo en que López Obrador fue su presidente nacional. A él mismo le correspondió negociar la coalición para Nayarit ya referida, con el PAN y el Partido de la Revolución Socialista en 1999, para impulsar a candidatos que provenían del PRI en ambos casos.

Para los partidos con escasa preferencia electoral (pequeños), las coaliciones constituyen la oportunidad para asegurar su registro, en primer lugar; en segundo, para alcanzar puestos de elección popular o en la función pública (previa negociación) e idealmente para lograr formar un grupo parlamentario, con el beneficio presupuestario que implica cada caso.

En contextos en los que el partido propio es inferior en preferencia que el del adversario, las coaliciones son atractivas para un objetivo de rentabilidad electoral, puesto que reducen el riesgo de un escenario de suma cero, de sólo ganar o sólo perder, ya que generalmente garantizan alguna ganancia parcial, mayor o menor: es decir, podrá perderse en la gubernatura, pero se gana en varios distritos o municipios.

Veamos algunos casos más. El priista José Reyes Baeza llegó en 2004 a la gubernatura de Chihuahua en coalición tanto con el Verde como con el PT, derrotando al panista Javier Corral y su coalición con el PRD y Convergencia. En la misma elección se eligieron diputados locales y presidentes municipales con las mismas fórmulas de competencia. En esta entidad hubo una experiencia similar en las elecciones de 2001, cuando PAN y PRD fueron juntos y con éxito en cuatro municipios.

En el caso de Aguascalientes, en 2004, el PT formó parte de En Alianza Contigo, que resultó ganadora en tres de quince diputaciones y una de once presidencias municipales. Con mucho mayor éxito resultaron las coaliciones que estableció en Chiapas con el PAN y el PRD el mismo año, al haber triunfado con ellos en trece distritos y 19 municipios.

Elecciones más recientes siguen dando cuenta de candidaturas comunes. El extinto Partido Socialdemócrata (PSD) se mostró muy proclive a ellas en 2009; en Coahuila fue tanto con el PRI como con el PVEM y el Partido Nueva Alianza (Panal) para postular a varios alcaldes. (En la misma, el PAN y el PRD fueron juntos en el municipio fronterizo de Acuña.) También en el Estado de México, San Luis Potosí y Morelos el PSD tuvo candidaturas comunes en la elección pasada, con el PRI, el Panal y el PVEM. Al parecer, el haber retirado de su nombre la palabra “Alternativa” le permitió al Socialdemócrata aliviar cualquier conflicto de identidad para poder participar decididamente en el juego de las coaliciones.

Observaciones

1. Más interesante que las coaliciones “contra natura” PAN-PRD es el comportamiento de los partidos pequeños, como el caso del PT: éstos parecen sumamente proclives a toda coalición en que los acepten.

Así como las coaliciones no necesariamente se hacen entre quienes tienen mayor afinidad ideológica o programática, también hay casos de elecciones locales en las cuales quienes son aliados en un distrito o municipio en otro son adversarios.

2. Las coaliciones PAN-PRD, aunque se consideren “contra natura” desde un análisis comparado de sus ideologías o discursos, forman parte de la normalidad democrática del país si consideramos que han venido realizándose desde un periodo inmediatamente previo a la transición como en distintos momentos durante la década en varias entidades, tanto para elecciones a gobernador como a presidentes municipales y diputados locales. Lo que resulta excepcional es una coalición PAN-PRI. El único caso en el que la he hallado es el de candidaturas comunes en Michoacán, cuando en 2007 fueron con éxito en siete presidencias municipales.

3. No es tan sorprendente que los adversarios se alíen en determinadas coyunturas y contextos, cuanto que los aliados formales o naturales se comporten como adversarios reiteradamente en el ámbito local y sin que esto tenga como consecuencia el rompimiento o el deterioro de su relación en el centro o nacional, ni la perspectiva de su continuidad a largo plazo.

4. Así como las coaliciones no necesariamente se hacen entre quienes tienen mayor afinidad ideológica o programática, también hay casos de elecciones locales en las cuales quienes son aliados en un distrito o municipio en otro son adversarios. Esto permite pensar en que las dirigencias partidistas y los candidatos no necesariamente buscan establecer temas de su agenda política como programas de gobierno o atender demandas de la ciudadanía, sino que cabe pensar en la muy probable procuración de la rentabilidad electoral que implica la mayor cantidad de puestos y presupuesto posibles.

Posdata uno

Hace unos años el senador petista Ricardo Monreal anunció una “reconciliación” con el PRI en Zacatecas, así como con el PVEM y el Panal, con el objetivo de derrotar al candidato del PRD en esa entidad.

Posdata dos

Una máxima de la política mexicana dice que con el dinero nadie se pelea. ®

Compartir:

Publicado en: Destacados, Elecciones y democracia, Junio 2012

Apóyanos:

Aquí puedes Replicar

¿Quieres contribuir a la discusión o a la reflexión? Publicaremos tu comentario si éste no es ofensivo o irrelevante. Replicante cree en la libertad y está contra la censura, pero no tiene la obligación de publicar expresiones de los lectores que resulten contrarias a la inteligencia y la sensibilidad. Si estás de acuerdo con esto, adelante.