De poetas y perros del mal

Maldita primavera en Morelia

El autor viajó a Morelia para cubrir la feria del libro, pero la muerte del Hijo del Perro Aguayo lo sorprende en esa ciudad colonial, donde un poeta con pinta de metalero presenta su libro. Continuará, por supuesto.

Llegó la maldita primavera

En una fotografía un hombre parece gruñir ferozmente: “Luto en la lucha libre: Falleció el Hijo del Perro Aguayo”. La maldita primavera ha llegado y me recibe en Morelia, donde se realiza la feria del libro. Una patada de Rey Mysterio Jr. al Hijo del Perro Aguayo mandó a éste a las cuerdas la noche del viernes en un pancrasio tijuanense. Ahí quedó tieso el Perrito del Mal.

Gilberto Rangel y su homenaje al Hijo del Perro Aguayo.

Gilberto Rangel y su homenaje al Hijo del Perro Aguayo.

Esperaba ver en Morelia a Manuel Noctis, editor de la revista Clarimonda, pero me entero por esta noticia que vive en Tijuana desde enero: él estuvo presente en esa contienda como reportero de La Jornada Baja California y jamás se imaginó que terminaría en una tragedia. Tras la fatídica noticia los seguidores de la lucha libre en México y el mundo de inmediato compartieron su consternación. “La noticia y los videos de la batalla corrieron rápidamente por las redes sociales. Varios de los que estuvimos aquella noche no lo podíamos creer. La mayoría estábamos en shock después de haber sido testigos de ‘uno de los hechos históricos más cabrones de la lucha libre’, como me dijera mi amigo Castrol”, narra Noctis en una crónica. En su muro de Facebook presume fotos de dos entradas, cada una de 300 pesos, para ver el regreso de Rey Mysterio Jr. a Tijuana después de años de no pelear en esa plaza fronteriza: “No sé ustedes”, cuenta Noctis, “pero yo esta noche me voy a ver a Rey Mysterio. #619”. La fiesta terminó con una crónica macabra titulada “La última batalla del perro”.

Cofre de pájaro muerto

Ángel Ortuño, poeta.

Ángel Ortuño, poeta.

La tarde del sábado Morelia me obsequia un libro de poesía: Cofre de pájaro muerto (Punto de Partida) del joven poeta de Uruapan Armando Salgado: “Un poeta tiene ojos de agua./ Beben de ellos/ animales pajizos/ poemas coagulados/ pájaros de piedra/ y hasta el diablo”. Se presenta en el Centro de Información, Arte y Cultura de la Universidad de Michoacán de San Nicolás de Hidalgo como parte de las actividades de la Feria Nacional del Libro Michoacán 2015 (Fenal Michoacán). Al poeta tapatío Ángel Ortuño le llama la atención que los siete poemas de la penúltima parte del libro tengan números como título: 1, 3, 1, 2, 3, 2, 1. Para Ortuño los números son una obsesión. Un día antes Daniel Wence —poeta local que se parece un poco a Antonio, el hermano de Ángel— acompañó a éste en la presentación de su libro Mil Trescientos Treinta y Uno. Wence dice: “Igual que su título, el libro de Ángel Ortuño permite lecturas diversas, pues la disposición de sus textos no es precisamente de continuidad, sino que se compone de unidades aisladas con significados autónomos incluso al interior de cada uno; tal vez los vasos comunicantes tienen más que ver con el sentido del humor [oscurísimo] y con los múltiples referentes que aparecen a lo largo de la obra”.

La idea, dice Ortuño, es que “el título no anticipe el contenido del poema, como se acostumbra, sino que conflictúe”. Otro poeta, Armando Salgado, lee un largo poema de hermoso nombre: Cherán: todos los árboles del mundo.

Godzilla con cuchillo en Morelia

El autor de este poema: “Por favor,/ que te persiga y alcance/ Godzilla/ con un cuchillo” me dice, vía chat, que le gusta la lucha libre y que no le interesan los puristas que le niegan los “laureles deportivos”. Que nunca conoció personalmente al Hijo del Perro Aguayo —“No era de mis luchadores predilectos (desde niño prefiero a los que luchan enmascarados), pero el lema de su jauría era una genialidad: ‘Dios perdona, los Perros no’”. Ortuño continúa: “Yo le habría apostado a que el Hijo del Perro Aguayo dejaba a la primavera sin cabellera… y ya ves”. Le contesto que juraría que la playera negra con el legendario nombre de Mötorhead que llevaba puesta en la presentación del libro de Armando decía lo mismo que leí en la playera de un mesero de un bar del centro de Morelia: “Perros del mal”. Responde Ortuño: “Aguas con los charolazos, son un descontón clásico de la lucha extrema”; luego comparte un video de una de sus nuevas bandas favoritas que “mezclan metal con lucha extrema»:

“En este caso los golpes y la sangre sí son reales”, dice. Eat the Turnbuckle es un grupo gringo que toca metal hardcore mezclado con algo de shock rock. Ángel Ortuño es un poeta que podría pasar por luchador y metalero. Un Godzilla con cuchillo.

Perros del mal

Por la calle Madero me encuentro a un hombre con una playera como la que solía usar el malhadado Perro Aguayo Jr. Lo interrumpo en su trayecto para conversar con él. Le pido que me deje tomarle unas fotos. Gilberto Rangel, de cuarenta años, también parece luchador: “La gente decía: tú luchas, tú eres luchador… No, no”. Él trabaja como mesero y barman en el bar Ónix. Hace dos años tenía una tienda donde vendía mercancía relacionada con la lucha libre: “Era la única que había. Una tienda especializada en el mundo de la lucha libre. Encontrabas desde un ring chiquito de madera hasta importados en cajas de cartón de Estados Unidos. También máscaras sencillitas, como las que regalan en las bodas. Máscaras muy profesionales. Encontrabas todo ahí. Era un mundo de lucha. Era un boom la lucha, pero tuvo un bajón”.

“Extravagante luchador con la mirada perdida. Atacaba sin piedad a sus rivales, los llenaba de patadas y cuando éstos se alejaban él seguía golpeando las cuerdas del ring, como un demente, hasta que sus compañeros le avisaban que ya el pleito había terminado”.

La tienda estaba en la calle Lago de Pátzcuaro, allá por la colonia Ventura Puente, y se llamaba como la patada de Rey Mysterio: Six One Nine. Lucha Libre Shop. “Es como si le hubiera puesto A Caballo o La Urracarrana, pero a mí se me ocurrió ponerle Six One Nine y así se le quedó, y así la identifica la gente todavía”. Gilberto dice que ahora se le puede encontrar los domingos entre siete de la mañana y tres de la tarde en el Tianguis del Auditorio, al lado de la Plaza de Carrillo, cerca de donde estamos conversando. “Unas diez cuadras todas llenas de puestos y ahí en medio, sobre Lago de Chapala, ahí está mi local”, explica.

“¿Conociste al Perro Aguayo?”, le pregunto. “Sí, varias veces lo vi aquí luchar en Morelia, en la Plaza de Toros. Tuve la fortuna de platicar con él, de conocerlo, de tomarme fotografías. Es una tristeza enterarnos de esto. Noticia triste”.

Gilberto tenía un año que no usaba esa playera, la que dice “Perros del Mal”; la tenía arrumbada en casa. “No la tiraba porque me gustaba mucho. La saco en este momento para recordar al Perro Aguayo”. Dice que conseguirá más playeras, “esperemos que el domingo tenga unas”. Gilberto tiene diez años en este negocio.

Maldita Tijuana makes me happy

Francisco Valenzuela, periodista moreliano que edita la revista revesonline.com, escribió en su crónica “El Hijo del Perro, Colosio y la Maldita Tijuana”: “Extravagante luchador con la mirada perdida. Atacaba sin piedad a sus rivales, los llenaba de patadas y cuando éstos se alejaban él seguía golpeando las cuerdas del ring, como un demente, hasta que sus compañeros le avisaban que ya el pleito había terminado”. Valenzuela termina con esta frase: “Murió en esa ciudad maldita llamada Tijuana. Igual que Colosio”. A unos días apenas de que aquel candidato del PRI cumpliera otro año más de haber sido asesinado en Lomas Taurinas el 23 de marzo de 1994.

Así la perra y maldita primavera desde Morelia. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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