¿Dónde está mi corrido?

De esa época lo que queda son las historias

Lo que hacíamos no implicaba violencia. Nunca nos veías con armas ni levantando gente ni secuestrando. Nada de lo que ves ahorita. Eso es crimen organizado. El narcotráfico es otra cosa: de aquí para el norte llevan “eso”, y de allá para acá se traen dinero. Nadie cargaba armas.

El producto.

El producto.

El narcotráfico no es delincuencia organizada. Eso dice Daniel, hermano de Susana y Mary. En los años ochenta su familia se fue involucrando, de diferentes maneras, en el negocio de los nuevos vecinos de la colonia, Carlos y Samuel. Dos hermanos que se entusiasmaron con la pequeña Susana y se acercaron a la familia. La marihuana es el producto que comerciaban, lo que hace difícil hablar del tema. Aunque de esa época lo que queda son las historias. (Los nombres de estas historias han sido cambiados.)

I. Daniel

De perdida uno no andaba de hipócrita. Los que agarran ahorita, en enfrentamientos, en grupos de delincuencia, todos eran o son policías.

En los años ochenta su familia se fue involucrando, de diferentes maneras, en el negocio de los nuevos vecinos de la colonia, Carlos y Samuel.

Lo que hacíamos no implicaba violencia. Nunca nos veías con armas ni levantando gente ni secuestrando. Nada de lo que ves ahorita. Eso es crimen organizado. El narcotráfico es otra cosa: de aquí para el norte llevan “eso”, y de allá para acá se traen dinero.

Nadie cargaba armas. Sólo algunos traían armas en la sierra porque había quienes intentaban robarse la mercancía cuando ya estaba cortada y empacada. Pero los armados no eran fanfarrones.

Los narcos de verdad no andan robando camionetas ¿Para qué si las pueden comprar al contado? Lo que hay ahorita es otra cosa, si estuvieran haciendo las cosas bien, si se la estuvieran rifando, no tendrían por qué robar o secuestrar. Si secuestran a una persona, ¿cuánto le quitan? ¿Y cuánto tardan? ¿Cuál es el riesgo en eso? Que se arriesguen, así como le hacíamos nosotros. No se arriesgan, y por culpa de unos pierden todos. La reputación cambió.

II. Susana

Era diciembre cuando Carlos fue a la casa a pedirme en matrimonio. Yo tenía trece años y andaba en la calle toda tiznada, quemando cohetes, palomitas y escupidores con los vecinos. Jugábamos a la guerra, la mitad de la cuadra contra la otra mitad.

Los narcos de verdad no andan robando camionetas ¿Para qué si las pueden comprar al contado? Lo que hay ahorita es otra cosa, si estuvieran haciendo las cosas bien, si se la estuvieran rifando, no tendrían por qué robar o secuestrar.

Carlos me pretendió desde que yo tenía once años, pero para mí él era un señor, me lleva once años. Nos fue ganando poco a poco. Primero se hizo amigo de mi hermano Daniel, y luego ya iba a la casa a saludar a mis papás y a darles regalos. Y le decía a mi papá que él me iba a esperar a que creciera. Pero no se esperó mucho.

Al principio mi papá le decía: Cómo crees, ve la edad que tiene, es una niña, no sabe hacer nada. Y Carlos: Sí, pero por eso la quiero, para hacerla a mi modo, yo le pongo quien le haga todo.

Esa noche convenció a mi papá. Salió y me dijo: Dice tu papá que sí. ¿Que sí qué? Que sí nos da permiso de casarnos. ¡Ah, qué bien! Pero ahorita defiéndete porque nos traen en chinga. Y le aventé un puño de escupidores. Así fue como quedé ensartada, a los trece años.

La unión no fue legal porque en el registro pedían muchos requisitos, no bastaba con el permiso de mis papás. Pero igual me fui con Carlos, me hicieron la maleta y salí de viaje con él. No reaccioné en ese momento; no era una niña inocente, pero seguía siendo una niña. Fue hasta que estábamos solos en el cuarto cuando me di cuenta de que era mi luna de miel.

III. Mary

A finales de los ochenta trabajaba en una escuela de música, pero dejé de ir cuando Carlos empezó a pretender a mi hermana Susana. Me dijo que había comprado una casa y que necesitaba quien le ayudara. En esa casa me di cuenta a qué se dedicaba.

Se supone que yo nomás iba a limpiar y dejar la comida hecha. Pero empecé a quedarme hasta más de medio día, porque Carlos me decía, Oiga, mi Mary, ¿me puede esperar a que llegue un cuate así y así, y le da un dinero que dejé en tal parte? Y yo abría el cajón, agarraba el dinero y se lo daba al señor. Empecé a ver que era demasiado dinero y que eran demasiados señores los que iban por los dólares. Y pues uno escucha.

La llegada de los dólares.

La llegada de los dólares.

Cuando ves que una persona tiene mucho dinero no le preguntas ¿Oye, eres narco? Yo me ponía a pensar: Vacas nunca he visto, la leche no llega, los quesos no los hacen… Entonces empecé a escuchar pláticas en la cocina. Que las vacas eran toneladas de marihuana y los becerros eran miles de dólares. ¿Cuántos becerros dio esa vaquita?, decían.

Poco antes de que empezaran las lluvias llegaban muchos rancheros a la casa, iban por dinero. Era gente a la que Carlos convencía para plantar matas de marihuana entre sus milpas, para esconderla de los helicópteros. Una vez mi papá me preguntó a qué se dedicaban. Pues venden vacas, yo veo que llegan muchos rancheros. No le mentí, porque sí eran rancheros y sí vendían vacas y sí daban becerros.

IV. Daniel

Me acuerdo de que ese día cumplí diecisiete o dieciocho y me dijeron Ahorita nos vamos a ir. En la casa me tenían preparada una fiesta sorpresa, so, nomás llegué por un cambio, le soplé a las velas, agarré un pedazo de pastel y vámonos. Nos fuimos allá para la sierra.

Íbamos a caballo por la brecha, era noche y apenas veía al muchacho que iba delante de mí. Él iba oyendo Siempre en Domingo, ese día Raúl Velasco le dio la “patadita” a Luis Miguel y yo andaba en la sierra por primera vez.

Duré tres semanas sin ver a otro ser humano. Solo, allá arriba, cuidando la siembra. A la hora de sacar se contrataba a campesinos para empacar. Era gente muy humilde, se conformaban con una vaca.

Tiempo después me fui a Estados Unidos. So, lo que hacía allá era la contraparte. Tenía como diecinueve o veinte años. Allá nos entregaban la carga en Chicago. Yo les daba la camioneta a ellos, se la llevaban y regresaban con la carga; tonelada, tonelada y media. La guardaba donde estábamos viviendo, llegaban otros, la recogían y regresaban con el dinero.

Después tenía que ocultar el dinero, teníamos un sistema para enviar el dinero en viajes. So, contrataba personas, siempre alguien diferente, y les daba una cantidad por transportar, llevaban de a 300 o 400 mil dólares cada persona, escondíamos las pacas de dinero en teles, les llamaban piñatas. Ellos se encargaban de traerlo a Guadalajara y aquí los estaban esperando. Era un envío al día. No era demasiado, comparado con los miles de millones que otros traen al país.

V. Susana

Yo nomás me gastaba el dinero, era más divertido. Cada ocho días era madrina, había personas que tenían una semana de conocernos y nos pedían que fuéramos padrinos. Carlos decía que es pecado que digas que no cuando te quieren dar un hijo, y yo le decía que es más pecado que te lo pidan nomás para que pagues la fiesta.

Allá nos entregaban la carga en Chicago. Yo les daba la camioneta a ellos, se la llevaban y regresaban con la carga; tonelada, tonelada y media.

Pero después me gustó, cada ocho días estrenaba vestido. Y ya sabes, ocupo el collar para este vestido y los aretes para este peinado. Además tenía pretexto para andar todo el día en la calle. A veces llegaba Carlos y me decía, Fui a comer a la casa y no estabas. ¿Pues qué no vamos a ser padrinos el sábado? Ah, pues ando con la comadre viendo los bolos, y viendo la comida y así.

Después empiezas a ir a los desayunos con las comadres, y te pones a hablar de las marcas, de tu marido y de las sirvientas que se ponen tus brasieres. Ahí estás viendo que la comadre compró Versace, pues yo voy por mi Dolce & Gabbana. ¡Ay, ese vestido se te ve divino! Pinche ridícula ¿Que no se mira en el espejo? Así era yo. Caes en un círculo estúpido.

Una vez fui madrina de bautizo, primera comunión y quince años, el mismo día en la misma fiesta, porque eran hijas de mi comadre Elsa. Es de las que menos soporto y ahí voy a ser madrina de sus tres hijas. Hasta ahorita jura la idiota que se van a casar con mis tres hijos.

Ahora, cuando estás en problemas ¿dónde quedó todo ese montón de compadres que tenías cada ocho días? Cuando estuve enferma, ¿quién me fue a visitar? Estuve un año y medio encerrada, en cama. Pero eso sí, cuando se acercan las fiestas decembrinas mandan tarjetas de saludos, como diciendo “Acuérdese del ahijado”. Por eso desde que me fui de Guadalajara mandé a todos a la chingada.

VI. Mary

Después de un tiempo empecé a acompañar a Carlos a lugares que él consideraba peligroso ir solo. No porque pudiera pasar algo, tampoco cargaba drogas ni armas. Pero los soldados acostumbran parar a hombres solos en la carretera, corría el riesgo de que le hicieran muchas preguntas sobre a dónde iba.

Él decía que es un error consumir lo que se vende porque te pierdes. Jamás vi marihuana o armas en su casa. Carlos ni siquiera tomaba, nunca lo vi borracho, se tomaba una o dos cubas, era una persona bien.

Estuve un año y medio encerrada, en cama. Pero eso sí, cuando se acercan las fiestas decembrinas mandan tarjetas de saludos, como diciendo “Acuérdese del ahijado”. Por eso desde que me fui de Guadalajara mandé a todos a la chingada.

Lo que siempre vi fue el dinero. Cerca de la casa había unas cuatro casas de cambio, yo me iba caminando con una pañalera para cambiar las pacas de dólares. Llevaba cinco mil dólares y regresaba con 50 mil pesos, hacía varios viajes porque la pañalera se llenaba.

Cuando lo metieron preso por narcotráfico también me tocó meter dinero con mi hermana Susana. Las celadoras nos revisaban, pero nunca se dieron cuenta porque no me ponía nerviosa. No era tan peligroso como cuando llevé dinero escondido a Cuba, pegado con cinta en el torso. Pero eso era para pagar el hospital porque Susana estaba enferma. Llevamos como 70 mil dólares, nomás.

Sabes que es peligroso, pero si te pones a pensar es peor. Todo tiene consecuencia, sé que si hago algo ilegal voy a tener que pagar. Entonces ¿para qué me pongo nerviosa antes? Lo hago y a ver qué pasa.

Cuando me casé y tuve hijos me desentendí de todo. Lo último que llegué a hacer fue recibir a un muchacho en el aeropuerto que traía una tele con dólares que mandaron de Estados Unidos. Tenía que saludarlo como si lo conociera, llevarlo a un hotel y regresar a la casa con la tele. Llegué a las dos de la madrugada, fueron dos o tres veces, mis hijos dormidos en su cama y yo traficando con televisiones.

VII. Susana

Después de tener a mi cuarto hijo, me enfermé. Tenía papiloma, que me causó lesiones cancerosas, además me salió un tumor en la frente. Después de las operaciones me recomendaron ver a un psicólogo, pero en vez de eso fui a un psiquiatra, porque la comadre decía que era mejor.

Tenía que saludarlo como si lo conociera, llevarlo a un hotel y regresar a la casa con la tele. Llegué a las dos de la madrugada, fueron dos o tres veces, mis hijos dormidos en su cama y yo traficando con televisiones.

Lo único que hizo fue recetarme pastillas para la ansiedad y para dormir. Para alguien que no ha tenido algún tipo de adicción es muy fácil hablar, pero sólo uno sabe por lo que está pasando. Estuve más de un año encerrada en mi cuarto en Guadalajara y mis hijos en Guanajuato con mis papás.

En las noches decía, ¿Qué hago aquí si no estoy con mis hijos? Mañana me voy con ellos, y al día siguiente no me podía mover. Aumenté de peso, de 65 a 120 kilos. Mis hijos me visitaban los fines de semana, a veces sólo quería que se fueran, y me sentía muy mal: son mis hijos, ¿por qué me pasa esto? Me costó mucho salir de eso, hasta que un día agarré la ropa que me quedaba, que no era mucha, y me vine con ellos a Guanajuato.

VIII. Daniel

Ninguna parte de la sociedad está bien para que digan que el narcotráfico es algo malo. Si quieres prevenir el narcotráfico educa a tus hijos. Al final, lo que decidan hacer lo van a hacer. No es algo de lo que me arrepienta, ya lo hice.

Escuchas corridos de gente que traía 200 kilos, y digo, bueno, ¿y yo qué? Yo llevaba una tonelada, ¿dónde está mi corrido? ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas, Junio 2013

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  1. Bernardo Masini

    Qué gusto leerte en Replicante, Katty. Felicidades por tu trabajo, tan ilustrativo.

  2. Muy buen texto! Qué manera de darse a conocer… y sin regodearse en los lugares comunes de la «narco literatura»

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