En el mes del amor y la amistad

Desastre, autopromoción y filantropía

En Grecia, al igual que en su momento el ejército egipcio, ya ha advertido que no acatará órdenes de atacar a la población. Ojalá cunda el ejemplo. Quizás ésa sea una de las mejores noticias en un mes como éste.

No hay que hacerse demasiadas ilusiones, ni siquiera este mes consagrado al consumo matizado por esas categorías tan apetecibles como a veces inalcanzables como lo son el amor y la amistad. Mes, febrero, insertado de lleno en una era de la política nacional en la que esos valores han trascendido a la campaña por la presidencia de la mano del AMLOve (ya no sean revoltosos y no se disparen, quiéranse y hagan el amor, motor si no ya del PIB nacional por lo menos de los índices de felicidad, y sirve de paso que dejan descansar un poco a los sepultureros y que se oree la tierra de tanto muerto).

Ya en el siglo XVII Thomas Hobbes retomó citándola (puntualizo esto ahora que está tan de moda recibir premios por las apropiaciones postpoéticas y rabiosamente posmodernas, anteriormente conocidas vulgarmente como plagios) la alocución latina de Plauto en su obra Asinaria: “Homo homini lupus est”,el hombre es un lobo para el hombre, para definir el comportamiento fratricida de los homínidos.

Desde esos tiempos, los inicios de la cultura occidental, a la fecha, no han ocurrido mayores avances sino más bien la insolidaridad y crueldad hacia la propia especie han aumentado exponencialmente hasta límites intolerables para las víctimas y los espíritus de bien. Obviamente la voracidad y falta de empatía de los sectores instalados en el poder económico, político y judicial hace que tanto sufrimiento sea todavía poco para la consecución de sus macabros y egoístas fines. Todo parece apuntalar la máxima: si gano yo, que se jodan los demás y de paso el mundo entero. Es más, el sistema financiero está diseñado para que el hecho de que ganen unos pocos esté basado en la ruina económica y moral de muchos, pero muchos más. La reciente crisis financiera abierta con el tema de los bonos basura es una buena muestra de ello.

Este recrudecimiento que bien podría iniciar en los albores de la Revolución Industrial, que nos ha convertido en consumistas y esclavos del trabajo maquinal, y que dicho sea de paso ha arrasado sistemáticamente con los recursos naturales, pasando por el Holocausto o los espantosos crímenes de la Guerra Civil española (que la derecha se niega a revisar, la inhabilitación del juez Garzón es la represalia desmesurada y rabiosa a ese intento), los de las dictaduras chilenas y argentinas o los desmanes dictatoriales de Centro América… todos ellos ejemplos subsecuentes de la llamada Guerra Fría.

La lista de horrores contemporáneos se nutre (vaya una disculpa por usar un verbo tan a la baja) sin fin. Las condiciones laborales de los obreros asiáticos o en lo que queda de la maquila mexicana, los trabajadores chinos que mueren intoxicados por gas para abrillantar las pantallas de smartphones y demás gadgets ultratecnológicos de la codiciada marca de la manzanita, los muertos de hambre en África por la guerra de intereses de corporaciones internacionales (aquí ya no hay países concretos que señalar), las guerras por el monopolio del mercado de las semillas y la implantación de monocultivos, las dictaduras de Yemen, Siria y lo que han padecido, y todavía padecen, los pueblos árabes en el proceso de desembarazarse de las infraestructuras dictatoriales que han oprimido a esos países por décadas, no son más que algunos de la larga lista, interminable, de ejemplos de situaciones que funcionan y operan a modo de un cáncer muy agresivo en la sociedad planetaria.

La dualidad irresoluble está servida. Mientras Occidente comercializa sin parar nuevos modelos de smartphones y tabletas y optimiza redes de interconexión, en otros países donde sólo una minoría tiene acceso a esa conectividad manufacturan esos mismos productos que se publicitan como el paroxismo de la libertad en los países desarrollados en condiciones de neoesclavismo y miseria extrema.

La dualidad irresoluble está servida. Mientras Occidente comercializa sin parar nuevos modelos de smartphones y tabletas y optimiza redes de interconexión, en otros países donde sólo una minoría tiene acceso a esa conectividad manufacturan esos mismos productos que se publicitan como el paroxismo de la libertad en los países desarrollados en condiciones de neoesclavismo y miseria extrema.

Aunque es cierto también que esa misma tecnología y su popularización ha permitido por ejemplo el levantamiento de los pueblos árabes oprimidos por dictaduras u organizar los movimientos y manifestaciones de indignados a lo largo y ancho del mundo. Tan cierto como el uso fraudulento de esas mismas tecnologías para producir corrientes de opinión y decantar estadísticas a favor de ciertos candidatos que no dudan, con sus equipos, autovotarse masivamente en esas encuestas para engañar a la población acerca de sus propias intenciones de voto e hinchar artificialmente la imagen de un candidato. Deplorable y pueril.

Mientras que en algunos países la tecnología es utilizada para ponerse de acuerdo para darle en la madre al régimen, vemos cómo los hábitos de los ciudadanos de los países donde impera la democracia y la liberalidad de mercado pasan por tener actitudes revolucionarias en las redes sociales y comportamientos muy conservadores en la vida real. Le damos like a toda causa que tenga tufillo revolucionario, contra la clase política, contracultural o a favor de la protección a animales y mascotas abandonadas, pero generalmente eso se hace desde la comodidad de las casas de cada quien como si el ultraconocido like sirviera para algo más que calmar momentáneamente las malas conciencias por ser en realidad tan privilegiados. ¿Cuántas causas justas podríamos abrazar en un par de horas con un solo click? Decenas, sin que en realidad las cosas se decanten.

Por otro lado, hay que reconocer que frente a esta autopublicitación de la buena conciencia hay seres que desde el anonimato se dedican, muchas veces con sus propios recursos, a lograr que este mundo funcione un poco mejor. Personas que recogen animales de compañía abandonados haciendo de sus casas verdaderos albergues, que dan su tiempo para cuidar a personas mayores o enfermas o comunidades de vecinos implicados, ante la inoperancia municipal, en el cuidado de los parques y espacios públicos de la colonia. O en otro plano, esa comunidad de cosmowatchers que se la pasan oteando el cielo, también con la ayuda de la tecnología, en busca de asteroides que pudieran impactar contra nuestro planeta.

La vida es bella (o podría serlo). Por lo menos es un hecho insólito para cada uno de los que estamos montados ahora en la aventura cósmica del planeta Tierra. Es una verdadera lástima que unos energúmenos, bastantes a decir verdad, traten de estropear todo este tinglado con una codicia e insensibilidad desmedidas… Ahora que estamos en el mes de la amistad habría que pensar seriamente en tomar medidas que no impliquen una revolución violenta, una serie de medidas que efectivamente puedan variar el rumbo desastroso que está tomando el panorama político, económico y moral en el plano internacional. La verdad es que ya nos estamos empezando a cansar de tanto energúmeno que además se autopublicita como la solución a nuestros males, cuando esos energúmenos son precisamente el mayor de nuestros males. ¿Cómo poder exigir honestidad y transparencia a nuestros políticos sin tener que llegar al extremo de que se produzca una masacre generalizada?

Los impacientes e impulsivos están a punto de saltar, por no hablar de los desesperados. La policía lista para reprimirlos. En Grecia, al igual que en su momento el ejército egipcio, ya ha advertido que no acatará órdenes de atacar a la población. Ojalá cunda el ejemplo. Quizás ésa sea una de las mejores noticias en un mes como éste. Veremos en qué acaba este necesario desplante. ®

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Publicado en: Destacados, El amor, el odio y otros sentimientos, Febrero 2012

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