ENDECASÍLABOS PORNO: MICROANTOLOGÍA

He aquí un hecho que, como la concepción sin mancha o la generosidad de Hanuman, dios mono del hinduismo, sólo exige nuestra fe: no hay verso más feliz que el verso endecasílabo. En italiano, en español, en portugués, en gallego; de Dante, de Camões, de Góngora, de Quevedo, de sor Juana, de Villaurrutia, de Paz, de Rey; agudos, graves, esdrújulos; rimados, blancos, en silvas.

Pero también, pero sobre todo, en poesía pornográfica. Ya Pietro Aretino en los primeros decenios del XVI había demostrado esta verdad. ¿Un ejemplo? Qué tal éste que indica sanamente una convulsa posición:

Posami questa gamba in su la spalla,
et levami dal cazzo anco la mano,
e quando vuoi ch’io spinga forte o piano,
piano o forte col cul sul letto balla.

En 1589 se publicó el dichoso Jardín de Venus, que trae un montón de pornosonetos y, por tanto, de endecasílabos sensacionales. Éstos, por ejemplo, que tratan la homosexualidad con un ojo amable sin dejar de ser calenturiento:

Hallándose dos damas en faldeta
tratando del amor con mucha risa,
se quitaron faldetas y camisa
por hacer más gustosa la burleta.
La una con la otra recio aprieta
mas dales pena ver la carne lisa.
Entonces llegó Amor con mucha prisa
y puso entre los dos una saeta.
La una se apartó muy consolada
por haber ya labrado su provecho,
la otra se quedó con la agujeta.
Y como se miró, viéndose armada,
por el daño que el dómine había hecho
le puso por prisión una bragueta,

es cachondísimo, sobre todo los dos primeros cuartetos, con las caricias y la carne lisita de las damas, y hasta la llegada de Cupido con su dildo. Hay un dildo natural en un soneto cuyos cuartetos dicen:

Tú, rábano piadoso, en este día
visopija serás en mi trabajo;
serás lugarteniente de un carajo,
mi marido serás, legumbre mía.
Un poquito más largo convenía,
mas no importa, que irás por el atajo.
Entra de punta y sácame de cuajo
las gotas que el que pudre me pedía.

¡Uf! (“El que pudre”, dice Quevedo, llaman “al marido muerto”.) Toda materia púbica es buen motivo para soltar endecasílabos pornos. Por ejemplo, la depilación:

Rapándoselo estaba cierta hermosa,
hasta el ombligo toda arremangada,
las piernas muy abiertas, y asentada
en una silla ancha y espaciosa.
Mirándoselo estaba muy gozosa,
después que ya quedó muy bien rapada,
y estándose burlando, descuidada,
metióse el dedo dentro de la cosa.

(La depilación, como se ve, no es exclusiva del siglo XX. Ya por no dejar: en sus Vidas de damas galantes, también del XVI, Brantôme escribe: Aucunes se plaisent le tenir et porter raz, comme la barbe d’un prestre, al ras, cual barba de curita…) No hay corrección política en los buenos sonetos porno. Si atendemos el Jardín de Venus, por ejemplo, concluiremos que casi todas las mujeres querían que las forzaras, aunque fuera un poquito. Hay muchos sonetos sobre el asunto; el mejor es éste:

Aquel llegar de presto y abrazalla,
aquel ponerse a fuerzas él y ella,
aquel cruzar sus piernas con las d’ella
y aquel poder él más y derriballa;
aquel caer debajo y él sobr’ella,
y ella cobrirse y él arregazalla,
aquel tomar la lanza y embocalla,
aquel porfiar dél hasta metella;
aquel jugar de lomos y caderas,
y las palabras blandas y amorosas
que se dicen los dos, apresurados;
aquel volver y andar de mil maneras,
y hacer en este paso otras mil cosas
pierden con sus mujeres los casados.

Un buen pornosoneto puede, también, tratar con escarnio el lamentable asunto del matrimonio. Como el de arriba o como éste, que parece su hermano:

Primero es abrazalla y retozalla
y con besos un rato entretenella.
Primero es provocalla y encendella,
después luchar con ella y derriballa.
Primero es porfiar y arregazalla
poniendo piernas entre piernas d’ella.
Primero es acabar esto con ella
después viene el deleite de gozalla.
No hacer, como acostumbran los casados,
más de llegar y hallarla aparejada,
de puro dulce, creo, da dentera.
Han de ser los contentos deseados;
si no, no dan placer ni valen nada;
que no hay quien lo barato comprar quiera;

como todo el mundo lo sabe, el matrimonio es el más sangriento asesino de la cachondez. Hay decenas de poemas que tratan de eso. En el Jardín hay, cuando menos, siete; como el que empieza:

—El que tiene mujer moza y hermosa
¿qué busca en casa y con mujer ajena?
¿La suya es menos blanca y más morena,
o floja, fría, flaca? —No hay tal cosa.
Por supuesto, lo que el hombre busca no es mujer,
que ya la tiene:
busca el trabajo dulce de buscalla,
que es lo que enciende al hombre el apetito.

Porque (es la verdad también) las mujeres, incontentables, siempre quieren irse: siempre están un paso más allá: y mientras tú yaces agotado después de la máxima tensión, ellas ya están pensando en echarse un caminero. El pobre de Catulo le promete a su dulce Ipsitila nueve acostones seguidos, nouem continuas fututiones, pero, obvio, eso no podría satisfacer, digamos, a la protagonista de este soneto pasadísimo de lanza:

Entre unos centenales yo vi un día
dos hombres y una moza hermosa entre ellos;
jamás faltaba encima el uno d’ellos:
cuando acababa el uno, otro subía.
Cada qual su deber muy bien hacía,
mas pudo tanto más ella que ellos,
que, después de cansallos y vencellos,
aun le quedaba brío y lozanía.
Cansada (dijo) estoy: cosa es posible,
que no hay tal ejercicio que no canse,
por más que sea gustoso y deleitable;
pero quedar contenta es imposible:
que el apetito mío es insaciable,
y no consiente el cuerpo que descanse;

o a la de aquel otro, que es una queja constante, con la dificultad técnica de que está en x:

No me parió mi madre Celinpux
para estar encerrada como trox:
dormir sin hombre cinco noches, ¡ox!
¡Cuál estuviera ya mi dingandux!
Tuviera la color de almoradux
si, tantas cuantas veces da el relox,
no l’estuvieran dando con el box
y, puesta yo a primera, hiciera flux.
Ya se me fue mi cara-de-almofrex,
aquel que me hacía decir “¡hix!”,
tapándome la boca al decir “¡ax!”
Y pues está tan seco ya mi brex
después que se me fue aqueste mi dix
yo quiero flechas para mi carcax!

Para entenderle, nomás hay que dejarse llevar por la música. Todo él es tan “absurdo” y tan extraño que su sentido se revela solito. Hay un soneto de mujer insaciable, el que empieza “¡Afuera, que me jodo de montante!”, que es muy raro porque no es misógino sino “feminista”, y además la mujer, que es la que “embiste”, está flaquita; su sabrosísimo segundo cuarteto dice:

Yo confieso flaqueza en el semblante
porque es el tallecillo algo buïdo,
mas jamás se quejó de mal jodido
carajo que cogiese yo delante,

y luego agrega: el tuétano sabroso está en los huesos. Y sí, la neta, muchas veces eso es cierto. Aunque no siempre:

Entre delgada y gruessa es la figura
que ha de tener la dama si es hermosa;
y en medio de negrura y de blancura
es la color de todas más graciosa;
en medio de dureza y de blandura
la carne de la hembra es más sabrosa.
En fin ha de tener en todo el medio,
pues lo mejor de todo es lo del medio.

¡Contundente! Y hablando de lo del medio, qué tal trozo de diálogo entre una hermosa y su vulva:

A la orilla del agua estando un día
agena de cuidado una hermosa
de se mirar su ynfierno deseosa
por verse sola allí y sin compañía,
la saya alzó, que a vérselo ympedía,
y pagada de ver tan bella cosa,
le dijo con voz alta y amorosa
que allá dentro del alma le salía:
“Por vos soi yo de tantos reqüestada,
por vos me dan aljorcas, gargantilla,
corpiño, saya y manto para el frío.
Un beso quiero daros”…

No voy a revelar si aquella mujer agachada y con la falda en alto alcanza a darse el beso. El amor que uno siente por su vagina o por su verga recorre la pornografía en español de los endecasílabos del siglo de oro hasta los escandidos en este siglo horrible como todos los demás. Mira los que escribió Ramón Paz en 2005:

me zumba la poronga fluorescente
como espada de jedi con estática
me hierve la capacidá espermática
las bolas repletísimas de gente
capto ondas de radio con la punta
frecuencia enamorada estereofónica
gemidos de la multitud ciclónica
la antena se me sube se me apunta
me rotan los planetas del escroto
se me agrava el calambre desolado
y escucho con el tótem envarado
el amor atmosférico remoto
la humanidad me vibra me alborota
en la punta encendida de la chota.

Yo con eso me quedo. Y voy al baño. ®

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Publicado en: Abril 2010, Poesía

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  1. Chingón Alonso!!

    … yo como siempre, a la querencia :p

    Acá te dejo, para la microantologia, un fragmento de El arte de las putas de Nicolás Fernández de Moratín (hacía 1769), que ofrece consejo sabio.

    Demás que si tú sacias tu apetito,
    ¿qué cuidado te da que ella desfogue
    e que guarde la leche para el majo?
    Tú con mayor astucia que trabajo
    se la puedes sacar si te importara.
    Muchas ponderan la excelencia rara
    del encabronamiento que preserva
    de la infección venérea; son errores
    del vulgo; estar tal pueden tus humores
    que aunque estés con mujer no galicada
    se corrompa tu linfa de escaldada,
    pues la disposición está en nosotros
    y hay millones experiencias de otros
    que a las gorronas van de las tabernas
    llenas de lancetazos y botonas
    con todo Antón Martín entre las piernas,
    y lo sacan más limpio que una espada.
    La sarna así la peste y las viruelas
    No se pegan a muchos asistentes,
    y ningún otro lo pegó al primero.
    Debe, pues, el experto putañero
    no dormirse en colchón no conocido;
    por no vivir en esto uno advertido
    le arrimó unas perennes purgaciones
    la Catalana de la calle de Hita.
    Huya el diestro costumbre tan maldita;
    Dé siempre el hurgonazo de pasada,
    a Cándido imitando, el gran torero,
    que por la pronta es limpia su estocada.
    Tú así del soto a casa ve a atacarte:
    más yo quiero del todo asegurarte,
    facilitando del condón el uso;
    feliz principio a esta artimaña puso
    de un fraile la investidura, que de un fraile
    solo, o del diablo ser invención pudo.

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