Enrique Peña Nieto y la terquedad del celacanto

El candidato de un partido del pasado

Así como ese pez prehistórico sólo puede sobrevivir en las aguas abisales de un parte acotada del mundo, el candidato del PRI posiblemente no pueda ir allende las viejas murallas del pensamiento priista, ni mucho menos pueda solventar el anquilosamiento histórico de su partido en medio de la dinámica imparable de la sociedad contemporánea.

1. Estertores visuales

Hay una constante en los actos políticos masivos actuales del Partido Revolucionario Institucional: una estética recalcitrante que remite a las congregaciones masivas típicas de los regímenes monopartidistas de buena parte del siglo XX. La monocromía omniabarcante (en este caso, el color rojo), la disposición pinacular del entarimado, la centralidad en éste de la cúpula dirigente, el lugar en primeras filas de los invitados privilegiados, hacia el centro las organizaciones corporativas con sus representantes “populares” y en la parte del fondo la gente común, ya sea adherentes individuales o “invitados de la comunidad” que fueron llevados a los eventos. Como ha observado el analista Héctor Villarreal: “El progresismo implica la modernización de la política en sus formas y fondo; evidentemente las del priismo corresponden más a la de una premodernidad propia del corporativismo que a un partido que se dice renovado”.1

Las mantas inmensas, la pasarela con el color del partido, la estandarización de lo visual, los gorros, las chaquetas, las playeras de una sola tonalidad; en una palabra, la representación óptica del espíritu de la unipolaridad ideológica, práctica y voluntariosa, encarnado en las rendiciones visuales de los eventos multitudinarios del que durante décadas fueran el virtual partido único de este país. Ver un acto del PRI, pues, es remitirnos a una época del mundo ya finalizada. Es la retrotracción a las formas simbólicas de la política piramidal, estamental y vertical del siglo XX. Es un viaje al pretérito mundo de la difícil transición de la primera modernidad que pasó de un orden jerárquico, heredado del antiguo régimen, a un ordenamiento funcional de la sociedad. Algo que en el mundo paneuropeo terminó por consolidar hacia el final de la II Guerra Mundial y que en el Tercer Mundo continúa aún en progreso, si bien de manera inexorable, puesto que depende de un acrecentamiento irreversible de presupuestos estructurales (poblacionales, económicos, jurídicos, internacionales, etc.).2

Pero, más allá de la fenomenología de los eventos y los estereotipos sociales encarnados en su rancia estética, ¿qué revela todo esto? Sin duda es posible ver en la circunstancia del PRI y de sus políticos en activo la manifestación de una inadecuación con la forma del mundo. Un desfase espacio-temporal en relación con el estado actual de la realidad global, en un sentido esencial: la creación sinergética del partido tiene como fundamento un armazón estructural inadecuado para las altas exigencias de “el nuevo espacio mundial sincrónico… una hiperesfera conectada en red”.3 No porque no tenga a su disposición tecnologías de punta, recursos financieros abundantes, relaciones internacionales notables y acceso inmediato a la información global, sino porque, debido a su monolítica estructura, a su actuación en bloque y a su visión paternalista de la política,4 no posee las competencias complejas (individuales y organizacionales) para utilizar todo eso en concordancia con los desarrollos universales de la actualidad.

Así, por más que los priistas adornen sus actos públicos centrales con artilugios tecnológicos de moda, como la pared de leds y el teleprompter durante la toma de protesta como candidato a la Presidencia de la República de Enrique Peña Nieto, el pasado 12 de marzo en la ciudad de Dolores, Hidalgo, la estética utilizada mantiene la perennidad de lo que el Revolucionario Institucional fue durante siete décadas: un partido piramidal que dirigió al país con base en un orden de prebendas, corruptelas y favores políticos de corte corporativista. La testaruda disposición visual con base en el prototipo de la pirámide no es un dato menor, puesto que remite a una concepción arcaica de la sociedad, superada de facto por la evolución social de los últimos cincuenta años; pretender que la sociedad contemporánea puede seguir siendo jerarquizada con fundamento en una cúpula rectora privilegiada sobre una inmensa base obediente por medio de políticas de seducción popular con base en la administración de las prebendas, la excepcionalidad normativa y el mantenimiento de un patriotismo chocarrero, es afirmar una configuración social estructuralmente insostenible cuya añoranza y preservación forzada y ficticia solamente es afirmada por otros partidos anómalos en el mundo entero, la mayoría de ellos unipolares, autoritarios y de raigambre comunista.

2. El pez tabú

Una lección de la evolución de los organismos complejos es que ésta no ocurre en bloque, sino que sigue tendencias generales que dan lugar a conjuntos desfasados de seres vivos que coexisten con diversos grados de éxito y con historias evolutivas particulares. Asimismo, es importante refrenar el impulso a considerar la evolución desde una teleología retrospectiva en la que todos los momentos anteriores al estado presente de un organismo son vistos como simples prólogos de lo que, al cabo, serían los desarrollos actuales. Cada organismo, en su momento, fue el final de una cadena evolutiva, no prefiguraba nada ni era un peldaño a subir por los futuros vivientes que le seguirían.5

Sin duda es posible ver en la circunstancia del PRI y de sus políticos en activo la manifestación de una inadecuación con la forma del mundo. Un desfase espacio-temporal en relación con el estado actual de la realidad global, en un sentido esencial: la creación sinergética del partido tiene como fundamento un armazón estructural inadecuado para las altas exigencias de “el nuevo espacio mundial sincrónico…

Sin embargo, cuando un organismo, por azares de la supervivencia, presenta un desfase de gran envergadura en relación con el resto de los vivientes se convierte en una reliquia y entonces sí que es posible catalogarlo como una anomalía, un salto en la consistencia evolutiva de todo lo demás. Es el caso de los fósiles vivientes como el celacanto.6 Ese pez prehistórico, aún vivo en la actualidad aunque en cantidades ínfimas, pertenece a un tiempo ya terminado, a una era que le proporcionó posibilidades de éxito vital y que hizo posible un desarrollo masivo de su especie. En nuestros días, en cambio, es una curiosidad biológica, un exabrupto del tiempo del que sólo se espera el momento de su extinción definitiva. El celacanto, a pesar de lo que puede aportar al estudio de la evolución en tanto que emisario de la antigüedad remota, es un extraño entre nosotros: sencillamente no pertenece a nuestra era. Su carne es asquerosa y su aceite inmundo, dicen los nativos de las islas del océano Índico donde quedan las últimas muestras de este pez y, por lo tanto, lo llaman “el pez tabú”.7 Esta digresión sobre la evolución de las especies, con el ejemplo paradigmático del celacanto como una incoherencia viviente, puede usarse como un paisaje mental que ilumina asimismo la evolución del sistema social: en éste también existen obstinaciones evolutivas, reliquias organizacionales, estructuras incompatibles con el devenir de la configuración societal, sinsentidos históricos al cabo.

3. Una reliquia kitsch en medio del paradigma funcional

De las diversas aproximaciones para determinar la unidad de lo social y afirmar su evolución a través del tiempo, la teoría de sistemas de Niklas Luhmann ofrece la mejor de ellas: “Evolución significa, antes que nada, que crece el número de presupuestos sobre los que se apoya cierto orden”.8 Por ello, el paisaje mental de un pez prehistórico que se ha agazapado en las aguas oceánicas contemporáneas, viviendo horas prestadas arañadas a un tiempo evolutivo al que definitivamente ya no pertenece, rinde figuraciones sobre lo que ya no puede ser, pero a fuerza de lo paradójico sigue siendo. Remite a resistencias vitales absurdas, destinadas a subsistir en el borde de lo abisal, es decir, a punto de hundirse en la penumbra perpetua e infranqueable.

Trasladada a lo social, la persistencia del celacanto remite a conformaciones políticas, voluntariosas y decisorias caducas, rebasadas y cuestionadas de raíz. Órdenes insuficientes para las estructuras de la presente sociedad global, marcada por requerimientos, preocupaciones, tendencias y desafíos sin precedentes: los intersticios de un mundo policonectado, hípercomunicado, moralmente desregulado y en constante mutación ética, signado por la tendencia creciente hacia la plasticidad de las características tradicionales de nuestra especie y sus diversos epifenómenos sociales como el cuerpo, la familia, la educación, la jurisprudencia, el gobierno, la cultura y la diversión. Un lugar de certezas provisionales, de dinámicas caóticas constantes (sociales y naturales) y de una creciente presión entrópica sobre todos los órdenes que han puesto a girar al sistema-mundo capitalista durante los últimos cinco siglos: el intercambio económico mundial, las estructuras del Estado-nación, la configuración de la sociedad civil, la gestión de la violencia social, etcétera.9

A contracorriente de todo esto, ciertas formaciones socio-políticas, como es el caso del Partido Revolucionario Institucional de México, han subsistido anómalamente en un ambiente global que les es ya ajeno.10 Cosa que ha ocurrido de manera preponderante porque se ha convertido en el centro de absorción de la chabacanería nacional con la aglutinación de las fuerzas de un conservadurismo ramplón, inculto, aspiracional y teledirigido. En ello, ha habido de por medio no una mutación, sino una inclinación parcialmente adaptativa en el modo de ser del PRI: se ha insertado plenamente en la configuración actual de las grandes masas de ciudadanos. Esto no es nada nuevo en el desempeño de ese partido: surgió en un tiempo en el que “la masa como sujeto” (Sloterdijk siguiendo a Caneti) era el centro del quehacer político. Por supuesto, aquella fue una época en la que el desfile, la arenga pública, la liberación de energías nacionalistas en torno a una figura de liderazgo y la conformación de potencias sociales por medio de la demagogia y la ideología amañada eran las características centrales de la administración de los grandes conjuntos poblacionales al interior de una nación. Ahora, aparte de esto, “Se es masa sin ver a los otros. El resultado de todo ello es que las sociedades actuales o, si se prefiere, posmodernas han dejado de orientarse a sí mismas de manera inmediata por experiencias corporales: sólo se perciben a sí mismas a través de símbolos mediáticos de masas, discursos, modas, programas y personalidades famosas”.11 En esta circunstancia hay algo de inevitable, puesto que tal es la configuración del presente sistema social,12 pero también hay algo muy pernicioso por superficial, engañoso y endeble y es aquí donde hace su aparición la absorción del kitsch masificado, en un sentido muy preciso:

el kitsch es el lenguaje universal de la cultura de masas triunfante; se apoya en la reproducción mecánica del éxito. El pop y el kitsch son, tanto desde un punto de vista cultural como político, comportamientos y mecanismos que buscan reducir todos los posibles caminos al gusto manifestado por las masas. De este modo se dan por satisfechos con copiar los éxitos para volver a triunfar una vez más con las copias de lo que ha logrado tener éxito.13

En consecuencia, la estrategia priista para sobrevivir como reliquia inesperada —como el celacanto—, portando la carga jerarquizada, piramidal y de actuación en bloque de un mundo que ya no es, ha consistido en el apertrechamiento en la repetición de lo mismo en materia política con el injerto añadido de la masificación del gusto kitsch. No en vano, Enrique Peña Nieto cumple con los estándares del joven machista mexicano: bien parecido, con una imagen tradicionalista (el pelo engominado, las corbatas a rayas, las camisas impecables), infiel, mujeriego, conquistador, exitoso, emprendedor y con una esposa trofeo en segundas nupcias, quien, además, emergió exitosa de la mayor fábrica de estereotipos de lo femenino a nivel de la cultura popular mexicana: las producciones de teledramas de la compañía Televisa.14

Pero la atracción pública vía la consagración kitsch de las excitaciones populares solamente puede ser productiva a costa de la involución ciudadana: “La masa posmoderna es una masa carente de potencial alguno, una suma de microanarquismos y soledades que apenas recuerda ya la época en la que ella debía y quería hacer historia en su condición de colectivo preñado de expresividad”.15 Por eso, allí donde las congregaciones mediatizadas de postciudadnos convergen con frenesí, pierde terreno la política como el ejercicio de un deber propio y colectivo, como la toma de decisiones razonadas con miras al bien público en un ambiente que debería estar marcado por la exigencia de plena funcionalidad a los políticos profesionales. En la aceptación del vacío de la imagen, en la consagración acrítica de lo tradicional y en la usurpación de los argumentos por una suma de fetiches visuales que sólo refuerza la futilidad de lo inequívoco, se evapora toda apelación al ciudadano en plenitud, consciente de sus necesidades, carencias y obligaciones; las multitudes que vitorean al candidato solamente por ser guapo y a su esposa por ser famosa, y a ambos por dar una imagen “bonita”, han perdido “la conciencia de su potencia política” y, con ella, la conciencia misma de lo que significa vivir en complejas megacomunidades cuyas piezas esenciales son los ciudadanos mismos y su propia circunstancia socialmente evolutiva.

4. Carencias antropológicas

Enrique Peña Nieto retrasa su respuesta, da rodeos, intenta hilar frases con coherencia, titubea y tartamudea, hace muecas, finge estar tranquilo aunque no puede evitar preguntar por un nombre que se le escapa a alguien que está más allá de la mesa de presentación donde se encuentra sentado; lanza títulos y nombres más a manera de intento nemotécnico en voz alta que de ejemplos claros de lo que se le ha preguntado. El cuestionamiento que el candidato presidencial del PRI no pudo contestar era algo que, como dice Sabina Berman,16 en ciertos entornos es casi como preguntar cuál es el signo zodiacal de una persona: ¿Cuáles son los tres libros que lo han marcado en su vida?

Lo que le ocurrió al egresado de la Universidad Panamericana en la Feria del Libro de Guadalajara, en diciembre del año pasado, dio lugar a un escarnio público generalizado, lo mismo entre los analistas políticos de las más diversas tendencias que entre el público en general vía las redes sociales virtuales. No era para menos y, aunque algunos hicieron ver que eso dio pie para que de manera instantánea todos se pusieran la medalla de letrados, el tamaño de la burla fue acorde con la magnitud del descalabro público. Sin embargo, el acontecimiento reveló algo mucho más profundo y acuciante: la inermidad del político ante los requerimientos de un mundo complejo en extremo y en constante mutación.

En consecuencia, la estrategia priista para sobrevivir como reliquia inesperada —como el celacanto—, portando la carga jerarquizada, piramidal y de actuación en bloque de un mundo que ya no es, ha consistido en el apertrechamiento en la repetición de lo mismo en materia política con el injerto añadido de la masificación del gusto kitsch.

Hay un aspecto excesivamente demandante en la nueva forma del mundo, era que Sloterdijk llama de la hiperpolítica, y que no puede ser ni solventado ni paliado con el ejercicio rutinario de los mecanismos de la chabacanería al uso y sus enormes medios de difusión masiva. Tampoco bastan los malabares autoritarios de disciplinización partidista con su batería de clichés demagógicos sobre lo que desde ahí se entiende por “nación”, “progreso” y “estabilidad”. Porque el desfase entre la configuración contemporánea del mundo y las posibilidades subjetivas de habérselas con él es de tal magnitud que quienes aspiran a dirigir comunidades descomunales de personas tienen todavía que encontrar maneras adecuadas de solventar un mínimo de retos ineludibles para, por lo menos, mantener el timón firme en la gestión de rendimientos sociales cambiantes, apabullantes y excesivos, y lo menos que podrían hacer es llevar a cabo un desarrollo intelectual al estilo de los pensadores omniabarcantes del siglo XX. Bien mirado, lo que el mundo hípercomplejo de la actualidad requeriría son legiones de estadistas como los que hasta ahora han sido la excepción en la política mundial de los últimos cien años; algo que “sólo podría adoptar la forma de salvajes entrenamientos y autodidactas carreras en solitario”.17

El sistema social ha respondido de manera precisa a ese mundo autogenerado: por medio de la diferenciación sistémica con el eje rector de la funcionalidad. Es un envite evolutivo mayor que requiere para moverse correctamente que cada uno de los engranes y bielas que lo componen estén correctamente embonados. Por supuesto, no es un sistema perfecto, pero sí que requiere para su viabilidad que mayoritariamente sus componentes trabajen con solvencia. En los países del Tercer Mundo, México incluido, esto se ha llevado a cabo de manera imperfecta o, si se quiere, está aún en proceso de llevarse a cabo con plenitud. El mayor teórico de sistemas sociales, Niklas Luhmann, así lo destacó en su momento: “Los países en desarrollo, que aún se encuentran en el proceso de diferenciación de sus sistemas funcionales”.18

Por esta razón, la política en las condiciones de las naciones en vías de desarrollo se enfrenta ante fuertes presiones conservadoras, regresivas y antifuncionales. El autoritarismo, la inmovilidad social y cultural y, muy especialmente, la corrupción omnipresente son algunas de las más apremiantes. Es la misma razón por la cual las personalidades políticas subjetivas tienen tanto peso aun en estas circunstancias: el sistema como tal no tiene todavía la fuerza suficiente para rebasar el grado decisivo del voluntarismo individual. De manera que ahí radica la mayor preocupación sobre el horizonte de decisión y acción de Enrique Peña Nieto:

Lo que ocurre es que el relato de Peña Nieto de quién es él y de qué presidente podría ser no coincide con el relato del país de quiénes somos y de quiénes queremos ser. Lo que ocurre no es pues que Peña Nieto carezca de cultura, es que su amplia cultura es una cultura priista, un acopio de soluciones de vida contra las que los mexicanos votamos ya dos veces, en el año 2000 y en el año 2006, con la esperanza de desplazarlas completamente del país.19

Es decir, ha sido formado por un partido-reliquia para un mundo que ya no existe. Su criterio descansa sobre la concepción estratificada y unívoca de la sociedad, que hace tiempo desapareció del entorno mundial. Como dijo Carlos Fuentes en relación con su desatino libresco (en el que, entre otras cosas, afirmó que un título suyo, La silla del águila, había sido escrito por Enrique Krauze):

Este señor tiene derecho a no leerme. Lo que no tiene derecho es a ser Presidente de México a partir de la ignorancia, eso es lo grave… Es un hombre muy ignorante y los problemas exigen tener un concepto del mundo, un hombre que pueda conversar como par con Obama, Angela Merkel o Sarkozy, y no es éste el hombre capaz de hacerlo.20

En efecto, así como el celacanto, con una terquedad evolutiva incomprensible, sólo puede sobrevivir en las aguas abisales de un parte acotada del mundo, el candidato del PRI posiblemente no pueda ir allende las viejas murallas del pensamiento priista, ni mucho menos pueda solventar el anquilosamiento histórico de su partido en medio de la dinámica imparable de la sociedad contemporánea, porque para ello requeriría ser un “atleta de Estado” (Sloterdijk) cabal, estar más allá de los cartabones estructurales del PRI, rebasar las seguridades hueras del kitsch nacional; adecuarse, en fin, a la forma presente del mundo y, por lo que ha mostrado hasta hoy en lo público y en lo privado, él no es esa persona. ®

Notas

1 Véase su ensayo “Candidatos presidenciales, progresismo vs. conservadurismo: la competencia por la restauración” en Milenio Semanal, nº 735, 5 de diciembre de 2011, p. 19. En el mismo texto Villarreal hace una vívida descripción del evento de toma de protesta de Peña Nieto como precandidato presidencial del PRI: “Las guayaberas han sido sustituidas por la corbata roja y la camisa o chamarra de ese color; pero la línea sigue siendo clara: todos como el líder, y todas como su mujer. El templete en forma de “T”, para formar un camino entre los militantes y sobre ellos, llevó a Enrique Peña Nieto a un atril para pronunciar un discurso en la explanada de la sede de su partido, acto que puso en escena el rito de ser priista: la congregación de los poderosos distribuidos jerárquicamente en el espacio posterior… y, por delante, los representantes populosos de los sectores corporativos y territoriales, contingentes que acampan desde el día previo en las inmediaciones para manifestar su apoyo en forma de porras, equipados con tambores, matracas, cencerros, mantas y demás, tal como acude la hinchada a un cotejo de futbol…”

2 Sobre el particular véase, Niklas Luhmann, Teoría política en el Estado de Bienestar, Madrid: Alianza, 1994, especialmente el capítulo 2: “Una teoría obsoleta”.

3 Peter Sloterdijk, En el mismo barco, ensayo sobre la hiperpolítica, Madrid: Siruela, 2008, p., 68.

4 Sobre el particular, en su ensayo “La hidra mexicana: el retorno del PRI” (aparecido en Letras Libres no. 157, enero del 2012), Roger Bartra afirma: “Este partido, desde que perdió la presidencia, no ha dado ningún viraje espectacular, no ha modificado esencialmente su programa, no ha hecho una crítica pública de su pasado autoritario y sus dirigentes conservan intacto su viejo estilo de comportarse y de hablar […] el PRI no ha abandonado el pasado, por ello no puede regresar a él. Ciertamente representa una gran parte del país, esa parte que vive todavía sumergida en la cultura y las estructuras del antiguo régimen”.

5 Esto lo detalla con solvencia Richard Dawkins en su obra sobre la evolución de las especies, The Ancestor’s Tale, Nueva York: Houghton Mifflin, 2004.

6 Consideraciones generales sobre los celacantos pueden verse en el White Paper “Living Fossils: Coelacanths and the Ancestry Debate” del Natural History Museum de Tring, Hertfordshire, Inglaterra, disponible aquí.

7 Ibidem.

8 Véase su obra Teoría de la sociedad, en mancuerna con Raffaelle De Georgi, México: UIA, 1993, p. 196.

9 Así, en los términos de la macro ética globalizada y comunicacional de Karl Otto Apel: “… características que no pueden ya ser entendidas en términos de las categorías morales convencionales; es decir, ni por las categorías de lealtad microética dentro de pequeños grupos, ni por las categorías de las normas mesoéticas de los sistemas sociales del derecho y el orden”; véase su ensayo “Hacia una macroética de la humanidad”, México: FFyL, 1992, p. 8. En tanto que Peter Sloterdijk señala que “ahora es la gente de la calle la que debe tener las preocupaciones que antes incumbían a un ministro de asuntos exteriores, y esto es algo que debe abordarse desde muy pronto: colegiales ingleses cuidan la amistad epistolar con sus iguales de Kenia, y apenas hay un individuo del Primer Mundo que pueda tener una formación media o superior sin entrenarse en el dominio de un mínimo de idiomas. La economía colabora para que esta nueva situación del gran mundo pase por el estómago. Fruta de Sudáfrica y de Israel, carne de ternera de Argentina llegan a los estantes de los supermercados europeos por los canales de distribución de los imperios multinacionales de la alimentación. Bruselas da trabajo a una compañía de terminólogos en la homologación de los estándares idiomáticos europeos; de los surtidores de las autopistas alemanas fluye gasolina procedente de petróleos de los Emiratos Árabes, de México, Noruega, Irán o Nigeria. A través de las más largas distancias, las distribuciones, las facturaciones, las cremaciones o las asimilaciones encierran juntas, en híbridas comunidades metabólicas, a enormes poblaciones”; En el mismo barco: op. cit., pp. 68-69.

10 En lo relativo al armazón eminentemente político con que este partido cuenta Roger Bartra ha destacado con claridad el mecanismo que ha mantenido con vigor su presencia en diversas entidades del país: “el poder de los gobernadores, que mantenían en pequeña escala sistemas que parecían calcados del viejo modo autoritario nacional”, en “La hidra mexicana”, op. cit.

11 Véase P. Sloterdijk, El desprecio de las masas, Valencia: Pre-Textos, 2009, p. 17.

12 Sobre la inevitabilidad de la mediatización de la política y las adaptaciones sistémicas que le son inherentes véase mi ensayo “La era de la política como marketing” en Milenio Semanal no. 735, 5 de diciembre de 2011.

13 Confróntese P. Sloterdijk, Sobre la mejora de la buena nueva, Madrid: Siruela, 2005, pp. 95-96. Cursivas en el original.

14 Puede verse un panorama preclaro de los aspectos íntimos de la personalidad del candidato presidencial del PRI en el libro de Alberto Tavira Las mujeres de Peña Nieto, México: Océano, 2012.

15 Sloterdijk, El desprecio de las masas, op. cit., p. 18.

16 En su columna del 11 de diciembre de 2011 en Proceso no. 1832, titulada “Un Peña Nieto en busca de autor”: “Un periodista español le preguntó lo que en otros contextos sería el equivalente a la pregunta ¿De qué signo zodiacal es usted?, cuando le preguntó en un ámbito de cultura: ¿Cuáles tres libros han marcado su vida?”

17 Sloterdijk, En el mismo barco, op. cit., p. 73. En esta parte de la obra (pp. 69 a 75), el filósofo hace una penetrante digresión sobre las “carencias antropológicas” que marcan tanto el desempeño político como el desempeño ciudadano a nivel global. De aquí, por supuesto, el título del presente apartado.

18 Teoría política en el Estado de Bienestar, op. cit., p. 59.

19 Sabina Berman en el texto ya referido, y continúa más adelante: “Peña Nieto de niño jugaba futbol con los hijos del maestro Hank González y los hijos del licenciado Del Mazo. Se formó en sus casas y con sus hijos, y luego en sus oficinas, con sus equipos, para ser un hombre de poder priista en un mundo todavía priista. Y en el año 2000, mientras el todavía joven Peña Nieto ascendía los antepenúltimos peldaños del edificio de poder del PRI, hacia la secretaría de la gubernatura de Arturo Montiel, el resto del país los empezó a descender lo más rápido posible”.

20 Las declaraciones del eminente novelista e intelectual mexicano, vertidas en una conversación para la BBC Mundo, se pueden ver aquí.

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Publicado en: Abril 2012, Política y sociedad, Slider-Portada-3

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