FASCISMO VULGAR

Fraude 2006, de Luis Mandoki

El fascismo es una forma de religión. Si un renegado descree de sus cánones se le condena a vivir fuera de ese paraíso en el que únicamente existe una verdad, por definición inatacable: aquélla que dicta el líder máximo.

La lógica fascista es que nada de lo que designe sagrado debe tocarse siquiera con el pétalo de una duda, muchísimo menos puede cometerse la herejía de aplicar un método crítico o estudiar sus dogmas. El fascismo ya no es exclusivamente de derecha, como antes se creía. Cualquier signo ideológico puede caer en la tentación de convertir sus peores mentiras en dictum verticalísimo imposible de cuestionarse. Ese dictum exige obediencia absoluta. Supuestas ideologías que apenas son detritus de algunas acedas ideas emanadas de partidos anacrónicos incapaces de establecer líneas de pensamiento independientes. Como no hay ideología, la fragilidad intelectual de esas políticas es evidente: son la imposición de una línea que debe seguirse sin desviar la mirada y sin dudar un instante.

Mandoki

Una duda razonable, como la que afectó a México en 2006 —¿quién ganó las elecciones?— es pregunta con respuestas a modo de quién la hace y quién las contesta. Pero al fascismo vulgar nada le importa saber qué sucedió históricamente. Le interesa justificar su propaganda, que otra cosa no es el seudodocumental Fraude 2006 (2007, Luis Mandoki), que reta “Atrévete a ver la Verdad”. Cuando se habla de la Verdad, así con mayúscula, hay que desconfiar. ¿Cómo comprender valor tan absoluto en apenas 110 minutos? Menos aún cuando nada más es la versión de una de las partes en conflicto, que nunca confirma ninguno de sus “contundentes” asertos; que jamás rebasa su afirmación de que ciertos personajes impresentables, encabezados por Fox y Salinas —quienes se “negaron” a dar su versión, aunque el panfleto evita demostrarlo—, estuvieron en el centro de la manida conspiración para robarle a un líder preclaro esa elección. No importa el deshonesto resumen parcial de unas elecciones problemáticas, es suficiente con que quede la imagen de un candidato convertido en santón al que se le erige un pedestal de pureza absoluta para ser besuqueado por esa entidad abstracta, “el pueblo”… como en los peores ejemplos del fétido priismo del que emanó Andrés Manuel López Obrador. Lo que al fascismo manipulador importa es crear la imagen de un caudillo impoluto cuyo único fin es que sea objeto de latría sin mesura.

¿La reflexión aguda, la búsqueda inteligente de la verdad histórica, el análisis objetivo del hecho político más importante de los últimos cuatro sexenios sobre el primer movimiento de oposición que casi gana las elecciones? Fuera: hay que concentrarse en cimentar el culto al Nuevo Mártir de la Democracia, hecho con la megalomanía fascista de un filme que se dice “de millones de mexicanos”, pero “dirigido” —aunque en realidad haya sido armado o recopilado—, por un director naco-hollywoodense al servicio de un panfletazo inspirado en su chantajista, cursilísimo e inverosímil bodrio Acorralada (2002), y en vez de Charlize Theron tiene al Súper Peje como única voz cantante que se declara heredero de la Revolución e hijo histórico del mismísimo Salvador Allende. El pausado, tierno, conmovedor, lúcido, sensible, sentimental, sencillo mártir de la democracia 2006 es, en efecto, elevado a las alturas por obra y gracia de ese eficaz político que es… él mismo. Resentido ex priista, sus ideas recuerdan al clientelismo populachero aunque se disfraza de “izquierda” sin jamás mostrar una plataforma ideológica coherente o acorde con la idea de una izquierda militante mexicana que ha ido ganando espacios políticos a lo largo de interminables batallas; continuador de viejas prácticas en apariencia imposibles de extirpar de la política, como esas asambleas que concluyeron con la puntada de la presidencia “legítima”, para que el líder hable y la masa responda con apoyo incondicional ante la retórica: “Yo propongo, ustedes deciden”. Claro, deciden lo que yo quiera, aunque no lo diga, como ese momento definitivo, definitorio y escalofriante del filme: el amo habla de una encuesta sobre el 13 por ciento de ciudadanos que hubieran deseado una salida armada al “fraude”. La cámara se echa pa’trás y el entrevistador interviene rabioso, entusiasta por única ocasión: “¿Por qué no a la violencia?” El jefe se deslinda, nunca tajantemente. El credo fascista más riguroso exige que hay que dejar la puerta abierta para que otros hagan el trabajo sucio del cual puede beneficiarse el aspirante a líder inmortal. Lenin habló de la necesidad del terrorista, figura necesaria hasta que se imponga el nuevo gobierno. Luego puntualmente se le desecha. Lenin justificó el uso de la violencia como fin de la política; aplica conceptos que son puro Maquiavelo, tentación en la que cae el líder tropical. La efectividad del fascismo fílmico sub-documental, al menos el intento de este fraudulento Fraude 2006, está en armar enorme alharaca para imponer su verdad parcial, manipular a las masas desinformadas y crear la condición de víctima eterna del líder supremo. Así, los pequeños hechos a los cuales se ve enfrentado el espectador tradicional en las salas de cine (funciones no anunciadas en las marquesinas, problemas por cambios de horario, escasa asistencia), fueron denunciados como evidencias de un gigantesco complot contra la difusión de La Verdad. Por supuesto, no fue nunca un filme “normal”, sino un evangelio que exigía éxito instantáneo, tal cual lo demostró la inmediata divulgación vía internet por la empresa distribuidora, justo a las 24 horas de su primer día de exhibición, de que fue la número uno en taquilla, con 131 asistentes por cada una de sus 200 copias. Haciendo matemáticas sorprende que se declare que los supuestos 26 mil 200 espectadores, aproximadamente 26 por función —cinco funciones diarias en promedio—, conformen un trancazo en salas que tenían cabida para entre 98 y 480 espectadores para cada exhibición. Cinemex declaró haber tenido 31,149 espectadores la primera semana en que exhibió esta película y 14,328 la segunda. O sea, fue a la baja, como tradicionalmente sucede a cualquier filme. Sólo que los productores, por estrategia propagandística, declararon haber sufrido censura. El propio director de Cinemex, Miguel Ángel Dávila, declaró en La Jornada (20/12/2007) que eso de censura “es una percepción errónea causada por declaraciones irresponsables de los señores productores de la película; en ningún momento se dejó de lado su proyección. Es más, Cinemex fue la principal cadena que la exhibió; en particular nosotros aportamos más de 35 por ciento de la taquilla que recaudó, es decir, más del doble de nuestra participación normal… Lo que pasa es que es un buen negocio generar polémica alredor de un título en particular para ver si ello provoca más asistencia” (yo subrayo). O sea que lo único que importó fue la lana, suponemos que para mantener al “gobierno” “legítimo”.

No importa el deshonesto resumen parcial de unas elecciones problemáticas, es suficiente con que quede la imagen de un candidato convertido en santón al que se le erige un pedestal de pureza absoluta para ser besuqueado por esa entidad abstracta, “el pueblo”…

En el plano documental, el fascismo crea una estética del fragmento que busca representar sólo lo que importa al personaje central. Cada fragmento seleccionado y ampliamente manipulado debe por fuerza ser signo y símbolo de una verdad incuestionable que dicta el líder, en el caso de este trabajo de Mandoki nunca importa si son faxes carentes de firma, testimonios visuales que se fingen múltiples denuncias de irregularidades pero que bien vistas es posible interpretar como una sola; “crestomatías” —como se llama a la pedacería de TV-programas— sacadas de nuestras televisoras basura y ampliamente manoseadas para que digan lo que confirma la vaca sagrada. Ciertas dudas presentes en los días posteriores a la elección, como la gráfica que revelaba “irregularidades”, nunca son analizadas, sólo se les da rápida respuesta: “Eso no podía ser”. ¿Por qué no? Misterio. No hay explicación lógica o plausible ni meramente ilustrativa. Otros asuntos, como los paquetes electorales dizque abiertos ilegalmente, ¿fueron una constante en todo el país? Según el mega-spot propagandístico, sí, por supuesto, aunque las imágenes lo desmienten ya que apenas muestran un par de casillas, bastantes paquetes abiertos que vistos de cerca parecen fotografiados en el mismo lugar, y una discusión barroca y estúpida sobre cómo fue anulado un voto. Todo aquello que en su momento fue objeto de discusión, puesto en la mesa por los lidercillos de la coalición que creyó en el obradorismo, como el mentadísimo algoritmo con el cual se habría manipulado la elección para escamotear votos a favor del inminente presidente de la república para pasárselos a Felipe Calderón, no está en el tedioso panfleto, ni se mencionan siquiera. Basta darle cuanto juego escénico sea posible al vocero de sí mismo… para su teatro fantástico de exhibicionista víctima despojada. Por eso lo único destacado es darle voz, tanto como comentarista de los hechos o como protagonista de ellos, véase si no el largo discurso de López Obrador ante el Congreso cuando el desafuero, en sí desagradable porque el inepto Fox se erigió como su jefe de campaña y sin duda lo aupó en las encuestas declarándolo, de facto, víctima. Es esto el único sustento de cómo y por qué le fue “robada” la elección al líder supremo.

Fascismo de una exitosa campaña propagandística que recurrió al viejo método agitprop de la izquierda revolucionaria, aunque con otro fin: el bisne, asumiendo que por ver la cinta ya se es creyente de la causa. Pura propaganda, pues, de fascismo dirigido desde la deshonestidad que se sueña haber logrado el dizque primer filme que documenta un fraude electoral en la historia, cuando en México, para no ir muy lejos, los Hermanos Alva lo hicieron a contrapelo del represor porfiriato hace cien años, y desde 1988 el Canal 6 de Julio lo ha hecho con lo que falta a este fraudulento panfleto: objetividad, ética periodística, pertinencia.

Fraude 2006 deja claro que hablar de fraude cumple con todos los requisitos de esa religión que es el fascismo. El fraude es una cuestión de fe. ®

Publicado originalmente en Replicante 14, “La sociedad del espectáculo”, febrero-abril de 2008.
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Publicado en: Hemeroteca, Septiembre 2010

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