HABLANDO DE MUJERES Y TRAICIONES

Caída libre, de Carlos Martín Briceño

Las relaciones humanas son el deporte más extremo que pueda practicarse. Las de pareja tienen incluso un grado mayor de incertidumbre. Equipado o no, experto, mediano o novato, la intempestiva ola de una determinada situación puede dar el vuelco más inesperado a una historia donde dos son sólo un pretexto para observarnos todos.

Desde el sureste del país, con Caída libre (Ficticia-Ayuntamiento de Mérida, 2010) Carlos Martín Briceño describe ese deporte desde distintas miradas, escoge principalmente aquellas masculinas y las dibuja en altos contrastes de fortaleza e inseguridades, derivaciones en crisis de poder frente a la figura femenina que impone sus condiciones para permitir al hombre creer que dispone.

Ponerse en manos de otro es eso: ir en caída libre, arriesgarse en un salto de fe, confiado de que aterrizará suave y cómodamente o convencido de que porfiar es de ingenuos, pero también que no saltar es no vivir siquiera y por ello quizá valga arriesgarse a ser lanzado al abismo cuyo fondo se ansía pronto porque es más doloroso y horripilante seguir cayendo que tocar fondo de una vez por todas.

Martín Briceño explota ese dejarse y dejar lo propio en posesión de otro, dejarle el corazón, el espíritu, el intelecto, el físico y la energía, el sexo carnal o el que está al fondo del inconsciente, el más difícil de recuperar; el dinero y la comodidad, para luego pagar las consecuencias con desesperación y llanto, o de plano con huídas sin sentido.

En esa imbricación, generalmente de dos entidades, que se expresa en las historias que al autor construye, lo sexual, lejos de ser tema es herramienta recurrente. Incluso en donde el acto físico no se consuma, apenas se esboza o de plano no existe como tal, la lucha permanece, la imposición que destaza el ego o la aceptación de la derrota, la rendición frente al otro —por su género—, surgen aquí como epopeyas comunes que otros ojos quizá no ven. Martín Briceño no sólo las ve, las narra y las expone: su ficción tiene tanto de real como de asombroso por cotidiano.

En Caída libre, como en mucho del cuento contemporáneo en México, aparecen los cabarets, la vida nocturna, los putos y las putas, pero su sordidez no es el centro de la historia, lo que le salva de caer en el lugar común, mientras discurre por otra ruta inesperada que hace pensar no en la lubricidad del hecho, sino en las reacciones del personaje central.

En Caída libre, como en mucho del cuento contemporáneo en México, aparecen los cabarets, la vida nocturna, los putos y las putas, pero su sordidez no es el centro de la historia.

Se aplica también en encontrar esa dependencia que recuerda al vampiro de The Hunger (El ansia, Tony Scott, 1983), donde la juventud se convierte en la energía a trasfundir para renovarse, pero que termina convirtiéndose en droga tan necesaria que sólo la visualización de su ausencia ya provoca desesperación y hasta estupidez.

Como en canción de Urieta, el libro avanza “hablando de mujeres y traiciones”, la diferencia es que todos los hombres de Caída libre terminarán, ya sea personalmente o sólo imaginando que las tienen enfrente, reprochándoles sus heridas. Ya sea porque los dejaron o porque no les cumplieron, pese a no tener realmente un compromiso con ellos. Alucines de hombres que creen ser los que dominan, son pieza constante de la construcción de estos cuentos de Martín Briceño.

También hay giros inesperados en las reflexiones de un personaje femenino que encuentra en la taza del baño su propio diván para intentar psicoanalizarse, cojeando en las posibilidades de la historia porque finalmente recicla el sexo como herramienta para resolver.

Un guiño intencional o intertexto del cortazariano “Axolotl” (Final de juego, 1964), pero regionalizado con los gecos sonrosados o café-verdosos que recorren rincones de las casas del sureste, llega como ingrediente extra para contar de otras luchas de uno a uno y como el hartazgo encuentra una solución inesperada.

Peculiar el “Round de sombra”. Para quien viva en Mérida, Yucatán, y se mueva un poco entre la actividad cultural, quizá encuentre los rasgos de los humanos reales detrás de los personajes que intervienen e inspiran.

El propio Martín Briceño es elemento del dibujo del personaje central que intenta ganar en el ring que imagina. Explota —especulo— la anécdota para exagerarla, torcerla y convertirla a gusto en una historia con conflicto, donde “ella”, esa otredad necesaria, termina igual por “no cumplir” con lo esperado.

El cuento que cierra lleva por título el mismo del libro, es la caída más densa quizá, y pareciera resumir mucho de lo antes contado, el conflicto por la traición vuelve, el personaje tiene atisbos de todos los anteriores y concentra su frustración de todos como si fuera el centro de su descarga.

Se vuelve el pararrayos de los trece desgraciados anteriores; el vuelco que da la historia sorprende, la renuncia del personaje es difícil de asimilar, pero se acepta en tanto que es la única cuerda que ha encontrado para asirse. Tal vez su elección le permita comenzar a equilibrar el descenso, creyendo, en plena caída, que es posible volar. ®

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Publicado en: Libros y autores, Septiembre 2010

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