La calle y la arquitectura vernácula

El fluido del espacio urbano

El espacio urbano, la calle, surge y varía constantemente de acuerdo con las configuraciones que los individuos hacen del medio, volviéndolo un espacio de oscilación, sin diseño posible, y susceptible de ser leído sólo en un momento dado y esto por una vez, sin posibilidad de hacer una lectura definitiva.

[las aceras] son el conductor primario para el flujo de información entre residentes de la ciudad.
—Steven Johnson, Sistemas emergentes [Turner/Fondo de Cultura Económica, 2003]

Paradero de autobuses de la estación Indios Verdes, Ciudad de México.

Paradero de autobuses de la estación Indios Verdes, Ciudad de México.

Un espacio intersticial entre edificios, espacio de reunión y de exposición de residentes de un lugar. Es el afuera, en él nos vemos obligados a exponernos a lo diferente, a lo no controlado. En él se suceden los cuadros, las escenas, una tras otra; como una película, no es estática. Al igual que en un filme, existen mensajes, hay información que se ofrece para ser leída a quienes entiendan. Es una información estratificada, codificada por diferentes usuarios. En la calle coexisten diversos aislamientos, sobrepuestos unos a otros. Sólo existen relaciones diagramáticas entre los diversos aislamientos que componen el espacio de la calle. Es un elemento fluido, viscoso, que como cualquier fluido es capaz de transportar las ondas generadas por perturbaciones en puntos de presión.

El espacio urbano resulta de un determinado sistema de relaciones sociales cuya característica singular es que el grupo humano que las protagoniza no es tanto una comunidad estructuralmente acabada —a la manera que la antropología ha venido asumiendo como su objeto tradicional de estudio— sino mas bien una proliferación de marañas relacionales [Manuel Delgado, Sociedades movedizas, Barcelona: Anagrama, 2007].

Es decir, el espacio urbano, lo que aquí llamamos calle, surge y varía constantemente de acuerdo con las configuraciones que los individuos hacen del medio, volviéndolo un espacio de oscilación, sin diseño posible, y susceptible de ser leído sólo en un momento dado y esto por una vez, sin posibilidad de hacer una lectura definitiva. “La arquitectura constituye una reproducción tardía de configuraciones espontáneas de espacio en el cuerpo grupal” [Peter Sloterdijk, Esferas III. Espumas, Madrid: Siruela, 2006].

La materialización de las necesidades espaciales de los individuos delimita en muros, ventanas, puertas, pisos, losas, necesidades de entorno individuales, de cápsulas de introspección, de adentros individuales. El afuera, el espacio urbano, es un espacio que se ve alterado constantemente por el cambio de intensidad que representa el constante ir y venir de los individuos. Sin embargo, existen zonas dentro del tejido urbano donde este ir y venir es puntualizado, es localizado definidamente. Estos puntos ejercen una influencia enorme en el espacio urbano, son puntos de presión en el fluido urbano, lo perturban de tal manera que su efecto se ve materializado en elementos de arquitectura que responden también a configuraciones de espacio emergentes, aunque sin llegar a constituirse como permanentes. Son respuestas espaciales inmediatas y flexibles. Son respuestas no oficiales a las presiones que ejercen estos elementos de congestión puntuales. “La existencia humana está incluida continuamente en una compleja atmósfera de ondas y radiaciones, de cuya realidad sólo pueden darnos testimonio, en tal caso, ciertos efectos indirectos, pero nunca percepción inmediata alguna” [Sloterdijk].

“La existencia humana está incluida continuamente en una compleja atmósfera de ondas y radiaciones, de cuya realidad sólo pueden darnos testimonio, en tal caso, ciertos efectos indirectos, pero nunca percepción inmediata alguna.”

La relación diagramática que el usuario tiene con el espacio público es aprovechada por individuos que crean espacios, crean aislamientos, entornos donde la recolección de recursos de supervivencia es fin inmediato del agrupamiento. Una materialidad surge de estos agrupamientos, que paulatinamente puede volverse pétrea, sin embargo, la característica principal de estos sistemas emergentes es su flexibilidad, sus materializaciones arquitectónicas suelen compartir características de flexibilidad, movilidad, durabilidad limitada.

Son respuestas que parecieran ser temporales, que nunca se arriesgarán a quedarse, a ser permanentes, aunque su espacialidad, sin que por ello signifique materialidad, puede ser rastreada en el tiempo. Son patrones que sin embargo no podemos leer nunca definitivamente.

Esta lectura no definitiva obedece en gran parte a la cualidad oscilante de las respuestas y configuración espacial. La calle hace posible la emergencia de estas configuraciones espaciales; al ser espacio público, se ve atravesada por el mayor número posible de integrantes de un grupo, lo que la vuelven registro del mayor número de opiniones y formas de pensar. “Para estar operando en nuestro sistema actual, la arquitectura es increíblemente lenta, un mecanismo implosivo; nuestro sistema necesita respuestas inmediatas, reacciones inmediatas, reflejos inmediatos” [Rem Koolhaas, entrevista de Charlie Rose, Fecha de consulta 01/09/2010].

Una materialidad de respuestas inmediatas a necesidades cambiantes la constituyen los sistemas emergentes urbanos, como los comercios ambulantes y los mercados ambulantes, organismos que se desplazan por la ciudad, por las calles, flexibles a las demandas del cuerpo general de las multiplicidades del espacio. Su ligereza les permite la movilidad y el comportamiento reflejo que, de acuerdo con Koolhaas, necesita la arquitectura. La dinámica propia de la calle no nos permite estudiarla como un objeto, sino mas bien como una sucesión de respuestas cambiantes, adecuaciones en el tiempo y espacio a los movimientos de individuos.

Los grandes movimientos de individuos a través del espacio público, en paraderos de autobuses, apeaderos, estaciones de metro, generan las respuestas emergentes más evidentes. Una congestión de individuos en puntos en el espacio público generalmente lo perturban, son puntos de presión, puntos súper-masivos de alteración del medio circundante. El espacio público adyacente se ve supeditado en su forma a los horarios de éstos puntos de presión. El espacio urbano es “un agrupamiento polimorfo e inquieto de cuerpos humanos que sólo puede ser observado en el instante preciso que se coagula” [Manuel Delgado].

Los grandes movimientos de individuos a través del espacio público, en paraderos de autobuses, apeaderos, estaciones de metro, generan las respuestas emergentes más evidentes. Una congestión de individuos en puntos en el espacio público generalmente lo perturban, son puntos de presión, puntos súper-masivos de alteración del medio circundante.

Este espacio urbano de cualidades viscosas es un fluido, por eso permite y transporta fuerzas que lo perturban; además de amortiguar el impacto de éstas mismas, es el espacio de la respuesta refleja, donde pueden encontrarse esas respuestas que podrían permitir a la arquitectura volverla un mecanismo menos peligroso. Se dice que la arquitectura siempre está en crisis, aunque en las escuelas se nos enseña a proyectar como si siempre estuviéramos en la placidez del mundo explícito, carente de diagramas. La calle es el espacio de la respuesta refleja, inmediata, no pensada, intuitiva. En ella hay elementos que son la materialización de la relación diagramática entre el transeúnte y el espacio público.

Paraderos junto al Metro Universidad, Ciudad de México, 2008. Fotografía Jorge Suro.

Paraderos junto al Metro Universidad, Ciudad de México, 2008. Fotografía Jorge Suro.

“Es la actividad configurante de los transeúntes, los lenguajes naturales que éstos despliegan, lo que dota a los espacios urbanos de carácter” [Manuel Delgado].¿Debe el arquitecto resignarse y delegar el diseño del espacio público en manos de los transeúntes? ¿Se puede considerar que hay una intencionalidad, una búsqueda de confort en las materializaciones espaciales emergentes? ¿Puede el arquitecto aprender de las respuestas espaciales emergentes? ¿Acaso las herramientas de diseño como el programa, los esquemas de vinculación, el partido, con herramientas útiles en nuestro sistema actual? ¿Acaso deberá convertirse el arquitecto en un ser transdisciplinario para llevar a cabo su trabajo? ¿Es el arquitecto el único responsable de materializar las configuraciones espontáneas de espacio?

“En los espacios urbanos plenamente arquitecturizados parece como si no se previera la sociabilidad, como si la simplicidad del esquema producido sobre el papel o en la maqueta no estuviera calculado para soportar el peso de las vidas que van a desplegar ahí sus iniciativas” [Manuel Delgado].

Una fuerte crítica al papel del arquitecto la realizan los antropólogos en voz de Manuel Delgado. Sociedades son multiplicidades espacio, dice Sloterdijk. Al parecer se llega al acuerdo en estos años de que ciudad-sociedad-arquitectura son un fenómeno indisoluble, no hay manera de centrifugarlo y abordarlos separadamente. Equipos transdisciplinarios parece ser la tendencia o el camino a seguir en el abordaje del problema de materializar las configuraciones espaciales de las multiplicidades espacio.

El arquitecto no puede delegar su trabajo en respuestas emergentes de los individuos que conforman y configuran el espacio urbano. Es verdad que el espacio urbano se ve perturbado y caracterizado por las olas de transeúntes que lo recorren día a día. Sin embargo, el arquitecto cuenta con la habilidad de pensar de manera prospectiva, proyectar, en el sentido de prever el funcionamiento de algo en el futuro. Si el espacio urbano no es estable y se encuentra en oscilación, entonces el arquitecto puede permitirse el lujo de especular con los acontecimientos que podrían suceder en un momento dado. El proyecto entra en el campo de lo posible. Un estudio histórico, una búsqueda de patrones en la línea temporal en un espacio urbano determinado podrían dar a los investigadores-proyectistas datos para formular hipótesis de diseño, que como cualquier otra hipótesis por fuerza tendría que ser susceptible de ser falseada, o en el caso de la materialización de especulaciones espaciales, de ser derrumbada.

Las respuestas espaciales emergentes constituyen ejemplos interesantes de reflejo a necesidades espaciales de transeúntes en el espacio urbano, la calle, aunque no hemos podido detectar en su morfología precauciones que indiquen una especulación en el devenir de su ser-contexto. Por otro lado podemos observar en las representaciones históricas de respuestas emergentes anteriores que su morfología ha variado poco, aunque no es posible aseverar aún si se debe a la efectividad del modelo o a que su principal característica, la flexibilidad, es decir, su movilidad y posibilidad de reubicación y desechabilidad, se vería comprometida.

El arquitecto puede ser capaz de desprenderse de herramientas de diseño que no le permitan flexibilidad en su trabajo y allegarse otras. El proyecto por fuerza ha de ser un ejercicio de investigación en el que, echando mano del estudio de hechos y patrones de las multiplicidades espacio, se generen estrategias que sirvan para la especulación espacial. ®

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Publicado en: Arquitectura y diseño, Mayo 2013

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