LA ENTELEQUIA DE LOS EJES

Sobre una propuesta ilusoria para la cultura en Tijuana

Estos tiempos de apatía política parecen ideales para que los intelectuales participen. Con el slogan de “prometer no empobrece”, un colectivo liderado por escritores y artistas expuso su propuesta en cinco ejes. ¿Es viable? El autor responde.

I

Vivimos en estos días de democracia secuestrada por los partidos, a imagen del brutal abstencionismo de la reciente elección que raya en 70%, los inevitables cambios que marcan el calendario de la vida política que inciden, necesariamente, en un sector importante de la administración pública, responsable de la imprescindible actividad cultural de la ciudad de Tijuana.

Centro Cultural de Tijuana

Época propicia para que diversos actores de la cultura, usualmente ausentes o con escasa participación en su vertiente política, despierten de su letargo y se hagan visibles en las campañas preelectorales de los candidatos con propuestas personales o colectivas, marcadas por un singular protagonismo que invita a la suspicacia.

Sin el deseo de generalizar ni de juzgar a priori al ciudadano de buena fe, no resulta vano sospechar que esta inusual euforia participativa, carente de un aval de presencia y trabajo constante frente a la estancia de gobierno abierta a la participación cívica, tiene aires de un calculado oportunismo.

En este escenario sobresale la iniciativa de un heterogéneo colectivo liderado por Iván Díaz y Heriberto Yépez, identificada como “Propuesta de Cultura para la Nueva Tijuana, con cinco ejes principales”, que ha circulado por los medios electrónicos con visos de  proselitismo. La lectura del complejo e ilusorio marco teórico de la propuesta, aunque pausada, es de difícil digestión para cualquier persona medianamente sensibilizada con nuestra inefable realidad, cuya impostergable transformación requiere de un compromiso con el trabajo diario, partiendo de lo verosímil. Este proyecto más bien se revela como una entelequia propia de las campañas políticas cuya premisa es “prometer no empobrece”, por más que se tome de referencia la exitosa experiencia de la ciudad colombiana de Medellín.

Sin el deseo de generalizar ni de juzgar a priori al ciudadano de buena fe, no resulta vano sospechar que esta inusual euforia participativa, carente de un aval de presencia y trabajo constante frente a la estancia de gobierno abierta a la participación cívica, tiene aires de un calculado oportunismo.

Es bien conocido el gran rezago histórico de Tijuana en materia de política cultural, el abismo entre lo que se tiene y lo que se demanda, pero la prioridad, el gran desafío del momento, es conseguir la óptima funcionalidad de su escaso y pobre patrimonio vinculado al desarrollo intelectual y la formación humana del ciudadano, empezando por las bibliotecas y las casas de cultura esparcidas por la geografía urbana, espacios comunitarios que mejor pueden contribuir a la cohesión social. Vista la ineficiente inercia histórica de la administración municipal, sugiero a las fuerzas vivas de la cultura que aparquen su onírico proyecto de los  ejes, que requiere una gran inversión de recursos económicos y humanos, y dediquen su mejor empeño en rehabilitar lo que está al alcance de la mano, con un rendimiento social más inmediato.

II

Si la democracia se sustenta en las instituciones que origina la evolución de su propia naturaleza, y éstas fundamentan sus fuerzas en la capacidad de decisión ciudadana, necesario es que todas las personas con un verdadero interés por la cultura se involucren en su faceta política, desde el interés personal y de la responsabilidad colectiva. Pero es obvio que una gran parte de los actores importantes de la comunidad artística, tanto los que ofertan como los que demandan, ignoran (o en su defecto no le dan la importancia que debieran) la existencia del Instituto Municipal de Arte y Cultura, IMAC, cuya creación en el trienio 1995-1998 propició la participación directa del ciudadano y su complicidad con los programas y proyectos en materia de cultura que Tijuana viene reclamando con perentoria urgencia, desde una visión integral que permita aliviar los rezagos históricos y atender las exigencias presentes y futuras, sin necesidad de esperar las periódicas coyunturas políticas.

En este sentido, y en puertas de un cambio de Ayuntamiento, conviene reafirmar la vigencia de lo escrito en septiembre del 2007, en análoga circunstancia política. A saber. La Junta de Gobierno del IMAC actúa como el órgano máximo responsable de la cultura municipal, administrada por un director a designar por la propia Junta entre una propuesta que debe presentar el C. Presidente Municipal de tres candidatos con el perfil (estudios universitarios, vinculación con la cultura y determinados años de residencia en la ciudad, entre otros) que se establece en el reglamento que norma su gestión. Sería deseable que en el respeto que el ejercicio pleno de la democracia exige, el mismo que alentó  la creación del Instituto, se abriera una convocatoria pública, una opción para que el ciudadano con pretensiones, ocultas o manifiestas de dirigir el IMAC, presentara su proyecto para la ciudad. Como un aspecto sobresaliente de su perfil, el ciudadano aspirante debería ser consciente de que, más allá de su gestión como funcionario que participa de una nómina, tiene un compromiso con la cultura y la sociedad a la que pretende servir, y en cuyo desempeño no debe haber sumisión, actuando con la jerarquía y la independencia que le confiere su cargo; contrariamente a lo que ha venido sucediendo en las recientes administraciones con el elegido a dedo, que al llegar a la dirección de IMAC se mimetiza y renuncia a la visión crítica de las grandes y manifiestas carencias, malogrando la oportunidad de propiciar cambios desde el centro del poder.

Si la democracia se sustenta en las instituciones que origina la evolución de su propia naturaleza, y éstas fundamentan sus fuerzas en la capacidad de decisión ciudadana, necesario es que todas las personas con un verdadero interés por la cultura se involucren en su faceta política, desde el interés personal y de la responsabilidad colectiva.

Los  ciudadanos consejeros de la primera Junta de Gobierno del IMAC elaboraron un reglamento que atañe a su vida interna y norma la elección del futuro director, teniendo muy presente la insana tradición de la componenda política y del compadrazgo, y considerando la prerrogativa del presidente municipal a nombrar al director del IMAC, se estableció que éste presentara a la Junta de Gobierno del IMAC una terna de la que fuera elegido el futuro director, en una decisión en la que intervenían cuatro regidores y cuatro consejeros (éstos elegidos por votación en asamblea del subcomité de cultura Copladem) y el propio presidente municipal que ejerce su voto de calidad, dado el caso. Cabe señalar que, sin justificación aparente, se redujo a tres la participación de regidores y ciudadanos.

En síntesis, el IMAC es su junta de gobierno: la que preside el C. alcalde de turno y se acompaña de tres regidores procedentes de la partidocracia (con sueldo a cargo del erario público) más tres independientes (sin renumeración alguna), elegidos en asamblea del subcomité de cultura del Copladem, convocada periódicamente para informar, analizar y proponer, al tiempo que constituye la base democrática que fomenta la participación. De tal manera que la sociedad cultural tiene a mano un importante foro y un valioso instrumento de política cultural para impulsar cambios en la dirección que el momento histórico aconseje.

A cuantos realmente están interesados por la cultura, a la vez que preocupados por la insensibilidad, la ineficiencia y el trato injusto del aparato de gobierno, con el presidente municipal en funciones a la cabeza, cabe decirles que los cambios cualitativos deseados pueden forjarse desde el seno del IMAC, a través de la participación y defensa de los derechos culturales ciudadanos, desde la satisfacción de un trabajo constante y comprometido en beneficio de la sociedad y de la mejor imagen de Tijuana. ®

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Publicado en: Agosto 2010, Política y sociedad

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