La era social

I. La nueva forma cultural

En los artículos que hemos publicado sobre el arte del siglo XX aparecen expuestos datos suficientes con los cuales poder entender la exposición que vamos presentar para explicar la situación actual, tan necesitada de una adecuada definición como lo estuvieron las vanguardias; nos referimos al final de la era de la cultura griega y la entrada en una nueva que denominaremos la era social.

El origen

Para ilustrar el final de la cultura griega y la entrada en esta nueva era podemos decir que el siglo XX descompuso la obra de arte en sus elementos, con lo cual la dejó sin estructura y sin consistencia, y se quedó sin un sostén sobre el cual poder edificar otras formas artísticas. Decimos que las vanguardias fracturaron la cultura griega pero, en realidad, el proceso es el inverso, y lo que ocurrió fue que la descomposición de la cultura griega, a la cual le había llegado su hora final, se realizó en la forma en que se mostró mediante las vanguardias. Entiéndase que no fueron las vanguardias las que provocaron su fin sino que el final de la era griega se produjo en la forma que en ellas se muestra.

El sentido: El fondo

Atenas

El momento actual es un periodo en el que se observan los elementos del arte que el siglo XX con su tendencia cientifista descompuso y presentó por separado sin que ahora se sepa qué hacer con ellos. Estamos en un periodo previo de una nueva era cultural en el que el hombre se encuentra desorientado porque rechaza lo antiguo y está buscando las referencias de su posición. Da palos de ciego para determinar las distancias, todo lo que tiene a su alcance lo manipula y lo experimenta pero sin poder llegar a ninguna conclusión definitiva. En este estado, todo vale, pues todo resultado representa un nuevo descubrimiento, con un significado propio para el nuevo contexto, y todas las aportaciones tienen valor. En la era social, en la que lo artificial ha superado a lo natural, lo artificial es la referencia para el nuevo hombre, al cual deberemos referirnos como ciudadano, y las combinaciones, los criterios y valoraciones anteriores carecen de sentido, precisamente porque el sentido del pasado residía en la consideración natural. Al modificarse las referencias todos los cálculos anteriores deben modificarse.

La satisfacción con la que el hombre presenta cualquier solución es la ingenuidad infantil del ciudadano que, como niño, está descubriendo un mundo en el que todo es nuevo para él. El ciudadano es la referencia de la nueva cultura. Los descubrimientos de los ciudadanos tienen el valor de presentar los nuevos conocimientos sociales que pueden ser aportados a la nueva forma de existencia. Todo ciudadano puede aportar sus valiosos puntos de vista. En consecuencia, todo ciudadano aporta sus valiosos puntos de vista, pues en la nueva era social nadie es superior a otro ya que se carece de referencias para determinar valores. Hoy tenemos todo por descubrir.

Estamos, a todos los efectos, ante una especie de prehistoria o de periodo primitivo de esta nueva época. En este primer periodo se busca determinar las posiciones, tanto en arte como en lo social, como en lo personal, que ya no es una personalidad individual ni una aspiración a ella, sino el deseo de una personalidad colectiva, social, en la que la idea de una influencia dionisíaca es manipulada con el fin de justificar todas las aportaciones intuitivas, toda posición irracional y, mediante una metáfora forzada, el derecho natural del hombre social a establecer, según una especie de sabiduría innata, cómo son las cosas.

El comienzo de esta era es un tiempo de conquistas, aunque no se pretende conquistar ninguna tierra ni someter nuevos pueblos sino buscar el dominio de los hombres e imponer sus leyes y sus normas. No se busca conquistar territorios pero sí conquistar los centros de poder para establecer nuevos derechos sociales. No se conquistan pueblos, se conquistan concesiones.

Para el ciudadano nada antiguo es sagrado, y todos los hombres naturales son iguales nacidos con los mismos dones. El criterio poseía valor dentro de una cultura estructurada. En una forma cultural no definida todavía es necesario esperar a alcanzar una conclusión fija para poder establecer los valores adecuados para esta nueva cultura.

El ciudadano, el hombre de la era social, tiene el sentimiento de una total libertad. Siente una total despreocupación por todo lo anterior, por todas las normas, por todos los principios, por toda la cultura. Debe entenderse así siempre y cuando la negación de lo anterior no le reste valor a ninguno de sus derechos, los antiguos privilegios deben respetarse: pero sólo cuando los privilegios benefician al nuevo tipo de hombre. Por ello, hasta los principios del derecho serán reinterpretados. Los políticos pretenderán descalificar los hechos anteriores para justificar los nuevos actos, valorarán el pasado con la mentalidad del presente; bueno sería valorar también el presente con una mentalidad por encima de la presente. Así, todos los privilegios serán anulados, salvo los sociales. Y esto es así porque se modifican las referencias, los puntos de vista, todavía no se ha conseguido definir esta cultura y todo lo que se construye se construye de forma intuitiva, muchas veces de forma caprichosa pues no se distingue la intuición del interés. Todo lo cual se consolidará y el punto de vista social, ya cuando sea un derecho ya cuando sea un interés, será el origen de las leyes sociales, de los privilegios sociales. Todo ello será entonces imperceptible, porque el nuevo hombre habrá sido educado con tales principios y, sin otras referencias, éstas le parecerán razonables, de la misma forma que en la era pasada el hombre fue educado en la moralidad y también le parecía razonable.

Para el ciudadano nada antiguo es sagrado, y todos los hombres naturales son iguales nacidos con los mismos dones. El criterio poseía valor dentro de una cultura estructurada. En una forma cultural no definida todavía es necesario esperar a alcanzar una conclusión fija para poder establecer los valores adecuados para esta nueva cultura.

¿Qué otra cosa son las representaciones de la ópera en la calle más que el derecho del ciudadano a poseer todos los bienes que la sociedad ha creado de la misma forma que el hombre primitivo dominaba la naturaleza? Otro tanto podemos decir de las exposiciones en la calle de pinturas procedentes de los museos. Todo esto es muestra de que los ciudadanos ya ocupan posiciones de poder. Hemos afirmado que la era griega murió de vieja, pero era tan grande el deseo de ocupar el poder que los ciudadanos se sienten como guerreros victoriosos en lugar de herederos. Toda conquista de un territorio ajeno procede de una lucha que implica muerte y destrucción tras la cual se produce la usurpación de las propiedades y la violación de las mujeres. Tales son los derechos del vencedor ante los cuales nadie puede reclamar justicia pues son los vencedores quienes establecen las normas. El cuadro en la calle equivale a la exposición del cadáver del enemigo vencido. Que el hombre común pretenda escuchar música clásica, la cual no ha sido hecha para sus oídos y no puede disfrutar estéticamente, equivale a la violación de las damas con las cuales no tendría derecho a tratar pero que, como conquistador, tiene el derecho que le otorga la fuerza a poseerlas físicamente. El acto público indica que no se pretende tanto satisfacer un deseo físico como dejar constancia del derecho que se ha alcanzado.

En la nueva era se ha perdido la idea de cultura, por lo tanto, el museo y la ópera, puesto que la cultura no existe, no pueden estar reservados para grupos particulares, lo que significaría mantener diferencias sociales o considerar diferencias personales. El ciudadano no desea la cultura como una necesidad sino como el ejercicio de una victoria social. El hombre social se comporta en esta primera etapa de la nueva era, que más bien es un prólogo, como destructor de las estructuras de las culturas que domina para hacer hueco en el que implantar la suya. Pero aprovechará los elementos de la cultura anterior que le convengan. Como todo bárbaro, se ha apropiado de una cultura que era superior porque posee una superioridad física. Los actuales, son bárbaros herederos de la civilización, no como los anteriores bárbaros conquistadores procedentes de una sociedad natural. Éstos, no los brutos rubios nórdicos que sometieron las culturas del Mediterráneo, son hombres nacidos dentro del seno de la propia cultura que pretenden conquistar. Son los hijos de una sociedad ideal y del bienestar que creen que, por ley, todo les pertenece y todo les corresponde y, mientras sus límites y su posición no estén establecidos, actúan caprichosamente. El límite de su conducta será el de su parecer hasta tanto esta nueva era consiga establecer una estructura.

La libertad de que se disfruta, y que se cree que es un derecho, es, en realidad, una necesidad puesto que no se posee otra cosa y, sin normas que acatar ni obligaciones que cumplir, el ciudadano se llama libre. Nos encontramos aquí con aquello que Nietzsche definió como el problema griego cuando se enfrentó al final de la tragedia. Sólo que en ninguno de los dos casos, por parte de los actores, se ha entendido la posición en la cual el desarrollo cultural les situó como un problema y han actuado, conforme al pensamiento y las circunstancias, como por inercia con continuidad. ®

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Publicado en: Arte, Octubre 2012

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