La lumpenización intelectual

La moral del líder

Un proceso de involución social se presenta en ciertas partes de la sociedad mexicana. Me refiero a las capacidades críticas que quienes deciden participar en política deben ejercer obligadamente para no caer en la mencionada lumpenización intelectual. Esas capacidades son las que hacen que la política no se convierta en un baño de sangre.

I

Judíos en el Tercer Reich

Quien haya leído libros de historia que abordan el devenir de la Alemania nazi (libros serios, of course, no las estupideces del negacionismo y otras), se habrán dado cuenta de una pregunta que de diversas maneras hacen los autores pero, a final de cuentas, la misma: ¿cómo una de las sociedades más refinadas intelectualmente, que podía presumir de haber llevado el proceso civilizatorio a una de sus cumbres, cayó en una barbarie inimaginable en la que millones de personas fueron llevadas a la muerte sólo por pertenecer a un determinado grupo? ¿Cómo una sociedad tan refinada como la alemana llevó al mundo a lo que Churchill llamó “la quiebra moral de la civilización” y que, con la anuencia y omisión de muchas naciones, conquistó gran parte del mundo para establecer la dictadura más cruel e inhumana que haya conocido el ser humano? ¿Cómo sucedió eso? Churchill, Michael Burleigh e Ian Kershaw —entre muchos más— lo han indagado y explicado a su manera.

Burleigh, en su libro El Tercer Reich. Una nueva historia, menciona el testimonio de un civil alemán que comentó que Adolfo Hitler ejerció sobre los alemanes “un extraordinario rapto del alma”. Pero, ¿ahí acaba todo? Hitler tenía una sola capacidad: sus dotes de orador. ¿Eso bastó para llevar al mundo al borde de la ruina? Sí, mas había antecedentes: el mito de los “criminales de noviembre”, que se refería al gobierno alemán que firmó el Tratado de Versalles, la depresión económica que provocó una gran inestabilidad social en Alemania y detonó el antisemitismo. Estos factores provocaron el ascenso de Hitler.

Los ciudadanos alemanes citadinos se quedaron prendados con las ideas del partido nazi: recuperar la dignidad nacional y escarmentar a los judíos (el chivo expiatorio). Ya sabemos cómo terminó todo esto y el papel que Inglaterra y Estados Unidos desempeñaron para acabar con el Tercer Reich. (Sí, los Estados Unidos que tanto odiamos y que tanto odian los franceses.) ¿Por qué los ciudadanos alemanes se dejaron envolver por un personaje tan oscuro y nefasto como Hitler, de quien Hindenburg decía: “¿Nombrarlo canciller? No, lo voy a nombrar para el servicio de correos para que lama las estampillas con mi rostro y las pegue”. Hitler, como escribió Churchill, era un apostador: utilizaba el bloff y era tanto el miedo del resto de las potencias a desatar una guerra que cedieron hasta que se dieron cuenta de que lo de Hitler era la sangre y el acero, la guerra total, el exterminio, la muerte. Los alemanes vieron en él al líder que tanto necesitaban, al personaje mítico de una gran ópera que restituiría el honor alemán. Los primeros triunfos de Hitler en el campo diplomático hicieron que cayeran a sus pies las voluntades alemanas. ¿Cuántos ciudadanos denunciaron a sus vecinos judíos con los que habían convivido durante décadas? ¿Cuántos se apropiaron de sus casas, de sus muebles, de sus joyas? Por supuesto que hubo muchas excepciones. La sociedad alemana, dirigida por Hitler, y harta de lo que sucedía en su país, herida en su orgullo, cayó en una “lumpenización intelectual”. Ya no usaban sus capacidades ni sus dotes para poner en entredicho las locuras de su líder: eran autómatas crueles, orgullosos de su falta de humanidad.

II

Las muestras de intolerancia del líder se reproducen en sus seguidores: atacan coches, pintan bardas, a los judíos los llaman “asimilados” y así un rosario de malas señales. Esa es la lumpenización intelectual. No ponen en tela de juicio los berrinches y caprichos del líder. Su capacidad intelectual está en andrajos.

México no es Alemania, por supuesto (aunque tiro por viaje uno se encuentre nazis en FB que escupen barbaridad y media contra los judíos). Nuestro nivel de desarrollo ni las crisis que hemos vivido no tienen nada que ver con la Alemania de esos tiempos. Sin embargo, me parece que un proceso de involución social se presenta en ciertas partes de la sociedad mexicana. Me refiero a las capacidades críticas que quienes deciden participar en política deben ejercer obligadamente para no caer en la mencionada lumpenización intelectual. Esas capacidades son las que hacen que la política no se convierta en un baño de sangre: el saber negociar, el empatizar con el adversario, el reconocer que hay puntos de acuerdo en la agenda política para sacar adelante al país. Un líder puede aprovechar su carisma para lograr que sus seguidores se mimeticen con él y se hagan uno. Nada valdrá más que la voz del líder y esa voz es una conciencia alterna. No importa el grado de estudios ni la clase social (incluso quienes antes fueron denostados por el líder ahora son recibidos con los brazos abiertos). ¿Y por qué la comparación con Alemania? Si no nos gusta podemos llevar a cabo la comparación en países donde una dictadura se haya instalado bajo el auspicio de los propios ciudadanos y de sus clases dirigentes. Para unos el engaño es más claro que el agua: cuando se hacen promesas “palomeras”, incumplibles, ahí hay una importante razón para sospechar. Para los otros esa señal es clara en otro sentido: esas promesas son la señal de que el líder quiere hacer del país un lugar mejor, no importa la imposibilidad, es más: de eso se trata, de ideales, de perfección, de llevar los destinos del país a un Olimpo, de restaurar una dignidad perdida en la noche de los tiempos, de recuperar la identidad perdida.

Para que el proceso de lumpenización intelectual se lleva a cabo hace falta un chivo expiatorio. Alguien que represente lo peor del país, sus taras, sus defectos, un calibán, y para eso está el PRI y sus candidatos. Visto así no suele tan mal, a fin de cuentas la política así es. El problema es cuando un líder o candidato hace de la moral, su moral, la medida de todas las cosas. Dentro de esa moral no importa agredir a reporteros ni golpear periodistas ni pedir dinero cuando se critica esta práctica en los adversarios. Es el ejemplo del líder y sus seguidores trabajarán en esa dirección. Las muestras de intolerancia del líder se reproducen en sus seguidores: atacan coches, pintan bardas, a los judíos los llaman “asimilados” y así un rosario de malas señales. Esa es la lumpenización intelectual. No ponen en tela de juicio los berrinches y caprichos del líder. Su capacidad intelectual está en andrajos.

¿Qué hará AMLO cuando el TRIFE dé por ganador a EPN? Su margen de maniobra no es mucho y, a menos de que sea un auténtico apostador, dará dos pasos hacia atrás y lo más probable es que su propio movimiento se lo trague. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas, Julio 2012

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