La prohibición y el miedo

La estrategia jerárquica

La moral católica, con su catálogo de prohibiciones y miedos, ha sido cincel de la identidad mexicana. El aporte católico a la historia moderna ha sido, entre otros obsequios de la Contrarreforma, la imposición de un sistema quasi militar para el control de conciencias: la dialéctica orden-obediencia fortalecida en tres siglos de Colonia.

Las religiones monoteístas no viven más que de prescripciones e invitaciones: hacer y no hacer, decir y no decir, pensar y no pensar, actuar y no actuar.
—Michel Onfray, Tratado de ateología, 2005

La visita de Joseph Ratzinger a suelo mexicano pone en evidencia la devoción de unos y la repulsa de otros. Mexicanos cocidos en un mismo caldo: la moral católica. Algunos actores sociales como el Partido de la Revolución Democrática (PRD), feministas y víctimas de abuso se oponen férreamente a la presencia del pontífice, mientras que miles lo saludan con devoción o mera curiosidad, incluido el gobierno federal y los gobiernos de la ciudad y del estado de Guanajuato. Esta polaridad mexicana parece reflejar un viejo condicionamiento sembrado en la conciencia mexicana, generador de sumisión-dependencia-miedo y, en el otro extremo, crítica-desacuerdo-repulsa.

La herencia militar

La moral católica, con su catálogo de prohibiciones y miedos, ha sido cincel de la identidad mexicana. El aporte católico a la historia moderna ha sido, entre otros obsequios de la Contrarreforma, la imposición de un sistema quasi militar para el control de conciencias: la dialéctica orden-obediencia fortalecida en tres siglos de Colonia. Lo indica el talante de la obra jesuita (de inobjetable obediencia al papa y sus superiores), lo describe la extendida educación religiosa y lo actualiza el autoritarismo religioso (obediencia prescrita) no sólo de la jerarquía católica sino también de las normas de convivencia social que replican la estructura inicua, antidemocrática y patriarcal de la Iglesia.

Además de sus connotaciones más amplias, el término militar alude al imperialismo, a la temeridad y al miedo. Refiere a la milicia del Medioevo que, en su convicción reformadora, asumieron las órdenes religiosas de la Baja Edad Media en una Iglesia adicta al poder cuya meta era recuperar territorios invadidos por “infieles”. Históricamente, el imperialismo eclesiástico ha usado modos militares para acrecentar sus dominios con acciones como las cruzadas, la evangelización de los “bárbaros” y las misiones en países en desarrollo.

En el caso de México, las lecciones morales del catolicismo político se han transmitido principalmente a través de las escuelas, obras apostólicas doctrinalmente eficientes y de métodos célebremente rígidos. Es en ciudades fuertemente católicas donde la calidad académica se identifica con las escuelas confesionales. Muchas de ellas, escuelas con estrictos sistemas de control cuya prioridad es la formación moral de sus estudiantes. En este terreno, la eficiencia pedagógica resulta un arma de doble filo: asegura la profesionalización de métodos y recursos pedagógicos mientras que suministra modos rústicos del autoritarismo. En esta pedagogía como en las interpretaciones medievales de la redención cristiana el miedo es activamente poderoso para apelar a la conversión.

Se teme la instrucción que precede a la sanción o al regaño, al reporte que precede a la segregación. Aunque la segregación no es exclusiva de lo católico, los métodos que tocan la exigencia-mediada-por-el-miedo contribuyen a la formación de una masa, un rebaño donde se está sin individuación.

El infierno, el purgatorio, el pecado mortal o la marginación son algunas de muchas figuras consolidadas, entre abundantes símbolos, de la tragedia final que espera a los católicos que abandonan la masa.

Lo prohibido es lo que lleva al desorden

En la visita papal a la ciudad de León se ha prohibido la venta de alcohol al menos en las calles demarcadas para la procesión papal. Una ley seca que se suma al despliegue de recursos federales para el desarrollo de un evento ajeno al Estado laico.

La moral católica, con su catálogo de prohibiciones y miedos, ha sido cincel de la identidad mexicana. El aporte católico a la historia moderna ha sido, entre otros obsequios de la Contrarreforma, la imposición de un sistema quasi militar para el control de conciencias: la dialéctica orden-obediencia fortalecida en tres siglos de Colonia.

Se sabe que Guanajuato es el baluarte cristero, donde se asienta el monumento del Cristo Rey victorioso del Cerro del Cubilete. Panópticamente como el monumento, el papa también vigila y ordena.

La discusión legislativa en torno a los artículos 24 y 40 constitucionales, relativos a la libertad religiosa y al Estado laico, enmarca el encuentro del papa con el presidente y otros políticos a realizarse en su breve visita. Se sospecha que recibirá informes especializados, en particular del Yunque.

Benedicto XVI bendecirá al estado de Guanajuato, ejemplarmente católico: con un gran número de colegios católicos y los más conservadores, las congregaciones religiosas más fuertes y semillero de innumerables vocaciones sacerdotales y religiosas.

Los presidentes católicos

Alguna vez se dijo en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, poco antes de la elección de 2000, que si Vicente Fox llegaba a la presidencia sería el primer presidente católico. Más tarde dijo con orgullo un jesuita: “Le ganamos a los maristas”. También le ganaron a los Legionarios pues, aunque la Legión de Cristo trabaja desde hace décadas por formar a la oligarquía mexicana, no ha “dado” un presidente a México. Distinto el caso de los hermanos maristas, de entre cuyas filas surgiría, para su orgullo, un político con suerte (no el más destacado, según testimonios) conocido ahora de todos: Felipe de Jesús Calderón Hinojosa.

Si hay alguna relación entre el estilo militar-generador de miedo y la estrategia calderonista sería un buen tema para debatirse en algún momento. Lo que sí es evidente es que la estrategia militar del presidente de México ha tenido efectos del uso de la fuerza y la sumisión y la huida que tratan de contrarrestar movimientos como el del poeta Javier Sicilia. En el discurso presidencial se asoma la dicotomía entre buenos y malos, discurso binario referido no sólo al narcotráfico sino a la sociedad en su conjunto. Su convocatoria fácilmente se enmarca en una doctrina moral donde puede aprobarse a quien entra en la norma y condenar a quien se rehúsa a estar en la masa. ®

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Publicado en: Marzo 2012, Política y sociedad

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