La transición de la literatura al cine

Irvine Welsh, sus novelas y películas

Escribió el libro que se convirtió en la película icono de la década de los noventa. Luego de que alcanzó el éxito se escondió durante dos años. De los dieciocho a los 25 años consumió drogas duras, pero Welsh eligió la vida. Ahora, desde Dublín, nos cuenta sobre su complicada relación con el cine, a meses de estrenarse en América su última adaptación para la pantalla: Éxtasis.

Los realizadores que se atreven a hacer una adaptación fílmica de un libro deben tener una mente prodigiosa capaz de procesar la información verbal para convertirla en una síntesis de imágenes y sonido sin caer en exageraciones absurdas. Pero hasta al cineasta más experimentado se le pueden ir detalles, dando resultados muy malos y miles de películas basadas en libros que son verdaderos bodrios.

La tarea de adecuar novelas al cine es difícil porque los directores pueden moldear en la pantalla grande lo que el libro dice, pero no lo que las personas han imaginado al momento de leerlo, y en muchas ocasiones tampoco logran reflejar la intención del autor en sus descripciones.

No es el caso del escritor Irvine Welsh (1943), cuya primera novela, Trainspotting, fue exitosamente llevada al cine por Danny Boyle (director de la premiada Slumdog Millionaire y de 127 horas), convirtiendo al autor en uno de los escritores más ricos y famosos de Inglaterra. Una especie de J. K. Rowlling (Harry Potter) pero para post-adolescentes desadaptados.

Luego de Trainspotting se estrenó en el cine Acid House, adaptada por el propio Welsh bajo la dirección de Paul McGuigan. Y en agosto de este año se estrenará en Estados Unidos Éxtasis, también reescrita por Welsh y dirigida por el canadiense Rob Heydon.

Está claro que el cine y la literatura tienen lenguajes diferentes y eso Welsh lo sabe bien. Por lo mismo, se involucró más en la adaptación. “Tienes que contar la historia en noventa minutos. En una novela se puede entrar en la cabeza de un personaje y el lector puede absorber a su propio ritmo y crear sus propias imágenes. Pero en una película tienes que ser más optimista, o la gente simplemente se va a ir del cine”, dijo el autor en una entrevista en su país. De esa manera se encarga de que el filme esté basado en el libro y no copiada íntegramente. Así se crea una nueva obra con cierta independencia, donde el sello del director-guionista pesa más que el del autor en sí.

Fuck off

Después del éxito de la adaptación de Trainspotting Irvine Welsh, buscando el anonimato, tuvo que escapar a Ámsterdam. La popularidad de la película le atrajo mucha atención. Más de la que podía controlar y comenzó a odiar a la farándula intelectual. Sin embargo, confiesa que es amigo del archiconocido actor Ewan McGregor, con el que se encuentra de vez en cuando en un banco de Piccadilly, en Londres, donde son clientes frecuentes.

En el tiempo que estuvo oculto sus fanáticos lo convirtieron en una celebridad cuya vida se vio enturbiada por diversas leyendas: drogas, sexo y pop. Su desaparición, por supuesto, colaboró con el mito. Pero lo cierto es que Welsh vivió los excesos de cualquier joven rodeado de pandilleros yonkis: “Soy honesto en mostrar la vida como la experimenté”, dice sugiriendo que la verdad está en sus libros.

Los realizadores que se atreven a hacer una adaptación fílmica de un libro deben tener una mente prodigiosa capaz de procesar la información verbal para convertirla en una síntesis de imágenes y sonido sin caer en exageraciones absurdas.

Durante esos años publicó Éxtasis (1996), a la que subtituló “Tres historias de amor químico”, haciendo referencia a lo sintético que son el impulso sexual y el amor en sus personajes, donde todos se empepan como desaforados. Con este conjunto de tres relatos Welsh volvió a demostrar que es un provocador: “Es lo que me gusta, personajes dramáticos en situaciones extremas”, explica.

Welsh describe su juventud como nihilista, y de los deiciocho a los 25 años le pareció vivir en el barro por culpa de su adicción a las drogas duras. Su recuperación fue automática. Nunca asistió a Drogadictos Anónimos, sólo apeló al autocontrol del cual hasta hoy se siente orgulloso: “Mi actitud es hacer un contrato conmigo mismo: cualquier cosa que te metas o te saques del cuerpo es tu responsabilidad, por tanto debes asumirlo solo y salir de esa mierda. Cualquiera que sea”, dijo el escritor al diario londinense The Observer.

Luego vino Escoria (1998), donde sus experiencias como DJ en Ibiza le jugaron una mala pasada. Fueron tantas las referencias a la música que el texto se hizo insoportable, incluso para sus seguidores más incondicionales. Aunque, por otro lado, consiguió adictos en los sectores conservadores y amantes de Michael Bolton.

En 2001 publicó Cola, donde volvió a recrear las historias de bandas juveniles y en 2002 Porno, obra en la que retomó personajes de Trainspotting como Sick Boy y Renton. En 2006 llegó Secretos de alcoba de los grandes chefs y en 2010 Crimen, librospublicados en español por Anagrama. Y para este año el hombre de cabeza extraña regresará con Skagboys, una precuela de Trainspotting.

Skagboys, a pesar de tener un argumento distinto, se emparenta con su antecesora ya que todos los personajes padecen una situación patológica: la niñez eternizada. “Si pasaste la adolescencia y no te has matado, te vas a la mierda. Tienes que pensar en hacer algo más. En hacer algo. En la vida se lleva mucho tiempo muerto”, comenta desde su frío departamento dublinés.

Éxito en píldoras

Dublín, son las 21:15 horas y Welsh, para responder a Replicante se escapó desde un set de filmación de su productora For Way —fundada con su amigo Robert Carlyle: Begbie en Trainspotting—, en la que desde hace unos años dirige y escribe cortometrajes: “Tengo papeles bastante variados por aquí”, dice el escritor mientras despega unos post-it de su escritorio.

—¿Hasta qué punto te marcó la adaptación al cine de tu novela Trainspotting?

—Sólo me hice muy rico y famoso, tanto que tuve que huir. Me fui a esconder en Ámsterdam durante dos años y comencé a tomar… a escribir Éxtasis. Sólo regresé cuando me sentí tranquilo y supe que podría manejar la situación.

—En Latinoamérica tus libros más conocidos son Trainspotting (gracias a la película) y Porno, que es como la continuación del primero. ¿Qué personaje de la pandilla de Renton es más parecido a ti?

—Con Porno no tuve la intención de que fuera una continuación de Trainspotting, pero cuando iba construyendo la historia entendí que el personaje principal debería volver [Sick Boy].

Dublín, son las 21:15 horas y Welsh, para responder a Replicante se escapó desde un set de filmación de su productora For Way —fundada con su amigo Robert Carlyle: Begbie en Trainspotting—, en la que desde hace unos años dirige y escribe cortometrajes: “Tengo papeles bastante variados por aquí”, dice el escritor mientras despega unos post-it de su escritorio.

—Así como Paul Auster ambienta sus novelas en Brooklyn, en muchas de tus novelas la historia acontece en una decadente Edimbugo, donde muestras lo perverso y depravado de una sociedad corrupta en su esencia. ¿Tan mal estamos?

—Sí, es cosa de echar una mirada al desplome de los valores tradicionales, como los basados en la cristiandad. Realmente ya no existen, aunque venimos desde esos valores anticuados, del socialismo y el cristianismo. Pero ahora es todo capitalismo de consumo y las personas aprenden de esa moralidad, en vez de la instaurada por las iglesias y los gremios.

—¿Te atrae el lado oscuro de las personas, la perversión, o sólo es circunstancial?

—¡Claro! Me gusta ver a mis personajes en situaciones extremas. Extremos como ellos, además es más dramático e interesante para mí crearlos. Si pasaste la adolescencia y no te has matado, te vas a la mierda. Tienes que pensar en hacer algo más. En hacer algo. Se lleva mucho tiempo muerto y eso es por culpa del capitalismo de consumo: queremos todo y lo más rápido posible.

—Dijiste en una entrevista que te consideraste un verdadero escritor sólo cuando terminaste de escribir tu sexto libro. Ahora, como “escritor importante”, ¿qué personaje de la política británica (o mundial) tomarías como referencia para escribir un libro?

—¿Yo? No tomaría a ninguno. Simplemente no me interesan lo suficiente como para querer escribir un libro sobre ellos. No me gusta la política. La política inglesa está tratando de capturar el centro de la tierra, el suelo central. Y eso es sólo del interés de una minoría y no es para nada entreteniendo.

Ya es tarde

-¿Qué opinas del escritor británico Hanif Kureishi, al que se le denomina “El Buda de los suburbios”, y de Ian McEwan quien escribe sobre los problemas sociales y políticos?

—Siento que no es apropiado que critique a otros escritores. Además, ya es tarde.

—¿Cuáles son tus influencias literarias y qué tipo de música escuchas cuando escribes?

—Soy muy ecléctico en términos de gustos literarios y musicales. Leo y escucho casi de todo. De qué manera me influye, ésa es otra cosa. Pero realmente no sé cuál de esas cosas pueda influirme más.

—Si tuvieras la oportunidad de morir y resucitar al tercer día, ¿con qué espíritu célebre tomarías el té?

—No tomaría el té con ningún famoso. Me carga ese mundo farandulero y no soy asiduo a ese tipo de personas. Ni siquiera socializo con escritores famosos.

—Si no socializas, no llevas la vida fiestera con amigotes afamados, ¿cómo es un día común y corriente en tu vida?

—Mira, sólo dos días pueden ser iguales, o al menos parecer semejantes, máximo tres, a menos que trabaje a la fecha tope de terminar una novela. Entonces mis días se transforman en exactamente lo mismo, todos los días.

—¿Cuál es tu último proyecto literario?

—Mi novela Skagboys (precuela de Trainspotting), donde Mark Renton parece tenerlo todo, una linda familia, asistirá a la universidad, donde sobresale académicamente, tiene una novia hermosa, y una rica vida social, que gira alrededor de Northern Soul. Sin embargo, los cambios económicos producidos por el gobierno de derecha son devastadores y, tras la muerte de su hermano, la estabilidad emocional que priva en la familia de Renton comienza a debilitarse, y la vida de Mark se sale de control cuando sucumbe al derrotismo y la heroína que ha comenzado a hacerse un nicho en las zonas menos “privilegiadas” de Edimburgo.

—¿Trabajas de día o de noche?

—Usualmente escribo por las mañanas. Cuando derrocho el tiempo hasta la tarde me voy a la mierda y no escribo nada.

En cuanto a la peligrosa relación de Irvine Welsh con el cine, sólo hay que esperar y ver los resultados, tener claro que la literatura y el cine son lenguajes independientes donde el director es sólo un orquestador. Como dijo Marguerite Duras, la novelista de La amante, guionista de Hiroshima mon amour y directora de India songs, “hacer una película es pasar a un acto de destrucción del creador del libro”. Un duro problema que deja cicatrices. ®

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Publicado en: Destacados, Marzo 2012, Otro cine es posible

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  1. Un desperdicio de entrevista. Pusiste de malas a Welsh al no tener nada importante que decir. Debieron mandar a alguien que al menos hubiese leído dos o tres de sus novelas. En fin, creo que éste artículo fue de lo más desafortunado.

  2. Irvine Welsh no nació en el 43, sino en el 48. Y las referencias musicales en Escoria, no fueron criticadas porque eran «muchas», sino porque eran las de un policía racista y misántropo: del Acid house y el punk, saltó al Heavy metal y demás música no muy apreciada por los hoolligans o skins de esa época.

  3. Irvine Welsh, muy interesante y qué bien que Paulina Aranciba haya tenido la suerte de entrevistarlo, aunque parece como que hizo la traducción al aventón (por ej. «no es para nada entreteniendo»). Y también al editor se le pasó el detalle. Otra cosa que no me gustó fue la pregunta trillada de tomar té con un personaje famoso; por eso la respuesta que dio. Por otro lado, ¡qué privilegio obtener la entrevista! Saludos.

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