Las flores del mal

Anton Szandor LaVey y Charles Manson

Hay distintas maneras de explicar el mal, la maldad, la malignidad. En las dos primeras partes presento los perfiles de dos de los personajes más simbólicos del mal encarnado: Anton Szandor LaVey, fundador de la Iglesia Satánica, y Charles Manson, el asesino en masa más significativo y una de las figuras oscuras más atractivas de la cultura popular. En la tercera el tema proviene del mismo Manson: se trata de El Proceso, un enigmático grupo que por su vínculo con el asesino de Sharon Tate pertenece a la historia oculta de Occidente.

I. Anton Szandor LaVey: El agente de prensa del diablo

Anton Szandor LaVey

La historia alrededor del satanismo, igual que la del cristianismo, está construida a partir de mitos, leyendas urbanas e historias folklóricas. El cine, por ejemplo, nos ha dado cientos de posibles versiones del diablo creando al final un vacío que no despeja ninguna duda. Irónicamente, el primero en echar abajo las creencias populares sobre el demonio es uno de sus símbolos más representativos dentro de la cultura pop. Anton Szandor LaVey ha construido una legión de seguidores que le dan la vuelta a las viejas creencias y desde una posición más inteligente reconstruyen la figura de Satán.

El vampiro psíquico

El 11 de abril se celebra el nacimiento de Anton Szandor LaVey, llamado “El Papa Negro” y fundador en 1966 de La Iglesia de Satán. Despejemos la primer duda: LaVey no cree en Dios, pero tampoco en Satán. No lo adora ni le teme. Para él no es más que un símbolo creado por el cristianismo para englobar aquella parte de la naturaleza humana que se pretende “oscura” o “maligna”: el deseo, la avaricia, la venganza y el ego, pero que todos los seres humanos dejan aflorar sin falta. Si no cree en Satán, ¿qué lo movió a fundar una iglesia satánica? Antes que nada, que para él el satanismo no es una cuestión antropomórfica, no necesita una representación humana que le dé validez. LaVey jamás ha declarado que mantenga comunicación con Satán ni con dios alguno. No busca la divinidad, pero para él el mal sí es algo tangible, aunque, atendiendo a conceptos nietzcheanos, “el hombre debe estar más allá del bien y del mal”.

El mal es aquello que te produce malestar, dolor, displacer. El bien es lo contrario. No hay nada místico en ello.

Segundo, no lo mueven los ambientes góticos que la tradición recrea en cuanto se le menciona la palabra “satanismo”. El satanismo es, simple y llanamente, una forma de vida, una manera de ver las cosas; pero no una demasiado alejada de la llamada “normalidad”, pues lo que persigue es la siempre huidiza felicidad. ¿Cómo encontrar la felicidad si además se busca dentro de los flameantes terrenos del satanismo, siempre imaginado como todo lo contrario? Dice LaVey: cuando el hombre alcance su propio nivel, buscando la libertad y sin las pesadas reglas que encadenan al hombre. Sin restricciones (étnicas, por ejemplo) es más fácil acceder a ello. “El mayor error de Hitler fue emplear los conceptos racistas que usó. Con eso perdió todo. Habría ganado la guerra si hubiera utilizado a la gente que consideraba inferior”.

El Papa Negro

¿Qué es ser satanista? Ser libre en la mente, individualista. Es no negar los impulsos primarios del ser humano, sino atenderlos y vivir con ellos. Ser cristiano, por el contrario, no le permite al hombre ser libre, pues los conceptos de pecado y culpa que ha aprendido en la iglesia y a través de los siglos, le dejan inmóvil, atenazado. Para LaVey, decir “soy cristiano” es una cuestión de agallas. “Es tan fácil estar en la mayoría. A la mayoría le encantaría poder ser diferente, pero no se atreve porque le da miedo las consecuencias”.

Bajo estas premisas, LaVey desprecia el rock, música de las masas a la cual llama “música hostil”, y, en un arranque de viejo romanticismo, se lanza con todo: el rock marca el fin del romance y Black Sabbath le debe agradecer a él que la iglesia condene su música: “Las letras satánicas, las películas satánicas e incluso los asesinatos satánicos nacieron de la Iglesia Satánica”, dice con absoluta certeza. LaVey sólo pide un poco de crédito por haberle movido el suelo a la sociedad.

Su capacidad para conmocionar sería mayor de haber salido a la superficie en décadas más recientes, así como pasó con Marilyn Manson. LaVey aparece en El bebé de Rosemary, justamente como Satán; aquel que preña a Mia Farrow y con quien procrea al heredero de las tinieblas. Aun así, no aparece en los créditos y su fama llegó en los sesenta con fuerza, aunque acabó diluyéndose a pesar de ser uno de los más serios ideólogos del satanismo. De ser fotógrafo de nota roja pasó a realizar elaborados rituales seudo-satánicos en centros nocturnos con chicas topless y toda la cosa, hasta redactar sus 9 Declaraciones Satánicas, sus 7 Reglas Satánicas de la Tierra y sus 9 Pecados Satánicos, que forman el pensamiento del satanismo, como éstos: “Satán representa la amabilidad hacia quienes la merecen, en lugar de ofrecer la mejilla”, “No opines a menos de que te pregunten”, “No dañes niños pequeños”. Sus ideas son las más humanas que se puedan encontrar en religión alguna, pues, por ejemplo, demuestra especial consideración por los niños y los animales, al ser estos seres más puros, sin la estupidez, el conformismo, la falta de perspectiva y de estética de los humanos adultos.

La Iglesia Satánica

Fundada en 1966, LaVey declaró aquel año como Año Uno y Anno Satanas.

LaVey creó su iglesia —la cual llena todos los requisitos de una iglesia tradicional: un templo, miles de seguidores, una Biblia (negra, por supuesto) y sus debidos lineamientos— porque no había nada parecido en el mundo. “Conozco el poder de ciertas palabras, como satanismo, y las implicaciones que tienen en la vida de las personas”. LaVey sabe que el hombre es un ser alienado, pues la palabra satanismo le produce terror, aunque, como ya vimos, el concepto está muy alejado de la idea que el hombre tiene de él. El diablo, el infierno, el mal, básicamente son símbolos culturales.

A diferencia de la católica, su iglesia no realiza proselitismo; es un grupo hermético con muchísimos lineamientos que limitan la entrada para salvaguardar la seguridad de sus miembros. Ningún individuo que no sea parte de la iglesia puede, bajo ninguna circunstancia, asistir a presenciar los rituales ni al templo. Por otro lado, las restricciones se relajan, pues no existe una mayoría de edad para convertirse al satanismo y, por el contrario, LaVey promueve la conformación de las llamadas Juventudes Satánicas. Las libertades dan oportunidad a que los miembros interesados abran templos, llamados Grottos, aunque sin relación directa con la iglesia matriz, pues cada grotto es responsabilidad de su Grotto Master.

¿Qué es ser satanista? Ser libre en la mente, individualista. Es no negar los impulsos primarios del ser humano, sino atenderlos y vivir con ellos. Ser cristiano, por el contrario, no le permite al hombre ser libre, pues los conceptos de pecado y culpa que ha aprendido en la iglesia y a través de los siglos, le dejan inmóvil, atenazado. Para LaVey, decir “soy cristiano” es una cuestión de agallas.

Sus seguidores sí son el prototipo del “satanista” (heavymetaleros, les hablan), pero también los hay tiernos abogados e inofensivas amas de casa. LaVey dejó de hacer público el número de satanistas al alcanzar la cifra de siete mil y se habla de unos diez mil discípulos a la fecha. Jane Mansfield, los Hell’s Angels, Kenneth Anger, algunos grupos de neonazis, John Travolta, Marilyn Monroe; muchísima gente se ha convertido al satanismo de LaVey o ha coqueteado con él. Naturalmente, los sociólogos etiquetan a sus seguidores como problemáticos, fundamentalistas, alcohólicos y desorientados, pero, ¿acaso en el catolicismo no los hay también?

La iglesia está conformada por un escalafón jerárquico de cinco niveles cuyos criterios para escalar diferentes niveles no están basados en conocimientos ocultistas ni místicos, sino en cultura general más allá del satanismo; una iglesia que piensa en la inteligencia de sus miembros y no en los diezmos no debe ser tan mala. Esa selección (natural) de los más aptos por su inteligencia y conocimiento le da más solidez. ¿Qué NO es la Iglesia Satánica? No es un centro iniciático, un club de fans ni de amigos por correspondencia o corazones solitarios. Esto es serio, señores. No se trata de que el pueblo llene los templos, no todos son aptos ni útiles. ¿La máxima alternativa subterránea? Quizá…

Igualmente, no se trata de una iglesia sedienta de seguidores que le dejen un diezmo. Quien no concuerde con los postulados o no tenga el dinero para pagar la cantidad para volverse miembro, no tiene que verse forzado a nada. Que regresen cuando estén convencidos, dicen: “Nosotros aún seguiremos ahí”. Por eso aventura que en el siglo XXI el satanismo será la religión con más adeptos sobre el mundo. Difícil de creer, no hay tantas mentes brillantes; todo lo contrario.

La biblia satánica

Al lado de el Necronomicon, el mítico libro pensado por Lovecraft, la Biblia Negra de LaVey forma parte de aquellos libros malditos que el sólo nombrarlos produce escalofríos, y que representa la filosofía elemental de la iglesia. Vale la pena revisarla: LaVey es un ser muy inteligente, con ideas muy brillantes que dan más por la humanidad que cualquier discurso irrelevante, ultraderechista, ortodoxo, convenenciero y mamón de cualquier líder cristiano (llámese como se llame).

II. Charles Manson: 9 claves

Charles Manson

1. Eyes of a dreamer

Charles Milles Manson y su legado sangriento se reduce a una causa muy simple y común: resentimiento. Charlie tocaba la guitarra. Ello le permitió rodearse de hippies de Haight-Ashbury con vidas grises dispuestos a complacerlo en todo, lo cual era nada despreciable, pues Manson nunca antes había sido capaz de volverse el centro de la atención de los demás, y su biografía así lo demuestra. Su vida personal es simplemente patética por su continua marginación.

2. Outsider

Como antecedente, su padre abandonó a su mujer sin haber conocido siquiera al pequeño Charlie, y cuando más adelante William Manson se convirtió en su nuevo papá postizo, la situación sólo se agudizó, pues Kathleen Maddox, de profesión prostituta, alcohólica y ladrona, lo abandonaba continuamente en casa de sus estrictos abuelos (o en donde cayera) para salir a asaltar o cumplir con sus continuas condenas por su buen comportamiento.

Patético, y más aún cuando por fin fue abandonado ahora sí para siempre en una casa hogar, debido a que el novio en turno de su madre la quería a ella pero no al mocoso. Patético, patético. Un criminal comienza su formación antisocial. Su curso propedéutico tras las rejas duró diecisiete años de su vida adolescente

3. Kill all hippies

Tras una de sus recurrentes temporadas en la cárcel, el maravilloso mundo de los hippies se abre mágicamente ante los ojos de Manson. Charlie se vuelve así un reflejo de la brecha generacional de esos años y representa a la juventud que no se conforma con lo que el sistema y la vida convencional tienen para ofrecerles, así que deciden saltarse la valla e imponer sus propias reglas. Pero el jipismo nació defectuoso y Manson es, en todo caso, el tumor canceroso de la forma de vida americana. Un reporte policial de sus andanzas lo describía así: “Peligroso… no se debe confiar en él si se le encuentra en la calle… tendencias homosexuales y violentas… seguro sólo bajo supervisión… impredecible”, y etcétera etcétera… etcétera. Una imagen poco probable de lo que los hippies presumían ser. No había paz en él, solo destrucción. Un pacifista no viola a sus compañeros de celda, ¿o sí?

4. El culto del amor y el terror

Manson provenía de una familia quebrada, y conformar una le da una identidad nueva, una en la que él es el hombre al mando. Manson conforma su famosa comuna que la prensa bautizó como La Familia. Este grupo tuvo un número fluctuante de mujeres, hombres y niños y se conformaba en su mayoría por clasemedieros de existencias grises con quienes entró de lleno al desmadre contracultural de los años sesenta. La libertad extrema (libertinaje, que le llaman los de edad adulta) casi le hizo olvidar que en alguna ocasión él mismo había pedido que ya mejor no lo sacaran de la cárcel; el mundo era suyo y pronto tomaría el control.

5. The final church

Charlie se vuelve así un reflejo de la brecha generacional de esos años y representa a la juventud que no se conforma con lo que el sistema y la vida convencional tienen para ofrecerles, así que deciden saltarse la valla e imponer sus propias reglas. Pero el jipismo nació defectuoso y Manson es, en todo caso, el tumor canceroso de la forma de vida americana.

Parte del magnetismo que la sola fotografía de Manson provoca en la sociedad se debe a su facilidad para embaucar incautos, como los mismos miembros de La Familia. Esa facilidad para atraer nuevos miembros a su grupo es difícil de comprender, pero es innegable. Aparte de los datos biográficos sobre sus andanzas asesinas, existe un aspecto poco explorado que más que aclarar puntos oscurece aún más el ambiente. Uno de los más escandalosos (por su gran alcance en la sociedad estadounidense) es su supuesta adhesión a El Proceso, un culto también llamado La Iglesia del Juicio Final; culto que tendría apoyo de personajes como Marianne Faithful y Salvador Dalí. En dos libros que analizan los asesinatos en California (The Family: The Story of Charles Manson’s Dune Bugge Attack Batallion y Helter Skelter: The True Story of the Manson Murders) se insinúa la relación de Manson con este culto apocalíptico. El Proceso editaba una revista y, en su número dedicado a la Muerte, publicó una carta escrita por Manson. Como en el caso de La Familia, su centro de operaciones es la intersección Haight-Ashbury, centro seminal de muchas subculturas underground. Durante su larga condena por los asesinatos de La Familia, Manson ha sido visitado por miembros del culto. Pero más allá de lo anterior, los datos se desvanecen entre la confusión. Manson solamente se ha aventurado a señalar que Robert DeGrimston (su fundador) son “uno y el mismo”. De El Proceso hablaremos en otro momento, sirva como dato que las largas manazas de la poderosa influencia mansoniana abarcan mucho y pasan por los tétricos terrenos de las sociedades secretas contemporáneas.

6. The beautiful people

Manson había pasado sus años adolescentes de prisión en prisión, y en sus breves momentos fuera de chirona solía seducir adolescentes, drogándolas, mientras que se ganaba el dinero como intendente y cantinero en bares californianos, pero lo suyo era la música. Charlie cargaba su guitarra para todos lados. Un famoso asaltabancos había sido su profesor de música. Sus enseñanzas seudomísticas le permitieron reclutar a su séquito de seguidores y en algún momento convencerlos de salir a cobrar algunas cuentas pendientes, entre ellas una que tenía que ver con su truncado futuro musical y que se volvió el primer asesinato demostrado de la Familia.

7. Never learn not to love

Gary Hinnman, un músico que habitaba una casita en las colinas de Topanga Canyon, se volvió esa primera víctima justo por el resentimiento de Manson. Hinnman le había prometido una carrera rutilante en el show biz, pero un disgusto los distanció, a pesar de que Gary de verdad confiaba en el talento musical de Manson, quien envió a tres de sus protegidos a vengar su causa y de paso cobrarse unos 20 mil dólares que Hinnman recién había heredado. Manson fungió como refuerzo en el asalto a su casa y con una espada le cortó la oreja a su frustrado representante, quien se quedó con una abierta de 13 cm, hasta morir desangrado por las heridas infligidas. Su resentimiento también fue el que lo llevó a perpetrar la masacre en la que Sharon Tate —esposa de Roman Polanski y con ocho meses de embarazo encima—, esta vez por las promesas incumplidas de fama musical de Terry Melcher. Melcher, hijo de la actriz Doris Day, tampoco le consiguió un contrato, vamos, ni un solo conciertito en un bar de mala muerte, así que Manson le quiso mandar un mensaje. Pero Charlie es un poco exagerado para mandar mensajes, y los invitados a la casa Tate que terminaron asesinados (Tate y su hijo, Jay Sebring, Wojiciech Frykowski, Abigail Anne Folger, Steven Earl Parent, y la noche siguiente Leno y Rosemary LaBianca) pagaron la sinvergüenzada de Melcher. Manson envió a Charles “Tex” Watson, Patricia Krenwinkel, Susan Atkins, Sadie Mae y Linda Kasabian a cobrar la factura. Cuando Frykowski tuvo a Tex de frente éste anunció: “Soy el Diablo. Estoy aquí para hacer los negocios del Diablo”. Manson sólo llegó a la casa para limpiar las posibles huellas y recoger un cuchillo que habían dejado olvidado. Luego de eso regresaron al rancho a tomar una merecida siesta.

8. Cerdos en Sick City

Supuestamente la idea de Manson era infiltrarse en los círculos altos del show business gringo para desde ahí detonarlo, y para eso se supo rodear de los facilitadores sociales indicados: Robert T. Beausoleil, un actor vanguardista, y Dennis Wilson (sí, el Beach Boy) coadyuvaron a que el grupo creciera en número y extendiera sus tentáculos.

Desde ese primer asesinato dejaron su firma personal. En una pared, con la sangre del cadáver, escribieron “Political piggie” en un muro, una frase similar a la que dejaron en la mansión de Sharon Tate, su víctima más emblemática. Tras la terrible masacre que se conoce como “El caso Tate-LaBianca”, y después de sus otros slogans famosos —“Helter Skelter” y “Death to the pigs”—, la familia regresó al rancho Spahn, en donde antaño se filmaban westerns y que ahora se encontraba en total abandono y desuso. La Familia se movía por California, la Haight-Ashbury y la Universidad de Berkeley en un autobús escolar al que le escribieron “Hollywood Films Productions”, para evitarse problemas con la ley, que vigilaba de cerca —ni tanto— sus pasos, pues el buen Charlie se encontraba en libertad condicional. Supuestamente la idea de Manson era infiltrarse en los círculos altos del show business gringo para desde ahí detonarlo, y para eso se supo rodear de los facilitadores sociales indicados: Robert T. Beausoleil, un actor vanguardista, y Dennis Wilson (sí, el Beach Boy) coadyuvaron a que el grupo creciera en número y extendiera sus tentáculos. Algunas de sus seguidoras se encargaban de acercar dinero y tarjetas de crédito para la causa, patrocinados por sus despistados papás. Manson necesitaba soldados fieles, pues su explosivo temperamento mesiánico y las dificultades propias de la zona (como los ataques continuos de los motoristas Straight Satan) sólo los más duros de caparazón lo podían soportar.

9. Manson Superstar

Detenidos por accidente, La Familia, una vez en pleno juicio, comenzó a narrar las atrocidades que Manson les había orillado a realizar. Para llamar la atención sobre sus verdaderas intenciones de derrocar al sistema que lo había marginado y rechazado sin cesar Manson se marcaba la frente con una navaja. Sus figuras, una vez una cruz, otra una suástica, escandalizaban a la sociedad que lo había escupido y que ahora lo enjuiciaba. Manson era el control a distancia de sus cumplidos esbirros y por ello fue condenado a una cadena perpetua que lo regresó a su medio ambiente natural. En la cárcel encontró en el arte una manera de sublevar su violencia latente. Mientras que sus dibujos e instalaciones se cotizan muy alto, su música sigue siendo mala, más mala que él.

Manson se volvió en un símbolo de la decadencia contemporánea. Las referencias a su “obra” pululan por todas partes, siendo Marylin Manson el ejemplo más refinado de su influencia mediática. White Zombie, Throbbing Gristle, Foetus, Redd Kross, Skinny Puppy y Guns N’ Roses, entre muchos más, se han servido de la poderosa imagen del mal encarnada en Manson. La mezcla de fascinación, morbo y genuino interés que las matanzas, la violencia, la degradación y la ruptura provocan en el ser humano encontraron en Manson un elemento perfecto para sublevarse, para convertirse en un rasgo significativo de la cultura popular. La nota roja, las noticias de acuchillamientos, matanzas, suicidios y demás atrocidades jamás volvieron a ser lo mismo, Manson parece haberle dado a la sociedad el vaso con agua para poder pasar ese amargo trago. Manson nos enseñó a digerir la ultraviolencia.

III. El Proceso: La Iglesia del Juicio Final

Mencionada vagamente cuando se habla de Charles Manson, la Iglesia del Proceso —fundada en 1963— es un dato oscuro en la historia de la cultura popular estadounidense.

Génesis

En sus inicios, El Proceso era simplemente un grupo de autoayuda llamado Análisis de Compulsiones, de tipo clientelar y que fue fundado en Londres por un hombre de 163 puntos de IQ llamado Robert DeGrimston (nombre que adoptó, pues su apelativo real era Robert Moore), conocido también como “El Maestro”, quien fungía como Teólogo en Jefe, y su esposa Mary Ann Maclean —“El Oráculo”. La pareja se conoció cuando ambos eran asiduos de la Iglesia de la Cienciología. Ambos eran escépticos respecto de las ideas de Ron L. Hubbard pues leían al psicoterapeuta freudiano Alfred Adler, quien ponía en entredicho las ideas de ese grupo. Con eso en común, se enamoraron y unieron sus vidas. Las ideas originales del grupo eran sencillas: “Hacer que la gente se haga consciente de sí misma y de esa forma, responsable de sí misma y de los demás”. El punto medular en su desarrollo fue la decisión de actuar como una implosión social, es decir, hacia dentro, con discreción, sin intervención del exterior y un número de seguidores limitado (eso sí: adinerado). Eso les permitió hacer el cambio de grupo de psicoterapia a religioso, pues podían construir un grupo de creencias. Y para ello viajaron a las Bahamas y finalmente a Xtul, Yucatán, en donde desarrollaron sus conocimientos sobre rituales religiosos (el ayuno, la meditación). Y mientras estaban allí, un huracán azotó la península durante dos días. Habiendo sobrevivido, decidieron reforzar su sentimiento religioso al “conocer a Dios cara a cara”, y más específicamente, al conocer el bien y el mal del Dios de la Naturaleza. Estos acontecimientos hicieron mutar al grupo en una asociación religiosa apocalíptica.

De regreso en Londres, el grupo se solidificó. Durante diez años(de 1964 a 1974) el grupo estuvo muy activo. Durante esa década se expandió, abriendo capítulos en otros países de Europa y en Canadá y Estados Unidos. Se editaban libros y recibía apoyo de autoridades locales, además de que desarrollaba actividades altruistas para apoyar a la población, como apertura de cocinas gratuitas y tiendas de ropa a bajos precios, visitas a hospitales y hospicios e incluso a cárceles.

En el último año de este periodo Robert DeGrimston, luego de repetidos roces con sus compañeros de grupo, abandona El Proceso definitivamente. Luego de intentar infructuosamente dar nacimiento a un nuevo grupo en Massachussets, decidió volver a Londres.

Ama a tu enemigo

El Proceso es la serie de cambios necesarios que debe llevar a cabo un “procesante” para, a como dé lugar, evitar el juicio que viene luego del Fin del Mundo. De hecho el nombre completo de esta agrupación es La Iglesia del Proceso del Juicio Final. El Proceso no hacía distinción entre géneros y se ordenaban mujeres como sacerdotes.

“Ama a tu enemigo” es la frase que sintetiza el pensamiento original de El Proceso. Los procesionistas creían que el amor conquista al odio, que eso neutralizaba el mal, y que Dios y Satán contribuían a mantener el universo en balance, trabajando de manera conjunta, siendo Dios el juez en el Juicio Final y Satán el ejecutor del juicio (y este pensamiento aleja a esta iglesia del cristianismo tradicional, la cual ha enseñado a Satán como opuesto a Dios… y ésta es una de las razones por las cuales el cristianismo suele considerar “sectas” a iglesias de pensamiento no ortodoxo). Los seguidores de El Proceso podían escoger de entre cuatro diferentes deidades para adorar: Jesús (emisario de los Dioses), Satán, Jehová y Lucifer (Los Tres Grandes Dioses). Es decir, se permitía la adoración de los dos polos considerados comúnmente opuestos. Lo que explica lo anterior es que las características de cada uno de estos dioses las posee el ser humano mismo, así que comparte esos rasgos con las deidades. Es aquí donde empieza la confusión, pues sus detractores lo consideraban un grupo satánico adorador de la muerte, y no necesariamente era así.

Escándalo

En primera instancia la anterior parece la historia típica de cualquier grupo religioso. Hay tantas variaciones y tipos que en un momento dado esas agrupaciones sólo interesan a los estudiosos… Entonces, ¿por qué se volvió una de las “sectas” más notorias y misteriosas de la cultura pop?

Por alguna razón el grupo comenzó a atraer celebridades como Marianne Faithful o gente allegada a Paul McCartney. Process, la revista temática que editaban, contó en alguna ocasión con Mick Jagger en la portada. En su oficina en San Francisco también hubo mucho movimiento. Por ejemplo, buscaron apoyo de Anton Szandor LaVey —quien no les hizo caso— y estuvieron en contacto con seguidores nazis.

A diferencia de Robert, Mary Ann vivió una adolescencia, para decir lo menos, interesante: abandonada por sus padres, vivió su adolescencia en la pobreza extrema y consiguiendo dinero gracias a la prostitución. Luego de abandonar a su primer pareja sentimental —el boxeador Sugar Ray Robinson— emigró a Inglaterra en donde por un rato, antes de usar sus encantos con Robert Moore, se dedicó a lo mismo que en Estados Unidos, en su variación telefónica.

Durante el génesis de la iglesia, la pareja, además de adoptar el estrafalario apellido de Grimston, también se convenció a sí misma de que estaban influidos por alguna fuerza divina, y gracias a sus poderes lograron convencer a un seguidor de que donara su mansión para la causa. La mano divina que los apoyaba los llevó a comprarse un yate, perros pastores alemanes y realizar viajes como aquél a las Bahamas y Yucatán (este último luego de que en una sesión de hipnotismo en la Ciudad de México recibieron la sugerencia de que ése era el lugar al que debían dirigirse). Para ese momento, Robert ya se creía identificado con Jesucristo.

Como muchos grupos místicos de los años sesenta, El Proceso también empezó a creer en el amor libre y los dones de la naturaleza, y no es de extrañar que los padres de una seguidora adolescente exigieran su regreso a casa luego de enterarse de las extrañas costumbres. Ni la prensa hippie de esos años veía con buenos ojos a la organización, que de buenas a primeras adoptó vestimentas cada vez más estrafalarias, la imagen del Chivo de Mendes, daba clases de telepatía y, se dice, realizaba rituales en los que era absolutamente necesaria la desfloración de vírgenes. Por alguna razón el grupo comenzó a atraer celebridades como Marianne Faithful o gente allegada a Paul McCartney. Process, la revista temática que editaban, contó en alguna ocasión con Mick Jagger en la portada. En su oficina en San Francisco también hubo mucho movimiento. Por ejemplo, buscaron apoyo de Anton Szandor LaVey —quien no les hizo caso— y estuvieron en contacto con seguidores nazis. Su oficina se encontraba sobre la misma calle en la que vivía un joven con sueños e ideales que posteriormente tendría mucho que ver con la (mala) fama de la agrupación: Charles Manson.

¿Manson?

La leyenda cuenta que miembros de El Proceso habrían hecho una visita a Charles Manson una vez que éste se encontraba recluido en San Quintín por los asesinatos que lo hicieron famoso. Supuestamente, la idea de la entrevista era preguntarle al buen Charlie si en algún momento había tenido algún tipo de contacto con otros miembros de la iglesia o algún tipo de literatura editada por ésta, pues se creía que Manson compartía ideas con el grupo. Manson simpatizaba con la cienciología (no lo olvidemos, el origen de El Proceso) y se cree que tuvo contacto con el grupo. Ed Sanders, cantante y letrista de The Fugs e, incidentalmente, cronista de la era hippie californiana, un libro en el que hacía conexiones entre El Proceso y La Familia, ligándolos inexorablemente y, de hecho, anotando a El Proceso como el origen ideológico de Manson y por extensión, el motivo intelectual de la matanza mansoniana. Es el inicio del declive del grupo tanto en Inglaterra como en Estados Unidos. En Inglaterra porque la Cámara de los Lores restringió el desarrollo de los grupos emparentados con la cienciología; en Estados Unidos porque luego del la matanza en casa de Sharon Tate, todo lo que olía a satanismo se volvió impopular. Pero la verdad es que La Familia tenía poco o casi nulo conocimiento de El Proceso, así que las acusaciones se han desvanecido con el tiempo. Los demás libros en que se habla del grupo y se le enlaza con Manson han salido mal parados. R. N. Taylor, quien sí estuvo dentro, habla de aquellas ideas que giraron dentro de la cabeza de los detractores y que le costaron al Proceso su popularidad: “Sacrificios humanos, hornos crematorios portátiles festoneados con dragones, canibalismo y otras actividades de culto asesino […] asesinatos, tráfico de drogas, satanistas, pornógrafos infantiles y miembros de la industria del espectáculo como parte de un amplio underground satánico”.

¿Mitos? ¿Leyendas? ¿Teorías conspiratorias? Lo único claro es que el grupo existió y que su verdadera naturaleza es incierta. ®

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Publicado en: Destacados, El mal, Octubre 2011

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