Las malas artes del populismo

Contra la democracia y la modernidad

El populismo exige de su población una arraigada incertidumbre económica y pobreza de ideas para poder mantener su nicho de credibilidad y permanencia en el poder, y ésta es una deficiencia difícil de erradicar en las sociedades donde se encuentra incrustada.

Lula Da Silva

En el sombrío panorama donde se consolidan regímenes populistas en Latinoamérica, como en Ecuador y Venezuela, Brasil se distingue favorablemente ante el anuncio, hace unas semanas, de que se ha convertido en la sexta economía mundial, rebasando incluso a Gran Bretaña.

Uno reflexiona sobre las medidas que tuvo que tomar el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva para que su país dejara de ser una economía emergente y se sumara al discurso de la economía global —instaurando reformas estructurales, privatizaciones, adecuaciones a las leyes—, pues con esto reconocemos su capacidad de gestión y logística. Algunos piensan que Brasil ha contado con mejores políticas públicas, más ambiciosas y planeadas a largo plazo, lo cual se manifiesta en una perfecta continuidad en los programas de gobierno.

Es obvio que el éxito de la administración de Lula fue lograr la concreción de reformas estructurales que han sido indispensables para el crecimiento económico de su país, así como la fiscal y energética cuando privatizó parcialmente Petrobras sin que el gobierno perdiera el control de la compañía, lo cual permitió el arribo de tecnología extranjera al tiempo que desarrollaban la propia. Cabe señalar que se designaron consejeros profesionales en materia energética, lo que llevó a que se realizaran descubrimientos petroleros de gran magnitud.

Mientras todo eso ocurría nuestro país quedaba rezagado. La persistencia del nacionalismo populista evitó que diéramos los pasos que requería nuestro crecimiento como nación en lo económico y lo social. En su momento fueron bloqueadas las reformas sustanciales y el daño que esto le ocasionó al país es ahora irreversible.

Pero, ¿no convendría saber primero a qué me refiero con el término populismo? Antes que nada, su significado se basa en una entidad supraindividual llamada pueblo que por ignota es inalcanzable e indescifrable. Pueblo somos todos y nadie en particular.

El populismo es dadivoso y asistencialista, gasta lo que no tiene.

El populismo es altamente retórico y ambiguo: la claridad es su enemiga; no asume una postura definida y navega dentro de los límites que le permiten estar de acuerdo con todos sin llegar a confrontarse con nadie.

Mientras todo eso ocurría nuestro país quedaba rezagado. La persistencia del nacionalismo populista evitó que diéramos los pasos que requería nuestro crecimiento como nación en lo económico y lo social. En su momento fueron bloqueadas las reformas sustanciales y el daño que esto le ocasionó al país es ahora irreversible.

El populismo es antimoderno, su aspiración es una utopía arcaica e inalcanzable. En estos días da un giro dentro de la historia moderna y se enclava en un revisionismo del marxismo-leninismo-estalinista, arcaico y demagogo. Por eso se entiende que la foto icónica que Alberto Díaz Korda le tomara al Che Guevara inunde hasta los calzones de la prole o aparezca en el tatuaje de algún cocainómano despistado, pues el uso frívolo de esta figura nos demuestra la misma impostura que exhibe el hombre de la calle cuando viste una camiseta marca Polo semejante a la que usaba el narcotraficante “la Barbie” cuando fue detenido, intentando con esto apropiarse de su personalidad.

¿Por qué razón considero que el populismo es dañino para nuestro desarrollo como nación?

El populismo le da la espalda a las instituciones y a la ley, confiado en la fuerza de la susodicha entidad (el pueblo); para éste las instituciones son un simple remedo de su voluntad, así que las desconoce para debilitarlas persiguiendo una supuesta acometida democratizadora.

El populismo se nutre de la polarización clasista, pero ya no al tratar de evidenciar una lucha entre opresores y oprimidos, entre el oprobio y la justicia, sino entre quienes creen tener la legitimidad y aquellos que supuestamente de manera indebida la asumen de facto y además utilizan en su beneficio el poder y la fuerza del Estado, llegando incluso hasta a descalificar el derecho del Estado a mantener el monopolio del uso de la fuerza cuando éste se encuentra en riesgo.

El populismo, aunque su esencia sea el “pueblo”, se concentra en los designios de un líder tan providente como férreo, quien desde un templete (porque siempre debe haber uno de éstos donde se instale y se acentúe su figura mesiánica y carismática) emita su arenga preclara y salvadora.

El populismo precisa de dos factores para existir, la pobreza (sobrevive gracias a los pobres, de quienes se alimenta y nutre) y el analfabetismo funcional (falta de conocimiento de la propia historia del país, falta de cultura, incapacidad crítica), que son el caldo de cultivo que le permite al oportunista, líder providencial y demagogo victimista, lograr su espuria entronización.

El populismo en México, por ejemplo, ha alentado una idea: la de una supuesta polarización de posturas entre progresistas y conservadores —que darían origen al PRI y al PAN, respectivamente—, que desde los tiempos de la Reforma (todo esto a mediados del siglo xix) se ha mantenido incólume a través de estos dos partidos de irreconciliable ralea. Idea totalmente falsa, pues ambos partidos nacen dentro del esquema de la Revolución Mexicana, sólo que con una diferente vocación: mientras el PRI post-callista de la mano del Máximo Líder de la Nación en ese tiempo, Lázaro Cárdenas, pugnaba por la corporativización de campesinos y obreros (a través de Lombardo Toledano) aglutinados en sendas centrales apegadas a la voluntad del presidente de la República en turno —la CNC y la CTM—, los panistas, cuyos antecesores por cierto no se oponían a las acciones revolucionarias de Madero, dirigen su atención hacia los valores de una democracia más abierta. No habría que olvidar que Gómez Morín creó varias instituciones del México moderno, las cuales se desprendieron a partir de la Revolución Mexicana, como el Banco de México, entre otras.

Cuando culmina el proceso revolucionario éste es cooptado por las estructuras del Porfiriato [el Ejército al mando de Victoriano Huerta], asimilando y vendiéndolo a la banca estadounidense. Cuando Lázaro Cárdenas intenta consolidar ciertos aspectos de la Revolución Mexicana es cuando surge el panismo como otra forma de interpretar la instauración democrática en nuestro país. Así es como nace la pugna entre estos dos polos políticos, a los que se han sumado algunos partidos de acuñación más reciente y no la versión que nos quiso vender el populismo. Con lo anterior intento dejar claro que es importante revisitar, replantear la realidad histórica y no dar como verdad lo que machaconamente nos están repitiendo los actores políticos actualmente.

Para concluir, el populismo exige de su población una arraigada incertidumbre económica y pobreza de ideas para poder mantener su nicho de credibilidad y permanencia en el poder, y ésta es una deficiencia difícil de erradicar en las sociedades donde se encuentra incrustada; un antídoto posible sería la vigilancia ante cualquier rasgo sugerido líneas arriba, además de ejercitar el uso de la inteligencia y el pensamiento crítico o, por lo menos, el sentido común. ®

[Con información de las revistas Letras libres y Valor.]

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Publicado en: Abril 2012, Política y sociedad

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