Las medallistas

El deporte, los medios y la política

¿Dieron los pasados Juegos Panamericanos un giro en el reconocimiento de las mujeres deportistas? Así lo hacen creer las noticias sobre las múltiples medallas obtenidas por las deportistas mexicanas, destacadas en los titulares periodísticos. En el siguiente texto se comenta la relevancia política del triunfo masculino en las competencias deportivas.

Cynthia Valdez

Tras el medallismo mexicano de los Juegos Panamericanos 2011 resulta más fácil advertir un imparable ascenso femenino en los concursos deportivos. Mientras que en la historia del espectáculo del deporte lo masculino ha sido prototípico, la primacía del varón ha dictado la participación de las mujeres en competencias relevantes de todo el mundo.

Es frecuente en la nota deportiva el recurso a lo viril como un emblema. La fuerza física permea un triunfalismo masculino que contagia la sección política de noticias y, luego, la misma política. Por esta conveniencia, las figuras públicas (habitualmente funcionarios y políticos) se acercan afanosamente a la escena deportiva. Con la misma estrategia, incluso al presidente de México se le vio exhibiéndose en el pasado mundial de futbol y de forma permanente aparece en todo campo signado por la acción deportiva. La estrategia presidencial puede rastrearse tanto en participación en un programa de promoción turística (Royal Tour) —donde se ve a un Calderón desplazándose por una tirolesa, buceando o remando en un río— así como en sus entusiastas discursos a los deportistas o sus visitas a los parques de actividades deportivas.

La fuerza de una nación contemporánea ha sido representada en la salud de sus equipos deportivos. Unido al juego, el funcionario o político es ungido con el triunfo del deportista junto al que se retrata. En esta especie de yunta, el poder emanado del reconocimiento deportivo recae directamente en aquél en quien confluye la condición antropológica de varón (del mismo modo en que se exige del ministro eucarístico en el ámbito católico) y la aureola mediática.

Es frecuente en la nota deportiva el recurso a lo viril como un emblema. La fuerza física permea un triunfalismo masculino que contagia la sección política de noticias y, luego, la misma política. Por esta conveniencia, las figuras públicas (habitualmente funcionarios y políticos) se acercan afanosamente a la escena deportiva.

En el ambiente contenido en los estadios las mujeres pocas veces han sido consideradas protagonistas. Que ahora se visibilicen es efecto de un reconocimiento —también mediático— en una época distinta. La aparición femenina en los grandes rituales deportivos se ha dado de forma lenta y progresiva aunque llena de resquicios. No hubo mujeres en los primeros Juegos Olímpicos modernos (Atenas, 1894), como tampoco participan de los mundiales de futbol.

No obstante la incursión exitosa de mujeres en la competencia deportiva, no hay ruptura en la historia del deporte. Finalmente, el sports show es un campo de símbolos (en continuum) más que de testosterona. Y aunque se sabe que hay en la estructura del cerebro masculino un rasgo que favorece la actitud de competencia (Cf. El cerebro masculino, 2010), esa estructura se considera evolutiva y no restrictiva. De hecho, dentro y fuera del campo de juego puede observarse una voluntad de ganar bastante compartida.

En el análisis de género del deporte se cruza el tema de la prueba cromosómica del jugador que no entra en las dos categorías genéricas. Anne-Fausto Sterling en Sexing the Body [Basic Books, 2000; en español Cuerpos sexuados, Melusina, 2006] aborda algunos casos de pruebas realizadas a jugadores en competencias deportivas, que indican la presencia de composiciones sexuales excluidas de la diada hombre-mujer. La filósofa y también bióloga de la Universidad de Brown describe y cuestiona estos eventos en su obra como medio de esbozar una teoría desafiante de las diferencias fisiológicas y químicas entre los sexos.

El creciente triunfo de más de una docena de mujeres en la competencia deportiva no alimenta los clisés en torno a la virilidad del juego, sino que los desestabiliza. (Poco aplica el axioma que afirma que el triunfo en casa es más probable que tenerlo en cancha ajena.)

En parte porque la prensa lo destacó, las medallistas fueron la novedad en los pasados Juegos Panamericanos. El hecho apela a nuevas lecturas de la historia del deporte, entre las que destaco que la normatividad masculina en este ámbito ya no alcanzará a las jóvenes mordedoras del oro. ®

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Publicado en: Aliteraciones, Noviembre 2011

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