Lecturas de la mente

El detector de mentiras y otras mentiras

El pasado 5 de enero fue destituido el subprocurador de averiguaciones previas de la policía judicial del Distrito Federal, Luis Genaro Vázquez, porque no pasó una de las pruebas de confianza: la del polígrafo. Aunque este aparato que supuestamente permite detectar mentiras no sirve. Es una mentira en sí mismo.

Todos mentimos

Según varios estudios [DePaulo y cols., 1996] todos decimos mentiras en una proporción que va de una a tres de cada cinco interacciones sociales que tenemos al día. Uno pensaría que decir y escuchar tantas falsedades nos debería de hacer a cada uno de nosotros unos expertos en la detección de mentiras, pero las investigaciones que se han llevado a cabo al respecto indican que no es así, que es muy difícil saber cuando alguien está mintiendo [DePaulo y cols., 2003]. Incluso aquellos que se supone que están entrenados para detectarlas tampoco lo hacen con un buen nivel de confiabilidad. Por ejemplo, la famosa idea de que voltear los ojos hacia cierto lado indica que se está mintiendo no ha mostrado ser válida [Vrij, 2008]. Está al mismo nivel de otras pruebas de detección de mentiras como la del arroz de los antiguos hindús: decir mentiras seca la boca, por eso el acusado no será capaz de escupir el arroz después de masticarlo porque se le hará una especie de engrudo. O la prueba que se les aplicaba a las acusadas de brujería: se les arrojaba a un río y si el cuerpo salía a la superficie era señal de que sí había sido una bruja (porque el agua al ser pura rechazaba su maldad), pero si era inocente no flotaba, aunque moriría irremediablemente.

El detector de mentiras

A principios del siglo XX se comenzó a buscar una manera más objetiva (y que de paso no matara a los acusados) de saber si alguien estaba diciendo mentiras o no. En este contexto apareció William Moulton Marston, quien inventó el polígrafo, el cual medía la presión sistólica sanguínea (curiosamente, él fue el creador del cómic La mujer maravilla, que, si recuerdan, tenía un “lazo de la verdad”).

Los aparatos que en la actualidad se utilizan proveen una grabación continua de diversas variables fisiológicas: conductancia de la piel, presión sanguínea y respiración. La graficación de estas variables es interpretada por un técnico para estimar si hubo mentiras o no. La idea que hay detrás es que al mentir se alteran las variables fisiológicas que se están midiendo.

El método que más se utiliza es el CQT (Comparison Question Test o prueba de comparación de preguntas), en el que se hacen dos tipos de preguntas, unas que tienen que ver directamente con el caso que se está investigando (por ejemplo “¿Tienes vínculos con el narcotráfico?”) comparándolas con otras preguntas en las que se fuerza a las personas a mentir (“¿Alguna vez has mentido para librarte de un problema?” Todos lo hemos hecho).

Pero este método tiene varios problemas. El primero es que si el polígrafo muestra una mayor actividad en las preguntas sobre el caso no indica que está mintiendo, sino solamente que estaba más nervioso. Y se puede estar nervioso por varias razones, como perder el trabajo si es que se interpreta el polígrafo como que está diciendo mentiras. Por lo tanto el detector de mentiras no es tal, es un detector del nivel de actividad.

Además, los datos fisiológicos que mide el detector de mentiras no son fáciles de interpretar, ya que hay grandes diferencias en cada uno de nosotros en nuestro nivel de actividad fisiológica: hay unos que sudan más que otros, y eso los haría parecer más mentirosos que otros.

Además, los datos fisiológicos que mide el detector de mentiras no son fáciles de interpretar, ya que hay grandes diferencias en cada uno de nosotros en nuestro nivel de actividad fisiológica: hay unos que sudan más que otros, y eso los haría parecer más mentirosos que otros.

Con el método CQT se ha comprobado que hay multitud de “falsos positivos”: personas inocentes que son acusadas de mentir [Iacono, 2008]. Y también pasa lo contrario: culpables que no tienen problemas al mentir y que no son detectados, como puede ser el caso de los psicópatas [Patrick y Iacono, 1989]. Se estima que 40% de inocentes pueden ser acusados de mentir con este método [Lykken, 1998].

Sus problemas no terminan ahí. Todo el proceso se basa en la interpretación del técnico. Pero esas interpretaciones pueden estar sesgadas para confirmar lo que ellos creen de antemano. Si creen que el acusado es inocente tienden a interpretar las gráficas como inocente y viceversa. Este sesgo puede influir en la supuesta detección de mentiras en varias partes del proceso: desde las preguntas que se hacen, la calificación de las gráficas y la interpretación de todos los resultados [Ben-Shakhar, 1991].

La mejor comprobación de este sesgo lo proporcionó el programa de la CBS 60 minutos, quienes contrataron a tres diferentes personas para que detectaran a un ladrón de una cámara fotográfica (en realidad no había ningún ladrón) y cada uno de ellos identificó a tres personas diferentes.

Además, los defensores del detector de mentiras tienen una lógica como la siguiente: “Si cae águila yo gano, pero si cae sello tú pierdes”. Es decir, si el detector de mentiras dice que la persona está mintiendo y ella termina admitiendo que lo hizo, entonces el detector funciona. Si en cambio el detector dice que está mintiendo pero la persona no lo admite, se dice que el detector no falló y que la persona sigue mintiendo. Por último, si el polígrafo no detecta que esté mintiendo y el acusado dice que siempre ha dicho la verdad, entonces el polígrafo sigue siendo confiable. Esta lógica es infalseable y ésa es una de las primeras señales de que no es un dato científico [Popper, 1963].

El Consejo Nacional de Investigación de Estados Unidos publicó en 2003 una revisión de las investigaciones que indicaban que los detectores de mentiras funcionaban. A esos estudios les criticó que usaran pocos sujetos, en pruebas de laboratorio (no con mentirosos o criminales verdaderos), que los juicios de los técnicos estaban contaminados con información externa (como periódicos que decían quién había sido el autor del crimen) y que no tomaron en cuenta que se puede aumentar el nivel de actividad de la variables fisiológicas a voluntad simplemente mordiéndose la lengua o restando de 7 en 7 a partir de mil; si esto se hace en las preguntas de comparación entonces se puede reducir considerablemente la confiabilidad del detector de mentiras (vean esta liga que les pasa unos consejos de cómo engañar al detector de mentiras.

La gente le cree

Hay al menos treinta películas de Hollywood que presentan al polígrafo como una herramienta eficiente. Se estima que en Estados Unidos se realizan unos dos millones de pruebas de polígrafo al año a pesar de que desde 1998 se expidió la ley de protección contra el polígrafo.

Pero a pesar de todos estos datos en contra, el detector de mentiras tiene un gran prestigio. Probablemente esto deriva de que al ser acusados de mentirosos muchas personas terminan confesando que en realidad sí eran culpables (aunque la confesión tampoco es válida). 67% de los estadounidenses cree que es confiable y útil [Myers y cols., 2006], y 45% de los estudiantes de psicología también lo cree así [Taylor y Kowalski, 2003].

Hay al menos treinta películas de Hollywood que presentan al polígrafo como una herramienta eficiente. Se estima que en Estados Unidos se realizan unos dos millones de pruebas de polígrafo al año a pesar de que desde 1998 se expidió la ley de protección contra el polígrafo.

También el suero de la verdad miente

Para terminar, no hay en la actualidad ninguna manera de saber si alguien miente o no. El supuesto “suero de la verdad” tampoco sirve, son sólo barbitúricos, como el amital sódico, que tienen efectos similares al alcohol que baja nuestras inhibiciones haciéndonos más propensos a proporcionar información, muchas veces errónea, como le pasó a uno de los acusadores de Michael Jackson, a quien se le administró ese suero de la verdad y dijo que había sido violado por el cantante, cosa de la que después se retractó.

Así pues, el detector de mentiras miente. Por la falta de cultura científica es que se le admite como una herramienta válida y que por ello un ciudadano (no sé si honesto o no) perdió su trabajo. ®

Bibliografía
DePaulo, B. M., Kashy, D. A., Kirkendol, S. E., Wyer, M. M., Epstein, J. A., “Lying in Everyday Life”, J Pers Soc Psychol, mayo de 1996; 70 (5): 979-95.

DePaulo, B. M., Lindsay, J. J., Malone, B. E., Muhlenbruck, L., Charlton, K., Cooper, H., “Cues to Deception”, Psychol Bull, enero de 2003, 129 (1): 74-118.

Vrij, A. y Mann, S. [2008], Detecting Lies and Deceit: Pitfalls and Opportunities, Nueva York: Wiley.

William G., Iacono, “Effective Policing. Understanding How Polygraph Tests Work and Are Used”, Criminal Justice and Behavior, octubre de 2008, vol. 35, no. 10, 1295-1308.

Iacono, William, G., Patrick, Christopher J., “Psychopathy, Threat, and Polygraph Test Accuracy”, Journal of Applied Psychology, vol. 74 (2): 347, 1989.

Lykken, D. T. [1998], A Tremor in the Blood: Uses and Abuses of the Lie Detector (2nd ed.), Nueva York: Plenum.

Ben-Shakhar, G. [1991], “Clinical Judgment and Decision-making in CQT-polygraph”, Integrative Physiological and Behavioral Science, 26, 232-240.

Popper, K. R. [1963], Conjectures and Refutations, Londres: Routledge & Kegan Paul.

National Research Council [2003], The Polygraph and Lie Detection, Washington, DC: National Academies Press.

Myers, B., Latter, R., Abdollahi-Arena, M. K., “The Court of Public Opinion: Lay Perceptions of Polygraph Testing”, Law Hum Behav, agosto de 2006, 30 (4): 509-23.

Taylor, Annette Kujawski, Kowalski, Patricia, “Media Influences on the Formation of Misconceptions about Psychology”, Poster presented at the Annual Conference of the American Psychological Association (Toronto, 7 a 10 de agosto de 2003).

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Publicado en: Destacados, Enero 2012, La ciencia del futuro

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