Maniquíes

Son como nosotros…

El maniquí, creación y reflejo de lo humano, se convierte también en la imagen del estereotipo de la belleza que rige en un momento y lugar específicos. Destinado a portar las ropas o los accesorios o el físico mismo que el transeúnte o el comprador anhelarán, se convierte en un testimonio del cambio en esos anhelos.

Los maniquíes son un reflejo. Antes no existía la talla cero para las mujeres. Ahora los maniquíes masculinos son andróginos.

El tiempo pasa y los vestigios que quedan, en buen estado o no, nos cuestionan.

La Zona Rosa, en la Ciudad de México, está repleta de tiendas con artículos eróticos. De estas tiendas, las hay para todos los presupuestos. En los rincones y alrededores de la Glorieta de los Insurgentes se encuentran algunas de las accesibles a todos los bolsillos. Estos maniquíes reflejan tanto el anhelo físico como la fantasía. Pero como buen ejemplo del surrealismo que habita el D.F., es una fantasía descarapelada, como los rostros de los maniquíes.

También son objeto de juego e identidad. Hay un diablo y un policía juntos, lo que nos habla de que al menos en la Zona Rosa, los comerciantes hallaron lucrativo el mercado homosexual. Nunca he visto por cierto, dos maniquíes-hombre dándose la mano en una tienda departamental o en un centro comercial.

Los otros protagonistas viven detrás de un aparador sobre la avenida Insurgentes y pertenecen a una tienda de uniformes. Es un contraste interesante, aunque igual de triste. Porque por alguna extraña razón les quisieron poner caras de éxtasis o armar prototipos de belleza: el moreno de ojos claros, la Blancanieves, el ojo azul enrimelado.

Quizás vivimos en el límite de lo grotesco todo el tiempo, en todas las edades. Estos maniquíes captan una parte de ello. ®

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Publicado en: Fotografía, Julio 2013

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