MEXICANOS AL GRITO DE SEXO

Guía rápida para filmar videos porno

La frontera entre pornografía y erotismo, entre fornicación consensuada y explotación sexual, entre la legalidad y la ilegalidad de las producciones para adultos es un asunto problemático. La delimitación del ámbito pornográfico concierne a contextos objetivos y jurídicos, y de eso están concientes los fundadores de MatlaRock Producciones, quienes han intentado legalizar y profesionalizar su actividad.

El instinto sexual es el más vehemente de todos los anhelos, el deseo de los deseos, la concentración de toda nuestra voluntad.
—Arthur Schopenhauer, Manuscritos berlineses

Tengo entre mis manos una película pornográfica en devedé. Ajeno a mi costumbre, en esta ocasión no se trata de una producción extranjera, bajada ilícitamente de Internet y protagonizada por esbeltas rubias de senos y caderas neumáticas. Por el contrario, se trata de una producción totalmente casera y nacional, la cual me ha obsequiado, desinteresadamente, un par de pornógrafos mexicanos. Una “histórica erótica en DVD”, “Contenido 100% mexicano”, “¡En video! ¡Puros cachondos!”, rezan algunos de los estrafalarios encabezados de su portada, cuya envoltura plastificada, por demás austera, destapo con interés. El video se titula A falta de ovnis mecos y es fruto de la lúbrica mente de Héctor Reyes y Eugenio Matlalcuatzi, fundadores de MatlaRock Producciones, una de las pocas casas productoras de videos porno en México.

Acabo de asistir a su más reciente grabación, en donde tuve la oportunidad de presenciar un exhaustivo e indiscriminado fornicio. Días antes Héctor Reyes, director y mente creativa detrás de cada uno de los títulos de la productora, me confesó el origen de tan singular proyecto: “Empezamos dos amigos, cachondos por naturaleza, y lógicamente como hobby; yo tengo una cámara, tú conoces a una chavita, yo pongo mi departamento… Primero fue una empresita de sábados, después le metimos más y hemos ido creciendo. El nombre es parte del apellido de unos de los socios y como somos rocanroleros de corazón hicimos esa combinación. En un principio la distribución era en el negocito de Eugenio, que es un negocio fotográfico y ahí empezamos a distribuir. Gente Swinger en video es la publicación que tenemos en puestos de periódicos en toda la república mexicana. Su precio es de 30 pesos. No es propiamente una publicación impresa, tiene una entrevista, pero lo importante es el video que contiene una escena porno de media hora”.

Escena porno que ahora saco de su funda plastificada e introduzco en mi reproductor. En la pantalla de mi televisor aparece el logo de MatlaRock Producciones mientras que un chillante y fastidioso blues rupestre comienza a sonar. Adelanto unos cuantos segundos para librarme de los créditos y demás protocolos obligados e ir directamente a la acción. Una mujer de mediana edad, de nalgas y senos fofos, gime como puerca mientras es penetrada hasta por las orejas por cuatro barrigones prietos y de piernas escuálidas. La cámara se mueve demasiado, pierde el foco y saca continuamente fuera de campo los genitales de los actores. De forma inesperada y en contra —o quizá debido— a mi voluntad, ese amasijo confuso de lonjas, estrías y piel morena, que se bambolea como gelatina sobre un viejo colchón, logra sacarme una erección.

Devaneo preliminar: de la estimulación de un mirón

…es sabido que la mirada difícilmente se sacia, y siempre pide más, porque no puede sustituirse satisfactoriamente al tacto y al contacto.
—Roman Gubern, Patologías de la imagen

Conocí a Héctor Reyes y a Eugenio Matlalcuatzi en la Feria del Sexo 2010. Era viernes y estaba  acreditado como periodista por Radio Ibero 90.9, que transmitía en vivo y en directo desde el Palacio de los Deportes. A diferencia de mis colegas locutores, reticentes a disfrutar del espectáculo que se montaba frente a sus ojos, embelesados por la fantasía que supone ser amos y señores de ese símbolo fálico que representa el micrófono, este periodista se propuso la tarea de reproducir una escena digna de las páginas de Hunter S. Thompson. Por supuesto, por más que me empeñé, nunca lo logré. No fui provisto de las drogas ni de los viáticos necesarios. Y al igual que el ingente rebaño de calientes que se dio cita en el coloso de hierro, tuve que conformarme con el solitario placer de mirar.

Un mercado de carne muy lucrativo el que se monta cada año, plagado de prostitutas, masajistas, teiboleras, strippers masculinos, edecanes, modelos, estrellas y directores porno. Una marea de tetas, falos y culos bamboleándose por doquier cuyo único objetivo es vaciar la cartera y bolsillos del respetable: 100 pesos la foto con una estrella porno; de 15 a 50 pesos con una edecán o bailarina; de 75 a 250 pesos por un baile privado.

Entre los más voluptuosos y curvilíneos atractivos se encontraban Alexis Texas, Jennifer Dark y Phoenix Marie, cuyas incendiarias y descomunales nalgas, perfectos senos y afeitadas vulvas —siempre protegidas por elementos y vallas de seguridad— lograron desquiciar a más de uno. También estaba Pricasso, el único artista del mundo que pinta retratos, literalmente, “de la verga”. Utilizando su pene y huevos flácidos a manera de brocha, espátula y pincel, sus retratos, de estilo caricaturesco, vivaz y colorido, poseen mucha más personalidad (quizá por su carácter testicular) que cualquier caricatura de Hernández, el Fisgón o Calderón. Un retrato de este artista: 250 pesos. Por cierto, ese espectáculo fue clausurado por autoridades de la Delegación Venustiano Carranza durante el transcurso del día por ser considerado “demasiado obsceno”.

Mención aparte merece el tabledance y el cuarto oscuro para parejas swinger más grandes del mundo: 150 pesos el acceso para uno, contar con una pareja fogosa para el otro. Dos nuevos e inútiles records Guinness más que México ha tenido el infausto privilegio de romper: como la rosca, la albóndiga, el taco, la torta o el árbol de navidad más grandes del mundo, sin olvidar, por supuesto, la mayor cantidad de gente bailando “Thriller” (12,927 participantes) o la montaña de cocaína más gigantesca jamás incautada (26 toneladas). Como señala el corresponsal en Latinoamérica del New York Times, Marc Lacey, el furor de México por batir récords mundiales obedece “a su deseo de lograr un estatus de clase mundial, y a la vez a la conciencia de que en muchos aspectos está aún lejos de conseguirlo”.1 La mayor cantidad de eyaculadores precoces. La mayor cantidad de mujeres mal cogidas. La mayor cantidad de hombres y mujeres portadores del virus del papiloma humano. La mayor cantidad de onanistas. La mayor cantidad de mirones y degenerados sexuales congregados en un mismo espacio son tan sólo otros tantos récords que bien pudieron haberse batido aquel día.

Y es que lo más llamativo de todo fue la propia concurrencia, tan copiosa como una colmena de abejas arremolinándose en un panal de miel —se calculó una afluencia de más de 120 mil asistentes en la semana y media que duró la feria, según los organizadores. Un verdadero desfile de exhibicionistas, borrachos, sibaritas, gañanes, putas, padrotes, hostigadores, depravados, pero sobre todo mirones, mirones y más mirones, casi todos ellos del sexo masculino. Voyeurs apelmazándose unos sobre de otros, estrujándose, sofocándose frente a cada uno de los stands, como si su vida dependiera de ello. Fisgones sexuales que ya ni siquiera miran por sí mismos, pues para eso tenían sus cámaras y teléfonos celulares.

De forma inesperada y en contra —o quizá debido— a mi voluntad, ese amasijo confuso de lonjas, estrías y piel morena, que se bambolea como gelatina sobre un viejo colchón, logra sacarme una erección.

Expertos en el tema como Roman Gubern aseguran que el gusto del mirón —no es por justificarme— no tiene nada de perturbador, puesto que la mirada pornográfica activa en nosotros una tendencia natural del deseo: mirar aquello que se supone no debería ser visto. Si el cine es por antonomasia un actividad intersubjetiva y voyerista, el cine porno —y en general la pornografía— es su apoteosis mejor lograda, puesto que en éste “se produce un divorcio funcional entre el enunciado y el enunciatario del espectáculo, derivado de la ambigüedad intersubjetiva, ya que la pornografía es el erotismo de los otros, y yo jamás vivo una situación pornográfica cuando practico un acto sexual, pero quien me mira juzga en cambio mi conducta o mi imagen como pornográfica”, escribe Gubern.2

Su única finalidad es la estimulación visual que desemboca en la masturbación. Su poder radica en la eficaz manipulación de la economía y el deseo sexual en pos de la ganancia económica. Con esta premisa trabaja el porno. Con esta premisa se levanta su estética y con esas premisas se sostiene todo su aparato mercadológico. De ahí su éxito y relevancia: porque la mirada, al igual que el deseo, siempre quieren más.

Mi mirada no es la excepción y quizá por eso fue un pequeño stand el que, en particular, atrajo toda mi atención. Una copiosa masa de gente se congregaba a su alrededor, alentando y observando con enajenación. “Castings porno a las 7”, “Auténtico Porno Mexicano”, decían varios letreros mal garabateados. En realidad se trataba más de una serie de tristes y lamentables restregamientos de pieles (en la Expo del Sexo todo está permitido, excepto demostrar una conducta excesivamente erótica, y por supuesto, tener sexo) entre los pocos hombres que se animaban a realizar el casting y las actrices allí utilizadas. Los incautos aspirantes se bajaban los pantalones y restregaban sus genitales (no había penetración) contra los glúteos femeninos. Si lograban una erección serían considerados a formar parte del elenco de la próxima filmación de MatlaRock Producciones, y si no, se les daba las gracias y adiós.

—¿Por qué no mejor vienes a uno de nuestros castings de verdad? —propuso Reyes—. Son todos los jueves a las cuatro. Dentro de quince días yo filmo película, estás invitado.

Y así, en medio de mirones y carne al por mayor, fue como conocí a ese par de jubilosos pornógrafos.

Excitación: castings porno y coitos interrumpidos

Follar es una buena manera de conocer gente.
—Nikki Fuller-Smith, en Porno, de Irvine Welsh

Los castings porno de MatlaRock Producciones se realizan todos los jueves de cuatro a seis de la tarde en la parte trasera de un negocio de fotografía y revelado digital, propiedad de Eugenio Matlalcuatzi. Foto Fane Digital es el nombre del establecimiento, ubicado en la avenida Xola, número 1505, esquina con Petén, en la colonia Narvarte de la Ciudad de México. Nadie pensaría que en una diminuta bodega al fondo de este modesto local se llevan a cabo castings porno. El espacio dentro de la bodega es muy reducido, huele a humedad y a químicos para revelado. Hay un par de televisiones y una vieja computadora, donde se sube y se edita todo su material. Un lavabo oxidado, junto a un pequeño cuarto de baño, algunos pósters de encueradas y un sarape mexicano bordado con el nombre de la productora completan el “set”. Al igual que la grabación de un video porno, “un casting es siempre impredecible: uno puede esperar cualquier cosa”, me advierte Héctor al recibirme en la bodega.

—Hago casting todos los jueves y llegan los chavos. Hago una pequeña escena con una de mis actrices y ahí veo su desempeño y veo su erección. Esta tarde, por ejemplo, tengo tres o cuatro chavos esperándome, de repente llegan diez, de repente llegan cinco, de repente llegan dos chavas y no me llega ni un solo chavo. Pero siempre son más hombres que mujeres —explica Reyes.

Un lavabo oxidado, junto a un pequeño cuarto de baño, algunos pósters de encueradas y un sarape mexicano bordado con el nombre de la productora completan el “set”.

En esta ocasión los primeros en acudir al llamado son un par de jóvenes, que no superan la treintena de años. Ambos van vestidos de traje negro. Uno se llama Ulises y el otro Raúl. Son gente común y corriente: tez morena, estatura media, ojos negros, nariz ancha, algo de exceso de peso, pelo lacio y negro. Si algo caracteriza a MatlaRock Producciones es que el porno que realiza lo puede estelarizar cualquier persona: porno duro, sencillo y sin pretensiones. Porno casero al alcance de todos.

—¿Y en caso de que llegue alguna mujer, cómo es el proceso? ¿Quién le hace su audición? —pregunto  mientras Eugenio pide una identificación oficial a los dos aspirantes para comprobar su mayoría de edad.

—Cualquiera de nosotros o todos —responde Joseph, un cuarentón de sonrisa perversa, con gafas y pinta de oficinista de gobierno, que hace las veces de camarógrafo.

—A las mujeres les hago un casting con penetración, y te voy a decir por qué: ya nos ha pasado que llegan las niñas a hacer el casting, las grabamos, se desnudan y quedan muy bien. Pero a la hora de hacer la película las chavas son un verdadero témpano de hielo. No nos sirven de nada, no motivan y es un desperdicio espantoso de tiempo. Entonces tuvimos que hacer los castings con penetración y ahí vemos el cachondeo de la niña —aclara Reyes, quien provee de condones a los dos candidatos a Steve Holmes.

—¿Y les pagas a tus actrices y actores o simplemente se trata de cumplir una fantasía?

—Hay de todo. Algunas veces es cumplir la fantasía. A las niñas sí les pago; ellas sí se llevan una remuneración económica. A los hombres realmente nunca les pago. Lo hacen por amor al arte, son cachondos, les gusta el rollo y aquí tienen oportunidad de explayarse.

—¿O sea que eres como el Pierre Woodman de México? ¿En quién te inspiras?

—No me late recibir influencias, porque perdería mi esencia y lo que yo trato de manejar es la espontaneidad. Por eso estoy haciendo porno mexicano, porque el porno extranjero no me gusta. No tengo una sola influencia, es más, no conozco nombres de actrices porno famosas. Nos basamos en nuestra propia experiencia. Voy maquinando historias en el pesero, en el metro, cuando salgo a comprar mi jugo de naranja: son historias totalmente sacadas de mi imaginación. No queremos hacer lo que hizo tal cuate porque nunca lo vamos a hacer igual. Somos creadores, no imitadores —responde Reyes, grave y contundente.

Minutos después llega la felactriz, quien dice llamarse “Karla”. Oriunda del municipio de Ecatepec, “Karla” es ama de casa, tiene un hijo y quizá no pase de los 25 años. Es bastante rechoncha, de barriga abultada y llena de estrías, con una cicatriz de cesárea surcándola por la mitad. Sin embargo, sus piernas rollizas y fuertes, los labios grandes y pulposos, así como su insaciable gusto por los pitos, compensan sus defectos.

—¿Qué cómo llegué aquí? Yo soy muy cachonda y me agradó la idea. Hace tiempo vi el casting y me llamó la atención. Mi pareja y yo hicimos una cita y posteriormente vinimos aquí.

—¿Tú pareja sabe de esto?

—Sí, aquí está conmigo —dice señalando a un enjuto hombrecillo de camisa roja y pantalones negros bombachos sentado en un rincón de la bodega—. Es algo muy excitante, algo muy padre. Me gusta ser vista por él y la demás gente. No había descubierto esa parte de mí, que alguien más me viera teniendo sexo —admite entre risas y sonrojos.

—Nosotros empezamos en el rollo porno —añade Eugenio—, pero éste es un submundo que tiene muchos ramajes y uno de ellos es el rollo swinger o el intercambio de parejas. Entonces también estamos metidos en eso.

Héctor hace las presentaciones correspondientes. Ésta es Karla. Éste es Ulises. Éste es Raúl. Éste es un reportero. Todo mundo se saluda y los histriones toman sus respectivas posiciones.

—Entonces ya vamos a empezar, sale. No los estamos viendo. Hablen mucho y muy cachondos. Digan todo lo que se les ocurra. Ya, Joseph, tres, dos, uno: ¡Acción!

—¿Qué cómo llegué aquí? Yo soy muy cachonda y me agradó la idea. Hace tiempo vi el casting y me llamó la atención. Mi pareja y yo hicimos una cita y posteriormente vinimos aquí.

—Hace un poquito de calor, ¿no? —dice uno—. Está muy buena la muchachita —dice el otro—. Qué bonita ropa interior —comenta uno—. ¿Por qué no te la quitas? —sugiere el otro—. ¿Te gusta la verga? —pregunta uno—. ¿Te gustaría chuparla? —propone el otro—. Sí, me encanta —responde a todo, ya entre gemidos, Karla.

La escena resulta un poco falsa, por lo que Héctor pide mayor naturalidad y celeridad en el asunto. No han pasado ni cinco minutos desde que están desnudos y acariciándose cuando la pesadilla de todo hombre se hace realidad. Un pene flácido y arrugado, seco y sin vida, intimidado por la mirada voyeur de la cámara y el público expectante hace su aparición.

—No, oye, sabes qué… mejor si quieres córtale —dice Raúl entre risas nerviosas y con el glande al descubierto.

—¿Por qué? ¿Qué te pasó, mi hermano? —pregunta Héctor.

—No, ya estuvo. Yo me cae que no la hago para esto, para qué le hago al cuento —reconoce Raúl subiéndose un prepucio que parece no querer replegarse.

Las risas y carcajadas no se hacen esperar. Raúl pide usar el baño.

—¡No, mi hermano, adelante! Me gusta que seas sincero. Pues bravo y felicidades.

—Mira, es la primera vez que me pasa esto. ¿Tú sí le sigues, no? –pregunta Héctor a Ulises.

Y Ulises le sigue. Le chupa el clítoris. Le acaricia los senos. La masturba con dos dedos. Blup, blup, blup. Karla mira siempre hacia su pareja. Ya dale, mi hermano, no tenemos todo el día, ordena Héctor. Y Ulises obedece. La voltea, le separa las nalgas y comienza a darle. Ulises con sus nalgas flácidas y el culo peludo, con granos en la espalda y sus piernas flacuchas, peinado de casquete corto y sus ridículos calcetines grises parece un perro en celo dándole con todo.

Héctor se asoma al meollo del asunto. A ver, déjame ver. Sí, muy bien, mi hermano. Ya, está bien, párale. Ulises obedece y se sale del interior de Karla y se retira dócilmente el condón. Lo siento, mi hermano. Esto es algo profesional, señala Héctor. Nuevamente las risas inundan la pequeña bodega. Raúl regresa del baño ligeramente apesadumbrado y frente al coito interrumpido de su colega apunta con erudición:

—Ahora sí que fueron muchos los llamados, pero pocos los cogidos, ¿no?

Interludio: obscenidades varias, porquerías con propósito

Joder es libertad en esencia.
—George Steiner, Los libros que nunca he escrito

La delgada frontera entre pornografía y erotismo, entre fornicación consensuada y explotación sexual, entre la legalidad y la ilegalidad de las producciones para adultos es siempre un asunto por demás problemático. Pero más allá de la moralidad sectaria o las convicciones religiosas de ciertos grupos o individuos, la delimitación del ámbito pornográfico concierne a contextos objetivos y jurídicos, es decir, al conjunto de leyes, normas y códigos penales establecidos en una época y país determinados. De esto están concientes los fundadores de MatlaRock Producciones, quienes han intentado, en la medida de lo posible, legalizar y profesionalizar su actividad.

—En México se piensa que la pornografía está prohibida y no. No existe nada que la prohíba. Lo único que dice la ley es que sea consensuado y entre adultos. Que todos estemos de acuerdo y que no metamos niños. Quitando esas dos situaciones, la ley en México te permite hacer pornografía y distribuirla. La distribución tiene sus reglas también. No puedes ser tan explícito en portadas. Sí te regulan mucho lo que es la portada, pero el contenido no. Nosotros estamos totalmente reglamentados: tenemos permisos de Gobernación y permisos de RTC. Tenemos todo en orden —explica Héctor Reyes.

A pesar del propósito altruista de las obscenidades visuales de Héctor y Eugenio, la ley en México está plagada de vacíos en lo concerniente a la regulación de películas porno, puesto que sólo se refiere a los criterios de su clasificación.

Efectivamente, para hacer pornografía en México es obligatorio contar con los permisos y registros correspondientes de la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC), además de cumplir con el pago de los derechos e impuestos derivados de tal actividad. Por otra parte, en la más reciente reforma a la Ley Federal de Cinematografía en 2002 se estipulan los criterios de clasificación para todo tipo de producciones audiovisuales,  incluyendo a las de sexo explícito o de contenido altamente violento. El artículo 24 del capítulo V de esa Ley clasifica las producciones audiovisuales, según su género y público, de la siguiente manera: AA (infantiles), A (apta para todo público), B (adolescentes y adultos), B15 (adolescentes y adultos de más de 15 años), C (adultos) y D (lenguaje procaz, situaciones de violencia y sexo explícito), siendo esta última la clasificación donde se inserta la producción pornográfica.

—¿Cómo es el proceso para obtener un permiso?

—Vas a una comisión calificadora de publicaciones y de videos. Ellos (RTC) checan tu contenido y con base en eso te dan un permiso para salir a la venta —responde Eugenio, fotógrafo, editor y productor en jefe de MatlaRock Producciones.

Dentro de lo cochino que es este negocio nosotros tratamos de hacer todo lo más limpio posible —agrega Reyes—. Sólo aceptamos mayores de edad y cuidamos mucho la salud. Para nosotros el condón es imprescindible. También manejamos al principio de nuestras películas un spot en contra de la paidofilia, en contra de la trata de blancas y de la prostitución. En la última producción va a salir un spot para que le echemos la mano a la tierra, porque nos la estamos acabando.

A pesar del propósito altruista de las obscenidades visuales de Héctor y Eugenio, la ley en México está plagada de vacíos en lo concerniente a la regulación de películas porno, puesto que sólo se refiere a los criterios de su clasificación. Nunca abunda en temas tan importantes como los concernientes a su producción, la contratación de actores o los subgéneros y temáticas que puedan desprenderse de este tipo de material. En realidad, la pornografía en nuestro país, a diferencia de otras partes del mundo donde también es legal, no se encuentra claramente tipificada.

Un caso contrario y de lo más elocuente es Japón. En ese país, donde la pornografía es un negocio lícito, se cuenta con un amplio catálogo de códigos y normas (no exento de curiosidades) en torno a la producción de películas tres equis. Por ejemplo, tanto el artículo 175 del Código Penal japonés como el Eiga Rinri Iinkai (EIRIN) o Comité del Código Ético Cinematográfico, se prohíbe la reproducción visual de los genitales, de manera que éstos tienen que estar siempre difuminados o pixeleados (bokashi es el término correcto para la censura de las partes pudendas), pero no así, curiosamente, el semen salpicado durante la grabación. En cambio, el hentai, debido a su naturaleza representativa-figurativa en mangas (cómics e historietas) y ánimes (caricaturas y animaciones) puede ilustrar no sólo los genitales sino todo lo que se le venga en gana.

Con todo y sus estricta regulación, Japón es el productor de los subgéneros pornográficos más osados y abyectos, exóticos y extremos —para otros tantos deliciosos— del mundo, como lo demuestran los multitudinarios bukkakes (eyaculaciones en masa sobre una o más mujeres, donde nunca existe el coito), los futanari (sexo con hermafroditas o féminas con falos de látex), la lactofilia (todo tipo de actividad sexual en el que se vean comprometidos grandes ubres cargadas de leche materna), el artístico shibari o kinbaku (el arte de someter/maniatar/atar/ con cuerdas a mujeres bellas, ampliamente cultivado en el ámbito del arte contemporáneo por el fotógrafo Nobuyoshi Araki) y el voraz, húmedo y viscoso genki genki (invasión/ocupación/ penetración de todos los orificios femeninos mediante cucarachas, anguilas, ranas, peces, pulpos, calamares y todo tipo de bichos tentaculares y rastreros), el cual se remonta a los extravagantes imaginarios asiáticos alrededor de lo desconocido en la naturaleza, de lo sublime, pero también de lo monstruoso y lo ominoso que proviene de ella (contémplese los grabados eróticos de Katsushika Hokusai).

Prácticamente todas las exquisiteces y porquerías niponas —más allá del gusto o agravio moral que puedan generar—, además de ser totalmente consensuadas, cuentan con un amplio marco jurídico que las respalda para evitar cualquier tipo de abuso o explotación laboral. Por el contrario, el retraso legislativo en torno a la regulación de la pornografía en nuestro país es más que notorio, y debido en buena medida al carácter todavía amateur, poco especializado y profesional que tiene esta incipiente actividad. De hecho, la mayoría de las iniciativas que se han atrevido a cultivar la estéril planicie del porno mexicano mueren al poco tiempo debido a sus propias limitaciones (nulo presupuesto y conocimiento del género, pésima producción y falta de experiencia en el ramo) o son consumidos por la piratería, quizá el problema más grave del naciente fenómeno.

Algunos proyectos independientes por demás heroicos e interesantes son Cártel Paraíso, erigido por el rijoso Galileo Montaño,3 Mecos Films, la única productora nacional de cine porno gay, fundada por el chef y actor Gerardo Delgado (y que con toda seguridad realiza las películas porno más profesionales, sofisticadas y de más alta calidad en México) y Tierra Erótica, portal en Internet dedicado única y exclusivamente a distribuir videos picantes amateur.

—¿A qué crees que se deba la falta de una industria pornográfica en México?

—A que todavía no es un gran negocio. La pornografía en otras partes del mundo es una gran industria con mucho dinero. Eso atrae a mucha gente. En México todavía no tenemos tanto dinero y por eso no tenemos ese tipo de impacto con la gente. Pero es algo con lo que tenemos que lidiar, como la piratería, que por más que nos enojemos nunca vamos a resolver —puntualiza Eugenio Matlalcuatzi.

No existe pues en México una industria capaz de aglutinar y encauzar todos los esfuerzos, como tampoco de producir, distribuir y regular las producciones para adultos. Recordemos que incluso en los países donde la industria pornográfica está totalmente consolidada y reglamentada (como es el caso de Estados Unidos), los márgenes entre lo porno y la crueldad deliberada son frecuentemente opacos. Prácticas y subgéneros porno como el gonzo (bautizado así en honor al master Thompson) y el hardcore (del que Max Hardcore es uno de sus más polémicos representantes) en su afán de transgredir, sorprender y llevar al límite la pulsión sexual, muchas veces desembocan en fábulas grotescas, espejo inconsciente de la animalidad más oscura, sádica y destructiva que habita en el hombre.4

Fist fucking (penetrar el ano, la vagina o la boca con el puño o el antebrazo), prolapsings salvajes (literalmente “sacar de su lugar” el ano mediante penetraciones extremas), emetofilias, coprofilias, flatofilias (excitación sexual o fornicación donde abunden vómitos, mierda, gases y demás secreciones intestinales), gang bangs y sadomasoquismo extremo, zoofilia y paidofilia, son tan sólo algunas de las prácticas que coquetean con las fantasías más siniestras que anidan en nuestro interior. La pulsión de muerte suplantando al principio del placer. El fornicar que se transfigura en brutalidad y sometimiento, el joder bajo el yugo de los imperativos económicos del esquizoide mercado y que lejos está de lo que George Steiner denomina la “experiencia de la libertad en su máximo absoluto”.5 ®

Notas
1 http://www.nytimes.com/2009/09/08/world/americas/08records.html?ref=americas
2 Roman Gubern, Patologías de la imagen, Barcelona: Anagrama, 2004, p. 243.
3 Sobre Galileo Montaño y Cártel Paraíso consúltese el reportaje de este periodista titulado: “Cártel Paraíso, porno casero/chilango para el mundo”,  publicado en Replicante, no. 19, año VI, México, 2009.
4 Para una breve pero lúcida radiografía del porno contemporáneo y sus extremos consúltese el espléndido artículo de Naief Yehya “Porno, del amateurismo a la crueldad”, publicado por Etcétera, noviembre de 2006.
5 George Steiner, Los libros que nunca he escrito, México: FCE, 2008, p. 103.
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Publicado en: Apuntes y crónicas, Septiembre 2010

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  1. Hola, tengo 19 anios y me gustaria saber si tienen castings o espacio con criterio para el porno gay, soy de estatura media, tez blanca, me pinto el cabello de negro, ojos cafe oscuro, espero su respuesta, gracias, ojala alguien pueda ayudarme

  2. Hola Richagaint, sabes como se llamó la pelicula o donde la puedo conseguir?? o recuerdas cual es la sexshop?? tal vez ahi sepan, mil gracias y saludos!!!

  3. iker, yo sé que las fotos las tomo el autor del texto en un casting (o parte de una película) que se realizo en una sex-shop de la ciudad del sexo que está ubicada en el centro.

    Saludos

  4. Hola, demaciado interesante y completo el artículo. Quisiera saber si las fotografias incluidas en este articulo, osea el de las personas teniendo sexo en una sex shop, son imágenes de la película qie cita el autor del artículo («a falta de ovnis, mecos») o de alguna otra fuente, de ser así, cual es la fuente?? Saludos.

  5. Jajajaja, que gracios@s son tus nuev@s amig@s de la fundación eh Rich!

    ¡Qué chispa!, caray

  6. Como se mencionó al periodismo gonzo pensé que al cierre del reportaje el reportero iba a hacer periodismo de inmersión (literalmente). ¡ja!

  7. La verdad no es sorprendente, ya que como dice el dicho “siempre hay un roto para un descosido” jajaja. A alguno les gustan las gorditas y en el caso de los de las fotos, tal vez no puedan aspirar a algo mejor y viceversa y quizás lo más excitante es el exhibicionismo, el hecho de hacerlo con un extraño, el saber que saldrás en una película porno… bla bla bla y los “voyeurs” que se excitan viendo esas masas deformes copulando, al final lo que menos les importa es la estética de estos…

  8. Pues la hazaña es que estos hombres se exciten con estas chicas de la foto, y viceversa, hay que estar muy dañado y necesitado

  9. Interesante, interesante. El artículo está muy bien hecho e investigado, felicitaciones.
    Yo me he ido a tomar fotos a ese estudio y nunca sospeché que hubiera un estudio porno allí.

  10. Muy buen artículo, bien investigado y con una observación participativa (herramienta antropológica) muy interesante. Toda una clase para aquellos «periodistas» de boletín y chisme barato. Este tipo de contenidos es el que marcará la diferencia para engancharse con un sitio web entre miles de posibilidades.Ffelicidades al autor.

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