ODA A CAPUSOTTO

Humor cáustico

El humor ibérico, desde las comedias del Siglo de Oro, es la victoria del tópico por encima de la ironía, la apropiación del prototipo cultural, racial, social, de género para divertir, la ausencia de perspicacia para identificar tipos complejos susceptibles de burla: unificación y parodia exagerada del otro. Jerarquizar y reír.

Francisco de Quevedo

Casi todo el humor en lengua castellana está en función de la descalificación del otro, alguien menor, risible, hilarante. Parte de una idea ampliamente difundida por la jerarquía católica durante la larga noche medieval: las elites tuvieron la potestad de reírse a costa del que aparecía por debajo en la escala social y cultural, la burla generó diversión, rito y sarcasmo exagerado y al mismo tiempo cohesión social entre el grupo dominante. Su función es doble, nos recuerdan que nuestra relación con ellos no es de iguales y al mismo tiempo refuerzan los lugares comunes, los tópicos. Degradar es sano y necesario para la tribu.

La civilización que impuso el catolicismo, en términos de humor y diversión, es la victoria paulatina de la burla. El paraíso perdido es la gran carcajada de dios. Las torturas con guasa de la santísima inquisición lo demuestran: abochornar es una virtud. Los que más ríen son los que mejor se mofan del otro, los que construyen una idea de lo ajeno plagada de defectos y explotan esa imagen hasta el paroxismo. Ser víctima mueve a la risa, torturar es recrearse. No es casualidad que la fiesta “nacional” de la España más conservadora sea la tauromaquia, festejar torturando.

Jesucristo, la gran víctima histórica, resucitó al tercer día con una gran carcajada. El que ríe al último, ríe mejor.

La civilización que impuso el catolicismo, en términos de humor y diversión, es la victoria paulatina de la burla. El paraíso perdido es la gran carcajada de dios.

La respuesta a ese humor despectivo fue la picaresca. La cual fue cabalmente heredada y difundida en las colonias americanas. Se convirtió en la moneda de cambio al humor de los patrones, al escarnio palacios adentro, a la voluntad despectiva por lo desconocido del pensamiento despótico ibérico tras la conquista del nuevo territorio.

Se suele decir que el humor francés encuentra su clave en la sátira y el inglés en la perspicacia y la ironía. No sé si esta afirmación es cierta o sólo un tópico cultural más; lo cierto es que en lengua española cuesta encontrar – incluso en la comediografía de rigor – personajes y episodios dramáticos que utilicen algo más que los lugares comunes (raciales, sociales, religiosos, idiomáticos o de género) y los prejuicios como herramienta de conflicto.

A esto habría que agregar las consecuencias de la represión sexual, que durante siglos han ido perpetrando un humor basado en otro tipo de descalificación, no la racial, ni la cultural o social, sino la sexual. El doble sentido y los juegos de palabras con la genitalidad es la complicidad en clave de humor de los sectores menos educados de la población, una forma de explotar la picaresca en los terrenos de la madre testosterona, ofrendarse un rato de diversión – y desafío – a costa del pene y el culo. Sobra decir que la mayor parte del humor sexual tiene un claro perfil masculino y gira en torno a la devastación de la intimidad como espacio de libertad.

Si no te sientes a gusto en tu propia intimidad, relativizas la sexualidad como placer y la haces parte de una experiencia colectiva: la competencia genital, la verborrea del sexo.

Tal vez en la Argentina, el mestizaje cultural continuo y la ausencia de una vida virreinal potente, posibilitaron un tipo de humor menos anclado en la picaresca de costumbres, en la utilización paradigmática de tópicos culturales y del doble sentido como motor de lo risible, de lo humorístico, aunque sin perder esas características de fondo y lograron después de años la apropiación de lo absurdo y lo grotesco en la lengua castellana, lo cual, hasta ahora había sido inédito en nuestra tradición.

Además, con la irrupción de los medios de comunicación masivos (a lo largo de Occidente) desde la primera mitad del siglo pasado, lo cómico también fue crítica social y política, reflexión pública y escarnio del poder. Argentina no fue la excepción y tiene una compacta tradición de comedia (en el teatro y la televisión por ejemplo) de afrenta a los poderes fácticos.

Si el humor latino/español es simplón, abusa del doble sentido y recurre a la denigración constantemente, convirtiendo la crítica política en mera caricatura, nos salva la aparición de un humorista genial que contradice a su propia tradición y acaso la renueva.

Capusotto

Se llama Diego Capusotto y es, sin duda, el cómico más importante en lengua castellana en la actualidad. Actor, guionista y productor, era un destacado humorista argentino desde la década pasada, sin embargo, en las recientes temporadas de un programa de televisión propio, está teniendo un amplio campo de influencia que comprende casi toda la lengua española.

Se apropió de lo grotesco y del absurdo para contaminar la televisión pública argentina de un humor ácido, inteligente y crítico hasta la médula, que por suerte ya está viajando, vía youtube, a todo el espectro iberoamericano. Con la participación de Pedro Saborido como guionista y del propio Capusotto como protagonista de cada una de las secuencias, uno encuentra la combinación perfecta entre ironía, manifestación política y sentido de la autoparodia.

El mejor cómico es el que no se toma en serio. Ahí está el gran acierto del programa Peter Capusotto y sus videos . Se ríe – incluso en pantalla – de sus propias ocurrencias. Trasciende el sketch, hace humor-telenovela. Lleva a cabo una minuciosa trayectoria en la biografía de sus personajes, propone un proyecto visual escueto, despojado de grandes artificios, juega al mismo tiempo con ser un falso presentador, actor de sí mismo y trasciende la unidimensionalidad propia de la televisión desde la actoralidad: él es todos los personajes. Capusotto nunca deja de ser Capusotto. ¿Es un programa de humor? ¿Una sátira a la televisión desde la televisión pública? ¿Una apuesta por la crítica política desde todas las posturas? ¿Una revisión al humor latinoamericanoso (ver Latino Solanas)? Quizá todo al mismo tiempo.

¿Cuál es la virtud de Capusotto? ¿Por qué es un fenómeno en la red a pesar de su amplia carga de argentinismos y de rasgos locales en la peripecia de sus personajes? Acaso sin proponérselo, Capusotto y Saborido se aprovechan del rock y de la música contemporánea (y con ella de su mitología universal) para urdir, en las heridas de la sociedad contemporánea, una serie de personajes (irregulares, si se quiere) que trascienden lo local por la amplitud de su crítica, de su inteligencia para llegar al gusto de la clase media desde la sátira y ofertar una revisión cómica de la vida política argentina (y latinoamericana al mismo tiempo), por ejemplo con Bombita Rodríguez, un viejo cantante montonero, hasta el humor soez de Mimo Paez (un mimo continuamente sodomizado ).

¿La principal virtud de Capusotto? El valor para desmitificar. Asumir el peso del humor crítico y llevarlo más allá de la postura ideológica (reparte lo mismo a izquierda que a derecha), apoderarse de las contradicciones y paradojas de un programa de televisión que desde ahí burla todo lo que la caja idiota contiene, vende, populariza.

¿La principal virtud de Capusotto? El valor para desmitificar. Asumir el peso del humor crítico y llevarlo más allá de la postura ideológica…

Capusotto incluso desafía a la publicidad (dentro del programa aparecen comerciales de manufactura propia, como Borges King ) y también a la elite reaccionaria de una país que asume la discriminación racial como parte de su cotidianidad, sin duda en ese sentido Micky Vainilla es lo más representativo y quizá su personaje más controvertido.

Además, con la aparición de Violencia Rivas (el mejor personaje de la serie, una vieja cantante de punk alcoholizada que recuerda sus días en “La barra de la nueva ola juvenil”) y Jesús de Laferre el cómico completa un rango de acción dramática que se antoja insuperable: crítica religiosa y manifestación política desde el humor más corrosivo y visceral.

Lo significativo es que el programa, a ratos políticamente incorrecto, de Diego Capusotto, se emite en la televisión pública argentina. ¿Qué gobierno iberoamericano permite un gesto de libertad y apertura similar en sus medios de comunicación? Parece que la señora Cristina tiene buen sentido del humor.

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Publicado en: Noviembre 2010, Purodrama

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