PEQUEÑOS PRESIDENTES

Desarticulación de la república federal

El PAN, como partido, arribó al poder presidencial no para cambiar el sistema político sino para reproducir los vicios del PRI aunque sin la estructura partidista corporativa del PRI. Por eso es que los dos gobiernos federales panistas han sido simples administradores del sistema político priista aún latente, aunque no vigente.

Cuando perdió el control político por el golpe de Estado que lo desplazó unas horas del poder, el presidente Mijail Gorbachov tomó una decisión que terminó por liquidar a la vieja estructura de poder soviético: decidió la disolución del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). El hombre de la transición soviética estaba cierto de que el PCUS albergaba en su seno el virus de las destrucción democrática. Pero ignoró el hecho singular del sistema político comunista, que el partido jugaba un triple papel: el sistema nervioso, el sistema óseo y el sistema sanguíneo. El fin del partido significó el fin último del modelo leninista.

México enfrentó un desafío algo parecido: la pérdida de la Presidencia de la República significó también el desplazamiento del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de la estructura federal de poder. El sistema presidencialista autoritario y piramidal tuvo que mudar a un modesto sistema presidencial sin instancias de poder federal. El presidencialismo priista había sido diseñado para hacer funcionar el sistema político en función de una estructura de poder dominada —coronada— por el Presidente de la República, quien, a través del PRI, se hacía de los hilos de control hegemónico. Todas las teorías de la división de poderes se disolvieron en la tradición piramidal del Ejecutivo Federal.

El mecanismo de relojería suiza funcionaba de manera sencilla: el Presidente de la República controlaba el Ejecutivo Federal y, por tanto, el presupuesto público. Ahí radicaba la clave de su poder. El titular del Ejecutivo designaba al presidente del PRI y el partido dependía de los recursos públicos; por tanto, los candidatos a puestos de elección popular eran atribución del Presidente de la República porque las campañas necesitaban recursos que provenían de las arcas federales. Así, gobernadores, senadores, diputados, alcaldes y legisladores estatales dependían de la voluntad de un solo hombre.

El sistema presidencialista autoritario y piramidal tuvo que mudar a un modesto sistema presidencial sin instancias de poder federal.

La pérdida de la presidencia le quitó de golpe al PRI su estructura de poder. Pero en lugar de optar por las experiencias de la democratización del sistema político el PRI prefirió convertir los gobiernos estatales y a los ejecutivos locales en verdaderos gobernadores quijotescos de ínsulas Barataria. Los dos presidentes de la República surgidos del Partido Acción Nacional (PAN) carecieron primero de fuerza real de poder para realizar la reorganización del sistema político y luego demostraron el desconocimiento del sistema priista como para proponer la verdadera alternancia partidista: no en cargos de elección sino en el sistema político. El desorden en las relaciones de poder no sólo rompió el equilibrio político nacional, sino que desorganizó la estructura federal. Y como para completar el cuadro negativo, el Congreso de minoría priista también extravió los referentes y se convirtió en contrapoder al gobierno federal pero sin modernizar las instituciones políticas.

El país pasó del desorden organizado que manejaba el PRI al desorden desorganizado del PAN en el poder presidencial. El punto central radica en la urgencia de una transición de sistema político y en la definición de un modelo de gobierno funcional a los nuevos equilibrios. Así, el Congreso se ha transformado en un poder autónomo, los gobernadores se convirtieron en virreyes alejados del Pacto Federal y los presidentes municipales se redujeron a verdaderas muñecas feas en el rincón. En la cúspide del viejo sistema aún vigente, el Presidente de la República carece de instrumentos de gobierno y de hilos de poder. Y la nave federal quedó al garete, sin rumbo.

II

El problema de fondo se localiza en la falta de un modelo de recambio de sistema político, de régimen de gobierno y de estructura institucional. Los presidentes de la República emanados del PAN han agotado sus posibilidades en el control de corto plazo. Pero, paradójicamente, la ausencia de un modelo alternativo ha dejado claro que el viejo sistema priista había sido diseñado y operado por el PRI pero funcionalmente a los intereses de la estructura de poder del PRI. Es decir, que ese sistema sólo puede ser operado por el PRI, aunque lo grave es que el PRI actual ya no es el del pasado y por lo mismo tampoco podrá restaurar el modelo piramidal de ejercicio del poder.

Por tanto, el país se encuentra sumido en el peor de los mundos posibles: el de las indefiniciones y los latigazos de poderes sin eficacia. Lo malo de todo es que el PAN tenía una propuesta de federalización del poder y la política que no sólo no ha podido poner en práctica, sino que al parecer ya perdió su diseño institucional. Los dos presidentes de la República surgidos del PAN simplemente han retomado para sí la vieja estructura de poder federal del PRI, pero sin la estructura partidista de poder corporativo y de sumisión de los políticos panistas. Y a ello se suma el hecho de que el PAN ha carecido de una propuesta concreta y coherente para reestructurar el sistema de poder federal. Y peor aún: ante la posibilidad de alternancia partidista en gobiernos estatales, el PAN ha optado por candidatos salidos del PRI sólo por el atractivo de las candidaturas y no por ofrecer nuevas formas de ejercicio de la política y el poder.

El origen, el perfil y las convicciones priistas de los hoy gobernadores panistas representan un lastre para la reorganización del sistema político.

El origen, el perfil y las convicciones priistas de los hoy gobernadores panistas representan un lastre para la reorganización del sistema político. Por eso es que seguramente el modelo político del presidente Calderón —como en su momento el de Vicente Fox— nada tiene que ver con esa reorganización de la estructura de poder y todo se reduce a la simple conquista del poder. En descargo debe anotarse que el PAN, como partido, arribó al poder presidencial no para cambiar el sistema político sino para reproducir los vicios del PRI aunque sin la estructura partidista corporativa del PRI. Por eso es que los dos gobiernos federales panistas han sido simples administradores del sistema político priista aún latente…, aunque no vigente.

El problema de fondo no radica en los gobernadores o los alcaldes ni en el Presidente de la República sino en la ausencia de una verdadera alternancia partidista en el sistema político. Y mientras más pase el tiempo y más se perciban los costos de la resistencia al cambio, más costoso políticamente va a ser la alternancia. Sin ésta, el sistema político priista operado por el PAN será la garantía de un deterioro progresivo de la vida nacional.

México padece, a su modo, el síndrome Gorbachov: desestimar que el cambio político debe comenzar en el partido en el poder federal. ®

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Publicado en: Política y sociedad, Septiembre 2010

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