POR EL TRIUNFO DE EROS

La gramática del tiempo, de Leonardo da Jandra

La gramática del tiempo (Almadía 2009), ensayo de Leonardo da Jandra, es un estudio sobre el tiempo, sobre la propia relación espacio-temporal y sobre la lucha entre Eros y Thanatos.

El sentido común y la genialidad son como el aceite y el agua: se separan al tocarse.
—Da Jandra

Todas las vías filosóficas apuntan irremediablemente al fracaso, porque no hay ninguna que pueda esquivar el escollo de la muerte. Entre el pasado, el presente y el futuro, sólo tenemos a la mano el presente, y en estos momentos está tomado por políticos y comerciantes. Como apunta Da Jandra: “El deseo desmedido de triunfo es propio de la mentalidad presentánea, y su costo es el sufrimiento”.

Los muros de palabras construidos por la filosofía occidental a partir de Hegel están impregnados de un hálito de muerte, en ellos habita el espíritu de Thanatos, escritos como están de espaldas a la vida.

La gramática del tiempo (Almadía 2009), ensayo del pensador y escritor hispanomexicano Leonardo da Jandra, es un estudio sobre el tiempo, sobre la propia relación espacio-temporal y sobre la lucha entre Eros y Thanatos, escrito con una narrativa envolvente y poco pretenciosa, la buena filosofía sólo se transmite a partir de una buena pluma, pero muy compleja y rica en sus presupuestos. Confiesa el autor al respecto: “Dejé que la fluidez latina cortejara a la precisión germana y salió un texto híbrido, pero antisolemne y sincero”.

Una utopía que se autopotencia hasta al punto de poder llevarse a cabo sólo podría darse en un estado mínimo, para que pudiera florecer, puesto que el estado es anti-utópico por naturaleza, escribe el autor.

En este ensayo Da Jandra expone argumentos de sobra para que, antes de llegar al elemental desenlace, poder hacer de este tránsito algo más apegado a la verdadera esencia de la vida, sobre todo a través de la intensa experiencia del presente buscando constantemente los espacios para poder llevar a cabo las utopías personales, puesto que las colectivas se ha demostrado que no han podido cuajar. Una utopía que se autopotencia hasta al punto de poder llevarse a cabo sólo podría darse en un estado mínimo, para que pudiera florecer, puesto que el estado es anti-utópico por naturaleza, escribe el autor. El amor, Eros, la utopía en pareja es una de las pocas realizables, estando lo colectivo copado por el Estado y el espacio mediático no queda más remedio para los espíritus amantes de la libertad que buscar y construir lo que Hakim Bey denominó TAZ (Temporary Autonomous Zones).

Eso mismo hizo Da Jandra, y después de años de un “absurdo” pendular entre la playa de Zipolite, Oaxaca, y la Ciudad de México se estableció con su pareja, Agar, en la playa de Cacaluta, la más remota y agreste de las bahías de Huatulco, hasta hace poco protegida como parque nacional, por grupos ecologistas y por la pareja de autoexiliados, quienes dedicaron grandes dosis de energía, cariño y mala leche para que no dejara de ser zona protegida. Fracasaron y el predio será presa de la especulación y la voracidad de las industrias del cemento y el ocio en estrecha colaboración con el Estado de derecho, que paternalmente nos asiste echándolo todo a perder.

Allí escribió este libro vital desde la rebeldía hacia la homogeneización y deshumanización de las sociedades de consumo y se adentró en la peculiar concepción cosmogónica de los costeños, una categoría aparte dentro de la compleja y variada composición de estereotipos que conformarían finalmente el concepto de ser mexicano. Aunque Da Jandra cree que el costeño, por muchas razones, es la síntesis de lo mexicano.

No es éste el primer acercamiento del escritor a este tipo de realidades, que ya exploró en la trilogía Entrecruzamientos, en la que en clave novelada el escritor da cuenta de sus investigaciones antropológicas y las diferentes realidades que cohabitan en la república mexicana, aunque el discurso oficial ignore soberanamente esas realidades.

Un cierto idealismo nostálgico del costeño impregna el ensayo, reencarnado en el huatulqueño, que Da Jandra usa en el conjunto de la obra como arquetipo de sociedad natural en tránsito hacia la sociedad de derecho (o de consumo).

Un cierto idealismo nostálgico del costeño impregna el ensayo, reencarnado en el huatulqueño, que Da Jandra usa en el conjunto de la obra como arquetipo de sociedad natural en tránsito hacia la sociedad de derecho (o de consumo), al perder su habitat y sus formas tradicionales de vida, basadas en la pesca y en la caza, acaso y como mucho, preocupados por la siembra anual de maíz, pero nada más. Escribe el autor: “Para el huatulqueño, ley y gobierno son sinónimos de degradación: sólo el que tiene dinero (ganado y tierras), apela a la corrupción de la justicia”. Obrar del huatulqueño que para Da Jandra es “complementación cabal de pasión erótica y liturgia fanática”.

Un pueblo que el pensador nos pinta mítico, aguerrido, desconfiado y arrojado, sumergido en el presente más inmediato, y en realidad, encarnaría en él la idea global de la raza pura primigenia, antes de ser corrompidos por la era del plástico y la adicción a las glucosas y al alcohol, que hace abyectos y viciosos a los varones, cuyos cuerpos antes enjutos y musculosos por el esfuerzo de la caza y la pesca se convierten en deformes e hinchados por los vicios.

Esa experiencia directa del proceso que vivió Huatulco de paraíso a infierno del turismo fue determinante en la construcción del discurso de Da Jandra, ya que tuvo la ocasión de vivir de primera mano cómo una sociedad natural se desnaturalizaba en una sociedad de derecho, donde “cuando antes prevalecía la violencia primigenia sacrificial exclusivamente en aras de la supervivencia se transformó en un pueblo sumiso, minado por el cáncer del consumismo y la envidia”.

La gramática del tiempo versa sobre todo de los miedos ancestrales del hombre civilizado a la libertad (y al amor), y de cómo tanto en Occidente como en Oriente Próximo las tres grandes religiones monoteístas (la judeocristiana y la islámica), basadas todas ellas en una inicial expulsión del paraíso y en una posterior redención, han impuesto un modelo de tiempo lineal, que tradicionalmente ha favorecido el gobierno del pueblo a base de estados que han usado la historia nacional, el pasado, como hipnotizador social que ha impedido los cambios de calado, puesto que las referencias se hallan siempre en el pasado, y donde el pensamiento utópico, y por tanto la búsqueda de la felicidad, ha quedado relegado e incluso despreciado por las masas uniformes y presentáneas, quienes ven en el consumo la máxima expresión de sus conciencias. Aceptar la necesidad de la guerra (forma extrema de violencia) como remedio de la masificación de la existencia, no hace más que confirmar la impotencia de las sociedades frente a la dinámica profanadora del progreso.

Este ensayo nace tanto de la experiencia directa como del estudio de los clásicos y Da Jandra lanza algunas ideas ambiciosas. El autor plantea que está todavía por hacerse un riguroso estudio de etnobotánica que nos permita saber si la ingestión (primero accidental, después ritual) de sustancias enteogénicas está en la raíz de la evolución de los hombres del paleolítico, y se apoya en un fresco románico del siglo XIII en que se ilustra la tentación de Eva en el jardín del Edén con una serpiente que asciende entre los estípites de una familia de amanita muscaria.

La gramática del tiempo es un ensayo riguroso, personal, honesto y cercano. No podía ser de otra manera cuando Da Jandra escribe: “Contra la tentación viciosa del encumbramiento efímero, el hacedor de cultura debe esforzarse para que el ‘gasto cultural’ de la sociedad se canalice hacia la superación de los consumidores, y no para la corrupción de los hacedores”.

Da Jandra, como mínimo, es fiel a sus presupuestos, que con los tiempos que corren no es poco. Y eso sólo sería una de las razones para querer leer este ensayo. Como apunta el escritor Enrique Vila-Matas en el prólogo: Da Jandra está contra el triunfo de Thanatos sobre Eros. Y ésta, en los tiempos actuales de decadencia y degradación moral, tanáticos por excelencia, es otra poderosa razón para zambullirse de lleno en La gramática del tiempo. ®

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Publicado en: Diciembre 2010, Libros y autores

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