Pre-textos a la alza

Crónica de un encuentro imprevisto

Hace cosa de algunos meses, cuando iniciaba mi taller de traducción literaria, di en la Gandhi de Monterrey, una de las filiales más bien organizadas, con un esbelto volumen, de pastas en cartoncillo sin plastificar, impreso a dos tintas (negra y verde), cuya única ilustracion era la escueta y delicada viñeta de un arlecchino. El título alemán, Es steht noch dahin, traducido como “Aún no está decido”, atrajo de inmediato mi atención. Al hojearlo vi que eran prosas breves, poemas en prosa, brevedades o como llamarlas se quiera, un género que me resulta conocido y que yo mismo he cultivado. La autora, Marie Luise Kaschnitz, una alemana de exquisito nombre francés resultaba todo un enigma. Comencé a leer un texto, casi todos caben en una página. El tono directo, descarnado, aunque no desprovisto de una visión femenina e irónica, casi la de una niña en ciertos momentos, fue un aliciente para continuar la lectura.

Manuel Borrás

En las siguientes dos visitas habría de consagrar unas seis horas a la revisión cuidadosa del original, con incidentales vistazos a la traducción, que no me pareció nada mal, salida de la pluma de Hans Leopold Davi (Borrás habría de precisar después que fueron necesarios innúmeros ajustes). Hasta terminé escribiendo una veloz y emocionada reseña. Pensé que la editorial Pre-Textos y esa colección en particular, La Cruz del Sur, teniendo su sede en Valencia era más bien minoritaria y especializada en poesía y traducciones de autores raros. No recuerdo si alguna vez me había topado con otros textos de esa casa editora; debió suceder aunque nunca los había examinado con tal minucia. Hasta anoté las señas electrónicas y visité el sobrio site de la editorial, donde me enteré que las fechas de recepción de manuscritos iban de enero a marzo cada año.

Durante mi pasada visita a la FIL de Guadalajara, precisamente el último de noviembre de 2008, descubrí por azar el nombre de Pre-Textos. ¿Cómo olvidarlo con ese guión, tan germánico y tan atildado? Uno siente que el castellano está siguiendo una moda francesa o inglesa. El autor intelectual del proyecto, Manuel Borrás, iba a ser distinguido con el Homenaje al Mérito Editorial 2008. Eso fue poco después de mediodía. Cuando se llegó la hora, se trataba de una de las últimas presentaciones de la tarde, no acerté a hallar el salón asignado. Vagabundeé por varias presentaciones; ninguna logró engancharme. Un tanto desconsolado volví a la sala de prensa (había asistido a la FIL en calidad de corresponsal de una revista mexicana emergente, de cierto empuje, Replicante) y cuál no sería mi sorpresa al descubrir que justo enfrente quedaba el lugar de la conferencia.

Aún pude oír algunas palabras. Un señor con anteojos, de arillos redondos y dorados, con una voz amable y profundamente cordial, ponderaba la importancia de que los autores desconocidos, como era mi caso, pudieran acercarse directamente a los editores. Ya en Estados Unidos algunos habían comenzado a rechazar manuscritos de escritores noveles, dándole vara alta a los agentes y los llamados scouts literarios o descubridores de talentos. Manuel Borrás, en su práctica editorial, había prestado oído a perfectos desconocidos quienes, con el tiempo, habían llegado a ser nombres en el ámbito de las letras. “El mejor libro que puede escribir un editor es su propio catálogo”, una frase de Borrás que conocería más tarde, la cual engloba tanto los nombres de peso como los emergentes, los de fuera y los de dentro, los famosos y los sin nombre, los poetas y los pensadores, y en medio los que hacen historia o los que escriben narrativa. Todos en con-texto. Varias colecciones integran el catálogo de Pre-Textos: poesía, relato, novela, incontables traducciones y ensayo, en variadas vertientes (filosófico, de análisis literario, histórico, sobre arquitectura).

Al término del acto, y ya con una copa de tinto en la mano, me hice de valor para encarar a aquel señor que decía cosas tan promisorias pero que debía ser también duro en los negocios. Una muchacha con anteojos (todos parecíamos usar gafas), la típica despistada, algo inoportuna, asediaba a Borrás, pidiéndole una cita. Él, como era de esperarse, la refirió a la página web de Pre-Textos. Ella adelantó que ya había estado ahí y había leído de las colas de varios años para que una obra viera la luz. Borrás le dio cita en el lobby de su hotel para la mañana siguiente. Entonces decidí hacer mi intervención en algo que quiso ser catalán y que a Borrás, me confesaría más tarde, le sonó a portugués, solicitándole lo mismo, una cita matutina, y adelantando una ponderación favorable acerca del libro de la Kaschnitz.

No era la primera vez que trataba con editores y demás prominencias en el ámbito de las letras. Era fácil prometer algo y luego simplemente no presentarse. Con no poca desconfianza, he de confesarlo, acudí a la cita, incluso con algo de demora. Incólume en el lobby, en medio de una entrevista, estaba sentado el pequeño gran editor. Busqué el contacto visual con él. Me hizo un guiño y se dio por enterado de mi presencia. Me sentí un poco como en la corte de un rey en espera de audiencia. Por un momento pensé en The Pillow Book de Greenaway, con Yoshi Oida, el editor, tiranizando hasta la sodomía al pobre poeta. Me sobrecogí y luego me carcajeé. Por más vueltas que quiera dársele, es siempre de sometimiento, me temo, la relación que un escritor tiene con quien hace posible que su palabra llegue al pueblo.

Unos minutos después mis temores se disiparían. En Manuel, que pronto comenzamos a tutearnos, como debe hacerlo con casi todo el mundo, encontré un interlocutor y un oído atento. Los años pasados en el mundo germano, la filosofía y el empeño por un español esmerado, supongo, nos hermanan. A través de él pude conocer a tanta gente de valía, como Margarita Valencia, la crítica colombiana, María Luisa Blanco, antigua directora de Babelia, y otros innumerables colegas y amigos. Al término de nuestra charla, llegó la periodista y poeta Miriam Moscona, a quien Manuel le explicó que soy traductor del alemán y filósofo. Con la afabilidad con la que recibe a todos, Manuel la atendió, no sin lograr desprenderse del todo de nuestra conversación. Por cierto, la poeta de gafas jamás llegó. Fue demasiado escéptica o demasiado lista. No la culpo. La altanería y la doblez de ciertos editores no es poca cosa. Este trato de personas entre personas es algo inusitado.

Durante el cortado interrogatorio, Manuel Borrás (Valencia, 1952) abordó principalmente su infancia y su adolescencia. De la madre heredaría el gusto por la lectura. Juan Ramón Jiménez, Tagore y el Romancero figurarían entre sus devociones tempranas. Único y último sobreviviente de tres tentativas, Manuel niño retuvo toda la dedicación de sus padres. El padre, 25 años mayor que la madre, fue un gran ejemplo y sostén, tanto económico como moral. De familia monárquico liberal, ingresó en el colegio alemán. De ahí el dominio del idioma, la mente clara, la decisión y la tendencia irremediable hacia la filosofía. De padre catalán, Manuel adoptará el castellano como su lengua madre. Siendo muy niño, al oír a su padre hablar en catalán creyó que lo hacía en francés; así de extraña sonaba la lengua en sus oídos. Frente a la polémica acerca de la autonomía entre el catalán y el valenciano, siempre ha juzgado este último como una manifestación de aquél. En Pre-Textos, no obstante, con sus cerca de mil títulos, han aparecido algunos de los monumentos literarios e históricos de la lengua valenciana.

En el bachillerato en letras, él y su entrañable Lebenspartner Manuel Ramírez, a quien conoce desde el Kindergarten, se encuentran con Eduardo Hervás, mayor que ellos, quien los invitará a unírsele en el proyecto de editar libros caseros. Al poco tiempo, Hervás se quitará la vida dejando embarcados al par de amigos en una empresa, donde el padre de Borrás vendrá a ser la tabla de salvamento, al ofrecerles 100 mil pesetas (equivalentes a 600 euros actuales) para que echasen a volar el tiraje de su primera obra, Materiales para la historia de las ciencias en el siglo XVI y XVII, de unas 300 páginas, libro que los saca de la encrucijada para cumplir con el plazo gubernativo y poner en marcha la editorial, obra consagrada a los aportes de una serie de visionarios e innovadores en disciplinas tan dispares como astronomía, medicina, cartografía, lingüística y el arte de navegar. La diáspora republicana se convertirá también en uno de los grandes intereses de Pre-Textos con autores como Jorge Guillén, María Zambrano, Juan Larrea, Emilio Prados y algunos otros, tentativa por recuperar parte de la memoria del Exilio.

En 1974 queda constituida la editorial, que pasó por no pocas vicisitudes para obtener el permiso oficial. Para el régimen franquista resultaba incomprensible que un par de mozalbetes, al que luego se les pegaría una musa y madrina, Silvia Pratdesaba, directora de Pre-Textos, tuvieran la idea de editar materiales, sin que una mente aviesa y de cuidado estuviese detrás. Alguna vez los de la Brigada Político Social (la policía secreta de entonces) llegaron a casa de los Borrás en busca de Manuel. Ante la ausencia del padre, la madre debió ofrecerles cocinar para ellos con tal de que no sacaran al hijo de casa. Podían interrogarlo todo lo que quisieran pero ahí. Ante la Escila y la Caribdis de tendencias políticas acusadas, el fascismo militante o el proscrito comunismo, el muchacho de escasos dieciocho años debe declararse sospechosamente neutral.

Entre tanto Margo Glantz, la flamante ensayista y narradora mexicana, hace su aparición con tanto desparpajo como una añosa actriz de Hollywood. María Luisa Blanco había estado tratando de localizarla en el móvil. Una entrevista también ha sido la causa de la demora. Estoy convidado al almuerzo pero no en el hotel sino en un local típico de comida jalisciense. Somos tantos que debemos coger dos taxis. Se le quedan tantas preguntas a Miriam pero ya será para otra ocasión. Decididamente Manuel tiene su propio ritmo, un ritmo humano, que no intenta llenar páginas para los diarios, ni en el jugoso caso de promoción gratuita. Tras dos cervezas mexicanas León, al mejor estilo muniqués-yucateco, Borrás se muestra afable. Es como un niño que jamás hubiera crecido. En el preuniversitario consideró alguna vez dedicarse a la psiquiatría infantil; siempre ha tenido ascendente entre los pequeños. Me pregunta por nombres de poetas de valía, mexicanos desde luego, yo digo los tres o cuatro de rigor que, resulta después, ya tiene incluidos en su catálogo. Nihil novum sub sole en apariencia, particularmente en las novísimas generaciones, de este y del otro lado del Atlántico.

Más tarde lo recojo en su hotel para acompañarlo a ver más libros. Es la primera ocasión en que puedo recorrer los stands de la FIL. Al día siguiente, el almuerzo de despedida. Otros compromisos reclaman al director literario de Pre-Textos. Quizá alguna vez podamos vernos de nueva cuenta, acaso en su finca campestre, El Molino, en la provincia de Almería, donde en forma individual estamos invitados; si fuéramos todos juntos no cabríamos, tiene cuidado de aclarar. Tantos proyectos quedan esbozados, tantas esperanzas pero casi ninguna expectativa. Son altos los raseros de una editorial que, tras haberse insinuado el juego tan craso y comercial de sus competidores inmediatos aunque mayores, se muestra como una de las más exigentes y vigorosas en lengua española. Pre-Textos está a la alza; habrá que ver hasta dónde puede mantener esa integridad que hasta ahora la ha caracterizado. Esperemos que, para bien de todos, por mucho tiempo más. ®

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Publicado en: Junio 2010, Libros y autores

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