PRENSA MEXICANA: ¿DÓNDE ESTÁ?

Estado, información y libertad de expresión

Entre virtudes y taras, entre la libertad y la violencia, entre la crítica y los intereses, el panorama de la prensa mexicana se presenta complejo, abigarrado y contradictorio. Si bien se han ensanchado los espacios informativos y de crítica, también los medios responden a intereses políticos y económicos que dificultan la realización cabal de sus tareas fundamentales.

Para intentar dar una idea muy general de la situación del periodismo mexicano en un contexto de democratización y violencia, Replicante ha convocado a seis conocedores del medio que han aportado su opinión acerca de ese tema: Gerardo Galarza (GG), director editorial adjunto de Excélsior; José Gil Olmos (JGO), reportero de Proceso; Alejandro Hernández (AH), consultor en Comunicación Política y quien fue director de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García; Marco Levario Turcott (MLT), director de etcétera; Carlos Ramírez (CR), columnista de El Financiero y director general del Grupo Transición, y Raúl Trejo Delarbre (RTD), investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.

A todos ellos se les envío un cuestionario cerrado de siete preguntas que respondieron de forma totalmente libre tanto en la opinión como en la extensión. Sus respuestas son presentadas en orden alfabético. A todos y cada uno les agradecemos sus contribuciones para continuar la discusión sobre la prensa mexicana.

1. ¿Cuál fue el papel de la prensa en el proceso democratizador que ha vivido el país?

GG: El papel de la prensa —los medios, ahora— en el proceso de democratización del país ha sido importante, principalmente en los cuarenta o cuarenta y cinco años más recientes. Su papel ha sido el de difusor de hechos noticiosos, algunos de ellos de importancia histórica, cuyo conocimiento masivo provocó, digamos en términos no periodísticos, la concientización política de una buena parte de la ciudadanía, que se sumó a las luchas aisladas de partidos y organizaciones de oposición a un sistema autoritario, que dominó al país a través de su corporativismo y la corrupción. Aclaro: creo que la responsabilidad de la prensa —de los medios— antes y ahora es informar; la concientización o su ausencia es un efecto de la primera y no la causa.

Sin duda, los excesos de represión, corrupción, intolerancia de todos los gobiernos posrevolucionarios, pero principalmente en los sexenios de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, provocaron que la prensa tuviera que informar necesariamente sobre ellos, so pena de cancelar su probabilidad de sobrevivencia. Hay que recordar que el hecho periodístico más histórico de los años recientes, y en el que la mayoría está de acuerdo, es el golpe del gobierno de Echeverría a la cooperativa que editaba el periódico Excélsior.

En respuesta a esa acción, los periodistas agredidos fundaron, primero, la revista Proceso y luego el diario unomásuno y otros enriquecieron las plantillas de periódicos ya existentes. El golpe a Excélsior y la fundación de Proceso son el principal parteaguas del periodismo mexicano del siglo XX, pero no el único. Su trabajo independiente, crítico, riguroso y riesgoso, plural, ayudó, sin duda alguna, al proceso de democratización del país. Los clásicos de las teorías de la comunicación masiva decían que información es poder.

JGO: El papel de la prensa ha sido muy cuestionado porque en lugar de impulsar la participación ciudadana, nueva formas de relación con los gobiernos y de representar la posibilidad de ser el camino para la voz de los sectores sociales más marginados y necesitados, se convirtió en un grupo de poder que busca incidir en las decisiones del Estado. Los casos más claros son Televisa y Televisión Azteca, que tienen negociaciones directas con personajes de la política para ser sus estrategas de campaña, como en el caso de Enrique Peña Nieto, o de integrar sus propias bancadas legislativas en las Cámaras de Diputados y el Senado de la República, donde tiene a legisladores que responden a sus intereses.

AH: En los años de un solo partido en el gobierno, hubo diversos y muy distinguidos esfuerzos de periodistas por ejercer la libertad de expresión, tan maniatada en otros tiempos. No hay que olvidar a estos pioneros. Después, los cambios sociales en el mundo y en México, la televisión por cable, la internacionalización de los medios y otros acontecimientos, hicieron posible el surgimiento de un periodismo más libre y crítico, que sin duda contribuyó al proceso de democratización. Información y crítica fueron arado y cosecha.

MLT: Determinante, sin duda. La relación entre la prensa y la sociedad generó, sobre todo a partir de 1988, una dinámica de retroalimentación en donde los partes informativos fueron dejando de ceñirse a la versión oficial y recogían las noticias relacionadas con los demás actores de la política en el país. Otro signo fue el análisis, que se fue abriendo paso sobre la base de la pluralidad de opinión.

CR: El papel de la prensa fue el de desmitificar el poder. La crítica en medios escritos contribuyó a derrumbar el Muro de Berlín del autoritarismo presidencial priista y a minar las bases del PRI como la estatua de Lenin del viejo régimen. No fue un trabajo fácil. Ni le correspondió a alguna corriente en especial. Fue labor de la prensa crítica que abrió espacios en todos los medios. Al final, la prensa no se planteó una transición democratizadora sino que se concretó a mostrar, a través de la crítica, que, como en el cuento de Andersen, el rey priista y presidencialista estaba desnudo.

RTD: Pionero, fundamental, contradictorio, inconsecuente a final de cuentas. La transición política mexicana no se puede explicar sin el espacio de reflexión, información, denuncia, crónica y creación de espíritu ciudadano que significaron algunos segmentos de la prensa escrita en los años ochenta y parte de los noventa del siglo ya transcurrido. Allí se develaron y en ocasiones fueron documentados abusos y fraudes del viejo sistema político y se desarrolló la costumbre de criticar al poder. Esa costumbre ya existía, de hecho en nuestra prensa nunca, ni en los momentos de mayor control gubernamental, faltaron espacios de reflexión y acusación. Pero en el periodo que señalo el análisis crítico comenzó a ser frecuente y formó parte de las condiciones que propiciaron la apertura política y el establecimiento de reglas equitativas para la competencia entre los partidos. La prensa pudo criticarlo todo: el declinante presidencialismo, las desprestigiadas ataduras corporativas, el vergonzoso y por cierto aún vigente clientelismo. En la prensa hubo espacio y voces para cuestionar a la iglesia, los empresarios, al viejo sindicalismo, a las universidades… pero el cuestionamiento a la prensa misma fue y ha sido muy escaso. La prensa se parapetó en una autocomplaciente posición fiscalizadora en la que sigue instalada gracias a la ausencia de crítica social respecto de la prensa misma. En eso estamos.

2. A la vez, ¿qué cambios ha generado en la prensa la democratización del país?

GG: El proceso de democratización del país ha provocado una mayor apertura  a la pluralidad en los medios de información mexicanos. Éste es un círculo virtuoso. Hay que recordar que la prensa —los medios— son empresas cuyos productos (periódicos, noticiarios en radio y televisión, revistas, sitios web) necesitan de una audiencia. Además, la ampliación en la difusión de los hechos noticiosos ha provocado que el sistema político haya tenido la necesidad de empezar a modificarse, y este cambio también provoca que los medios tengan que abrirse a una mayor pluralidad.

Hay que recordar que en los años 1985-1986, durante los procesos electorales estatales en Chihuahua, los ciudadanos de aquel estado rechazaron a los medios locales y nacionales que no informaban sobre los fraudes electorales que allá ocurrieron. Esos medios tuvieron que cambiar sus políticas editoriales por la presión de sus probables lectores. La tendencia se mantuvo por varios años, principalmente con motivo de las elecciones presidenciales de 1988. La experiencia fue aprendida  por muchos periodistas y también, y fundamentalmente, por muchos propietarios de empresas de medios de información, que aun con reticencias debieron abrirlos, a riesgo de quedarse sin lectores, radioescuchas o televidentes.

No tengo duda de que, en general, los medios de información  mexicanos son muy diferentes después de 1988. Digo en general porque en particular, ya lo dije antes, hubo medios que cambiaron mucho antes y hay que reconocerlos como tales.
JGO: En realidad no ha generado cambios sustanciales. Algunos medios se transformaron en grupos de poder y otros en aliados de los grupos políticos y empresariales más poderosos del país. El gobierno de Vicente Fox no fue del cambio en las relaciones comerciales y políticas con los medios, al contrario, hizo de los medios sus principales aliados en los planes que tenía de impulsar la carrera política de Martha Sahún, quien incluso los adhirió al consejo consultivo de la Fundación Vamos México. Fue ella quien impulsó los grandes convenios millonarios con la mayoría de la prensa nacional y con ello hizo de la corrupción una forma de vinculación entre el gobierno y ciertos empresarios de los medios que aceptaron gustosos enormes cantidades de dinero con tal de impulsar su imagen.

AH: Vivimos ahora en un país en el que la libertad de expresión ha ganado espacios, pero esto ocurre sobre todo en los medios que se producen o editan en las mayores concentraciones urbanas. Por otra parte, nos encontramos en un escenario en el que no necesariamente se ha logrado asociar la libertad con la responsabilidad que implica. Así como una ciudad recién conquistada da lugar a saqueos, una libertad recién obtenida da lugar a excesos. Esperamos que pronto se alcance el equilibrio. Pero hay que trabajar en ello.

MLT: La democratización del país abrió opciones en las empresas de comunicación y alentó la competencia entre éstas, en las dos variables básicas: el mercado y la profesionalización del periodismo.

CR: La sola introducción de las libertades de expresión, de crítica y de prensa —tanto en columnas y artículos como en caricaturas— constituyó un cambio político, una apertura. Paradójicamente se trató de la misma prensa que antes operaba como aparato de control ideológico del sistema priista o como bocina del poder. No se trató de una prensa de oposición. Ni hubo alianza alguna con algún partido de oposición. Si acaso, la prensa escrita abrió sus espacios a la corriente democrática priista de Cuauhtémoc Cárdenas y luego a su candidatura y con ello rompió el control ideológico. Lamentablemente, la prensa no ha generado cambio de fondo. Ni siquiera ha podido introducir alguna reforma para consolidar la libertad de expresión. Pero, eso sí, el sólo hecho de que la crítica en medios ahora sea absoluta, sin tapujos ni intereses, ha sentado las bases para prácticas democráticas que debieran, eso sí, tener reglas escritas y jurídicas más claras.

RTD: Pocos e insuficientes. Tenemos algunas expresiones de prensa más profesional, si por tal entendemos aquella que no vive de alguna de las variadas formas de subsidios gubernamentales y que no supedita sus notas a la censura del poder político. Pero esa profesionalización encuentra límites en el trabajo cotidiano. Nuestra prensa, salvo excepciones, no practica el periodismo de investigación. La denuncia sin pruebas y la publicación de filtraciones son confundidas con indagación periodística. El análisis de los hechos públicos está distorsionado por la búsqueda del aplauso fácil. De hecho, el análisis en profundidad se ha perdido en la prensa mexicana.

3. Se ha señalado, por ejemplo, autoritarismos subnacionales, entidades que se mantienen en el atraso político. En este sentido, ¿cómo observa a la prensa regional y de los estados?

GG: Aunque reconozco que el ejercicio periodístico en los estados, tanto en lo editorial como en lo empresarial, enfrenta mayores obstáculos —hay que recordar que existen entidades federativas en las que, pese a la apertura y a los cambios políticos, ni siquiera han logrado pasar a la etapa de la alternancia en el poder, y no son una ni dos—, también hay muchos ejemplos, algunos de ellos notabilísimos, de periodismo independiente y crítico en las diversas regiones del país —Zeta, Diario de Yucatán, El Norte, Noroeste y otros están ahí, pero no son los únicos, sino simplemente los más conocidos. El problema, creo, está en buena parte en manos de los propietarios y también de los hacedores de los medios locales.

Es cierto, por si alguno lo reclama, que los medios citados pertenecen a empresas consolidadas y con recursos económicos suficientes (Zeta surgió de otro golpe gubernamental contra un periódico sonorense), pero son muestras de que se puede hacer otro tipo de periodismo. Otras publicaciones, con muchos menos recursos, también lo hicieron y lo hacen.

JGO: Lamentablemente la prensa en los estados permanece bajo la égida de los grupos políticos locales, principalmente de los gobernadores que se han convertido en virreyes en sus entidades a quienes les interesa tener una opinión pública a la medida de sus intereses. Un fenómeno recurrente en algunas entidades es que los políticos están cada vez más interesados en comprar o tener sus propios medios para no estar supeditados a otros medios y tener sus propios canales de expresión para difundir su imagen y sus proyectos. Al mismo tiempo, hay que decir que una parte de la prensa en los estados se vio supeditada a los grupos del narcotráfico que amenazan con la muerte a medios y periodistas para que no publiquen lo que está ocurriendo en sus estados.

AH: En la mayoría de las entidades del país persiste una relación de complicidad entre el poder y los medios o de compra-venta de los espacios periodísticos. Los gobiernos y los periódicos siguen suscribiendo convenios, formales o de facto, que garantizan, a los primeros, un tratamiento suave y, a los segundos, ingresos que les dan viabilidad económica. Existen excepciones, desde luego, pero prevalecen esquemas de complicidad o prácticas de represión. Lo insólito es que muchos gobernantes, que pagan por buen trato mediático, se enorgullecen de la percepción que tiene de ellos la opinión pública. Y lo creen de verdad.

MLT: El desarrollo de los medios no es homogéneo. Sin duda corresponde con los niveles de atraso en cada entidad federativa y, en los últimos años, también por el clima de inseguridad que hay en el país.

CR: Lamentablemente hay ausencia de un proceso de democratización. Ahí ha fallado la oposición, que debió de haber asumido las banderas de la democratización. Pero como poder, el PAN y el PRD, en gobiernos federal y estatales, han copiado las prácticas represivas contra la prensa que antes tenía el PRI. Lo vemos en la represión a la prensa del interior de la República en gobiernos autoritarios y en sus revelaciones contra el crimen organizado.

La prensa no pudo definir un marco jurídico de garantía y defensa de la libertad de expresión. Por ejemplo, ¿por qué no existe en México una Ley de la Libertad de Prensa? Porque el poder político, de cualquier color y de cualquier partido, no quiere la democratización sino sólo la conquista del poder político. Por ello es que la prensa del interior de la República es la que ha tenido que pagar, con represiones y crímenes, los platos rotos de la ausencia de una verdadera democratización nacional.

RTD: Como una sobreviviente por partida doble. La prensa, tanto en el D.F. como en los estados, sobrevive al viejo régimen que la acostumbró a existir sin lectores con tal de complacer a ese gran hermano —gran compadre quizá— del periodismo impreso que era el Estado mexicano. Y sobrevive a la crisis general de la prensa, acicateada en algunos sitios por el crimen organizado. Los periódicos y las revistas mexicanos, con unas cuantas excepciones entre las cuales no se encuentra ninguna publicación política ni cultural, siguen dependiendo, en diversas medidas, de la publicidad oficial. Esa situación es más grave en los estados, en donde suele haber muchísimas publicaciones y escasísimos lectores. Una de las tablas de salvación para esa prensa local ha sido la adhesión a alguno de los grupos periodísticos de carácter nacional pero por cada diario que se afilia a una de esas cadenas (perdiendo parte de su perfil y a veces buena parte de su planta editoriales) hay varios más que desaparecen. Si a ese panorama añadimos la pérdida de lectores debido al surgimiento de otras opciones para que los ciudadanos se informen, el acoso que imponen los grupos delincuenciales en algunas y cada vez más zonas del país así como la caída del mercado publicitario para los medios escritos, tenemos un panorama en el que no resulta exagerado considerar que la prensa local es una especie en extinción.

4. ¿La pluralidad política y diversidad cultural del país están expresados adecuadamente en los medios?

GG: La pluralidad política, prácticamente sí; la diversidad cultural, no. Sin embargo, creo que esto tiene que ver con la esencia de los medios, es decir, su función informativa. Hay que distinguir correctamente entre periodismo cultural y difusión cultural. No son lo mismo, aunque lo parezcan, y muchos los confundan. No es lo mismo un periódico diario que una revista especializada; tampoco una sección cultural es lo mismo que un suplemento cultural. El periodismo cultural tiene que ver con el hecho noticioso; la difusión con el hecho cultural en sí mismo. Ésa es una diferencia esencial que hay que tomar en cuenta.

Y si la pregunta se refiere al concepto más amplio de cultura, pues entonces creo que, más allá de sus diversas expresiones en regiones y sectores del país, sí hay una cultura mexicana y, como tal, se expresa en los medios.

JGO: No están expresados por la sencilla razón que pocos medios tienen un proyecto periodístico y social. La mayoría de éstos son empresas a las que les interesa el negocio o el poder político.

AH: En las grandes urbes existe una mayor representatividad, sin llegar a ser todavía proporcional. Me parece claro que en el ámbito nacional no se ha logrado que la diversidad se exprese y menos aún en las regiones de menor desarrollo.

MLT: Creo que sí, a partir de una revisión exhaustiva de los medios podemos asegurar que se encuentran las visiones más representativas del país. Esto al menos en la prensa y en la radio. En la televisión aún esto no se afianza cabalmente, en virtud del duopolio televisivo y el monopolio en la televisión abierta, además de la inexistencia de los medios de comunicación públicos.

CR: No. Como ocurre casi de manera natural, la organización editorial de la prensa simplemente reproduce las contradicciones y limitaciones del sistema político. En el sistema político no existe una pluralidad sino una representación de corrientes y la pérdida de la hegemonía priista. Lo mismo ocurre en los medios: no hay pluralidad ni diversidad cultural sino ocupación de espacios y guerra de posiciones. No hay estructuras democráticas en medios que son propiedad privada o que representan la hegemonía de algún grupo en especial. Lo vemos a diario: la política editorial representa grupos de interés, no debate democrático.

RTD: ¿Adecuadamente? Creo que no. Depende de cuáles medios. Algunos apuestan a la diversidad y otros son claramente partidarios de una opción política, un grupo empresarial, una capilla cultural o se afilian a cualquier otra preferencia. Pero no creo que cada medio de comunicación deba incluir todas las opiniones. La pluralidad puede llegar a ser refractaria a la calidad. Y sobre todo, creo que los medios financiados con recursos privados tienen derecho a exhibir el sesgo ideológico que quieran. Lo importante es que esa preferencia les quede muy clara a sus lectores.

5. El contexto de la violencia del crimen organizado ha costado ya muchas vidas de periodistas. ¿Cómo debe actuar la prensa ante esa que no es ya amenaza, sino realidad?

GG: Con rigor, esencialmente. Con veracidad, prudencia. Confío en que se comprenda lo siguiente: cada muerte de periodista debe ser analizada en lo particular. Las autoridades deberían dejar en claro quiénes ha sido asesinados por motivos de su trabajo periodístico y quiénes no. Y los periodistas y medios deberíamos tener la suficiente madurez para aceptar los casos que no hayan sido por ello y exigir el castigo correspondiente en los otros. Los medios y los periodistas no pueden ser rehenes ni voceros del gobierno ni de lo que se llama crimen organizado. Deben informar a la sociedad y nada más. Para ello es necesario que cada medio fije una política editorial que le garantice la mejor información a sus lectores y también seguridad a sus periodistas. Los héroes no son necesarios.

JGO: Lamentablemente los medios van a cambiar de política para cubrir el fenómeno del narcotráfico hasta que no se vean afectados directamente los dueños o los directivos de cada uno de ellos. En Colombia no fueron los reporteros los que acordaron las medidas de seguridad en la cobertura del narcotráfico, sino que fueron los dueños quienes forman parte de la cúpula del poder en ese país porque son familiares de ex presidentes, legisladores y líderes políticos los que detentan los medios. Hasta que sufrieron atentados, secuestros, extorsiones y ataques directos de los narcotraficantes fue cuando los medios en Colombia cambiaron sus formas de cobertura.

AH: La violencia general suele producir violencia específica. Es el caso de los periodistas, quienes hoy padecen la represión, mediante amenazas o hechos consumados, por parte del crimen organizado en la mayoría de los casos. Incluso ha surgido la autocensura, especialmente en medios locales. La autoridad, por su lado, ha dado clara muestra de su falta de compromiso para acabar con la impunidad. Basta ver los números de la Fiscalía Especial para la atención de delitos en contra de periodistas.

Respecto de lo que debe hacer la prensa, fácil es decir que debe seguir, cual adalid de la libertad, cumpliendo su responsabilidad. Es más fácil decirlo que hacerlo. Me parece que no hay otro camino. Es deseable, desde luego, impulsar la movilización social para obligar a la autoridad a garantizar la libertad de expresión, proteger a los periodistas y, con ello, salvaguardar el derecho a la información. La conciencia que existe sobre ello es insuficiente.

MLT: Coincido con una de las decisiones que al respecto tomó la revista Proceso: que la empresa periodística se haga cargo y firme los textos que con ese tema realicen los profesionales de la comunicación.

CR: Con mucho cuidado porque carece de alguna estructura de protección. Lo vemos a diario con periodistas asesinados o amenazados, ante la pasividad de las autoridades municipales, estatales y federales. Repito: no hay una estructura de protección, no existen espacios jurídicos, no tienen protección. Eso sí, del otro lado, la prensa ha sido imprudente en la cobertura de la información sobre el crimen organizado, tratando de ganar espacios con denuncias que después generan reacciones violentas. Si el Estado es incapaz de proteger a la sociedad en general, menos podría hacerlo con algún grupo en particular. La prensa mexicana vive las mismas condiciones de la prensa extranjera en guerras en el Medio Oriente: la lucha por la vida. La prensa debiera meditar su papel y encontrar un espacio concreto, pero quitándose el viejo vicio de la gloria en las revelaciones: el crimen organizado mata.

RTD: Debiera actuar de manera cohesionada, como hicieron hace diez años los periodistas en Colombia. Pero seguimos padeciendo demasiados intereses protagónicos y demasiadas rivalidades que dificultan esa respuesta conjunta de la prensa mexicana ante los delincuentes que la amagan en algunos sitios del país.

6. ¿Cuál es el estado de la libertad de expresión en el país?

GG: ¿Comparado con qué? Si lo comparamos con la época priista, pues tendremos que el estado de la libertad de expresión en México es casi maravilloso. Sólo basta revisar los medios de información mexicanos de hace, digamos, veinticinco años, para darnos cuenta de los avances o hasta excesos en los que han incurrido. La comparación con la prensa mexicana imperante de hace cuarenta, cincuenta o setenta y cinco años en materia de libertad de expresión sería ridícula.

Otra cosa es la calidad de los medios en el ejercicio de la libertad de expresión. Ésta es un derecho constitucional y los derechos se ejercen. Es un asunto de calidad. Hay medios que ejercitan una amplísima libertad, pero muchos de ellos lo hacen de manera execrable, sin rigor informativo, sin respeto a sus lectores ni a sus fuentes. Ese derecho constitucional es ejercicio tanto por quienes con independencia critican, denuncian, informan rigurosamente hechos sociales trascendentes, pero también por aquellos que durante horas “informan” sobre las actividades conyugales o sexuales de cualquier presunto artista. Si se les pregunta, en ambos casos tan disímbolos responderán que la Constitución los protege. Es un asunto de calidad.

JGO: Hay una libertad condicionada a los intereses políticos y económicos. La mayoría de los medios tienen temas que no investigan o que no publican. Por ejemplo, en el diario La Jornada no hay información crítica del subcomandante Marcos o de Andrés Manuel López Obrador; en Excélsior nada de los Legionarios de Cristo; en Televisa no se toca a Enrique Peña Nieto, y en El Universal y Reforma no se habla de los negocios oscuros de los empresarios más conservadores.

AH: Se trata de una circunstancia de claroscuros. Hoy existe mayor libertad que nunca antes, pero nunca como ahora el ejercicio periodístico es una profesión de alto riesgo. Mientras algunos periodistas o medios incluso se han convertido en jueces o fiscales y se regodean en sus excesos amparados por la impunidad que brinda un entorno de libertad, otros deben enfrentar graves riesgos por decir y escribir. Los hay, desde luego, que se esfuerzan por encontrar y mantener el equilibrio entre la libertad y la responsabilidad.

MLT: Insuficiente, fundamentalmente por tres razones: 1) el clima de inseguridad que hay en algunas regiones; 2) la sujeción de los medios a las presiones de los gobiernos estatales; 3) los intereses de los medios que colocan la visión comercial por encima del trabajo periodístico y, a nivel nacional, 4) la arbitrariedad del gobierno federal en la asignación de publicidad.

CR: Un estado de confusión, de represión y de incomprensión de su papel en la vida nacional. El problema es de contexto: en el país no existe un contexto de libertad de expresión. Lo vemos cuando el PRI, el PAN y el PRD quieren someter, con mecanismos iguales, la libertad de crítica. Y no hay un clima de libertad de expresión porque el país ha abandonado el clima de democratización y de transición a un sistema democrático. La prensa crítica aparece como el patito feo de la alternancia. Y así seguirá mientras los espacios de pluralidad y de democratización —el Congreso y los procesos electorales— no asuman esos procesos con seriedad. Y si se añade la indefensión de la prensa y de los trabajadores de la información en el clima de inseguridad, el panorama no sólo es de preocupación sino de incertidumbre.

RTD: En contraste con otros tiempos, sin duda tenemos una prensa libre de las sujeciones que le imponían la censura y las prebendas gubernamentales. Pero nuestra prensa no está a salvo de las coacciones que resultan de los intereses empresariales y políticos de sus propietarios y operadores. Hoy en día, la principal fuente de censura en la prensa mexicana es la que ejercen sus dueños y directivos. En cada periódico hay temas que está prohibido abordar. No hay un solo periódico, entre los que se editan en la ciudad de México, que esté a salvo de esas restricciones. En todos ellos hay alguna forma de censura.

7. ¿Cuáles son los grandes pendientes de la prensa mexicana?

GG: ¡Ufff! Se necesitan varias cuartillas para enlistar los pendientes. Creo que hay uno fundamental: reconocer que la responsabilidad fundamental de los medios, aquí y en el mundo, es informar con rigor. Y para ello hay que recorrer muchos caminos, muchos de ellos ya trazados y transitados, y ahora olvidados.

JGO: Son tres: mejores condiciones de trabajo y de vida para los reporteros; no ser actores políticos o grupo de poder; impulsar la formación de la conciencia ciudadana con investigaciones críticas y análisis profundos de los principales problemas del país.

AH: Dado los diversos grados de avance en el ejercicio periodístico, es difícil hablar de los grandes pendientes porque se puede caer en generalizaciones injustas o en apreciaciones parciales.

En general, los pendientes tienen qué ver con la representatividad de la diversidad política y cultural y la responsabilidad social. Hoy las exclusivas son en muchos casos producto de filtraciones, que persiguen sus propios fines, en lugar de resultado del periodismo de investigación. Algunos de los medios más poderosos se han creído aquello de que la prensa (los medios) es el cuarto poder; no, el periodismo no debe ser un poder, sino un contrapeso del poder.

MLT: Entre otros: 1) Definir la cláusula de conciencia; 2) Establecer códigos de ética o deontológicos; 3) Explicar sus decisiones editoriales a las audiencias y, en general, tener la transparencia que exige de los demás actores públicos.

CR: Uno es clave: la prensa no ha asumido su papel en el proceso de democratización electoral ni ha delineado propuestas para llevarlas a los espacios legislativos. Hay varios temas centrales: la regulación de la publicidad oficial hasta ahora manipulada por el poder —cualquier partido que lo tenga—, la modernización de los procesos de producción, la reorganización de la propiedad de los medios, la especialización profesional, la capacitación, la colegiación y los códigos de ética, entre los más importantes. A veces vemos a la misma prensa del pasado en escenarios que exigen nuevas formas de prácticas profesionales. Asimismo, la prensa debiera abrir el debate sobre los grandes temas e impulsar con mayor profundidad el tema de la transición a la democracia, es decir, la construcción de un nuevo andamiaje estructural para el ejercicio de la libertad de crítica.

RTD: Autoevaluarse, abolir censuras, establecer reglas éticas que sean conocidas y exigibles por sus lectores, hacer periodismo de investigación, difundir hechos y no fundamentalmente dichos, asumir la convergencia digital como una oportunidad para encontrarse con nuevos públicos y no solamente como nuevo negocio, vivir de sus lectores y de la venta de servicios y no de la publicidad oficial —la cual, me parece, debería desaparecer en todos los medios—. Pero creo que todavía no es 28 de diciembre ni 6 de enero. ®

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Publicado en: Destacados, Julio 2010, Periodistas

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