Sociedad Secreta

Precursores de los sonidos post-punk en México

Una charla con Jesús Zamora, co-fundador de Sociedad Secreta, una de las primeras agrupaciones post-punk-dark en México y actual investigador de estos y otros fenómenos socio-culturales, sobre la cultura subterránea en Guadalajara.

El Personal y Cuca tendrán que compartir crédito

Inicio de los noventa en Guadalajara, la ciudad aparentemente sigilosa, casi muda. Los adolescentes y jóvenes a los que nos interesaba la música y la cultura subterránea compartíamos información y material a cuentagotas, lo poco que llegaba, lo poco que podíamos conseguir, los mitos que tímidamente se esparcían (tal grupo ya murió… se rumora que vendrá tal banda a México… sabías que se dieron de madrazos tales cantantes… esos güeyes son putos… le dio sobredosis a menganito… pinchis capitalistas…). Eran los días de esfuerzos sobrehumanos para rentar un local (desde una cochera, un patio, un café, un salón de eventos para bodas y quinceañeras o un bar) y abrir espacios de reunión que pocos meses después no existirían más. Tiempos de evitar a toda costa la revisión policiaca, tiempos de verdaderos pandilleros, malandrines y madrazos en las tocadas, tiempos del Bodegón, del Auditorio de la FEG [Federación de Estudiantes de Guadalajara], del Padrísimo, del Arizona, del Roxy, por supuesto, del Éxtasis poco después. Además de reuniones en domicilios particulares, como las Danceterías, o sesiones pequeñas (muchas veces con los padres aguardando en su recámara).

Tiempos de los que existe poca memoria. En el ámbito musical, probablemente, porque las escasas iniciativas de documentación de esto se han concentrado en una historia muy ligada al circuito de la Universidad de Guadalajara y las propuestas que ésta ha cobijado y promovido, mostrando sólo una parte de un campo más amplio; también porque la gran mayoría de vagos que estuvimos ahí no lo hemos hecho, nos ha absorbido el sistema del que aparentemente nos quejábamos, o por otros motivos que redundan en el desinterés. En esta charla se tocan algunos de estos puntos, una historia más allá de El Personal y Cuca, que si bien son agrupaciones importantes y emblemáticas de la ciudad no son las únicas ni tan poco las absolutamente más influyentes de su época. Lo que sigue es una plática con Jesús Zamora, co-fundador de Sociedad Secreta, una de las primeras agrupaciones post-punk / dark en México y actual investigador de estos y otros fenómenos socio-culturales.

—¿Quiénes formaron Sociedad Secreta?

—Los elementos centrales nos conocimos en 1987. Fidel Correa Gutiérrez estaba en la batería, para mí él era el eje de la banda dado su ímpetu por la música; Francisco Villa Maldonado, el vocalista, era (y sigue siendo) una especie de leyenda negra en un sector de la parte este de la ciudad por su vocación autodestructiva; Gustavo López Hernández estaba en el bajo y yo en el sintetizador. Hacia finales de 1991 se dieron dos cambios: salió Villa de la voz y entro Luis Manuel García Rea, y Fidel dejó el lugar de la batería a Luis Enrique González López y se encargó de una especie de sección de fierros viejos, tambos, resortes, láminas, tubos y cosas de esas.

Aquí entiendo que el proceso evolutivo de lo que podríamos calificar como una incipiente escena dark en Guadalajara se compuso (más que del arribo de bandas como Sociedad Secreta a los escenarios) de la gradual salida a la luz de muchos solitarios que de alguna manera habían tenido acceso a las bandas que nos influenciaron.

—¿Cómo se fueron integrando como grupo?

—Un punto de partida para explicar la formación es sin duda la Preparatoria no. 2, en Puerto Melaque y la calle 48 del Sector Libertad. Fidel, Villa y yo nos conocíamos desde la secundaria y podría decirse que aun más atrás, puesto que todos vivíamos en la colonia Talpita. Sin embargo, fue en la Prepa 2 donde el acercamiento fue más claro en la intención de formar una banda, entonces punk. La primera guitarra y bajo que adquirimos se los compramos a Elber Moguel, líder de aquella banda setentera llamada Los Strwck. La batería nos la vendieron unos vecinos que tenían un grupo cumbiero llamado Eclipse. Empezamos a ensayar a fines de 1988 en el sótano de la casa de Fidel, un espacio lúgubre en el cual apenas nos alcanzábamos a ver unos a otros. Nos llamamos entonces Calígula y tocábamos un punk bastante vil. Los tonos y los tiempos no encajaban en ciertas fases de las canciones, pero estábamos convencidos (y esa idea equivocada la mantuvimos en buena parte de la trayectoria de Sociedad secreta) de que como punkies no debíamos sujetarnos a las restricciones que imponían los formalismos técnicos de la música.

”Un momento clave en la mutación de Calígula a Sociedad Secreta se dio durante 1989. Ese año ingresé al Colegio Esperanza, de las Madres del Corazón de Jesús Sacramentado, y ahí conocí a un profesor que estaba por ordenarse como sacerdote llamado Rafael Ortiz, él era de un lugar llamado Arriaga, en San Luis Potosí, y estaba muy clavado en la Teología de la Liberación, aquel movimiento sesentero progresista (se acusaba a estos teólogos de desviar el cristianismo hacia el marxismo) que causó un gran impacto dentro de la Iglesia católica. Rafael se interesó por lo que hacíamos y empezó a guiarnos a mí y a Fidel en lo concerniente a una serie de lecturas que nos permitirían darle un giro más profundo a la temática que manejábamos. Coincide también en esos años nuestro encuentro con Sergio Molina, un chavo que había llegado de San Francisco, California, y al cual habíamos conocido casualmente escuchando un programa en Radio Universidad llamado “De la butaca a la banqueta”, de Arturo Verduzco. Sergio Molina fue quien nos empezó a pasar casetes de Joy Division, Bauhaus, Killing Joke y Sisters of Mercy. Sin duda, esos dos encuentros fueron definitorios para conformar Sociedad Secreta. Incluso, fue Rafael Ortiz quien nos regaló un libro llamado El Evangelio sin componendas, de Catherine Hueck Doherty, y fue de ahí como Fidel y yo extrajimos esta idea de que la sociedad secreta no era otra cosa más que las masas de gente pobre, dolientes y olvidadas de América Latina, todo esto en la perspectiva de un cristianismo revolucionario.

—¿Cómo se insertó la banda en esa “hegemonía” metal-punketa de la época, con un sonido más lento y grisáceo?
—El arribo al escenario de la música local fue abrupto. Terminamos de grabar nuestro primer demo llamado Hambre a mediados de agosto de 1991. Fuimos a presentar un par de rolas al programa “Submisión” del Sapo Vengador en Radio Universidad, quien por cierto nos apoyó de manera más que generosa, y a los pocos días nos invitó a que tocáramos junto a su banda, Sedición, y Diluidos en el Sistema en el Padrísimo. La respuesta al grupo fue nula en un primer momento; era evidente que el ritmo, la temática y la aún no definida precisión técnica en el dominio de los instrumentos (particularmente la cohesión música-voz) generaban una neutralización en la gente que nos vio en esas primeras incursiones. Aunque poco a poco fuimos detectando la aparición de una nueva y pequeña audiencia que iba a vernos a nosotros.

”Aquí entiendo que el proceso evolutivo de lo que podríamos calificar como una incipiente escena dark en Guadalajara se compuso (más que del arribo de bandas como Sociedad Secreta a los escenarios) de la gradual salida a la luz de muchos solitarios que de alguna manera habían tenido acceso a las bandas que nos influenciaron. Eso fue clave en el curso de bifurcación o separación entre una escena punk-metal-hardcorera y nosotros como exponentes del dark. De pronto, y ya con algunos seguidores, empezamos a crear nuestros propios escenarios y ambientaciones. El sótano en que ensayábamos fue nuestro foro oficial. Fue ahí donde la banda encontró su lugar natural de proyección, dada la condición perfecta entre música y entorno que se logró en ese momento; sin afanes de altanería podemos decir que Sociedad Secreta fue objetiva y cabalmente una banda subterránea [risas].

El sótano en que ensayábamos fue nuestro foro oficial. Fue ahí donde la banda encontró su lugar natural de proyección, dada la condición perfecta entre música y entorno que se logró en ese momento; sin afanes de altanería podemos decir que Sociedad Secreta fue objetiva y cabalmente una banda subterránea

—A fin de los ochenta y en los primeros años de los noventa existieron propuestas en Radio Universidad como Fábrica X o Ausencia de Color, en las que varios conocimos sonidos más allá del punk o el metal. Además, recuerdo Sonido 103 programando a Front 242, Nitzer Ebb, MCL y, por supuesto, horas y horas de Depeche Mode o The Cure. Esto tuvo consecuencias, en mi secundaria (la 45) había tardeadas en las que decenas de chavos bailábamos tracks de estos grupos, las chavas más guapas se prendían y bailaban pasitos con nosotros, nos aventábamos, hacíamos una especie de slam. Pero creo que nada de esto cosechó algo más sólido, incluso los músicos y melómanos que conozco, como tú, como Jorge IDV o David Flores de Gladiatoria Clan, que para mí son las raíces del dark en Guadalajara, nada tienen que ver con esta “ola”.

—Cuando mencionas programas como “La Fábrica X” o la programación de Sonido 103, o recordemos también Stereo 99 con aquel slogan de “La Nueva Era Musical”, debemos pensar en la diferencia que había entre transmisores y receptores. Una cosa eran éstas (en aquel momento antes de internet) megaempresas radiofónicas, vinculadas a los emporios de los medios masivos, y otra cosa muy distinta la forma en que los chicos de la época asimilaban y reinterpretaban la música que estaba llegando a la ciudad y la integraban a su cotidianeidad mediante nuevas prácticas. Aquel incipiente slam del cual hablas es sólo un ejemplo de una renovación en las formas de expresión que se aprendían por otros medios, y no tanto por los radiofónicos; hablo de fanzines, revistas, experiencias de viajes, etc. En nuestro caso, la vena que nos nutrió como banda (más allá del ambiguo proceso local) la ubico en los contactos que tuvimos desde fines de los ochenta con dos figuras claves en el movimiento subterráneo nacional: Antonio Rotuno Espino en Ciudad Victoria (Genital Productions, La Función de Repulsa) y Rafa Dro en Tijuana.

—¿Acaso se abrieron dos líneas que aún son visibles? Por una parte melómanos menos radicales (en términos de vestimenta y actitud) que incluso mutaron a la música electrónica y otras vertientes, y por otra una “banda” sujeta a un modelo de escena o movimiento. Por ejemplo, en el concierto reciente de Nitzer Ebb veías un frente de chavos vestidos tipo militar, serios, molestos, esperando con ansias apocalípticas al grupo; del otro lado, los viejos lobos de la electrónica local, quienes protagonizaron las Danceterías, con tenis, jeans y camisetas, relajados y bebiendo tranquilamente en la espera de la salida del grupo. Yo, personalmente, iba de un frente a otro y observaba.

—Muy interesante tu apreciación, ¡digna de todo un antropólogo de la electrónica! Cuando hablas de esas dos líneas, que yo calificaría como dimensiones,, creo que nos referimos al fenómeno de división generacional, que ocurre dentro de las mismas audiencias en la música subterránea. Los años han pasado y una banda congrega tanto a señores de cincuenta años como a chicos de catorce o quince. Por ello, la forma en que se “consume” la propuesta de las bandas es muy variable. No deja de ser curioso, como bien dices, contrastar las posturas más radicales y puristas, propias de las generaciones más jóvenes con las de las viejas generaciones, más desencajadas y alejadas de prácticas identitarias, como portar un uniforme o cierto tipo de corte de cabello. Sin duda, sólo somos testigos de la democratización de los cultos, lo que antes fue subterráneo y exclusivo de un sector finalmente adquirió un carácter abierto, profanado.

—Regresamos a la música. ¿Cuántas producciones publicó Sociedad Secreta?

—Fueron tres demos y un disco. Hambrefue el titulo del primer demo y apareció en 1991. Dame tu feen 1992; un año después produjimos y quedó enterrado hasta nuestros días un demo inédito llamado El mismo cáliz. Durante 2004 hicimos una recuperación de algunas grabaciones de tocadas de la banda realizadas entre 1991 y 1992, y sacamos un CD en vivo llamado Panta Rei (todo cambia).

—Su sonido me recuerda a Joy Division, pero a un Joy Division que concibo en mi adolescencia, una banda pesimista y, aunque sé que el término es ambiguo, depresiva, con un séquito de seguidores a imagen y semejanza: mala leche; nada que ver con la imagen contemporánea comercializada de un Curtis guapo, un “rarito cool”, y un Peter Hook tocando en pasarelas. Me parece destacable la lentitud en la marcha percusiva de sus rolas, así como la monotonía vocal, en la que supongo influía —como dices— este sótano en el que componían. ¿Cuáles eran los retos o la búsqueda en términos estrictos de composición musical? ¿Llevar al escucha hacia dónde?

—Los retos como tales, desafortunadamente, aparecieron cuando la banda empezó a disolverse. Como te contaba, en lo concerniente a un rollo dark-industrial éramos Fidel y yo quienes teníamos un poco más de claridad sobre el derrotero que pensábamos transitar. Hay un punto en que las duras críticas sobre el talante monótono y algo desarticulado de nuestras canciones tuvieron buen efecto en la banda. En el demo El mismo cáliz comenzamos a alejarnos de aquella lógica que arrastrábamos desde Calígula, me refiero a la lógica punketa de no cuidar el orden de las armonías, las variaciones, los tonos y los tiempos. Es en ese demo donde dimos este giro, y ahí podría hablar de un estilo más definido, orientado con más claridad a un pop más oscuro, lo cual, de manera natural, abrió las puertas para que surgiera Cinema Sensorial, una banda mejor organizada en lo que respecta a las estructuras convencionales, y que es un efecto claro de nuestra búsqueda por definir un mejor sonido.

—¿Qué cómplices tuvieron en su paso por la escena subterránea musical en la ciudad? Me refiero a grupos o proyectos que hayan salido con este sonido alternativo al metal y el punk, no necesaria o exclusivamente dark o gothic.

—Pondríamos a Sedición y al Sapo Vengador en el centro de estas alianzas remotas. El Sapo fue una pieza clave en el lanzamiento de Sociedad Secreta, aunque él no provenía del dark, lo mismo que Manyus y la gente del grupo Atheos, quienes también nos apoyaron mucho. Digamos que estas bandas, identificadas con la escena punk y hardcore de la ciudad, nos arroparon en tanto identificaron que propuestas como la nuestra o los chavos de Gladiatoria Clan significaban una mutación en el proceso local de concebir y hacer la música.

Hay un punto en que las duras críticas sobre el talante monótono y algo desarticulado de nuestras canciones tuvieron buen efecto en la banda. En el demo El mismo cáliz comenzamos a alejarnos de aquella lógica que arrastrábamos desde Calígula, me refiero a la lógica punketa de no cuidar el orden de las armonías, las variaciones, los tonos y los tiempos.

—¿En qué momento y por qué la disolución del grupo, y cómo te interesaste en la investigación?

—La banda se deshizo durante el invierno de 1993. Aún recuerdo los momentos en que Fidel y yo hacíamos las últimas tomas del demo El mismo cáliz en el congelado sótano de los ensayos de la banda. En esos días se había pactado un break de unas semanas. Pero Luis García Rea, cantante de la Sociedad y yo, comenzamos el año planeado un proyecto electro pop, Cinema Sensorial. Curiosamente, pasamos ese año nuevo del 94 en San Luis Soyatlán, en la ribera de Chapala. Fue ahí cuando supimos del levantamiento del EZLN. A razón de lo que ocurría un tío de Luis nos empezó a explicar todo este rollo de la guerrilla socialista en México, dado que él había participado en la organización guerrillera Unión del Pueblo. Ese fue el click para mí. Empecé a estudiar sobre el tema, y con el fenómeno de la Guerra Sucia encontré una Guadalajara sumergida en el olvido. Al año siguiente me inscribí en el Departamento de Historia de la Universidad de Guadalajara y elegí el tema de la violencia política como ruta de estudio, cuestión que hasta hoy mantengo.

—¿Cómo investigador qué trabajos has realizado, en qué andas y qué áreas son de tu interés actualmente?

—Hasta el momento he escrito tres libros. El primero de ellos es precisamente la historia de la organización guerrillera Unión del Pueblo en Guadalajara, se llama Ciudad de fuegos. Vinieron después un par de libros conectados, derivados de mi tesis de maestría en Historia de México en la UdeG, por un lado Los guerrilleros de Oblatos y La Penal de Oblatos: historias siniestras de vida y muerte. Recientemente he publicado en coautoría con Rodolfo Gamiño un libro que se llama Los Vikingos: Una historia de lucha política social. Dentro del doctorado en Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) que curso estoy desarrollando la investigación “Las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo en Guadalajara: la clandestinidad como dialógica”. En este proceso y como parte de mi formación estoy armando una tesis y muy lentamente elaborando un par de libros más; uno es Kolakowski: México y la caída del socialismo y otro es una historia novelada sobre la concepción de la vida en la clandestinidad de la guerrilla en Guadalajara y se llama 1977. Eso es en lo que ando y eso es lo que me interesa, sin olvidar mi sueño un tanto extraviado de historiar algunos de los movimientos juveniles vinculados a la protesta rocanrolera y la música de vanguardia en Guadalajara.

Es decir, Ian Curtis pasó por William Blake, por William Burroughs o por J. G. Ballard antes de hacer lo que hizo. Su labor y aporte como letrista estaba conectado a una tradición del pensamiento y la poética contemporánea. Creo que aquí empezamos al revés: en la lógica impactista de las modas, primero queremos parecernos a Ian Curtis, y dejamos de lado la explicación del nexo histórico-artístico de la música que hacemos.

—En muchas partes del mundo las movidas del subterráneo han pasado a otra etapa, han influenciado la cultura popular. En el arte contemporáneo es visible, por ejemplo, también en ámbitos como la teoría, la investigación, la moda y el diseño gráfico (hay una tipografía Crass, por mencionar una referencia). Sin embargo, creo que en Guadalajara no es muy visible esto. Musicalmente me gusta poner el ejemplo de dos agrupaciones mayúsculas de la ciudad a finales de los ochenta: El Personal y Sedición. Ambos, desde sonidos distintos (el reggae y sus fusiones el primero, y el hardcore-punk el segundo) influenciaron sustancialmente a una, digamos, generación en la ciudad, una generación rockera para circularlo. El Personal es citado día a día en medios de comunicación, es homenajeado en festivales, es materia de un filme documental, muchos de sus seguidores continuaron en un circuito vinculado a la creación artística y los medios de comunicación, mantienen vivo el recuerdo y cómo éste influyó en sus vidas llevándolos a lo que son hoy en día. En contraparte, la gran mayoría de punks y “compañeros”, paradójicamente, terminaron alejados de la escena cultural, entregados a la familia y a veces en empleos de los que se quejaron tantos años en la música que escucharon, no hay un rastro claro de su paso por la cultura local (que evidentemente es importante en la transformación de la juventud y la comunidad en general). A Sedición en libros de la historia del rock local apenas le dedican un par de párrafos, yo quiero creer que debido a que, insisto, no es visible, no ha sido expuesto, el peso y la importancia de las culturas subterráneas en la ciudad, o también porque probablemente éstas no influyeron directamente en las modas y tendencias de los jóvenes actuales. Los grupos son sólo un pretexto para poner el tema sobre la mesa, tópico que creo habría que analizar profundamente pero sin apasionamientos melómanos. El doctor Martín Mora hace meses exigía y se apuntaba para hacer esto: desmenuzar la importancia de la escena cultural subterránea en décadas pasadas y verificar si su aparente nulo peso el día de hoy es porque en realidad no conecta con la sociedad en general, es decir, si únicamente fue algo de grupos sociales muy específicos.

—Creo que una de las respuestas para este fenómeno de invisibilidad que padece la escena subterránea en Guadalajara lo apuntas al inicio de tu pregunta, cuando hablas de los efectos que esa escena ha tenido en el arte. Creo que esa maldición deriva en buena medida de un fenómeno curioso, y es que buena parte de los chavos que forman bandas que después serán consideradas subterráneas, surgen más dentro de un proceso imitativo y de modas que de procesos creativos vinculados a las grandes vetas del arte. Es decir, Ian Curtis pasó por William Blake, por William Burroughs o por J. G. Ballard antes de hacer lo que hizo. Su labor y aporte como letrista estaba conectado a una tradición del pensamiento y la poética contemporánea. Creo que aquí empezamos al revés: en la lógica impactista de las modas, primero queremos parecernos a Ian Curtis, y dejamos de lado la explicación del nexo histórico-artístico de la música que hacemos. De ahí que esos movimientos sean efímeros y aparentemente no causen ningún efecto socio-cultural. Esto es sólo aparente, puesto que el fenómeno como tal existió o existe. Es decir, hay actores específicos, hay simbologías, hay espacios sacralizados, hay productos culturales muy concretos (discos, performances, vestimenta, publicaciones y demás), hay prácticas de organización inter-subterránea que nos permite identificar una lógica interna del movimiento.

”Me parece que hace falta hacer —y en esto coincido totalmente con el doctor Mora— un meticuloso análisis de todos los componentes fenomenológicos que constituyen la naturaleza de la escena subterránea. Para esto no podemos ignorar grandes aportes que en ese sentido ya se han hecho, como el trabajo de Rossana Reguillo Cruz, Rogelio Marcial o Miguel Vizcarra, aunque creo que estamos en un punto de articulación obligada en el cual la pregunta es ¿cómo hacer que este mega-análisis se constituya gradualmente en parte del corpus de conocimiento obligado de los mismos creadores de la escena subterránea? Pues en cierta medida la desgracia estriba en que al rock y otros subgéneros lo hace gente que no sabe, ni está interesada, en entender los procesos culturales y artísticos que le preceden; es ahí cuando ese tipo de sujeto se convierte en el gran anulador o inhibidor del potencial significativo de aquello a lo que paradójicamente “pertenece”.

”Respecto de la analogía que haces entre El Personal y Sedición, creo que cabe la reflexión que acabo de compartir. Ambas bandas son un buen ejemplo del trabajo de estructura identitaria que los sostiene. El Personal fue santificado en buena medida por el aparato cultural y de difusión de la UdeG; es ahí donde en buena medida se ha construido una imagen de esa banda como uno de los iconos de la ciudad, de ahí que el grupo entre en ese reducido Olimpo de las bandas tradicionales tapatías. Desafortunadamente, Sedición y decenas de bandas más que bien pudieran darnos otra mirada no sólo de la música, sino de los fenómenos socio-culturales que subyacen en éstos, han sido ninguneados. Aquí, la respuesta a ese trasnoche explicativo sobre el ámbito subterráneo que lleva décadas en el tintero queda en manos de aquellos psicólogos sociales, historiadores, teóricos de la literatura, sociólogos, filósofos, que no se conformen con la visión reduccionista de que en Guadalajara sólo existen Cuca y El Personal como los pilares de la escena. ®

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Publicado en: Fuera de control, Marzo 2012

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