TEIBOLS, KTVS Y OTROS LUGARES DE RECREACIÓN

El espectáculo del sexo mostrado a un pakistaní

De las discotecas a los cafés con piernas y los teibols en diferentes lugares del mundo, el sexo es siempre un show, abierta o clandestinamente. A propósito de la curiosidad de un científico pakistaní en México, el autor reflexiona sobre tan complejo tema.

¿Qué tan violenta es la Ciudad de México? Eso, precisamente, es lo que me pregunta el científico pakistaní que horas antes, luego de asegurarse de que su comida en el congreso no contenía ningún ingrediente prohibido por el islam, me había pedido que lo llevara a conocer “some discotheques”. Caminamos rumbo a la Zona Rosa y no tengo la más remota idea de qué contestarle.

Me pidió que lo llevara a una “discotheque” porque así podría hacerse una idea rápida de la sociedad mexicana, de sus prejuicios y sus costumbres. No sé a qué se refiere con la palabra “discotheque”. Pero lo sabré pronto, luego de que en cierto restaurancillo con muchachas escotadas me dé cuenta de que su religión se quedó en la comida y ahora ya no tiene ningún problema ni con el alcohol ni con las mujeres.

Chile y sus “cafés con piernas”

El comercio sexual o de tinte sexual es una de las actividades más antiguas de la humanidad. Lo dicen hasta los chistes. Y, como afirmara el científico pakistaní, revela bastante de la sociedad en cuestión. En Chile, por ejemplo, aparte de los tradicionales prostíbulos existen unos establecimientos llamados “cafés con piernas”. Los hay para todos los estratos y consisten, básicamente, en un changarrito donde ofrecen café y agüita mineral (expresso, cortado y capuchino… nada más). Las sillas son bastante incómodas, salvo por los de alta alcurnia que se localizan alrededor del Palacio de La Moneda. Y la particularidad es que las muchachas que atienden como meseras sólo están cubiertas por lencería o un bikini. En algunos, incluso, uno puede tener la suerte de que le toque un strip tease.

Luego de una larga investigación, doscientas vueltas a orinar y una taquicardia casi segura, el viajero descubre que varias de estas muchachas también ejercen la prostitución. Pero, ojo, no se trata de un negocio rapidito y al chas-chas, sino que hay que invertirle su tiempo: ir regularmente al café (por un mes, digamos), sentarse en la misma mesa, hacerse amigo de la susodicha, invitarla a comer, seguir yendo al café, invitarla a cenar y entonces, luego de la cena, ver si hay negocio. Porque sí, a pesar de que involucra un cortejo más largo que el de tener una novia en cualquier ciudad mexicana, de todas formas hay que pagarle.

Medellín (hace diez años)

A diferencia de un país tan conservador como Chile, que fuera el último en legalizar el divorcio en nuestro continente (noviembre de 2004), en Medellín, Colombia, hace diez años era impensable que existiera semejante cosa tan ñoña como un café con piernas. En ese entonces había lugares a donde llegaba el viajero y le daban un boletito al entrar que le daba la gran oportunidad de subir al escenario con las muchachas y participar de una orgía multitudinaria. La razón que los llevaba a ser tan “open mind” no era que fuera un país tropical y guapachoso sino la situación de guerra que enfrentaba el país: cuando uno sabe que puede morir en un corto, muy corto tiempo, uno está dispuesto a hacer muchísimas cosas a la voz de ya.

Hoy día, cuando la situación bélica en el país del Gabo ha mejorado notoriamente, los teibols de Medellín se parecen mucho a la norma mexicana. Con una excepción: no hay tal cosa como un “bailecito en la mesa” o “un privado”. Ahí se va a lo que se va y, si uno quiere una muchacha, uno paga por toda la cajita feliz: salida, hotel, etcétera.

El Expresso de Oriente

La profesión asiática más conocida en el mundo, luego del karateca, es la de geisha. En teoría, nos dicen, son y han sido exclusivas damas de compañía que no son prostitutas porque no se puede tener relaciones sexuales con ellas. Eso dicen. Pero hoy día la tecnología y la apertura de fronteras han creado un nuevo tipo de comercio sexual: el Ktv.

Ktv significa “karaoke”. Y los hay de varios tipos. Puede ser una combi con televisión y equipo de sonido que se instala en un parque de Taiwán y ahí llegan los viejitos y las familias a cantar mientras toman té. Pero también puede ser un edificio en Pekín cuya mejor descripción sería “spa para caballeros”: un lugar a donde uno puede ir a a) echar una cheve solo, b) una cheve en compañía de una muchacha que platique y cante para uno (como una geisha cantante, pues), c) bañarse, d) tomar una siesta, e) un masaje, f) un masaje con final feliz, o g) tener una orgía. El precio varía según lo que uno quiera, pero siempre es alto.

Por supuesto, también hay Ktvs sin prostitutas ni alcohol a donde los jóvenes van a cantar en grupo… o solos. En medio de todo esto, en Taipei, también hay “bares de conversación” (muy queridos por los japoneses) y casas de té “especiales”. En los primeros hay un montón de muchachas que son “clientes” (¿cómo el Adelita’s de Tijuana?) y uno va y platica con ellas (si habla chino o japonés, por supuesto) y si le caes bien, y sólo si le caes bien y le gustas, entonces puedes ir a algún otro lado. Pagando todo y dándole una ayudita a la muchacha para sus gastos. En Pekín hay también algo similar pero las “clientes” escogen su personaje —la intelectual, la empresaria, la secretaria…— y el plus es la ilusión de que uno se está ligando a la morra como si fuera cualquier morra (aunque hay que pagar al final, por supuesto).

Las casas de té “especiales” de Taipei son casi del gusto exclusivo de los viejos y se parecen más a la idea de la geisha: tomar el té con una muchacha a la que, eventualmente, le puedes tocar una piernita y, más eventualmente, algo más.

Si el viajero gusta del turismo sexual extremo, entonces su lugar es Bangkok. Ahí, en lugares como Nana Plaza, encontrará desde travestis más bellos que todas sus amigas hasta shows de las “18 técnicas” que demuestran lo que es el verdadero control del cuerpo: cómo destapar, por ejemplo, una cerveza con los labios vaginales (¡lo que Lorena Bobbitt habría podido hacer sabiendo un poquito de Kung Fu!).

Hay de teibols a teibols

“¡Qué atroz vivir en un país donde no hay vírgenes, con quién te vas a casar!”, le dijo un hindú, realmente preocupado, a un amigo. El sexo, no hay duda, es un componente importantísimo de cada sociedad. Es la manera más cercana de relacionarnos unos con otros. Y los lugares donde mejor se manifiestan las distintas ideas que tiene cada sociedad al respecto son los lugares que se dedican a su comercio. Ahí uno se entera del gusto de los clientes, tanto racial (en Estados Unidos, por ejemplo, las “chinas” son las más cotizadas, mientras que en México son las güeras) como del tipo de show (los chip-and-dale o los antros gay siempre tienen mejores presentaciones lúdicas que los téibol). El tipo de servicios que desea: sólo quiere ver hombres o mujeres en ropa cachonda (los cafés con piernas, hooters…), sólo ver bailecitos desnudos (los peep shows), ver y ser cachondeado (los don’t touch), ver y tocar y ser cachondeado (el típico teibol mexa) y de ahí al sexo grupal con sus múltiples variedades y pasos intermedios.

Pero los servicios no sólo dependen del gusto del cliente, de lo que espera e imagina, sino también de las leyes del lugar y de lo que está “bien visto” por las normas morales no escritas. Así, por ejemplo, en Colombia es normal irse con la muchacha del téibol al hotel. En un chip-and-dale el escenario es lo más importante y es casi obligatorio un “privado” con el papacito. Mientras que es normal que un téibol mexicano funcione más bien como cantina: lo más importante es la conversación con los compas. Otros lugares son para gente sola: el peep show donde uno está en un cuarto diminuto y tiene que poner moneditas para que no se cierre la ventana, como en el video de Madonna.

Algunos países se enorgullecen de sus prácticas, como Holanda, mientras que otros las ocultan, como Japón o China. Y a otros más les tienen sin cuidado, como Austria, donde en Viena se puede encontrar lo mismo que en Ámsterdam pero nomás no le hacen publicidad.

Pero eso sí: cada sociedad cree que está en lo correcto y se escandaliza o tacha de ñoños a quienes hacen cosas diferentes (por supuesto, el brutal tema del tráfico y esclavitud sexual relacionado con todos estos lugares da para varios artículos aparte).

Epílogo

Al final de la noche, el científico pakistaní estaba más que contento después de pagar por todos los “privados” que pudo. Nunca entendió por qué mi amigo mexicano y yo nos conformamos con sólo tomar cerveza y ver a las muchachas. “Quiero que sepas que en Islamabad no tienes un amigo, tienes un hermano”.

La complicidad es otra forma de amistad. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas, Junio 2010

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