Turquía, entre Asia y Europa

Puente entre dos mundos

Turquía es uno de los Estados fundadores de la OCDE y miembro del G-20, aunque no ha sido aceptado entre los países miembros de la Unión Europea a pesar de haber pedido ser parte de la comunidad desde 1995 e iniciado pláticas para su inclusión desde 2005.

Y ve el capitán pirata
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá en su frente Estambul.
—José de Espronceda, “La canción del pirata”

La mezquita de Hagia Sofía, en Estambul

Con la caída de Constantinopla en 1453 bajo las tropas de Mohamed II nació el Imperio Otomano. El imperio duró 623 años y terminó en 1922, cuando se abolió la monarquía en Turquía y los independentistas turcos pudieron expulsar a los invasores europeos de su territorio. Desde el momento en que los musulmanes acabaron con lo que quedaba del Imperio Bizantino y habitaron en las fronteras de la “civilización” europea, ésta nunca ha estado tranquila con los musulmanes tan cerca.

En los siglos XVI y XVII el Imperio Otomano fue uno de los Estados más poderosos del mundo, especialmente bajo el sultanato de Solimán el Magnífico, que iba desde las afueras de Viena, parte de Polonia y Lituania en el norte, hasta Yemen y Eritrea en el sur; al oeste desde Argelia hasta Azerbaiyán en el este. Los otomanos conservaron a Constantinopla como la capital del Imperio y, gracias a su control de gran parte del Mediterráneo, se mantuvieron como un puente entre Occidente y Oriente. Incluso en su intento por tomar Viena y acabar con los Habsburgo contaron con el apoyo de Francia.

Los otomanos eran el terror del sureste de Europa; Transilvania, Valaquia y Moldavia eran estados tributarios del Imperio Otomano, pero también fueron muchas veces defensores de las fronteras de la cristiandad. Los cuentos de los terribles castigos que infligían los musulmanes a sus enemigos obligaban a los jefes de Estados fronterizos a igual de brutales que lo que se decía de sus enemigos.

Pero el descubrimiento de América, así como de nuevas rutas de comercio bordeando el continente africano por parte de los portugueses, propiciaron el declive del Imperio Otomano. A pesar de su presencia y de la amenaza que los europeos veían en los turcos, éstos comenzaron a ser idealizados en ciertas novelas, sobre todo de aventuras, y se volvieron un mundo lleno de harenes con bellas doncellas, eunucos que las cuidaban y lujuriosos sultanes que no saciaban su apetito sexual ni su gula. Los dos pecados favoritos de la cristiandad.

Los otomanos reales o de manera imaginaria fueron, y son hasta hoy, un factor de temible desconfianza para los europeos, pero también en el último siglo se han convertido en un valioso aliado al que menosprecian y a veces hasta sirve de chivo expiatorio de las políticas de Unión Europea y de la OTAN.

Los otomanos reales o de manera imaginaria fueron, y son hasta hoy, un factor de temible desconfianza para los europeos, pero también en el último siglo se han convertido en un valioso aliado al que menosprecian y a veces hasta sirve de chivo expiatorio de las políticas de Unión Europea y de la OTAN.

Después de la II Guerra Mundial Turquía fue tratado como uno de los grandes aliados de los países europeos y de los Estados Unidos. En 1952 se le incluyó como miembro de la OTAN para contener los embates expansionistas de la Unión Soviética, que pretendía colocar bases militares en el territorio turco. Los estadounidenses apelaron en ese entonces a la doctrina Truman y al Plan Marshall, pues bastante habían cedido ya al comunismo en Europa, desde su punto de vista. Pero la lealtad turca con Occidente tenía que ser demostrada cada determinado tiempo y por eso se le exigió a Turquía participar en la Guerra de Corea junto a las fuerzas de la ONU. Una cosa es que pudieran ser aliados de Occidente, pero otra muy distinta que Occidente confiara de lleno en un pueblo musulmán. En 1974 Turquía invadió y tomó control de una tercera parte de la isla de Chipre como respuesta al golpe de Estado en Nicosia, la capital, patrocinado por el gobierno griego, que esperaba anexarse la isla; ninguno de sus aliados reconoció al nuevo país y hasta la fecha sólo Turquía ha reconocido a esta pequeña nación.

Actualmente Turquía tiene fronteras con Grecia, Bulgaria, Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Chipre, Irán, Iraq y Siria. La población turca, musulmana en 96%, está gobernada por una democracia parlamentaria laica. El partido gobernante es el AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) y el primer ministro actual es Recep Tayyip Erdogan. La economía turca es mucho más sana que la de sus vecinos europeos y creció 8% en 2010. Turquía es uno de los Estados fundadores de la OCDE y miembro del G-20, aunque no ha sido aceptado entre los países miembros de la Unión Europea a pesar de haber pedido ser parte de la comunidad desde 1995 e iniciado pláticas para su inclusión desde 2005; los europeos sólo le han dado largas a la petición turca. Alemania, por ejemplo, a pesar de que la canciller alemana, Angela Merkel, le ha dicho recientemente a Erdogan que las pláticas van por buen camino, el partido de la alemana se opone a la membrecía completa de Turquía y propone una especie de sociedad con privilegios, lo que en términos coloquiales se podría llamar una amistad con concesiones. La respuesta de Erdogan ha sido muy clara: Turquía es miembro de la Unión Europea antes de 2023, fecha de su centenario, o los europeos la perderán. Entonces es muy factible que los turcos buscarán una alianza con los rusos. “Ningún otro país ha recibido este trato, tenemos que superar esto ya”, declaró el primer ministro Erdogan.

Uno de los pretextos de la Unión Europea —en especial Alemania y Francia— para no aceptar a Turquía como uno de los suyos es la República Turca del norte de Chipre, pues algunos miembros del consejo quisieran ver entre los países de la Unión a la República del sur de Chipre. Otros problemas que preocupan a los europeos se refieren a la exitosa economía turca en crecimiento cuando Europa ha dejado de crecer y parece prepararse para una recesión peor a la que han anunciado a lo largo de este año el FMI y otros organismos internacionales como la OCDE o la evaluadora Fitch, que acaba de elevar la calificación de la banca, la deuda y los demás referentes económicos de Turquía. Hace algunos años, cuando los turcos pusieron sobre la mesa la desaparición de las visas en las fronteras europeas, la comisión les dijo que era imposible, que el promedio de los salarios per capita era muy bajo, y le pidieron a los turcos entender que Europa necesitaba socios fuertes. A pesar de haber elevado en más de 500% ese promedio a lo largo de diez años los europeos aún se niegan a aceptar al país y su actual solvencia económica.

Hay quienes ahora dicen que lo que necesitan los turcos es el surgimiento de nuevas y más empresas tecnológicas que ayuden a nuevos productos y añadan valor a los ya existentes. Pareciera que algunos europeos envidiosos del éxito turco quisieran que este país le copiara ciertos modelos que frenaron la planta productiva de Europa y que ahora los tiene sumergidos en la crisis.

Además está la cuestión de los derechos humanos en Turquía, en especial el de la minorías étnicas, y principalmente la de los kurdos. Se calcula que 75% de los habitantes de Turquía son turcos, mientras que alrededor de 18% son kurdos. El partido que representa a la principal minoría étnica, PKK, está proscrito y es visto no sólo por Turquía sino por países de Occidente como una organización terrorista; su líder y uno de sus fundadores Abdullah Ocalan cumple una condena de por vida en prisión. Ante la sutil negativa de la Unión Europea de aceptar a Turquía como miembro, el parlamento turco ha reanudado las discusiones acerca de si no será mejor aplicar la pena de muerte a Ocalan y con eso mandar una señal clara a la comisión que evalúa la candidatura turca de que no les importa ya a estas alturas lo que decidan. Existe también una cuestión más acerca de la libertad de prensa.

La verdad es que son los europeos los que más tienen que perder al rechazar a Turquía.

Turquía ha sido durante siglos una mezcla de Occidente y Oriente, un crisol de esas dos formas de ver el mundo y la vida. Todos parecemos olvidar a este país y lo que representa en la brutal diferencia que se nos quiere hacer creer que existe entre el islam y el cristianismo.

Como miembro de la OTAN Turquía es importante para resolver el conflicto existente en uno de sus países vecinos, Siria. Últimamente se ha dicho que las fuerzas de la OTAN podrían desplegar misiles Patriot en la frontera de Turquía con Siria como una forma de proteger al aliado europeo de las posibles agresiones sirias, una noticia que el primer ministro turco ha negado. La OTAN ha insistido en que no dudará en defender a los Estados miembros del organismo, léase Turquía, del inminente peligro que representa la guerra civil en Siria.

A pesar de ser una nación con una población mayoritariamente musulmana, Turquía se parece un poco más a Europa que a sus vecinos árabes. Su esquema de gobierno y la democracia son occidentales, aunque muchas de sus tradiciones pertenezcan al islam. Sus formas de expresión están situadas en ambas partes del espectro, tanto las visiones occidentalizadas como las más tradicionales y cercanas a las reglas musulmanas. Desdeñar a Turquía puede ser el equivalente a cerrarse una de las grandes puertas de salvación que le quedan a una Europa en la peor crisis de su historia.

Turquía ha sido durante siglos una mezcla de Occidente y Oriente, un crisol de esas dos formas de ver el mundo y la vida. Todos parecemos olvidar a este país y lo que representa en la brutal diferencia que se nos quiere hacer creer que existe entre el islam y el cristianismo. Mientras fue un imperio Turquía representó los límites de Occidente, una amenaza. De no llegar a ser parte de la Unión Europea podría volverse esa vieja Turquía que muchos quieren ver en esa antigua nación. ®

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Publicado en: Destacados, Noviembre 2012, Oriente vs Occidente

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