Una buena fiesta sáfica

El almanaque de las mujeres, de Djuna Barnes

El almanaque de las mujeres es un libro extraño que nos recuerda cómo es que la sociedad ahora y en cualquier momento, aún encontrándolos admirables, trata a los distintos.

A la memoria de María Tarriba

Existen libros que ante la Gran Literatura pudieran ser considerados opúsculos, aunque esos textos que muchas veces fueron concebidos para una audiencia reducida o como gracejo entre pares suelen tener historias alrededor que los hacen emerger de cuando en cuando. El almanaque de las mujeres [Barcelona: Egales, 2008] es uno de ellos: imagino su concepción con la idea de narrar, y narrarse, los pormenores de una clique muy peculiar, la Académie des Femmes y de su fundadora, Natalie Clifford Barney, quien auspició en París, desde 1900, un salón literario donde se dieron cita los artistas e intelectuales más activos durante la primera mitad del siglo XX, pero con la particularidad de ser un lugar donde las mujeres tenían un lugar preponderante, amén de su existencia como refugio y foro de la lesbiandad (para gozo del morbo se refiere que para ser parte de las elegidas de la salonnière se requería poseer “inteligencia, imaginación, belleza y talento”).

El almanaque de las mujeres, a pesar de la talla de las participantes y lo relevante del aposento no es un texto impostado, sino guasón e irónico, que no sólo cuenta algunos de los entretelones del salón sino los argumentos —muchos años después recuperados por lesbianas y feministas en sus reivindicaciones— que las sostenían contra la misoginia. Sin duda éste Ladies Almanack es un estupendo mirador y primer indicio para quien guste atisbar el lado femenino del París de la bohemia y la Generación Perdida, y de algunos de los primeros —y combativos— apuntes lesbianos.

Conocí el nombre de Djuna Barnes porque lo adoptó como seudónimo la querida María Tarriba, y ante mi pregunta por su “apodo” me confió que había cambiado su nombre por algunos “ataques” que había sufrido por parte de un santón de la cultura mexicana a raíz de algunas opiniones que había vertido en un artículo periodístico; no ahondó en el tema y aceptó contarme tanto del personaje —del que no me dijo nada— como de las mentadas diferencias. No tuve la suerte de que esa plática se concretara pues María falleció en un accidente el año pasado. Hace poco encontré éste libro de la citada Djuna Barnes y sin dudarlo un instante me hice de él.

Djuna Barnes, nacida en Nueva York el año de 1892, fue una escritora, pintora y dramaturga que, como muchos de sus compatriotas, viajó a París en el periplo obligado y en la Ciudad Luz frecuentó el salón de Natalie Barney, también estadounidense, también escritora y también lesbiana. El salón de marras brindó su hospitalidad a personajes como Pierre Louÿs, Paul Claudel, André Gide, Anatole France, Max Jacob, Louis Aragon, Jean Cocteau, F. Scott Fitzgerald, T. S. Eliot, Rilke, Rabindranath Tagore, Peggy Guggenheim, Tamara de Lempicka e Isadora Duncan, incluso la misma Mata Hari llevó a cabo un performance encarnando a Lady Godiva para tan memorable tertulia. Natalie Barney no sólo fue escritora y lesbiana sino amante y musa de la pintora Romaine Brooks, de las poetisas Olive Custance y Renée Vivien y personaje inspirador —entre otras— de la señera novela lesbiana El pozo de la soledad (1928), escrita por Radclyffe Hall.

Y a esta emblemática reunión lesbiana se ha invitado Isabel Franc —escritora española autora de la irreverente hagiografía Entre todas las mujeres y de la saga de Lola Van Guardia—, al ser la animadora de esta reedición de El almanaque de las mujeres, que incluye los dibujos a tinta que hiciera Djuna para la primera edición, una necesarísima introducción y, como postfacio, la última entrevista que concedió la Barnes a Michèle Causse antes de morir en 1982. El almanaquees una especie de “novela en clave” que narra “la Historia de la Moza más hermosa y delicada que jamás humedeció una Cama. Se llamaba Evangeline Musset y había sido condecorada con una Enorme Cruz Roja por la Dedicación, el Alivio y la Distracción que proporcionaba a las Muchachas en sus Partes Posteriores, en las Anteriores y en cualquiera de esas Partes que tan Cruelmente las hace sufrir” y que, como tal, no es una novela, sino una consecución de anécdotas, ditirambos y bromas privadas sobre la vida del salón, que en respuesta a la misoginia de la Academia Francesa se dio en llamar Académie des Femmes. El almanaque de las mujeres busca estructurarse, mes con mes, a través de la historia de la vida de la Papisa de Evangeline: su primera noción sobre su lesbianismo, la recolección de fieles, sus afanes evangelizadores, sus amores y deslices, las invectivas y los apoyos que recibe de sus pares y así hasta “su muerte” y los homenajes que recibe.

La introducción que hace Isabel Franc ofrece las claves para situar a los personajes y es sin duda aleccionadora; no sólo esboza el ambiente del salón de la Barney, sino que destaca el carácter lúdico y la mirada irónica tanto a las veleidades de las propias participantes como al contexto social. La introducción revela los nombres de las verdaderas protagonistas de las anécdotas, ocultas tras los dislocados apodos que les endilga la Barnes (así sabemos, por ejemplo, que Tilly-Tweed-en-Vena es la escritora Radclyffe Hall y que Sal Cínica es la pintora Romaine Brooks, entre otras). Finalmente, la entrevista que cierra la edición permite conocer algunos de los detalles de la vida de Djuna así como la admiración —y las contradicciones— que suscitó entre la comunidad gay.

El almanaque de las mujeres es un libro extraño que nos recuerda cómo es que la sociedad ahora y en cualquier momento, aún encontrándolos admirables, trata a los distintos. ®

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Publicado en: Junio 2012, Libros y autores

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  1. Isabel Franc

    Gracias por la reseña y por los comentarios en mi blog. Creando redes llegaremos más lejos. Un abrazo desde Barcelona

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