Una oleada salvaje de perversión

El inglés descrito en un castillo cerrado, de André Pieyre de Mandiargues

Los libros considerados eróticos, en los tiempos anteriores a la pornografía discriminada que corre por internet, no han gozado tradicionalmente de amplio predicamento entre la sociedad, siendo éstos de circulación restringida e incluso llegado a ser ferozmente perseguidos por las diferentes encarnaciones de la autoridad moral. Son ediciones que necesariamente han estado envueltas en cierto secretismo y han circulado casi que por encargo, habiendo bibliófilos que los han absorbido de manera selecta y clandestina. Muchos artistas han ilustrado esos libros con grabados de algunas de las escenas, haciendo de esas ediciones verdaderas joyas bibliográficas.

Montcul

El inglés descrito en un castillo cerrado fue escrito por André Pieyre de Mandiargues y publicado en 1953 bajo el pseudónimo de Pierre Morion en una misteriosa editorial francesa, y reeditado en 1973 por Gallimard, ya habiendo asumido Mandiargues su autoría, quien en 1967 recibiría el mayor premio de las letras francesas, el Goncourt, por su novela La marge.

El inglés… (Tusquets, col. La sonrisa vertical, 1979) fue escrito teniendo en cuenta la tradición estética sadiana pero llevándola a extremos de crueldad inimaginables y con la voluntad narrativa de hacer de ella una novela surrealista, grupo al que Mandiargues era afín, con elementos altamente perturbadores y con la creación de una atmósfera cerrada en el castillo de Monsieur de Montcul, al que sólo se puede acceder un par de horas al día por el fenómeno de la pleamar quedando inaccesible el resto del día, creando la atmósfera de un lugar “fuera del mundo”, concepto muy cercano a los surrealistas. Los lazos con la tradición surrealista también se trenzan al incorporar a la gastronomía como fuente de erotismo, vean si no como concibe Mandiargues el acto de comer cangrejos, uno de sus platos preferidos: “crustáceos cuya degustación tiene de amputación anatómica, de disección y de despedazamiento tanto o más que de inocente gastronomía”.

El inglés… (Tusquets, col. La sonrisa vertical, 1979) fue escrito teniendo en cuenta la tradición estética sadiana pero llevándola a extremos de crueldad inimaginables y con la voluntad narrativa de hacer de ella una novela surrealista

Los placeres eróticos muchas veces coquetean con los umbrales del dolor, jugando con los límites de uno y otro, siendo el castigo infligido fuente de placer, a veces mutuamente consentido, o como en este relato, sólo para que se puedan dar las condiciones de excitación de M. de Montcul, quien sólo logra sus portentosas erecciones con el sufrimiento ajeno, por lo que la procuración de víctimas para sus juegos sexuales es necesario y constante.

Es ésta una novela erótica, incluida en la magnífica colección de La sonrisa vertical dirigida por el cineasta recientemente fallecido Luis García Berlanga, que trasciende el puro retozar de los juegos sexuales, más o menos sorprendentes y bizarros, sino que por su temática, en realidad, se convierte en una novela con alcance universal, puesto que el personaje principal goza de total impunidad para sus crímenes sexuales y el autor no deja pasar la oportunidad para hacer una crítica velada del poder. También en el libro se alude a la cosificación del objeto sexual, puesto que todos los participantes masculinos invitados a las orgías de sexo, sangre y vejaciones reciben el común nombre de Baltasar, sujetos reemplazables en contraposición al señor del castillo, quien siempre será Montcul.

Michelet

El que empiece a leer este libro, un verdadero clásico, pensando que lo podrá hacer a dos manos, una para agarrar el libro, la otra para celebrar a Onán, se equivoca. Los episodios de extrema crueldad se suceden y van ganando en intensidad hasta el punto que el narrador abandona el castillo antes de que sea engullido por la oleada salvaje de la correlación entre excitación y muerte. El punto álgido del libro es el tormento al que es sometida Michelette, simplemente por ser todavía virgen, entrometida y bulliciosa. Dice Montcul: “Siempre somos demasiado buenos con los niños”. Una de las jóvenes damiselas sacrificadas en bien de la excitación del portentoso aparato de Montcul: “cuando salió de ella, sin haber descargado, el dardo era aterrador, babeaba una espuma sanguinolenta por todas las puntas de la cresta”.

Otros terribles tormentos le esperan a Michelette, quien será presa de dos enormes perros folladores que la dejarán exhausta y desgarrada hasta la muerte, entre otros letales festejos.

En la misma clave clasicista se presenta la reseña de este libro con dos ilustraciones del artista Ramón Sanmiquel, cuya obra tiene mucho de erótica, quien realizó unos grabados inspirados en las truculentas escenas que aparecen en este breve y genial libro, uno de los más notables, narrativamente hablando, del género literario erótico. ®

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Publicado en: Febrero 2011, Libros y autores

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