Xmatkuil freak

En busca de la mujer serpiente

Espectáculos de fenómenos los hay en todos lados, ¿pero serán iguales a los de Yucatán? Un letrero solicitando un acompañante para la mujer serpiente llevó al cronista y a un amigo a visitar la feria ganadera de Xmatkuil.

© Joel Peter Witkin

“Damas y caballeros, vayan acomodándose porque vamos a dar principio a esta presentación de lo fantástico y lo increíble. Ahí la tienen ustedes, vivita, de carne y hueso, tal como se la venimos anunciando. Muy bien señorita, ¿cuál es su nombre? Asuncena. Bonito nombre de flor para tener un horripilante cuerpo de lagarto. ¿Cuántos años tiene? Quince. ¿Cuáles son sus alimentos? Carne, verduras y frutas. ¿En qué lugar fue capturada? En la Isla del Cedro en Tabasco. Dígale al público por qué se encuentra en este estado. Por desobediente con mis padres.”

Cinco años atrás me prometí que no regresaría a Xmatkuil, la feria ganadera de Yucatán, motivos no me faltaban. El espacio abarca kilómetros y kilómetros cuadrados de naturaleza… cubierta de estiércol bovino. O lo que es peor aún: abarrotado de gente. Y el agravante: animadores gritando, edecanes varicosas, carteristas sin elegancia, rancheros malacopa, reguetoneros sin personalidad, Mijares en concierto y ese ruido infrahumano que sólo miles de personas reunidas puede hacer.

Me hallaba contando las nubes del techo cuando recibí una llamada de I, amigo y compañero de batallas, un tipo de humor vulgar, sin pelos en la lengua: o se le quería como hermano o se hacía fila para madrearlo. Lo escuché exaltado, hablaba más rápido que de costumbre, interrumpía una oración con otra, era una mezcla extraña de español, maya y balbuceos de borracho. Logré que se calmara, entonces entendí y me contagié. I había encontrado un letrero en su tercera visita anual a la feria. “Se solicita persona dispuesta a viajar por todo México. Interesados favor de comunicarse con el encargado de la mujer serpiente”.

Si no puedes creer en la mujer serpiente, no tienes alma, me dije y me convencí. El asunto estaba claro, iríamos por su cabeza, teníamos que cazar la historia, ella sabía de qué lado masca la iguana y nosotros no.

Si no puedes creer en la mujer serpiente, no tienes alma, me dije y me convencí. El asunto estaba claro, iríamos por su cabeza, teníamos que cazar la historia, ella sabía de qué lado masca la iguana y nosotros no.

Llegamos a Xmatkuil con una semanas acumulando expectativas, versiones inventadas de la mujer serpiente, su pasado, sus piernas escamosas y claro, del hombre que podía ser su esposo, su padrote o su dueño. Caminamos entre madres que protegían sus vasos de cerveza con más cuidado que a sus hijos. Vimos a los nuevos gurús anunciando licuados afrodisiacos y curas milagrosas. Pasamos junto al carrusel de Marilyn Monroe y el barco vikingo de cabeza. Uno de los encargados de los clásicos juegos de feria gritaba en su megáfono: el pelotero quiso cambiar a su vieja por su cuñada. Un peluche rosado tamaño rinoceronte lo miraba juicioso, sabiendo el secreto del globo que no se podía reventar.

Detrás del polvo aparecieron, producto de una alucinación tropical: hombres con uñas más largas que sus dedos vendiendo innumerables camisetas de Pikachu, María Sabina y Alex Lora; pósters de nenas motociclistas, nenas motociclistas que no se ven como en los pósters; toros mecánicos, juegos de dardos, la casa de los sustos; navajas, chicles falsos, burbujas de jabón; te lo vendo, te lo compro, es una ganga; frituras, cigarros sueltos, gastritis; es un hombre, no, son dos mujeres, no, es un marciano; cientos de mesas llenas en la zona de comida rápida, las personas mascando como vacas; los preparatorianos giran en la tagada, un juego que garantiza diversión, precio accesible, moretones y descalabrada ocasional. Avanza la noche boca abajo y nosotros a través de ella vamos abriéndonos paso por un carnaval que se derrite.

Finalmente llegamos a los freaks, había oferta del dos por uno. Encerrados en frascos vimos al marrano con dos trompas, al perro con seis patas, al conejo con dos cabezas y cómo olvidar al cerdo con siete patas y dos cuerpos. Lo que no vimos fue el conejo de siete orejas ni el rinoceronte de triple cuerno. Al célebre chupacabras lo dejamos para otra ocasión.

Después pasamos a la jaula con la mujer de tres pechos. Lo cual es fascinante, porque no importa cómo lo piense uno, las tetas siempre debieran venir en par. La señora no se parecía en nada a la de la foto, tenía un sostén con tres copas, posiblemente relleno de algodón y un frijol que pretendía dibujar un pezón. Le preguntamos cuánto tiempo llevaba trabajando ahí, alzó dos dedos, como si no pudiera hablar, como si estuviera dopada por una droga tumbaburros, que bien podría ser puritita tristeza y así bailó, desencantada, como un trapo. Puede ser una ilusión óptica, advierte en letras pequeñas un letrero afuera de cada carpa con freaks, y lo es, pero no de la forma como ellos lo entienden.

Seguimos caminando, persiguiendo las pistas que nos llevarían con la mujer serpiente. Junto a la casa de los sustos, a sus puertas, cobijados por el ruido y una sábana, dos bebés descansan sobre la tierra. Mientras a nosotros nos quita el sueño, ellos duermen en paz, me comentó I. Después callamos un rato, no hay más que decir.

Entramos a ver a la niña más pequeña del mundo, diez años y cuarenta centímetros según el anuncio. Detrás de la cortina nos esperaba la sorpresa de la noche: un señor en vestido a cuadros rojos, con una peluca de trenzas, sentado sobre una mesa, liliputiense eso sí, de aproximadamente un metro, pero como de cuarenta años, con un bigote a medio rasurar.

Entramos a ver a la niña más pequeña del mundo, diez años y cuarenta centímetros según el anuncio. Detrás de la cortina nos esperaba la sorpresa de la noche: un señor en vestido a cuadros rojos, con una peluca de trenzas, sentado sobre una mesa, liliputiense eso sí, de aproximadamente un metro, pero como de cuarenta años, con un bigote a medio rasurar.

Después de visitar a la mujer lagarto, fuimos por la mujer serpiente. El encargado andaba más pa’ allá que pa’ acá, y no tenía disposición de conversar. Entramos a la habitación para toparnos con una pecera de aire, un cuerpo de serpiente de peluche y una cabeza que asomaba de un hueco, mirándonos como una Gorgona encarcelada. Así pasaba muchas horas, demasiadas. Le preguntamos al guía si todos eran familia y respondió que sí, después cerró la cortina y nos apresuró afuera. Salimos cabizbajos. Camino al estacionamiento decidimos hacer una última parada en el rodeo. Los vaqueros yucatecos parecían la parodia de un western. A pesar de la experiencia con la mujer serpiente, no pudimos evitar fantasear con sus historias. Esta vez preferimos no hablar con ellos. En el fondo, todos somos freaks.

“Atención niños, adultos y, abuelitos. El momento de que salga la dama de tres pechos ha llegado. Por favor abran bien los ojos porque sólo los que compraron su boleto y estén adentro, podrán admirarla. Ahí aparece. Noten cómo sí es verdad, tiene tres senos, tres bubis. Efectivamente, tiene un pecho de más. ¿Serías tan amable de bailarle al público ya que sabemos que mucho te encanta esta actividad?. Y Roxana baila así…” ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas, Octubre 2011

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