Comencé a trabajar como reportero en 1988. A mis alumnos de ahora les cuesta creer que entonces utilizábamos máquinas de escribir, que no había teléfonos móviles y que el envío del primer correo electrónico nos causó la misma sorpresa que le produjo a Aureliano Buendía ver por vez primera una barra de hielo en Macondo.
Cuando aparecieron las primeras computadoras, enormes y pesadas, nos alegramos mucho porque al fin teníamos una máquina de escribir que nos permitía borrar los errores sin necesidad de tachonar la hoja de papel o de volver a empezar en una nueva. Ésa fue la primera utilidad que le encontramos. Además, nos permitían calcular con mayor precisión la extensión de los textos de tal manera que había menos peligro de que la frase final de la crónica desapareciera en los talleres.
Ésas eran las maravillas de las nuevas tecnologías. Pronto nos dimos cuenta de que eso era sólo el principio. El vertiginoso avance de las tecnologías de la información cambiaría muy pronto la manera de hacer y presentar las noticias.
Dice Naief Yehya: “El poder de almacenamiento y cálculo de las computadoras cumple con la ley de Moore, la cual predice que la capacidad de los microcircuitos y los semiconductores se duplica cada dieciocho meses”.1 Más adelante afirma: “Las computadoras de principio del siglo XXI son cien millones de veces más poderosas que una unidad del mismo precio de hace cincuenta años. Según Ray Kurtzweil, ‘si la industria automotriz hubiera progresado de esa manera en los últimos cincuenta años, un coche costaría ahora la centésima parte de un centavo y podría moverse más rápidamente que la velocidad de la luz”.2
El profesor Rosental Calmon Alves, pionero en el uso de internet en el periodismo latinoamericano, afirma: “La rapidez de su penetración le permitió [a Internet] alcanzar 50 millones de usuarios en seis años algo que le costó trece años a la televisión y 38 años a la radio. […] El crecimiento exponencial de la web puede apreciarse en el número de usuarios: pasó de 26 millones de usuarios en 1995 a 248 millones a principios de 2000”.3 Diversas fuentes coinciden en que actualmente somos alrededor de mil millones de usuarios.
Muy pronto teníamos no sólo una maravillosa máquina de escribir, sino acceso a bibliotecas, bases de datos, directorios, mapas, gráficas, estadísticas. Podíamos organizar nuestros archivos de manera más eficiente y contactar a fuentes de cualquier parte del mundo. Se nos abría la posibilidad de compartir con los lectores además de textos y unas cuantas fotografías, sonidos, videos, gráficos animados.
“El periodismo ha sentido el impacto de las nuevas tecnologías en dos formas: en la posibilidad casi ilimitada de acceder a información por parte de los periodistas y como una nueva forma de empacar y distribuir productos periodísticos”,4 afirma Calmon.
“Por primera vez el destinatario podía no sólo leer la declaración del político o del deportista en el periódico sino que también podía verla y escucharla gracias al desarrollo de la multimedia. Las diferencias entre radio, televisión y prensa escrita comenzaron a diluirse en la red. Los periódicos presentan videos y sonidos, y las emisoras de radio y televisión ponen por escrito sus noticias”.5
El acceso a la información, la distribución de la información y las posibilidades de la multimedia son tres temas que nos llevan finalmente a preguntarnos sobre la naturaleza misma del periodismo.
Sin embargo, el desarrollo del periodismo en la era digital enfrenta tres asuntos fundamentales. Los tres constituyen al mismo tiempo grandes áreas de oportunidad, pero también enormes riesgos para el adecuado ejercicio del oficio. Y nos convocan a plantearnos una seria reflexión sobre la labor periodística.
El acceso a la información, la distribución de la información y las posibilidades de la multimedia son tres temas que nos llevan finalmente a preguntarnos sobre la naturaleza misma del periodismo.
Acceso a la información
Las nuevas tecnologías nos abren posibilidades casi ilimitadas para el acceso a las fuentes y a la información que hace muy poco tiempo no imaginábamos. A principios de los años noventa, cuando hacíamos un reportaje de investigación en el diario Siglo 21 de Guadalajara sobre la muerte de varios niños en un hospital público, logramos contactar, gracias a los nuevos recursos tecnológicos, a un especialista del Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos. El médico era una autoridad mundial en el estudio de muertes infantiles asociadas al medicamento anestésico específico que se utilizó en el caso que investigábamos. Mientras, los otros medios se conformaban con entrevistar a doctores generales de la ciudad que no tenían la posibilidad, ni tampoco la intención, de proporcionar información relevante para el caso. Para enviar el mensaje tuvimos que recurrir al ingeniero en sistemas del periódico que en aquella época era el único capaz de enviar un correo electrónico.
En ese entonces fue casi una hazaña recibir en Guadalajara la respuesta del médico de Atlanta e incorporarla al reportaje de investigación. Sin los recursos que nos ofrecían las nuevas tecnologías resultaría imposible tanto encontrar a un especialista en ese tema tan específico, cómo contactarlo y lograr una respuesta.
Este ejemplo, como otros miles que cada vez son más comunes, ilustran las grandes posibilidades que nos abre el internet para llegar a fuentes especializadas en cualquier tema y también nos permiten insistir en la necesidad de romper con una visión provinciana del periodismo que todavía existe entre algunos medios que se limitan a buscar información en el ámbito de las fuentes tradicionales cuando tenemos posibilidades enormes de localizar información de calidad con mucha facilidad.
En Guadalajara, el día de los atentados a las Torres Gemelas la mayor parte de las estaciones de radio se limitó a reproducir las noticias de las grandes agencias y a buscar reacciones entre políticos locales que muy poco tenían que aportar sobre el tema, cuando pudieron haber contactado a fuentes pertinentes sin mayor complicación. Sin embargo, esa facilidad para el acceso a la información se convierte al mismo tiempo en un gran riesgo para el desarrollo del buen periodismo. Creer que copiar y pegar contenidos de internet, por buenos que sean, es hacer periodismo constituye un grave error que se extiende rápidamente por las salas de redacción.
Así como es preocupante que algunos periodistas no utilicen regularmente los recursos cibernéticos como una herramienta de trabajo, resulta igualmente alarmante que para muchos otros reporteros internet se haya convertido prácticamente en el único recurso para la elaboración de sus discursos periodísticos.
Así como es preocupante que algunos periodistas no utilicen regularmente los recursos cibernéticos como una herramienta de trabajo, resulta igualmente alarmante que para muchos otros reporteros internet se haya convertido prácticamente en el único recurso para la elaboración de sus discursos periodísticos.
Una investigación del Programa Medios de Comunicación y Democracia en América Latina y de la Cátedra Konrad Adenauer reveló que la mitad de los reporteros que participaron en ese estudio utiliza, con frecuencias diferentes, información de internet como única fuente en sus notas.
En algunas salas de redacción se comienza a acuñar ya el término “internetazo” como sinónimo, con connotaciones despectivas, de una nota obtenida a partir de información en internet y publicada sin mayor aporte del periodista.
Distribución de la información
Una de las enormes ventajas que nos ofrece el desarrollo tecnológico es la posibilidad de llegar a amplísimos públicos, en cualquier parte del mundo, de manera inmediata y a bajo costo. Los problemas económicos que significaba la distribución se han reducido enormemente. El costo del soporte informativo, también. No hay que pagar el papel ni los demás insumos. En el caso de la radio ya no es necesario gestionar durante años los permisos oficiales para la asignación de una frecuencia ni invertir miles de dólares en el aparato transmisor.
El número de visitantes a algunas páginas crece de manera impresionante. Al respecto, Calmon señala: “Existen diarios como el New York Times que consigue tres mil suscriptores al mes gracias a su sitio en internet”.6 En México la revista digital Reporte Índigo logró atraer a miles de suscriptores en unos cuantos meses.
Las opciones para los destinatarios han crecido de la misma manera que se ha multiplicado la competencia. Un internauta interesado en noticias tiene miles de opciones, pero no dispone de miles de horas para navegar. Incluso los más interesados en la información tienen que elegir. Entre más opciones tiene el destinatario, menos posibilidades existen de que llegue a visitar un medio digital a menos que encuentren algo que los enganche de manera permanente, un atractivo microcosmos como señala el periodista francés Jean Françoise Fogel, consejero internacional de Le Monde.
“En Internet”, afirma, “el periodista tiene que expresarse y también ubicarse en el flujo de comunicación de su medio pues el usuario tiene acceso a información más compleja y tiene capacidad de contrastar».
Durante un taller que impartió en la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, señaló que el problema del periodismo en internet, y de un sitio informativo que busque tener éxito en ese medio, no es un problema sólo de contenido sino, sobre todo, de flujo. “Lo fundamental para un sitio es la manera en que contribuye a la experiencia de navegación que tenga el usuario en ese espacio virtual. Es imprescindible que la lectura, navegación, absorción de información, sean positivas de manera que el usuario vuelva a conectarse al sitio”.7
“En Internet”, afirma, “el periodista tiene que expresarse y también ubicarse en el flujo de comunicación de su medio pues el usuario tiene acceso a información más compleja y tiene capacidad de contrastar. Además, no existen únicamente los medios convencionales, sino que el usuario tiene acceso a blogs, correos electrónicos, y distintos sitios de internet que le dan un panorama informativo amplio donde el periodista no posee el monopolio de la expresión pública”.8
Ésta es una gran ventaja y también un gran riesgo para los medios tradicionales, pero también para los lectores, como veremos más adelante.
Hay pues una tensión para los medios digitales entre la oportunidad que representa la posibilidad de llegar a más lectores y el riesgo de que este mismo fenómeno les reste audiencia. Ante este reto, el periodismo de investigación constituye una opción fundamental. “El contenido sigue siendo el rey, en particular cuanto es más original y más local”, insiste Calmon, y recomienda: “Se deben buscar nichos temáticos no cubiertos por medios tradicionales”. ¿Cómo encontrar esos temas? Él mismo responde: en general, el contenido en internet debe estar guiado por una pregunta fundamental: “¿Qué podemos hacer en internet para informar o servir que no podamos hacer en los medios tradicionales?”9
Una de las ventajas que encuentra en los medios tradicionales es su credibilidad. “En internet cualquiera puede publicar, las barreras de entrada ya no están en la producción y sus costos, sino en la credibilidad. En este sentido, la ventaja de los periódicos para enfrentar el reto digital consiste en su nombre (marca) y su énfasis en el contenido local que cubren”.10
Si en el periodismo tradicional se ha insistido en que son las informaciones propias, los reportajes de investigación, las noticias exclusivas lo que distingue al medio y atrae a los lectores, en el periodismo digital es todavía más importante.
En un contexto donde, como denunció Kapuscinski, se uniforman las noticias y la competencia propicia que los editores estén más al pendiente de lo que publicó la competencia que de lo que puede interesar al lector, el periodismo de investigación es una excelente opción.
Sin embargo, hacer periodismo de investigación no es fácil y representa para los medios un reto que no siempre están dispuestos a asumir por los costos que implica en tiempo y dinero. De hecho, los equipos de investigación y reportajes especiales que surgieron en algunas redacciones a mediados de los años noventa han ido desapareciendo fundamentalmente por razones económicas.
Multimedia
Limitados siempre por los formatos, por las restricciones de espacio en la prensa escrita o de tiempo en los medios electrónicos, quienes ejercen el periodismo de investigación encuentran en los medios digitales la posibilidad de plantear los resultados de sus investigaciones de una manera mucho más interesante y completa gracias a los recursos que nos ofrecen los recursos multimedia.
Decíamos antes que las nuevas tecnologías han diluido los límites de los medios. Los periódicos pueden utilizar en sus plataformas digitales videos, sonidos y animaciones. Y los medios electrónicos tienen ahora la posibilidad de presentar textos escritos.
Si el mejor periodismo no es sólo el que informa sino el que además de informar explica, el periodismo digital posee los mejores recursos para cubrir este propósito. Quienes antes teníamos sólo algunas cuartillas de texto, un reducido espacio para un gráfico y un par de fotografías, hoy tenemos la posibilidad de desplegar la voz de los actores, de mostrar cómo pasaron las cosas, de ofrecer al lector más información de contexto, la posibilidad de acercarle noticias relacionadas e incluso de contactar directamente con algunos de los protagonistas de la nota.
Si el mejor periodismo no es sólo el que informa sino el que además de informar explica, el periodismo digital posee los mejores recursos para cubrir este propósito.
La posibilidad de presentar al lector no sólo un documento, sino el expediente mismo del caso en cuestión, de ofrecerle no una sino una galería de fotografías refuerza la credibilidad del medio y, si lo hacemos bien, cumple con una de las premisas básicas del periodismo: ayudar al lector a tener una visión lo más completa posible de un asunto, a entender su contexto para que tenga la posibilidad de situarse en él y decidir mejor.
Al mismo tiempo estas posibilidades generan riesgos. Uno de los principales es el de perder al lector entre en una maraña de datos, en un laberinto de informaciones donde no está claro cuáles son los elementos clave.
Françoise Fogel advierte: “En internet no se da la noticia con un solo elemento, sino que se arma un microcosmos de ésta utilizando varios elementos. La gran dificultad estriba en hacer que ese microcosmos sea fácil de utilizar por el usuario y que además tenga coherencia informativa. Con internet vivimos un momento de euforia. Entran más usuarios, ponemos más cosas, crece la confusión y el papel del periodista se desvanece. Pero no podemos ir contra la audiencia, tenemos que encontrar la manera de dialogar con ella y entregar un contenido que mezcla varios elementos”.11
La advertencia de Calmon es clara: “No se debe abusar de los recursos multimedia ni del bombardeo de información, pues el ancho de banda no sólo es una limitación técnica sino también de la capacidad de entendimiento del ser humano”.12
La tentación de llenar de cuadritos, de colores, de letras que se mueven, de ligas y más ligas es grande. La mesura y el sentido común son buenos consejeros. Y sobre todo, hacer lo que un periodista siempre debe hacer, pensar en nuestro destinatario.
Para enfrentar el reto, señala Calmon, “es necesario construir un periodismo en capas navegables: ofrecer la información más relevante, un resumen bien hecho de una historia, en el nivel más superficial y brindar mayores datos en niveles más profundos”, y añade: “el camino para hacerlo comienza en la fragmentación de la historia tradicional para volver a construirla, volver a crearla en internet. En este ejercicio se debe identificar un núcleo y generar diferentes puntos de entrada para crear con ellos las diversas capas navegables, con niveles disímiles de profundidad […] Algunos sitios han aprendido con dolor que es la forma (el diseño y el desarrollo) quien debe someterse al contenido y no al contrario”.13
“No se debe abusar de los recursos multimedia ni del bombardeo de información, pues el ancho de banda no sólo es una limitación técnica sino también de la capacidad de entendimiento del ser humano”.
Es decir, se trata de contar la misma historia de otra manera, articulando las diversas piezas en un rompecabezas que se puede armar siguiendo distintos caminos. No es sólo subir la información o colgarla como solemos decir, sino ir afinando esa nueva manera de contar las historias que hemos empezado a experimentar.
Una de las discusiones más interesantes que se han abierto es si el periodismo digital terminará por desarrollar un nuevo lenguaje o será básicamente un conglomerado de lenguajes que es lo que básicamente hemos hecho hasta ahora. No obstante, cada vez hay más experiencias interesantes que parecen apuntar en el primer sentido.
Si analizamos con atención estos tres aspectos, veremos que implican mucho más que un mero asunto técnico y que en el fondo lo que se debate es el papel del periodista.
El oficio
El principal desafío que enfrentan los periodistas en la era digital es mantener claro cuál es la naturaleza del oficio para no convertirse en empaquetadores de información producida por otros. En un contexto en el que la misma información en la red está disponible de igual manera para el periodista que para el usuario de internet, cobra sentido la pregunta sobre cuál es la contribución que hace el periodista. Si la información está ahí para todos, entonces ¿para qué queremos periodistas?
En un manual de periodismo de investigación que elaboramos Raúl Fuentes Navarro, Melisa Ladrón de Guevara y yo esbozamos algunas reflexiones en este sentido:
Si bien el desarrollo de las tecnologías de la información permite a los periodistas acceder y publicar de manera más rápida y sencilla información que puede resultar fundamental para el ejercicio del buen periodismo, y con ello para el desarrollo de sociedades con ciudadanos mejor informados, es fundamental no olvidar que éstas son sólo un medio y nunca un fin.
Las oportunidades que abre el desarrollo cibernético para la investigación periodística son enormes, pero no está de más recordar que lo importante no es acceder a millones de datos en un instante sino saber elegir y procesar aquellos que nos ayuden a generar información que responda a las preguntas que se hacen los ciudadanos en relación con lo que ocurre en su entorno.
Kapuscinski lo señalaba así: “Siempre el principal reto para un periodista está en lograr la excelencia en su calidad profesional y su contenido ético. Cambiaron los medios de coleccionar información y de averiguar, de transmitir y de comunicar, pero el meollo de nuestra profesión sigue siendo el mismo: la lucha y el esfuerzo por una buena calidad profesional y un alto contenido ético. El periodista tiene el mismo objeto de siempre: informar. Hacer bien su trabajo para que el lector pueda entender el mundo que lo rodea, para enterarlo, para enseñarle, para educarlo”.
Finalmente el periodista trabaja para los lectores. La naturaleza del oficio es brindar a los ciudadanos información de interés público, información que les ayude a formarse una idea más completa de lo que pasa a su alrededor y con ello a tomar decisiones.14
En su conferencia “El ejercicio de la libertad de expresión: entre la globalización y las sociedades del conocimiento en un mundo de internet”,15 la académica colombiana Ana María Miralles sostuvo que los medios de comunicación no han representado suficientemente la polifonía de voces en la sociedad y que expresar esos puntos de vista múltiples, los disensos en torno a los asuntos comunes, es tarea primordial de la prensa.
Retomo sus palabras para insistir que si estamos en una aristofonía en la que se escuchan primordialmente las voces de los poderosos, el periodismo debe ayudar a transitar hacia la construcción de esa polifonía que no es igual a una caosfonía donde todos hablan al mismo tiempo y casi nadie escucha al otro. La explosión de páginas web y blogs no implica necesariamente que entendamos mejor lo que ocurre a nuestro alrededor, más bien sucede lo contrario. Por eso el periodista tiene la misión de articular coherentemente en el espacio público las distintas voces, ponderándolas y contextualizándolas, para que los lectores tengamos mejores claves de lectura de nuestro entorno.
Retomo la cita del manual que antes mencioné para subrayar este punto: “Javier Darío Restrepo, periodista colombiano y experto en ética periodística, insiste en los talleres que imparte en la necesidad de no olvidar la naturaleza del oficio”.
Tal vez podrían parecer innecesarias las advertencias de Kapuscinski, Restrepo y muchos otros periodistas, pero es fundamental reiterarlas para no olvidar que, como dice Juan Cruz, el periodismo no es otra cosa que contarle a la gente lo que le pasa a la gente. El riesgo de deslumbrarse con las computadoras y los recursos cibernéticos es alto. Fácilmente y sin darnos cuenta podemos terminar considerándola como un fin y no como un medio. Porque así como abre enormes posibilidades para el ejercicio de un mejor periodismo de investigación, también las puede limitar y empobrecer el trabajo de los reporteros.
Esto ocurre, por ejemplo, cuando la computadora se convierte en un recurso para reproducir más cómodamente las versiones oficiales que las fuentes difunden a través de los boletines de prensa. El reportero que al menos antes tenía que ocuparse en conseguir el comunicado, analizarlo y teclear los datos relevantes, ahora lo recibe directamente en su correo electrónico de donde con extrema facilidad lo copia para hacer su nota.
En este caso el periodista encuentra que la computadora hace muy eficiente la recepción del boletín oficial, pero lejos de hacer periodismo termina haciendo propaganda. Una cosa muy diferente es considerar el comunicado oficial como un insumo y aprovechar la facilidad de su recepción para a partir de ahí analizar el contenido, recurrir a los archivos o a internet en búsqueda de datos relacionados, contrastarlos, compararlos. Esa facilidad debiera significar más tiempo para buscar a los afectados y a los especialistas, para plantear alternativas. Para hacer periodismo.
Hay algunos reporteros, pocos por fortuna, que consideran que los recursos cibernéticos son tan maravillosos que ya no es necesario salir a la calle y hablar con la gente para hacer periodismo. Las historias particulares se diluyen en la abundancia de informes y datos estadísticos.
Otro ejemplo es lo que pasa cada vez con mayor frecuencia con los programas informativos de la televisión donde la imagen espectacular comienza a apropiarse del lugar de la noticia basada en factores de interés público. La proliferación de medios para captar imágenes, desde las videocámaras caseras hasta los teléfonos móviles, ha facilitado enormemente la posibilidad de registrar imágenes. Lo que antes era una tecnología cara y restringida se ha popularizado de tal manera que la posibilidad de registrar hechos se ha multiplicado enormemente. Esto, por supuesto, es una ventaja que facilita y enriquece la difusión de hechos dignos de ser incluidos en la formación de la agenda pública, pero también ha propiciado la inclusión de hechos irrelevantes que son asumidos por los medios que los presentan como “noticia”.
Si el buen periodista es aquel que obtiene de manera eficiente datos de calidad para construir con ellos relatos sobre asuntos relevantes para la comunidad, el desarrollo tecnológico obliga cada vez más a los reporteros a asumir un desempeño importante no como reproductores de discursos sino como constructores de información. Si no es así, el oficio del periodista pierde sentido.
Así la videograbación del robo del bolso de una mujer que casualmente obtuvo un transeúnte se convierte en noticia nacional porque la imagen de la persecución de los ladrones es espectacular. El tiempo de pantalla destinado a este hecho va en detrimento, por ejemplo, de una discusión sobre un tema fundamental en la Cámara de Diputados porque carece de imágenes atractivas. No es ni siquiera que la imagen del robo sirva como pretexto para construir una información en torno a la seguridad pública en la ciudad, es la imagen por la imagen. En este caso, la tecnología impacta el trabajo en los medios, pero no para hacer mejor periodismo.
Si el buen periodista es aquel que obtiene de manera eficiente datos de calidad para construir con ellos relatos sobre asuntos relevantes para la comunidad, el desarrollo tecnológico obliga cada vez más a los reporteros a asumir un desempeño importante no como reproductores de discursos sino como constructores de información. Si no es así, el oficio del periodista pierde sentido.
Valga un ejemplo. Los informes del presidente de un país se montan en línea en el momento en que el mandatario pronuncia su discurso. La ceremonia se transmite en directo por radio y televisión. Cualquier persona con acceso a estos aparatos puede conocer de primera mano los datos. Si el periodista se limita a reproducir lo que el mandatario dice, el lector no encontrará en el discurso periodístico ningún aporte. Su oficio sale sobrando.
Si se limita a “bajar” de internet un reporte sobre la pobreza en el mundo, su oficio pierde sentido porque cualquiera de sus lectores, radioescuchas o televidentes puede hacer lo mismo. Su aporte será generar información, vincular esos datos con otros: compararlos con informes anteriores, con reportes nacionales y locales. Los acercará a su comunidad, buscará las opiniones de los especialistas que ayuden a entenderlos, a dimensionarlos, a explorar soluciones. Deberá “ponerle rostro” a los números. Esto es, el periodista debe hacerse preguntas y buscar respuestas. Debe ir tras el dato preciso con obsesión de francotirador y no tirar el escopetazo a internet para a ver qué sale.
Esto no significa que el periodista pontifique ni que adorne con sus opiniones el informe. Significa que cumple con su trabajo de convertir los datos diversos, obtenidos de distintas fuentes, analizados y contextualizados con sumo cuidado, en información.16
El periodista es un profesional de la construcción de información, de la articulación de discursos y no un profesional del empaquetado de las informaciones que generan otros.
“Incluso”, dice Restrepo, “el periodista no se limita a trabajar con el pasado narrando sucesos que ocurrieron sino que además también trabaja con el futuro”. Sostiene que la gran tarea investigativa de todo periódico y de todo periodista es buscar no sólo hechos pasados, sino también posibilidades. “Cuando vemos las consecuencias de una verdad, estamos ante una proyección de futuro y por tanto la responsabilidad tiene que ver mucho con el sentido de lo que vendrá después de la información”. Más adelante señala: “Cuando las consecuencias son una ventana al futuro. Cuando uno conoce bien un hecho está en capacidad de adelantarse a sus consecuencias. Si el hecho que yo convertí en noticia, lo puedo presentar con sus consecuencias, significa que lo conozco. Mirar consecuencias es sinónimo de mirar futuro. Es la incursión del periodista en el futuro”.17
Y esto requiere del trabajo especializado y profesional de un buen periodista. La mayor parte de los ciudadanos, entre ellos incluso muchos periodistas, no cuentan con el tiempo, con los recursos y con la preparación necesaria para generar este tipo de información.
Así, la obligación básica del periodista de no conformarse con ser un eficiente transmisor de discursos ajenos, sino de constituirse como un generador de información a partir de esos discursos adquiere con el desarrollo de la tecnología mayor relevancia. Porque tiene el tiempo, los recursos y las competencias para desarrollar esa labor. Porque es un profesional capaz de valorar los datos, cuestionarlos y relacionarlos con otros datos para generar información, actividad que por múltiples razones la mayor parte de los ciudadanos no puede realizar.
Dice Kapuscinski: “La condición fundamental de este oficio es el entendimiento con el otro: hacemos, y somos, aquello que los otros nos permiten. Ninguna sociedad moderna puede existir sin periodistas, pero los periodistas no podemos existir sin la sociedad. De allí se deriva que una condición fundamental para ejercer este oficio consiste en ser capaz de funcionar en conjunto con los otros”.18
Así pues el desarrollo tecnológico abre enormes posibilidades para el trabajo de investigación de los periodistas, siempre y cuando no olvidemos cuál es la naturaleza del oficio. ®
Pablo Santiago
«La Red es magnífica para la opinión. Pero para el periodismo de primera línea es una broma», acaba de decir David Simon, que fue periodista antes de convertirse en creador de la serie The Wire.
Estoy de acuerdo en casi todo lo expuesto, aunque se podrían matizar algunas cosas o introducir el espinoso asunto de la banalización de la cultura a la que contribuimos los periodistas, siempre con la complicidad de la industria cultural.