Desde el íntimo refugio que representa una bitácora, un escondite seguro donde ocurre la alquimia de la catarsis cotidiana, hasta el vértigo de un muro expuesto. Algo hay de equilibrista en este duro ejercicio de vulneración. Cristóbal no sólo se ha arriesgado a mostrarnos de forma gregaria y de una vez por todas la contextura de sus grotescas fantasías, sino que al hacerlo ha incursionado casi de forma involuntaria en ámbitos que no son los suyos.
En el universo tragicómico del Bicíclope las más luminosas y didácticas aves cruzan el firmamento, la basura se encumbra y arroga para sí todas las bellezas del ornamento. Las imágenes de este extraño reino están compuestas por distintos sustratos psicológicos, amalgamas constituidas por los envoltorios de golosinas, cajas de detergente y nítidas pesadillas.
La subversión y la denuncia son el telón de fondo para las caricaturas bizarras que se dan lugar en una mente que va dando tumbos entre las exigencias del diseño y la incertidumbre del arte. Será tal vez ésta la razón por la que Cristóbal alude a Bukowski, pues al adentrarse en terrenos ignotos él no sabe realmente a lo que se enfrenta, sólo cree que lo sabe. ®