A pesar de que la presencia mediática y social de Twitter ha crecido exponencialmente desde que se fundó hace cuatro años, se siguen publicando miles de artículos que dan explicaciones simplistas a su funcionamiento y trascendencia.
Parece que al fin Twitter comienza a aparecer con más periodicidad en los medios hispanos. Me gustó el artículo al que me refiero porque al menos no sataniza a Twitter ni cae en los más frecuentes lugares comunes. Aunque es notable que a estas alturas siga habiendo necesidad de artículos que expliquen “con manzanas” qué es Twitter.
Es urgente profesionalizar la crítica de los medios en línea. Los medios impresos deben asumir que los lectores si no son ya usuarios activos de redes sociales al menos ya saben qué son. Por lo tanto es absolutamente innecesario caer en el infinito loop de la obviedad:
Twitter se despliega a lo largo de la pantalla del ordenador, el usuario va leyendo microtextos de personas, medios de comunicación o instituciones que le interesan y a su vez puede publicar en la pantalla, para quien lo vaya siguiendo, un comentario, una reflexión o un gracejo; cada quien es responsable de lo que publica y, al igual que sucede en la vida real, hay quien tiene miles de seguidores, y hay quien no tiene ninguno.
Un párrafo así sólo se justifica si se piensa que el lector de esa columna no sólo es frágil víctima de la llamada “brecha tecnológica” (una “brecha” no es lo mismo que una “división” [Kate Williams, 2001], pero así se ha traducido el término al castellano), sino que además jamás ha oído hablar de ella. Publicarlo en un periódico que se lee en todo el mundo en versión digital (y también a través de @el_pais) equivale a explicar de qué se trata el futbol en el programa de mano de un juego de la Champions League.
Hay otros lugares comunes en el texto (¿será que Jordi no ha superado a U2 todavía? Ya, por favor), pero el cliché que más me molesta es el de la “revolución.” Walter Benjamin, Raymond Williams (por no decir Terry Eagleton o Michael Löwy o cualquier otro crítico marxista de interés) se deben retorcer de dolor cada vez que en conexión con el Internet se usa el sustantivo con tanta ingenuidad y candor. Si hubo algún tipo de “revolución” (en el sentido en que se usa el término en relación por ejemplo con Gutenberg) en los medios digitales se dio el 25 de diciembre de 1990, cuando Tim Berners-Lee logró la primera conexión entre un cliente de HTTP y un servidor a través de Internet, no con la invención y el uso de las redes sociales en línea. Usar el término en relación con Twitter es en el mejor de los casos un gimmick sensacionalista.
Lo que destaca del texto es otra verdad obvia: las redes sociales son formas en que se comunica la sociedad; los intermediarios (“gatekeepers”) de los medios tradicionales ya no son obstáculo para que la gente común y corriente con acceso a una computadora en línea exprese sus opiniones. Es clarísimo, lógico en el sentido más estricto que Twitter y otras redes sociales en línea permiten y provocan la organización y expresión de seres humanos que son también ciudadanos; por lo tanto no sólo pueden ser sino que deben ser y en muchos casos son ya una “fuerza ciudadana” (no hablo sólo de México). Como tal, despreciar e ignorar la voz pública expresada en Internet sólo será prerrogativa de dictadores y analfabetas. ®