En un mundo tan sometido por las ideologías, donde resulta casi imposible valorar la realidad sin rencores, el escritor cubano Eliseo Alberto resultó ser alguien extrañísimo. Su vocación por el equilibrio en sus juicios le deparó siempre todo tipo de condenas, desde la isla y desde el exilio.
En su literatura, en sus ensayos y en sus crónicas, Eliseo practicó con elegancia el difícil arte de no dejarse someter por el fanatismo ideológico. Como novelista, su obra todavía aguarda una justa valoración. No pocos lo emparentaron con el estilo mágico realista que aún practica García Márquez, e incluso llegaron a desdeñar su obra por considerarla una mera réplica. Cierto, no pocos son los signos que reflejan esa cercanía, pero otra es la mayor hermandad que tienen sus historias y se localiza en la poesía de su padre Eliseo Diego, un precursor del realismo mágico (si con ese lente se quiere observar).
A principios de 2005, con el pretexto de que había publicado su libro de crónicas Dos Cubalibres y su novela Esther en alguna parte, conversamos largamente en su departamento de la colonia del Valle, en la Ciudad de México. Como una manera de recordarlo a través de sus palabras, ahora que emprendió el viaje definitivo, rescato esta conversación que originalmente se transmitió a través de las ondas de Radio Bilingüe de Estados Unidos.
—Eliseo, este libro es una nueva confesión, una festiva confesión. Está lo político, tu visión de la realidad cubana, dentro y fuera de la isla. Está el exilio y está la amistad.
—Si tú me preguntaras cuál es el tema central de Dos Cubalibres sin duda te diría que es el testimonio de la inmensa suerte que he tenido en la vida con la amistad, con los amigos. Yo tengo muy buenos amigos, viejos y recientes, y cultivo la amistad. He dicho que para mí la amistad es mi religión y por lo tanto mis amigos son mis dioses, mis apóstoles. Este libro es un poco eso, reúne textos que se fueron acumulando a lo largo de los años sobre el tema Cuba, pero también empezó en mi literatura el tema México.
Los cubanos somos muy fiesteros, eso ya se sabe. Pero, en honor a la verdad, lo que sucede es que la inmensa mayoría de esos amigos que menciono y tanto extraño estamos separados por el exilio, unos viven en la isla, unos en Miami, muchos en México, otros en España, algunos en Alaska, o los que viven en los lugares más increíbles, y suele suceder que los encuentros entre nosotros son fruto de un viaje, de un reencuentro buscado, y claro que esos encuentros siempre son muy emotivos y pasan de una manera muy natural por el territorio de lo festivo, de las celebraciones y también por las consecuentes y sucesivas despedidas. Los cubanos, y es mi caso, nos hemos pasado la vida despidiéndonos unos de otros. Lo único importante que sucede en Cuba es que alguien se va o alguien llega, los cubanos nos hemos pasado la vida así, despidiéndonos o recibiéndonos. Y sí, lo festivo está presente, pero siempre inevitablemente lo festivo da lugar a una nueva despedida, a una nueva nostalgia, a una nueva tristeza. Yo cada día odio más la palabra melancolía y la palabra nostalgia, y he tratado de inventar alguna sustituta pero no me quedan bien. Uno de los problemas del idioma, del español y seguramente de otros muchos idiomas, es que faltan palabras, porque las palabras conocidas ya están muy desgastadas y uno no sabe muy bien ya qué significan. Por ejemplo, cuando uno dice: yo me considero un pacifista, pues pareces un bobo que andas cosiéndole las alas a las mariposas por el mundo sin hacer algo concreto, entonces cómo decir yo soy un pacifista sin usar la palabra pacifista. Faltan palabras para los sentimientos humanos, faltan matices.
—¿Cómo prefieres las dos cubalibres?
En su literatura, en sus ensayos y en sus crónicas, Eliseo practicó con elegancia el difícil arte de no dejarse someter por el fanatismo ideológico. Como novelista, su obra todavía aguarda una justa valoración. No pocos lo emparentaron con el estilo mágico realista que aún practica García Márquez, e incluso llegaron a desdeñar su obra por considerarla una mera réplica.
—Ah, el título del libro. Es un guiño de ojo al lector, por la existencia del trago, que se llama cubalibre. Durante muchos años, en Cuba decían: “Ja, ja, ja, dame una cubalibre, ja, ja, ja”. Una cubalibre sólo se hace con dos ingredientes: el ron cubano, que de alguna manera es el producto emblemático de Cuba, y el refresco emblemático de Estados Unidos, la coca-cola. Ese es el tema del libro, si en una cubalibre se te va la mano con el ron, se te va la mano en la cubanía, se te va la mano en el nacionalismo, pues la cubalibre es una porquería. También, si en otra cubalibre se te va la mano con la coca-cola, con la subordinación a los Estados Unidos, pues esa cubalibre también es imposible. Pero no hay manera de hacer una cubalibre sin esos dos elementos, como no hay manera de una solución de los problemas políticos de Estados Unidos y Cuba desde lo unilateral. Estados Unidos tiene tres fronteras, la tercera frontera siempre se olvida, Canadá, México y Cuba, una frontera marítima pero una frontera al fin y al cabo. Ahora, ¿cómo se hace una Cuba libre? Yo no se cómo se hace una Cuba libre ni una Cuba democrática. Yo quisiera que mi Cuba libre fuera fresca, refrescante y alegre, por eso mi única propuesta es que le echen mucho hielo para que esté suave la cosa. Eso es a nivel simbólico. Dos cubalibres tiene que ver con el futuro de Cuba, con las dos cubas que existen hoy, y las dos son libres a su manera. La Cuba del exilio en Miami, es una Cuba muy mal vista en general, yo también tenía esa impresión, pero cuando vas allá y te das cuenta de que es una Cuba muy generosa, liderada por una generación de políticos que son cuatro o cinco gatos muy visibles y muy poderosos, pero en esa Cuba viven ya casi dos millones de cubanos y está a noventa millas de la isla. Noventa millas es la misma distancia que un auto alcanzaría entre Cuernavaca y México, fíjate qué cerca estamos. Uno de los problemas que tienen esas dos Cubas es un problema que a veces no se toma en cuenta y es que la clase política cubana es muy pequeña. Si tú te fijas bien, nombre a nombre, los que en el gobierno revolucionario viven de la política no llegan a cien personas, te lo puedo asegurar, contando los secretarios de partido de las provincias, los alcaldes, el comité central, ponle 150, que son la mitad de los políticos que tiene el estado de Tlaxcala, contando todos los partidos políticos (porque en Cuba, como tú sabes, el gobierno se multiplica y después del comité central está el congreso, los mismos nombres). En el exilio, los que viven de la política son más, unos 200 cubanos, ponle tú 500. En la isla viven doce millones de habitantes y en el exilio ya somos como dos millones, es decir que en total somos catorce millones, de los cuales trece millones 999 mil ochocientos cincuenta cubanos no vivimos de la política ni vivimos pensando en términos políticos, la mayoría.
—Cuando leí Informe contra mí mismo me atrajo esa posición intermedia que tienes para asomarte al tema Cuba, ese deseo por mirar la realidad de la menor forma contaminada posible, luchando incluso contra las propias pasiones humanas, que fácilmente llevan a descalificar o a verlo todo desde lo ideológico. No rehúyes a la crítica, pero sí privilegias los puntos de encuentro.
—Así es, qué bueno que lo hayas advertido porque así he escrito todo lo que he hecho en mi vida. Yo soy un hacedor de puentes, un hacedor de abrazos. En alguna parte de Informe contra mí mismo recuerdo que Martí (es inevitable siempre mencionar a nuestro José Martí, tan llevado y traído), convocó a lo que llamó una guerra necesaria para alcanzar la libertad y la independencia en Cuba. En Informe yo me lancé a lo contrario y convoco a una paz necesaria, casi casi con los mismos argumentos de Martí, una paz necesaria que nos lleve a los cubanos a la libertad, pero ya no una libertad de una potencia colonial, como España, sino a una libertad que tiene un fundamente muy claro: ninguna de las dos Cubas será realmente libre, y mucho menos independiente, si no se unen y se rencuentran, sin rencor y sin revanchismo, para que podamos, por una parte, continuar los logros de una revolución como la cubana, que en honor a la verdad hizo verdaderas hazañas, en cuanto a igualdad entre los hombres, y por otra parte hizo disparates descomunales. Tendría que ser un proceso de unidad, continuidad y ruptura con muchísimas cosas, en primerísimo lugar la descalificación que hace el gobierno de Cuba de cualquier minoría (política, sociales, de preferencias). Es un tema muy amplio pero yo siempre he avanzado por ese camino, y te voy a decir que es una postura muy solitaria, somos pocos los escritores cubanos, e incluyo claro a los ensayistas e historiadores que tiene una presencia muy fuerte en la Cuba de hoy, quienes confiamos en esa posibilidad. Los extremos políticos son muy agresivos, el extremo político de la izquierda en Cuba y el de la derecha en el exilio.
”Luego de Informe contra mí mismo escribí dos novelas, Caracol Beach y La fábula de José, que transcurren en ese lugar imaginario que yo llamo Caracol Beach, entre Miami y Cuba, un balneario imaginario dentro de la Florida. Hay alguien que dice que Cuba es un piano y cada quien toca detrás de su horizonte. En el mundo de esas novelas yo hice muchas propuestas en el sentido de la unidad y del rencuentro de la familia.
—Hablemos ahora de Esther en alguna parte, una novela donde es precisamente la amistad lo que mueve, pero también es una historia que parecía ocurrir en un lugar que no es precisamente Cuba.
—Esther en alguna parte cuenta la historia de una amistad entre dos hombres, una amistad de dos hombres mayores que dura apenas cuarenta días. El tema es probar que existe también la amistad a primera vista, como el amor a primera vista, un tema que me viene interesando y quería además que mis amigos supieran que los quiero mucho.
”Con Esther en alguna parte me di cuenta de que estaba a tiempo de evitar algo que los escritores cubanos en el exilio no se habían dado cuenta de su peligro. Sentí que los temas políticos estaban contaminando mi imaginario como novelista. El mundo de la ficción es mucho más fantasioso e inocente y los temas políticos comenzaron a intoxicar ese imaginario. Entonces decidí que la política iba por un lado y las novelas por otro, aunque las novelas no evitaran el tema político, pero basándose en una argumentación política, Me di cuenta de que también para la política había un género específico mucho más convincente y de mucho más impacto, el periodismo, el espacio ideal para escribir mis articulillos y mis reflexiones políticas, no siendo yo un ensayista ni un historiador. De manera que los temas políticos iban por un camino y mis novelitas por otro, también con el tema de la melancolía, de la nostalgia, de la distancia, del exilio, de la Cuba de mi vida, lo que quieras, pero sin la necesidad de un discurso político, ni de convencer a nadie desde el punto de vista político. Esther en alguna parte es una novela que sucede en La Habana de hoy y no hay una sola jinetera, ni un negro semental, ni un orisha, ni un policía, ni un disidente. Es más, en toda la novela, que son doscientas páginas, la palabra revolución sólo se menciona una vez, lo cual es casi una proeza porque inventar una historia que pueda transcurrir en La Habana de hoy sin abordar esos temas, sólo con La Habana como telón de fondo, es casi un milagro. Los lectores cubanos, sobre todo de la isla, están muy acostumbrados a que los escritores del exilio los golpeen mucho, que digan que Cuba es un infierno, que todos los que viven en la isla son unos borregos, unos esclavos, unos corderos. Quizá lo político de esa novela es que no sea evidentemente política.
”Con Esther en alguna parte mi literatura se ha ido acercando a la isla. Esto que te digo no es mentira, porque la escribí como si estuviera en La Habana. No quise utilizar el catalejo del exilio, de la nostalgia o de la melancolía, porque los catalejos o agrandan las cosas o las reducen. Asumí esa postura como escritor, que es una postura muy solitaria porque ni en Cuba ni en el exilio la han entendido. Es quizá uno de los peores negocios literarios que yo he hecho en mi vida, porque esa postura intermedia no es nada cómoda. Soy muy crítico con la Revolución cubana, creo que se acabó hace muchos años y me parece que es una dictadura. Pero también creo que el exilio ha vivido de esa política muchos años y se ha equivocado tremendamente. Del gobierno de Estados Unidos ni hablar, ésos no entienden nada, ninguna de las administraciones republicanas o demócratas que han pasado a lo largo de la era de Fidel Castro ha sabido entender, desde Eisenhower hasta Bush. ¿Sabes por qué no han entendido nada, como tampoco entienden a México ni a Paraguay, ni a Venezuela ni al pato bobo de Hugo Chávez? Por una cosa que el Quijote dice: Sancho, no se puede luchar por algo que uno no ama. El amor, lo decía Martí (“Amar, he ahí la crítica”), es el elemento indispensable de toda lucha y de todo luchador, sobre todo si en esa lucha implica la posibilidad de morir en ella, y los Estados Unidos nunca nos han querido, nunca nos han amado. Nos han deseado, pero no es lo mismo desear a la vecina que amar a la vecina, porque cuando la deseas en un día loco la puedes violar en la escalera, que es lo que han hecho estos gobiernos americanos, demócratas o republicanos, sobre todo los republicanos, con una falta de tacto y en el fondo con un desprecio por Cuba. Ese desprecio de los Estados Unidos por Cuba nos ha costado muy caro, porque ha sido caldo de cultivo para que un loco como Fidel Castro tenga a mi país en una crisis, con la convocatoria a una guerra permanente y eso lo justifica todo. Los americanos siguen la torpe política del bloqueo y del aislamiento En Miami me odian o me critican mucho porque he pedido que los Estados Unidos levante el bloqueo económico a Cuba, que quiten la ley migratoria, que nos traten sin ninguna preferencia, ni para bien ni para mal. Necesitamos vivir como un país normal para saber qué carajos vamos a hacer y qué va a hacer el comandante Fidel Castro y la dirigencia de la Revolución cubana, cómo vamos a aprender a vivir en paz, sin ninguna preferencia especial y sin ningún odio especial de los Estados Unidos, porque si los Estados Unidos piensan, como han pensado durante más de cincuenta años, que por castigo a la dirigencia de un país se puede ahogar de hambre a un pueblo, están equivocados.
—¿Llegará ese momento? ¿Cuándo?
Con Esther en alguna parte me di cuenta de que estaba a tiempo de evitar algo que los escritores cubanos en el exilio no se habían dado cuenta de su peligro. Sentí que los temas políticos estaban contaminando mi imaginario como novelista. El mundo de la ficción es mucho más fantasioso e inocente y los temas políticos comenzaron a intoxicar ese imaginario.
—Tarde o temprano llegará. En principio, cuando muera Fidel Castro. Muchos nos hemos resignado a la solución biológica. Fidel Castro es un imán con una enorme atracción pública, nacional o internacional. En los países socialistas, cuando cayó la Unión Soviética y todo el campo socialista, ningún país tenía su dirigencia histórica en pie, salvo los chinos, pero en Cuba sí ha permanecido la dirigencia histórica. Ése es un problema de la Revolución cubana, que fue en su momento una virtud. Cuando triunfó, los guerrilleros eran unos niños y entonces la vida les ha durado mucho en el poder, porque llegaron muy jóvenes. El Che tenía 28 años, Camilo Cienfuegos 26, nuestro primer ministro de Educación tenía 22. Además cuando cayó la Unión Soviética todo el mundo pensó que por efecto dominó Cuba también caería, pero nos olvidamos de una cosa y después la vimos clara. El enemigo de los polacos, de los alemanes, de los rumanos, de los búlgaros y de los checos era la Unión Soviética, porque los había dominado y les había impuesto el socialismo después de la II Guerra Mundial, ellos no llegaron al socialismo por procesos populares o revolucionarios. En Cuba el enemigo no era la Unión Soviética, los rusos estaban muy presentes pero los cubanos no tenían odio hacia ellos, en cambio tú le decías ruso a un polaco y te partía la cara porque lo consideraba una ofensa. Es decir ,¿qué va a pasar?, pues quién sabe qué va a pasar, ¿cuándo va a pasar?, quién sabe cuándo va a pasar, pero todo pasa por la existencia y por el liderazgo de un hombre de enormes dimensiones que lleva cincuenta años en el poder, que lleva ocho sexenios en el poder, para que los mexicanos midan bien lo que significa Fidel para los cubanos. Imagínense ocho sexenios con Luis Echeverría o con Lázaro Cárdenas, da igual. Yo confío en el alma suave y bondadosa de los cubanos, yo confío en la familia como núcleo gestor y garante de la paz en Cuba. Pero por otro lado también soy muy pesimista, porque en estos mundos globalizados puede pasar cualquier cosa, y puede pasar una cosa que la gente no calcula. Todo mundo dice que Cuba se convierta en un Puerto Rico, que los americanos nos invadan, y ése puede ser un escenario, pero el peor escenario es una situación de debilidad del poder, aunque si algo tiene el socialismo es que es un poder muy recio (y ahí no entra el narcotráfico si Fidel Castro no quiere, porque por eso es un régimen totalitario), pero ante una ausencia de poder el escenario que más yo temo, y no es el más improbable, es que llegue el cártel de Cali, el de Medellín, el de Juárez o el del Golfo y se coman a Cuba como un pescadito, porque Cuba está pintada en el mapa como un trampolín de todo lo bueno y de todo lo malo, hacia arriba y hacia abajo de América Latina. Entonces aquello se va a convertir en un infierno, porque allí hay gente con mucha necesidad y luego el ejército, que donde se mete el ejército surgen las complicaciones, el ejército se ha convertido en la mafia más grande de Europa, traficante de armas y de drogas. Aquí en México sabemos lo que eso significa, cómo te pudre el dinero el alma de la nación, cómo se roba a muchos de tus mejores hijos, de gente que pudo haber sido extraordinaria y acabó siendo un bandido. Si llega la mafia con las maletas de dinero, entonces hay que ver para dónde se hacen las nuevas balsas. De todas maneras me obligo a ser optimista, me obligo a ser un hombre con esperanza y siempre lo digo: con mí no pueden contar para lo que quieran, y cito a mi maestro Virgilio Piñera. En una nueva Cuba, en una próxima Cuba fundada desde la continuidad y la ruptura, pueden contar siempre con mí no, como decía Virgilio, lo único que tiene que decir un escritor es no. Cómo te voy a decir que sí, si yo siempre digo que no, ese es mi papel como escritor.
—Virgilio Piñera es un convidado eterno en tu obra, Eliseo…
—Sí, y Esther en alguna parte es un homenaje descomunal a ese hombre extraño que se volvió entrañable para mí. Yo quería hacer un homenaje al teatro, La Habana como un escenario monumental, pero no tenía a la mano obras fundamentales del teatro cubano del siglo XX: Santa Camila de La Habana Vieja, Contigo pan y cebolla, El robo del cochino. Yo quería que en La Habana estuvieran sucediendo esas obras de manera espontánea. Era un sueño hacer una novela incorporando el escenario de La Habana y las voces de La Habana, voces y personajes del teatro cubano, pero no tenía las obras. Empecé a buscar entre los amigos y lo que conseguí fue el teatro completo de Virgilio Piñera. Entonces me dije: Le hago el homenaje al teatro cubano rindiéndole homenaje al viejo Virgilio Piñera, que nunca fue santo de mi devoción, por malformación de mi familia. Mi padre, Eliseo, pero también Cintio, Fina y ellos nunca vieron a Virgilio con buenos ojos, porque no lo sabía mirar. Yo heredé eso. Era más lezamiano que virgiliano. Pero, bueno, dije: “Voy a leer el teatro de Virgilio…” Y cuando lo hice me quedé deslumbrado, enamorado, fascinado, por la obra de Virgilio Piñera y por su escueta figura. Entonces, dije, el homenaje es para él. También es el reconocimiento de un Diego. Papá a lo mejor se equivocó contigo, Virgilio, pero los Diego te queremos. Entonces es un enorme homenaje a ese hombre. El juego de voces está en la novela, todas las citas son de Virgilio Piñera. La primera es muy bonita: “Y el corazón, como un enorme salón abandonado”. También está otra de mi padre, como en todos mis libros: “¿Por qué sin más te dejas morir, si no hay locura mayor que irse a dormir con sombras viejas?” ®
Leslie Diego
Que disfrutable entrevista, soy fan del realismo mágico… Descanse en paz este gran escritor.
Vale
Excelente entrevista y estoy muy de acuerdo, descanse en paz este gran cubano