Algunas se estrenaron en 2012 (incluso una en 2011), pero llegaron comercialmente a México en 2013. Otras tienen su estreno comercial este año, pero han estado en festivales o en internet desde el año pasado. Aquí una recapitulación personal de las mejores películas del 2013.
10. Blue Jasmine, de Woody Allen (Estados Unidos)
Woody hace su propia variación de A Streetcar Named Desire, en homenaje a Williams y Kazan, para presentar un avatar de la “alta sociedad” venida a menos. Sin embargo, ahí donde A Streetcar… devela la crisis moral de la clase acomodada, Blue Jasmine muestra el trasfondo de corrupción económica que la sostiene. Así, Jasmine (en la gran actuación de Cate Blanchett) prefiere delirar que aceptar que detrás del choque de “culturas” con su hermana está la depredación de clases que ahora la desfavorece. Lo mejor de Woody desde Match point.
9. Alpeis, de Giorgos Lanthimos (Grecia)
El duelo no conjura al muerto amado, dice Freud, sino lo que murió con su muerte. En otras palabras, el inconsciente no pierde a alguien sino a algo. Lanthimos, siguiendo esa comedia inexpresiva que inauguró con Kynodontas, imagina una microempresa que performa ese algo a sus clientes en duelo. Por eso, el parecido físico entre el fallecido y su suplemento (como diría Derrida) puede ser incluso irrelevante. Importa, eso sí: mucho, que la personificación siga rigurosamente las instrucciones del cliente. Ese goce superyoico del duelo es vuelto mercancía por el grupo y encarnado hasta en su sádica organización interna.
8. Heli, de Amat Escalante (México)
Heli se suma con Miss Bala al cine mexicano que narra al narco desde la clase trabajadora no criminal. Aquí, el empleado de maquila en un pueblo marginado pasa por un desfile de violencias y acosos, desde laboral o militar hasta criminal y burocrática —cada una sosteniendo a la otra en una red de explotación, corrupción, poder e ineptitud.
7. Camille Claudel 1915, de Bruno Dumont (Francia)
Camille fue escultora, amante de Rodin y hermana del poeta Paul Claudel. Pero en el filme de Dumont no hay esculturas ni poemas, sino desesperanza que gana lenta. La película narra tres días en la vida de Camille en el asilo mental donde vivió sus tres últimas décadas. Después de un par de años internada, espera la visita de su hermano Paul para buscar su salida. Que ella ignore su destino trágico deja al espectador en una melancólica empatía.
6. Before Midnight, de Richard Linklater (Estados Unidos)
Jesse y Céline llevan casi una década juntos en Francia y un paseo de verano al Peloponeso los hace pensar sobre su futuro como pareja. Jesse se siente separado del hijo que tuvo con su ex esposa y Céline se niega a mudarse con él a Estados Unidos. Si Before Sunrise y Before Sunset trataron respectivamente, para decirlo con Badiou, sobre la imprevisibilidad del y la fidelidad al acontecimiento amoroso, Before Midnight narra —con el mismo encanto que sus predecesoras— los puntos conflictivos y retos de su duración.
5. Post tenebras lux, de Carlos Reygadas (México)
Post tenebras lux es tan delirante como contradictoria. Así como tiene tendencias al exotismo o la explotación (y en entrevistas al respecto Reygadas se pone a la defensiva), también sugiere cierta mirada crítica a la violencia y el poder que se da en los cruces sociales, tan evidentes en México, entre clase, raza y género (véanse, por ejemplo, las relaciones entre patrón y sirviente, entre blanco y mestizo o indígena, entre mujeres en el sex spa, entre hombres en el rugby, etcétera). Todo ello, cabe decir, en un viaje cinemático poderoso entre la ensoñación y la epifanía, donde no es extraño ver pasar un demonio o atestiguar un suicidio imposible que podría parafrasear aquel Ensayo de Revueltas.
4. La vie d’Adèle, de Abdellatif Kechiche (Francia)
Amar es dar al otro lo que no se tiene, como recordaba Lacan, pero también recibir del otro lo que no tiene. La vie d’Adèle es una crónica de esta doble imposibilidad. El amor funciona en Adèle como aquello que quizá podría descifrar la verdad de su deseo, su preferencia sexual, su identidad, su posición ante el Otro. Sin embargo, que el amor sea el intento recíproco de desplazar la falta por el fetiche —en ese dar y recibir vacío del objeto-causa del deseo— hace que la vía de Adèle a su verdad parezca más un laberinto sin centro ni salida que una calle transitada entre miradas.
3. Navajazo, de Ricardo Silva (México)
Navajazo es una etnoficción (cruce entre registro documental y artificio ficcional) de las formas subalternas de sobrevivencia en Tijuana ante una sistemática precarización y marginación. La posición ética del realizador (principalmente al pagar y ocultar información a sus sujetos) es debatible, por decir lo menos. Sin embargo, la película problematiza principalmente la posición ética del espectador. El subalterno marca un nosotros y un ustedes, le escupe al espectador y lo interpela a definir su lugar en ese antagonismo.
2. The Master, de Paul Thomas Anderson (Estados Unidos)
There Will Be Blood y The Master —las últimas películas de Anderson— deben ser leídas como díptico. En la primera, dos discursos de amo (el magnate Daniel vs. el pastor Eli) llevan su agón a muerte antes que reconocer al otro. En la segunda, el discurso de amo (el líder religioso Lancaster) —que, por cierto, niega la muerte al creer en la reencarnación— produce sus propios esclavos (el ex marine Freddie) y mediaciones (la esposa del líder, Peggy). Una y otra, a través de esta dialéctica amo-esclavo, entrecruzan religión con poder capital y poder pastoral en el contexto agrio de la pre- y la posguerra.
1. The Act of Killing, de Joshua Oppenheimer et al. (Noruega et al.)
El régimen militar de Suharto se instauró tras el genocidio de 1965-1966. Medio millón de disidentes comunistas fueron asesinados por delincuentes y paramilitares aliados al gobierno indonesio. Ahora los genocidas no sólo viven impunes sino cobijados por una “política-ficción” (Salinas dixit) que los celebra como héroes nacionales. Anwar Congo es uno de ellos y quiere dar su testimonio, pero actuando junto a sus colegas como víctimas y victimarios en escenas de sus géneros favoritos, desde cine de gánsteres hasta western o musical. Sin embargo, el resultado es inquietante para todos, sobre todo para Anwar. La ficción testimonial desajusta la ficción política que han defendido. En esta metaficción que deviene Unheilmlich (Freud dixit) los fantasmas acosan y las certidumbres vomitan.
Menciones honoríficas
Doble ficción (mitad) mexicana: Workers, de José Luis Valle (México/Alemania) / La jaula de oro, de Diego Quemada-Díez (Guatemala/México).
Doble documental (mitad) mexicano:Inori, de Pedro González Rubio (México/Japón) / La piedra ausente, de Sandra Rozental y Jesse Lerner (México/Estados Unidos).
La decadencia (party) del imperio: Spring breakers, de Harmony Korine (Estados Unidos) / The bling ring, de Sofia Coppola (Estados Unidos)
El nini (folk) primermundista: Inside Llewyn Davis, de Joel y Ethan Coen (Estados Unidos).
El Jodorowsky (medio) chistoso: La danza de la realidad, de Alejandro Jodorowsky (México).
El Žižek (medio) accesible: The pervert’s guide to ideology, de Sophie Fiennes (Gran Bretaña).
Sobrevaloradas
Relato efectista, irrelevante y olvidable: Gravity, de Alfonso Cuarón (Estados Unidos).
Ejército (a.k.a. el puño invisible del mercado) al rescate del capitalismo global: Captain Phillips, de Paul Greengrass (Estados Unidos). ®