Tres reseñas de tres artistas de distintas épocas y estilos, pero que igual han dejado huella y destacado por su originalidad.
Cuando el pasado y el futuro rebotan
Johnny Cash estaba encasillado, encerrado en la leyenda que se forjó en torno suyo. En American Recordings (de los cuales se lanzaron cuatro cuando todavía estaba vivo y después de su deceso en 2004 se han publicado dos más y un box set) trabajó con Rick Rubin, lo que lo acercó a nuevas generaciones que no tenían idea de su legado.Adicto, políticamente incorrecto, héroe atormentado, para sus detractores —incluso para su padre— siempre fue un farsante, pero ahí estaba él mirándolos: elegante, adusto y siempre vestido de negro. A sus más de sesenta años decidió trabajar con Rubin y cambió su carrera. Parte de esa revolución en en su trabajo se debió a que grabó canciones de U2, Depeche Mode, Soundgarden, Nine Inch Nails, The Beatles y Simon & Garfunkel para reinterpretarlas.
“One”, de U2, toma un matiz más espiritual, casi eclesiástico, y “Rusty Cage”, de Soundgarden, es aún más furiosa que la original, mientras que “Hurt”, de Nine Inch Nails, descrita por el mismo Cash como La Canción sobre las adicciones, es más dramática que la original de Trent Reznor.
Algunos lo llamaron mercenario y otros lo dejaron ser. ¿Tuvo sentido alternar canciones propias con esos covers? Al entregar perlas propias como “Solitary man”, entre otras, y alternarlas con versiones más crudas de éxitos de otros su leyenda se hizo más grande. Su larga y gran sombra, como se refería a él el también ya finado Joe Strummer, de The Clash, sigue ahí. Elegante, adusta, inmóvil y, sobre todo, negra.
Largo peregrinar
El error puede ser algo tan penado como alabado. Algo similar sucede con la confusión, y más en estos tiempos violentos. A veces lo más pertinente podría ser el aislamiento y sólo sacar la cabeza cuando se tenga algo que decir. Y se agradece que algo le faltara decir a Neil Young, que entrega un disco un tanto alejado del sonido reposado y del contenido político de los últimos años.
El viejo lobo se muestra como es. Extremista. Va del folk más campirano al rock más sucio. A sus más de sesenta años Young reflexiona en Le Noise, su nuevo álbum producido por Daniel Lanois, sobre el amor, la guerra y el error como una parte importante en la vida de cualquier ser humano.
A veces lo más pertinente podría ser el aislamiento y sólo sacar la cabeza cuando se tenga algo que decir. Y se agradece que algo le faltara decir a Neil Young, que entrega un disco un tanto alejado del sonido reposado y del contenido político de los últimos años.
El hombre nunca ha dejado de cometer errores, uno tras otro. Y así pasaron los años mientras Young envejecía cantando canciones de amor y guerra: “Cuando canto de amor y guerra / realmente no sé qué es lo que estoy diciendo / He estado enamorado, he visto muchas guerras y he visto a mucha genta gente rezar”. Así es Young en uno de sus momentos más reflexivos e intensos en la senda entre la pureza y el ruido por la que Neil Young ha transitado. Le Noise es poesía y distorsión; guitarra, efectos y su voz. No se necesita más.
Una entrevista con Daniel Lanois aquí
Se puede escribir de amor
Pedir que el mundo se detenga no necesariamente significa que uno está siendo consumido por el temor, todo lo contrario, sentirse tan alegre y efervescente que se ruega una pausa para disfrutar aún más. Ésta es una de las ideas que transmite Write About Love, el octavo álbum —sin contar compilaciones de lados B, grabaciones en vivo y soundtracks— del octeto escocés Belle & Sebastian.Stuart Murdoch y compañía crearon esta obra optimista de sonido menos campirano y adornado. Uno de sus álbumes más finos y contundentes, con cortes como “I Want the World to Stop”, “I’m not Living in the Real World”, “Write about Love” y “Blessed Pages”, que invitan a expresar el amor.
El video de “I Didn’t See It Coming” puede verse aquí. ®