Un día llegó a un paraje donde descargaban droga de un carro. Al ver que no había cómo salir de allí sin ser interrogado se puso a ayudarle a los federales en la descarga. “No tuve más remedio que hacerles plática, hacerme el encontrado”. Otro día, en una brecha miró el brazo de una persona dentro de un arroyo. Avisó al comandante de la policía asignado en Altar, pero éste le sugirió que así lo dejara.
También le ha tocado que al estar dormido, de madrugada, “en el aire te levanta un grupo de personas armadas y te llevan a un lugar y allí te someten casi a un juicio sumario…” Las peripecias son vastedad cuando se ejerce el oficio del periodismo en tierra caliente, y Caborca, donde radica, está que arde.Él es la analogía de una culebra que sabe cómo hacer camino, escabullirse le permite seguir viviendo. Desde hace más de treinta años es reportero, y anda la ciudad arriba de su carro, con los sensores siempre encendidos, en su hombro una cámara fotográfica, una cámara de video.
Llego a Caborca un viernes a medio día, él me espera para charlar y “echarte la mano en lo que se ofrezca”. Nos encontramos. Julio César Ortega Quiroz y Mora me guía hacia los caminos por donde sus pasos indagan la vida y por donde encuentra acontecimientos que se convierten en noticias.
Andamos la ciudad una tarde después de charlar sobre literatura en el Club Rotario. En otro momento, en ambiente de camaradas y en el interior de una refaccionaria de maquinaria agrícola, conversamos sobre los avatares de esta lucha que significa informar.
Julio es un hilo que abandona el carrete, suelta palabras, recuerda anécdotas. Sin guión de por medio la memoria es un frasco que vacía las andanzas y sus ojos manifiestan de emoción lo que han visto como una película reiterativa, constante, incesante. Julio dice que un día le dijeron: “Tienes hijos, tienes hijas y vale más que le bajes seis rayitas”.
—¿A la pistiada?
—No, a mi trabajo, al andar denunciando relaciones ahí…
—¿Del narco?
—Sí. Amenazas que me cumplieron.
—¿Cuánto tiempo llevas de periodista?
—Treinta y dos años. Empecé en Sinaloa. Soy geminiano (del signo géminis), mi madre era maestra y siempre quiso que fuéramos autosuficientes, desde muy pequeño yo era publirrelacionista natural. Yo me inicié en Sinaloa, hice la preparatoria allá, la empecé en Caborca, pero luego nos pidieron la bola, tuvimos que emigrar de aquí y allá me inicié en Sinaloa, estuve en El Debate, en grupo Promomedio, en la radio. Me regresé a Sonora más o menos en el ochenta y cinco; en una de las veces que vine a Caborca de repente me di cuenta de que mis padres estaban muy ancianos, no me había fijado en eso, entonces dije: Bueno, tengo que disfrutarlos. Me vine a Caborca, tenía una posición privilegiada en Sinaloa y vine a mi territorio, donde nadie es profeta.
—¿A qué medios llegas cuando empiezas a trabajar en Caborca?
—Estuve en Primera Plana, luego en el Diario del Yaqui, con don Jesús Corral; llegué aquí y empecé con un semanario, como carta de presentación, después entré a la radio, en lo que ahora es Grupo Radio Palacios, cuando se iniciaba la XEUK, y también en la XEBZ, con Pepe Chuy Palacios, que es el presidente de administración, allí fue donde nací de nuevo, donde estuve más de veinte años. Fui corresponsal de Tiempo, de Alejandro Olais Olivas (semanario que se editaba en Hermosillo); de La Voz del Norte, en Nogales; también de Prensa Hispana, un periódico que circula en Phoenix; en la XENY, de Nogales, en La Prensa, de San Luis Río Colorado, Sonora.
Nuevas drogas, menos pudores
—Caborca es un territorio caliente, no sólo por ser desierto, es un lugar donde se enquistan las personas que realizan el narcotráfico, es un área de frontera. Por estas características, ¿qué implica ejercer el periodismo de manera crítica, como lo has hecho?
—Considero que una de las ventajas es que soy originario de esta región, eso me permite saber quién es quién en Caborca, quiénes somos de aquí y quiénes son los que vienen llegando, y en las épocas en las que se vinieron a asentar aquí las familias de narcotraficantes tuvimos oportunidad de conocerlo, tuvimos oportunidad de conocer su familia, sus hijos, su descendencia, esas familias se integraron a la sociedad de Caborca, y nos veíamos como amistades; entonces llegó un momento en que se veía como natural lo que ellos ejercían porque fue muy importante para la economía de nuestra región.
Ahora, ya las descendencias, las nuevas generaciones, en ellas viene la aparición de las nuevas drogas, las sintéticas, éstas hacen que los narcos se desquicien en su manera de actuar, que no tengan respeto por la vida, es donde se empieza a tornar peligroso. Nosotros hemos estado ejerciendo este oficio y siempre en un clima de respeto, siempre concretándonos a lo que es el trabajo de reportero, manejar lo que sucede y no andar investigando, viendo qué es lo que hacen, que son cosas que no nos corresponde meternos en ellas. Hay compañeros nuestros que la han perdido por andarle haciendo a los investigadores; naturalmente que sí, también nosotros investigamos, nos damos cuenta de lo que sucede, pero siempre nos concretamos a lo que es la noticia.
Muchos muertos: un enfrentamiento, dos
—En el portal periodístico que diriges, www.lanetanews.net, hace unos meses pudimos ver fotografías de muertos producto de un enfrentamiento entre carteles del narcotráfico que se dio en Tubutama, el corazón del desierto. Comparte esa experiencia: ¿Cómo lo vives desde tu ojo periodístico?, y sobre todo que ese acontecimiento está en toda la nación, por su magnitud.
—Ese evento (1 de junio de 2010) nos volvió a catapultar a nivel mundial, a tener los ojos puestos en esta región de Caborca. Los grupos que participaron en ese enfrentamiento son narcotraficantes que todos conocemos aquí, todos sabemos quiénes fueron, desgraciadamente no estamos en la posición de poder manejar información al cien por ciento, simplemente lo que hicimos fue narrar lo que allí ocurrió, esas fotografías en realidad algunas las tomamos nosotros, algunas otras nos llegaron a través del internet, circularon a nivel mundial, pero eso no reflejó la verdad de lo que allí sucedió, esas fotos las utilicé de una información de otro evento que sucedió antes de que se cumpliera un mes del enfrentamiento sucesivo, y fue algo terrible, superó por mucho al primero, y sin embargo las autoridades negaron la magnitud e informaron que sólo había habido tres muertos cuando nosotros tenemos noticias de que fueron más de ochenta personas las que murieron, y las autoridades, ni siquiera ellos tuvieron acceso; si no tuvimos acceso los medios de comunicación, mucho menos las autoridades investigadoras que llegaron cuando cada quien se había llevado lo suyo y nosotros sabemos que fue un bando nada más el perdedor en este enfrentamiento.
—Cuando ocurren acontecimientos de esta magnitud, ¿qué pasa por tu mente en el instante de tenerlo como tema periodístico?
Debo ser honesto: me da pena que sucedan estas cosas, porque es una barbarie, me siento impotente porque no hay quien ejerza un control, la fuerza del Estado está rebasada por un grupo de gente ignorante, porque para poder disponer de la vida de otra persona de esa manera tan cruel se necesita ser ignorante.
—Debo ser honesto: me da pena que sucedan estas cosas, porque es una barbarie, me siento impotente porque no hay quien ejerza un control, la fuerza del Estado está rebasada por un grupo de gente ignorante, porque para poder disponer de la vida de otra persona de esa manera tan cruel se necesita ser ignorante, y sí, me da pena transmitir eso, que la comunidad, los lectores, lean esto. De unos meses a la fecha me he restringido al manejar ese tipo de información, pienso que para los jóvenes, los niños, es nocivo, no debemos transmitirles eso, todo nosotros debemos aportar algo que permita cambiar la actitud, la manera de pensar y de ver las cosas de los jóvenes, creo que ahí está la solución, enfrentar esto que la autoridad no está haciendo; necesitamos reprogramarnos como padres de familia, como maestros, a los jóvenes darles otra visión de lo que es la vida, porque ahora sí, como dice José Alfredo, la vida no vale nada.
Periodismo, satisfacción
—Si tuvieras en la memoria el trabajo periodístico que más te ha satisfecho y pudieras conversárnoslo…
—Hay muchas cosas que me han dado satisfacciones. Me ha tocado en ocasiones que la gente venga a pedirme apoyo cuando sienten que son abusados por las autoridades, o por los mismos grupos delictivos, con base en esa ventaja que tengo de ser nacido aquí, de poder ir a negociar, hablar por esa gente. Me ha tocado enfrentarme con la autoridad, la mayoría de los problemas que he tenido han sido por interceder por otra gente; me ha tocado estar en prisión, he tenido conflictos con la Judicial Federal, la de aquella época, pelear contra ellos, he estado en prisiones por veinte meses, con dos procesos federales, y he salido absuelto, y todo por denunciar. He contrademandado, he encerrado a quienes me han encerrado. Yo aquí en Caborca he tratado de llevar con mucha dignidad mis apellidos, mi abuelo Domingo Quiroz y Mora fue una persona que en su época fue presidente municipal en varias ocasiones, y trazó lo que es el Caborca moderno; mi padre, por los Ortega, somos gente de Pitiquito, gente sencilla, y he tratado de llevar con mucha dignidad mis apellidos. Hace rato hablábamos de los tiempos de Héctor Cáñez, quien fue presidente municipal de Caborca, y esta dentadura que traigo, ya de viejo me dieron alineación y balanceo y traigo un puente (que me pusieron) que fue bajo su mandato, por andar denunciando la incursión de un grupo de narco-delincuentes que vinieron a tomar posesión como directores de Seguridad Pública en Caborca, en el 2003.
—¿Han sentido miedo, pánico?
—Sí, me ha tocado ser víctima de levantones, sí he tenido miedo pero no lo he demostrado en el momento, gracias a eso he conservado mi vida.
—A ver eso de los levantones…
—Sí, pues, estar dormido a eso de las tres de la mañana y que de repente te levantan y en el aire te lleva un grupo de personas armadas y te llevan a un lugar y allí te someten casi a un juicio sumario. He estado a punto de ser fusilado también, por los narcos, pero también, como lo comentaba al principio, al momento en que me dan la oportunidad de hablar, digo, bueno, por qué me tienen aquí. No, pues que traes un mitotazo. No, ustedes traen el mitotazo, yo hago mi trabajo, ustedes se pararon en un lugar, dispararon en un domicilio, a otro domicilio, a las horas del día, con todos los vecinos de testigos, ése es mi trabajo, yo informo lo que ustedes hicieron, si yo por andarme metiendo en sus asuntos ustedes pierden miles de dólares, pues mátenme, porque no es mi negocio, y ahí es donde ellos dicen: Tienes razón. Eso fue en el ochenta y ocho, en el noventa.
—¿Si esto ocurriera ahora, crees que te darían prórroga?
Una vez venía por la brecha y me encontré un brazo, en un arroyo, había llovido, y le hablé a un comandante que estaba en Altar, le dije lo del brazo y me dijo: Déjalo así.
—Ni oportunidad de meter las manos me darían. He manejado la nota roja gran parte de mi vida, y los últimos años mi área de operaciones fue la línea fronteriza de Sonora con el estado de Arizona, antes conocía todo sobre el narcotráfico, hasta que en una ocasión, atendiendo denuncias de abuso de autoridad, allá en las brechas, me di cuenta de lo que es el fenómeno migratorio, algo a lo que no le ponía atención, y allí me encontré en tierra de nadie: narcotraficantes, polleros. Me tocó también encontrarme a la gente operando, nos veíamos, ellos andaban haciendo su actividad, pero también me tocó darme cuenta de que ejecutaban a bajadores que andaban asaltando a paisanos indocumentados, y también me tocó, pero me conocen que soy gente seria, y ellos sabían bien que no iba a andar diciendo quién mató a quién, para empezar no los veía en el acto, pero sí me daba cuenta de quién había sido. Eran situaciones que ni la misma autoridad atendía. Una vez venía por la brecha y me encontré un brazo, en un arroyo, había llovido, y le hablé a un comandante que estaba en Altar, le dije lo del brazo y me dijo: Déjalo así. Hay mucha gente desaparecida, incluso amigos de uno, pero tienes que seguir tu camino, si la autoridad no tiene interés en actuar, pues nosotros no somos autoridad.
—Que ya la vida que resta, dice Julio, la dedica a publicar información que no compromete, porque tiene ganas de darles tranquilidad a su familia, “sobre todo a mis hijos, los hijos”. ®