Se pregunta la autora: ¿Se puede creer en el arte si lo que el arte demanda de nosotros es una experiencia intelectual que requiere de información contextual y no una experiencia estética?
Hace algunos meses se exhibió en el Museo Universitario Arte Contemporáneo, MUAC, la muestra Todo a Nada que presentó, entre otras, obras los artistas Teresa Margolles y Gabriel Orozco. La obra de Orozco consistía en una escoba colgada del techo por hilos y rodeada de basura como botellas de PET, empaques de detergentes y otros residuos rescatados de algún contexto no determinado en la curaduría.La obra del mexicano provocó sorna entre críticos y espectadores que, desde hace años y tal vez con más fuerza desde la exhibición de Orozco en Bellas Artes (2006), lo tildan de impostor. Frente al espectacular éxito comercial del veracruzano, y haciendo un intento porque este espacio no se vuelva un debate acerca de la validez o pertinencia de su obra, una reflexión salta a la mente cuando se reitera sobre el valor de la obra de arte. El valor económico de los objetos que conformaban la obra de Orozco en el MUAC era, por no decir ridículo, mínimo. Pero la obra firmada por el artista, el concepto de la instalación y sus objetos, seguramente se intercambió por decenas de miles de dólares en el mercado internacional. La pregunta es, ¿qué importancia tiene ese valor desconocido, pero sospechado, en la experiencia frente a la obra de arte?
Tal vez dos discusiones se entremezclan en este cuestionamiento, pues habrá quien responda con una pregunta: ¿Qué constituye la obra de arte? El debate es extenso y, hasta que se vuelve confrontacional —cosa que pasa con mucha frecuencia—, interesante. Si no se cree en el arte, ¿es posible tener una experiencia artística? ¿Cómo, entonces, se puede creer en el arte si lo que el arte demanda de nosotros es una experiencia intelectual que requiere de información contextual y no una experiencia estética? Si lo que valoramos es el concepto y existen audiencias que no pueden acercarse al concepto (por educación, o por la misma intención del artista o el curador), ¿qué es lo que valoran? ¿Cuál es la experiencia?El enigma de la creación artística y la total ambigüedad en la validez o el significado de sus productos ayuda a fundamentar no sólo los mercados del arte sino también el concepto burgués de las artes como un producto esencial en la vida de la sociedad que no es preciso entender, no porque no sea importante o incluso didáctico, sino porque es algo totalmente secundario dado que su papel fundamental es, simplemente, existir. La visita al museo “aunque sea en domingo” es síntoma y rito de la “sobrevaloración burguesa del arte” (Acha, 1997), dentro de la que es importante tener ministerios e institutos de cultura y artes, artistas nacionales en importantes ferias internacionales, festivales y bienales mientras “las mayorías demográficas viven… alejadas (de un) arte occidental” que no comprenden, con el que no se identifican y a cuyo sistema de élite tienen negado el acceso.
Si el valor de las artes es, no más —ni en parte— una cuestión estética o intelectual (ni lo entiendes ni lo disfrutas), sino un valor geopolítico, ¿cuál es la experiencia frente a la obra de arte? ¿Es simplemente un requisito de la vida social el atender a los museos? O tal vez se trate, más bien, de una forma más de admirar la riqueza intangible, el aura mítica de la obra de arte que transmutó en admiración la capacidad de poner, literalmente, basura en la sala de un prístino museo y salir victorioso con miles de dólares en la bolsa y muchos puntos más en el invisible, pero totalmente real, rank mundial de los artistas más importantes.
Es extraño que algunos productores de cultura pop sigan respetando a las artes como un reducto intocable de la cultura, tal vez si lo hicieran más podríamos tener verdadero entretenimiento artístico y, de paso, tendríamos que contar menos en la publicidad como proveedora de la experiencia estética e intelectual primigenia para las “mayorías demográficas”. Tal vez si MTV creara MTV Artists Cribs la gente ni siquiera tendría que ir en domingo al museo, porque podríamos admirar al genio en acción, mostrándonos no sus obras, que son secundarias, sino las riquezas que ha acumulado gracias a ellas.
Nota: Aunque, insisto, esto no es una diatriba contra Gabriel Orozco (y su nombre y descripción de obra podrían ser sustituidos por los de otro artista que trabaje con materiales similares), son divertidos contrapuntos a los textos de Heriberto Yépez (en contra del linchamiento a Orozco) publicados en el diario Milenio y de José Felipe Coria y Miguel Ángel Da Vila publicado en Replicante, titulado “Contra el arte farsante”. Saque sus conclusiones. ®
Raul
Jjajajajaja
ya hay un documental de Orozco, donde se la pasa viajando, explica su método de producir arte, y dice con sorna y cínicamente muchas netas del arte, como cuando se encuentran unas rejas metálicas y dice que esas rejas son muy valoradas entre los artistas.
Estudie en una facultad de arte y la obra de Orozco me parece compleja, a veces provocadora. No toda la obra, y no la de todos artistas similares.
Pero como parte de todo lo que se ha trasmutado en el mundo, el papel o rol del artista sigue siendo uno de los mas cuestionados. El arte es para las élites y son estas las que dicen que es arte y que no. Así pertenezcan a estas élites nuevos ricos.
Los conceptos dominantes siempre los dicta la élite en el poder. La élite con mas acumulación de bienes y poder destructor y creador.
Y es que es norma que las élites acojan a sus artistas, la historia se repite, desde los Medici hasta las grandes firmas comerciales actuales(generalmente de dedicadas al lujo, las finanzas o la industria)y por su puesto los gobiernos (parte de las élites) que todo lo institucionalizan.
Pero el arte también produce verdades, es eso que llamas el misterio del arte, creo yo. Y esas verdades surgen cuando un artista o un grupo de artistas rompen con lo establecido, con respecto a un canon estético, una técnica o un concepto. Surge una nueva manera de percibir el mundo, una manera original, hasta que termina todo aquello que ese grupo o artista produjeron por caer en la decadencia y ser absorbido por el sistema, se vuelva parte de la norma.
Al ser el pensamiento una extensión de nuestra mas elemental biología, creo que es natural que esto suceda, los hombres tenemos nacimiento, desarrollo y muerte. Lo mismo siento que pase con el pensamiento.
La obra de Orozco fue audaz en un momento determinado, inspiro a muchos artistas mexicanos a aspirar esos aires de museo europeo o galerías en NY. Ya sabes, algo aspiracional. Con aspiraciones a la burguesía. A ser nuevos ricos. La basura vende.
La experiencia del arte es subjetiva.
Si a alguien no le produce nada las obras en un museo, creo que son los tiempos donde cada quien elige lo que es arte y que no.
El arte puede estar en todos lados.
willebvaldoherrera
Hace cuatro o cinco años atràs, si no mal recuerdo, tuve oportunidad de encontrarme con una fotografìa de Orozco en el Museo Guggeheim de Bilbao. La imagen : una mesa vieja recargada sobre una pared vieja en algun patio comùn y corriente.
¿ A este adefesio se le puede llamar arte?
¿Orozco es un artista de verdad?
Si realmente tuviera un poco de verguenza el citado artista tendrìa que ir y descolgar esas y otras «obras» y realmente dejar que alguien se las lleve a la basura o se las devore un perro famèlico de Neza.
Willebaldo Herrera, desde la Tlaxcala oscura y siniestra de los hermanos Ortiz.