Una revolución personal

Morir de pie, de Jacaranda Correa

Morir de pie, documental de Jacaranda Correa, narra con mirada intimista historias de militancia, desencanto y enfermedad en Cuba, Rumania y Rusia.

Sólo desde el optimismo rayano en la inconsciencia se puede presuponer o concebir que la vida no es un reto. Un gran y continuado reto, tan largo como la suerte que cada quien tenga para permanecer sobre este planeta, demasiado poblado de tiranos y sus cohortes de secuaces y sembrado de injusticias que son un llamado constante a la revolución de mujeres y hombres juiciosos y comprometidos con un devenir social cada vez más atropellado.

No puedo imaginar ni un solo caso, ni en las más favorables de las circunstancias, que a lo largo de la existencia todo le venga dado, en la que no haya un solo motivo por el cual luchar denodadamente, a brazo partido; que no haya una sola razón que sea causa de frustración o desengaño y que existan cosas como vidas exentas de contrariedades o conflictos.

La gravedad de éstos dependerá de muchos factores de evaluación, sin duda, pero suena muy difícil, inverosímil, que sin ejercitar la voluntad a fondo se puedan lograr ciertos objetivos. Aunque a veces el objetivo sea sencillamente sobrevivir, seguir viviendo con dignidad.

Hay otras vidas, en cambio, que de entrada, desde la infancia, se construyen precisamente alrededor de retos mayúsculos, de circunstancias sumamente adversas, de la superación de situaciones desfavorables que en principio parecen imposibles de doblegar, en las que no hay vuelta de hoja posible, se mire por donde se mire. Éste es el caso del protagonista principal de Morir de pie, documental intimista, de cercanía, en el cual se narra una historia en dos episodios dirigido por la periodista Jacaranda Correa, quien con este documental se aleja de las narrativas del periodismo tradicional de denuncia con un trabajo de carácter más personal.

En primera instancia la trama transcurre junto a los avatares de una de las fases de la revolución cubana, vividos desde la perspectiva de los movimientos de izquierda mexicanos de los años setenta, y que concluye en una inaudita revolución de carácter personal, contrarrevolucionaria, la llamarían los puristas de la izquierda, y que responde, en definitiva, a un ejercicio de supervivencia emprendido desde el filo de la muerte.

Si la enfermedad parecía condenar al protagonista de Morir de pie a la inmovilidad, además de un vida repleta de vejaciones, dificultades y malos tratos, empezando por su propio padre, la voluntad, el tesón y la capacidad de sacrificio fabrican una vida de emociones y proyectos en constante evolución y que exigen entre otras cosas un gran movilidad…

Si la enfermedad parecía condenar al protagonista de Morir de pie a la inmovilidad, además de un vida repleta de vejaciones, dificultades y malos tratos, empezando por su propio padre, la voluntad, el tesón y la capacidad de sacrificio fabrican una vida de emociones y proyectos en constante evolución y que exigen entre otras cosas un gran movilidad… y hacerlo en silla de ruedas no es tarea fácil. Rumania, Rusia y Cuba son algunos de los escenarios por donde transita la historia de este enérgico y brillante discapacitado, alabado en su entorno por su aguda inteligencia, tesón y capacidad de compromiso.

A partir de un proceso de identificación con la figura del Che Guevara, paradigma incuestionado del mito revolucionario y homófobo declarado, con quien nuestro protagonista mantenía un gran parecido físico, además de compartir el estatus de enfermos crónicos (asma en un caso y polioneuritis degenerativa en el otro), éste se embarca en una tarea de titanes incluso para quien no sufriera una discapacidad física tan limitante a priori como la que padece nuestro comprometido personaje.

Comprometido con la causa del socialismo (inquietud de alcance universal), con las restricciones y el sufrimiento del pueblo cubano a raíz de los bloqueos y con la lucha contra sus propios fantasmas demostrando el verdadero alcance de sus (dis)capacidades, al verse obligado a matar psicológicamente la autoritaria y despótica figura de su padre, perteneciente al partido comunista con sospechosa filiación y encarcelado en Lecumberri por error. Pero eso, lo de la sospechosa filiación y dudoso proceder se supo después, cuando acaso, para efectos de esta historia, ya no importaba. O quizás sí, porque contribuyó en gran medida a destruir el inmaculado mito revolucionario de la izquierda, ni más ni menos que la caída del héroe que nuestro personaje pretendía encarnar y al que finalmente da la espalda, desencantado.

El protagonista formó parte de manera muy activa de la organización Va por Cuba, y entre ires y venires a la isla junto a Nélida, la pareja de nuestro personaje (tocado siempre con la boina que caracterizó al Che), con quien contrajo un muy socialista matrimonio en la isla al grito de Socialismo o Muerte, la enfermedad del protagonista se agrava por momentos, con la amenaza de dejarlo ciego prontamente, y con ello alejarlo de sus más apreciadas y vitales necesidades como la lectura, motivo, entre otros, que lo lleva a plantearse seriamente la idea del suicidio.

Desde el mismísimo borde de la muerte, el protagonista de Morir de pie comienza una intensa exploración emocional y decide mutar en otro ser, y para ello emprender una transformación radical, una verdadera revolución interna, en la que Nélida siempre estará presente, desgranando primero para sí misma otro acto de supervivencia emocional, y luego para nosotros, espectadores de tan bello drama, las inmensas contradicciones que este acto radical encierra, no exento de riesgos físicos, emocionales y de exclusión social, como si ser discapacitado no fuera por sí solo suficiente motivo.

La narrativa de Morir de pie se inscribe en una contemporaneidad en la que ya no hay cabida para los grandes relatos de la historia, cuando asistimos a la caída de los grandes discursos de las ideologías de uno y otro lado, y en la que se imponen las visiones fragmentarias donde solamente el estudio de lo único puede arrojar algunas luces sobre el todo…

Nélida nos sacudirá, disparando al núcleo de lo que creíamos verdades inamovibles, a través de su lúcida visión de la vida, del amor, de los cambiantes roles de género, y en última instancia, de la muerte, a raíz de una elíptica y serena reflexión sobre la eutanasia, sobre el acto voluntario de abandonar este mundo. Todo ello envuelto en una mirada desde la cercanía que retrata la cotidianidad de manera íntima, en un gran acierto desde la dirección del documental, conseguido a partir de un complicado ejercicio de comprensión de las contradicciones que el protagonista encarna con sus decisiones.

La narrativa de Morir de pie se inscribe en una contemporaneidad en la que ya no hay cabida para los grandes relatos de la historia, cuando asistimos a la caída de los grandes discursos de las ideologías de uno y otro lado, y en la que se imponen las visiones fragmentarias donde solamente el estudio de lo único puede arrojar algunas luces sobre el todo, realidad poliédrica y atomizada, que se nos escapa por su complejidad y riqueza de matices.

Morir de pie abre una ventana, a través del testimonio honesto y sincero, conmovedor, de Nélida, la persona más comprometida con esta transformación, a una vida que es una proeza en sí misma, a la abnegación que comporta la persecución de unos ideales que están por encima de categorías de géneros o de credos ideológicos, y que más bien responden a un gran impulso vital: la radical libertad de ser.

Este documental lleno de vida, honestidad y silencios expresivos, o autoengaños encubiertos, además de una intensa exploración de la feminidad (no necesaria y únicamente por el hecho de haber nacido mujer), es en definitiva una loa al amor, donde el perfume que una mujer le regala a otra es una muestra de compromiso y de aceptación de un ser en su más extrema complejidad.

La verdadera revolución, dice Nélida, es enfrentarse a los propios prejuicios y aprender a lidiar con ellos. De esa actitud ejemplar se desprende una valiosísima enseñanza universal que esta pieza única nos regala: el amor no tiene género.

El nuevo hombre ha nacido, y es mujer. ®

Morir de pie ha sido seleccionado para competir en la selección oficial de documentales para el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG), México, del 25 de marzo al 1 de abril de 2011.

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Publicado en: Cine, marzo 2011

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  1. Yo ya lo vi, no se queden con las ganas de verlo, muestra con valentía y elegancia esta revolución interior, donde brilla la humanidad y el amor… sin ser cursi, sin ser amarillista en sus elementos, que ya de por si son duros y dramáticos; son dirigidos con soltura e inteligencia, conmueve la reacción del publico, sensibiliza y sorprende.

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