En la portada de cualquier recopilación de música sesentera, aparecerán artistas como Hendrix, Dylan o Jagger, pero el grosor y el valor de la compilación no sería la misma si no fuera por otros grupos a veces olvidados como Love, The Pretty Things y The Kinks.
Escribe el sociólogo neoyorquino Daniel Bell en una de sus obras clave, Las contradicciones culturales del capitalismo (1976), que la década de los años sesenta fue una de radicalismo cultural y político, y que ambos terrenos estaban ligados por un mismo impulso: la rebelión. Aunque la rebelión política tiene como objetivo llevar a cabo una revolución, el radicalismo cultural suele estar fundado en la ira y sus metas contraculturales no trascienden ipso facto. En el mejor de los casos, crean un precedente, y son retomadas y reconocidas en tiempos subsecuentes.
Una de las principales consignas del radicalismo cultural sesentero fue la de diluir los confines entre el acto de vivir y el acto de crear. Esta fusión entre el arte y la vida, aunada al galopante espíritu rebelde de la época, engendraron discursos que siguen siendo fundamento de reflexiones socio-psicológicas hasta nuestros días.
No obstante, si en el terreno de lo plástico se predicaba la muerte del arte, en el musical esta tendencia ”homicida” no podía ser más opuesta. El decenio de 1960 vio nacer un titán en cuanto a géneros musicales se refiere: el rock.
La animadversión que los artistas plásticos, intelectuales y conceptuales mostraban hacia la sobada intención estética de la creación artística parecía ser inversamente proporcional a la de una generación de músicos movidos por las causas pacifistas y los alucinógenos. El contraste es sorprendente.
Lo anterior, por supuesto, no implica que el nuevo género se mantuviera aislado de la marea cultural que le rodeaba. El rock se convirtió en el campo fértil para dar salida a inquietudes y discursos que iban desde la experiencia meramente psicodélica hasta los lemas contestatarios acompañados no en pocas ocasiones de una retórica a la vez comprometida e ironizante.
Los siguientes apartados exponen tres de los casos que considero paradigmáticos en la historia musical de la década de los años sesenta. Love, The Pretty Things y The Kinks son bandas que formaron parte sustancial de la transformación sociocultural. A través de su música fungieron como protagonistas del proceso de consolidación del rock, fenómeno indispensable para comprender la revolución (contra)cultural occidental, suscitada durante la sexta década del extinto siglo XX.
Love, Forever Changes
Love fue una banda estadounidense de finales de años sesenta y principios de los setenta que estuvo encabezada por el cantante, guitarrista y compositor Arthur Lee y el segundo compositor del grupo, el guitarrista Brian MacLean. Se trata de una de las primeras bandas ”multiétnicas” en la escena estadounidense y su música abarca un notable rango de influencias, combinando elementos de rock con folk y psicodelia. Su álbum de 1967, Forever Changes, es comúnmente citado como uno de los discos clave de la historia del género.
Se trata de una de las primeras bandas ”multiétnicas” en la escena estadounidense y su música abarca un notable rango de influencias, combinando elementos de rock con folk y psicodelia. Su álbum de 1967, Forever Changes, es comúnmente citado como uno de los discos clave de la historia del género.
Una de las mayores virtudes de Forever Changes es quizá su inestabilidad. A pesar del abanico de ritmos y sonidos rápidos y animados uno no puede abandonar la sensación de que justo debajo de esa superficie tan vital algo contrastante está sucediendo. Es como si la música, alegre en apariencia, no alcanzara a disimular del todo el trágico secreto que guarda su esencia. Estas particularidades son las que hacen de Forever Changes un álbum tan representativo en plena época del movimiento hippie. Porque, después de todo, ¿no era el hippismo un niño que sonreía por fuera, pero que lloraba por dentro?
La música de Love encontraba sus raíces en el folklore afroamericano que había comenzado a desarrollarse en Estados Unidos desde la década de los años cuarenta, combinada con el relativamente nuevo pulso eléctrico de guitarras y bajos que evolucionaban con rapidez. El resultado de estas fusiones dio como resultado un folk-rock psicodélico y tecnicolor. Los arreglos musicales tenían su morada en la sorprendente mezcla de instrumentos de viento, tales como la corneta, la trompeta y el trombón. La combinación de estos últimos sumada a los cadenciosos solos de guitarra y la voz suave y melancólica de Lee creaban una atmósfera encendida y llena de opciones.
Es curioso, pero el folk-rock suele resultar aburrido para los que no lo escuchan de manera habitual. Sin embargo, Love parece lanzar un desafío a neófitos y prejuiciosos y retarlos a escuchar su música y no divertirse. La energía que el álbum Forever Changes irradia es seductora y es permanente.
The Pretty Things, S.F. Sorrow
La experiencia de escuchar un disco puede ser equiparable a la de leer un libro. Un disco convencional, es decir, uno en el que no hay una intención manifiesta de unidad, es un libro de cuentos. Mientras que un álbum concepto, cuya diferencia con los convencionales radica en la unidad narrativa que entrañan tanto las letras como la música, resulta como leer una novela.
S.F. Sorrow es uno de los primeros álbumes concepto en la historia del rock. Es, precisamente, debido a que cumple con esas características unitarias, que se le denomina rock ópera.
S.F. Sorrow es uno de los primeros álbumes concepto en la historia del rock. Es, precisamente, debido a que cumple con esas características unitarias, que se le denomina rock ópera. Sebastian F. Sorrow, mejor conocido como S.F. Sorrow, es el personaje principal de la narración musical que la banda británica The Pretty Things armó para su cuarto álbum en 1968. Los inicios de esta banda se remontan a los rocanroleros albores de la década de los sesenta. Cuando Dick Taylor, junto con otros dos extravagantes músicos llamados Mick Jagger y Keith Richards, forman la banda Little Boy Blue and the Blues Boys. Tiempo después Taylor abandona la banda para formar The Pretty Things y los otros dos personajes forman The Rolling Stones.
Con S.F. Sorrow The Pretty Things se unen a la legión británica creadora de excelentes álbumes concepto y rock óperas. La lista es larga, pero sólo por mencionar algunos: Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de The Beatles (a pesar de que Lennon y McCartney siempre se deslindaron del término “concepto”); Tommy de The Who (aparecido un año después que S.F. Sorrow y evidentemente influenciado por éste, aunque Pete Townshend no quiera aceptarlo); The Wall de Pink Floyd (impecable drama de la postguerra, por todos conocido y editado en 1979), y Arthur or the Decline and Fall of the British Empire de The Kinks (una verdadera chingonería que nos introduce en el drama de Arthur Morgan en un suburbio londinense de 1969). Pareciera que el pasado épico, y ciertamente legionario de la Gran Bretaña se extendiera con toda su fuerza a los terrenos musicales, empujando a sus creadores a concebir historias míticas, con héroes que generalmente sufren los estragos de su contemporaneidad. ¿Será, entonces, que los británicos desde siempre han cultivado de manera natural esa imperiosa necesidad del drama? Para mayor información, léase a Shakespeare.
S.F. Sorrow, como todo buen álbum concepto, crece narrativamente desde los primeros acordes. Su ritmo es avasallante, su evolución, asombrosa. Para el track 4, ”Private Sorrow”, uno ya está completamente absorto con la historia y su musicalidad. El relato nos va llevando por diferentes etapas en la vida del personaje, desde su nacimiento (”S.F. Sorrow Is Born”, track 1), hasta su muerte (”Death”, track 6), de la felicidad a la miseria. Si todo el álbum lleva impresa una evidenciada cadencia lisérgica, el track 5, ”Balloon Burning” es ya un epítome de los placeres narcóticos: plagado de efectismo sonoro, juegos estereofónicos, constantes variaciones vocales, además de arreglos punzantes y repetitivos que, al tiempo que acentúan la pachequez, establecen la profundiad de su intención. Luego viene la muerte. El track 6, ”Death”, conduce a quien escucha hacia una atmósfera funeraria entre cantos gregorianos y escalas orientales.
S.F. Sorrow nació como un hijo bastardo de EMI. La promoción por parte de la disquera fue desinteresada. The Pretty Things fue una banda eclipsada por los gigantes de aquel entonces. El álbum fue lanzado a la guerra en una de las quincenas de mayor trascendencia en la historia del rock. El dato, por inverosímil que parezca, es verdadero: entre el 22 de noviembre y el 10 de diciembre de 1968 aparecieron, junto a S.F. Sorrow, The White Album de The Beatles, Beggars Banquet de The Rolling Stones y Village Green Preservation Society de The Kinks. Aquí, S.F. Sorrow perdió la guerra, al menos la comercial.
http://www.youtube.com/watch?v=TRnvn0_L1FI&feature=related
The Kinks, Arthur Or The Decline And Fall Of The British Empire
Es arriesgado afirmar que la década de los sesenta fue la más prolífica en cuanto a calidad en la historia del rock. Pero es quizá aún más arriesgado afirmar lo contrario. Un listado rapidísimo incluiría a The Beatles, The Rolling Stones, Pink Floyd, Led Zeppelin, Jimi Hendrix, Bob Dylan, The Doors, Frank Zappa, Cream, The Band, The Who, Santana, Black Sabbath y Deep Purple. Las omisiones en esta lista serían disculpables, se podrían justificar de alguna forma; todas excepto una: The Kinks.
Entre las principales virtudes de Arthur Or The Decline… está la capacidad lírica para describir a la Inglaterra de aquel entonces. Más allá de imágenes complicadas o de metáforas ininteligibles, el álbum es un admirable compendio de percepciones sencillas, pero contundentes.
En 1964 apareció el sencillo “You Really Got Me”, el cual llevó a The Kinks a los primeros sitios de popularidad tanto en su país natal, Inglaterra, como en Estados Unidos, donde la banda se posicionó rápidamente dentro del movimiento llamado British Invasion. Originalmente, The Kinks estuvo conformado por los hermanos Dave (guitarra y coros) y Ray Davies (guitarra, harmónica, teclados y voz), Peter Quaife (bajo y coros) y Mick Avory (batería y pandero). En 1969 John Dalton sustituyó a Quaife en el bajo. En este mismo año The Kinks editan su séptimo material, un álbum-concepto titulado Arthur Or The Decline And Fall Of The British Empire. La narración tiene como protagonista a Arthur Morgan, cuya vida transcurre en un suburbio londinense. Así, la historia está barnizada de humor y de nostalgia. Las canciones describen la Inglaterra que Arthur alguna vez conoció (”Young And Innocent Days”), la migración de uno de sus hijos a la tierra prometida (”Australia”), el vacío y la superficialidad de su vida comodina al interior de su hogar (”Shangri-La”), las consecuencias sociales de la Segunda Guerra Mundial (”Mr. Churchill Says”) y la muerte de su hermano en la Primera Guerra Mundial (”Some Mother’s Son”).
Entre las principales virtudes de Arthur Or The Decline… está la capacidad lírica para describir a la Inglaterra de aquel entonces. Más allá de imágenes complicadas o de metáforas ininteligibles, el álbum es un admirable compendio de percepciones sencillas, pero contundentes. En otras palabras, el retrato es al mismo tiempo simple y atinado. Musicalmente, Arthur Or The Decline… es un collage operístico que envuelve y divierte. La irreverencia alcanza la cumbre en los contrapuntos musicales y líricos que se extienden entre lo épico y lo punk. A mí me queda claro que con The Kinks estamos ante los verdaderos padres del punk.
El término posmoderno es un misterio. Por momentos es guango, demasiado flexible si se quiere. Pero los que de alguna manera nos aferramos a él podemos distinguir algunas características básicas. Entre éstas están la carnavalización, el collage, la parodia, la ironía y la influencia tanto hacia dentro como hacia afuera (intertextualidad). Se dice que la posmodernidad comenzó en la década de los años sesenta, específicamente en el ocaso de esa época, cuando las ideas y la concepciones de términos como sociedad, familia, sexo, género, arte, guerra, desarrollo, entre otras, hicieron explosión, entraron en crisis y fueron todas cuestionadas.
Arthur Or The Decline… reúne varias de estas características. 1) Carnavaliza personajes tan elevados como Churchill y los baja de un tirón hacia la tierra; 2) Realiza un collage musical que va desde el rock hasta el blues, pasando por el punk y el hard rock más operístico; 3) Parodia las situaciones mundanas del habitante promedio londinense, ubicándolo en lugares utópicos y paradisiacos; 5) Finalmente, establece vínculos intertextuales muy evidentes en el plano musical: no se puede negar el diálogo musical que The Kinks establece con bandas coetáneas como The Mothers Of Invention o The Beatles. Y por supuesto, la influencia que generaron hacia el futuro en bandas como The Ramones, The Stooges, Red Hot Chili Peppers, Sex Pistols u Oasis.
Muchos de estos rasgos se pueden leer y escuchar de manera comprimida en el excelente track ”Australia”, donde los estilos y matices no son menos variados que elevados. ”Australia” en particular y Arthur Or The Decline… en general, no sólo deleitan, también anonadan. Siguiendo el estilo de las mejores narraciones, mantienen al espectador atento, ansioso por saber qué es lo que sigue.
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TERE MARTIN PAZ
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