¿Es correcto que una universidad, así se trate de una privada —en Honduras—, organice y pague una suma considerable a un artista como Daddy Yanqui? El autor afirma que no, y lo hace muy airadamente.
Ahora es la hora de los hornos, sólo debería de verse la luz.
—José Martí
La universidad es un centro de actividad intelectual superior cuya función es crear y propagar el conocimiento en aras de contribuir al desarrollo de un país. En ella se forman los ciudadanos más capacitados y se les inculca, en una atmósfera de moral y sano idealismo, los valores rectores que más precia una sociedad en el mundo civilizado. En Honduras, tener profesionales capacitados no sólo técnicamente, sino también con un alto nivel ético, es fundamental para salir de nuestra crisis social.
Hoy más que nunca en nuestra historia atravesamos un periodo de violencia e inseguridad comparable únicamente a tiempos de guerras por la cantidad de muertes que se producen a diario. La tasa de homicidios asciende ya a catorce personas al día y la rampante violencia de género, aunada a la impunidad (en Honduras 80% de los feminicidios quedan impunes) ha llevado a que sea catalogada por Rashida Manjoo, relatora de la ONU sobre la violencia contra la mujer, como una epidemia. Una enfermedad de violencia de género a la que nada la detiene y que se sigue extendiendo. Ante esta realidad que nadie en Honduras debería ignorar he quedado, como muchos hombres y mujeres hondureños, sorprendido por el hecho de que la Universidad Tecnológica Centroamericana (UNITEC; un equivalente al Tec de Monterrey para los lectores mexicanos) gestiona y promueve un concierto del reguetonero Daddy Yankee (a realizarse en abril en dos ciudades), un género en el cual la mujer es denigrada y la imagen del hombre como macho es celebrada y glorificada.
Ante esta realidad que nadie en Honduras debería ignorar he quedado, como muchos hombres y mujeres hondureños, sorprendido por el hecho de que la Universidad Tecnológica Centroamericana gestiona y promueve un concierto del reguetonero Daddy Yankee, un género en el cual la mujer es denigrada y la imagen del hombre como macho es celebrada y glorificada.
Si nos detenemos a analizar los mensajes contenidos en el discurso reguetonero de Daddy Yankee y en relación con la imagen y representación de la mujer podremos identificar fácilmente el contenido cosificador de la mujer como objeto sexual. El propio artista afirma que “la mujer es la esencia del reggaeton”, pero podemos identificar rápidamente cómo y en qué forma se identifica esta “esencia”: “Esto va pa’ las gatas de to colores…/ Pa’las mayores, pa’ las menores / Pa’las que son más zorras que los cazadores / Pa’ las mujeres que no apagan sus motores”… “apagar el fuego de esa gata en celos”.* Por supuesto, en el mundo del reguetón la jerga aplicada —como la defienden sus exponentes— no tiene la intención de dañar o promover actitudes negativas contra las mujeres, pero esto es muy difícil de creer cuando sus coros claman “agárrala, pégala, azótala” porque la “gata está en celo”. El problema no es solamente el carácter mediático y reproductor de ideologías que contiene la música, pues ésta de todas maneras llega y se transmite con o sin concierto en Honduras, aquí se trata de quién lo promueve y por tanto qué ideas y concepciones reproduce sobre la mujer.
Se podría argumentar que el concierto que promueve la universidad-empresa UNITEC es una actividad “extra” alejada del pensum académico y que nada tiene que ver con la formación académica a la que se dedica. Pero no podemos obviar que la UNITEC es por definición un centro de cultura y que sus acciones representan y forman parte de la imagen y el discurso que transmiten e informan a la comunidad. En otras palabras, es un espejo directo del carácter de los valores que promueve. Ninguna institución de carácter educativo promovería entre sus estudiantes y el público en general el asistir a un establecimiento de strippers o de bailes exóticos con desnudos donde las mujeres son meros objetos sexuales. Si eso sucediese inmediatamente una gran cantidad de personas, instituciones y medios de comunicación pegarían el grito en el cielo. Pero no es así en el caso del padrinazgo de la UNITEC a Daddy Yankee; al contrario, se hace un silencio cómplice e hipócrita de nuestra sociedad y sus instituciones.
Si la universidad debe preocuparse por los problemas sociales y las necesidades de la nación, ¿cómo es posible que abrace y promueva (con miles de dólares) una cultura agresivamente machista, violenta en todas sus dimensiones en contra de la mujer?
Una cosa es que lo haga una empresa, cuyo único interés es generar utilidades —por más preseas o logos con la leyenda “responsabilidad social”— y muy otra que lo haga una institución que reza cultivar nuevos ciudadanos que respondan a retos y problemas sociales. Me pregunto si me equivoco al ver a esa institución como una universidad. Ofende por todo lo que se deja de hacer por traernos contenidos banales y denigrantes a un país que se hunde en una espiral de violencia.
Señores de UNITEC, ¿saben cuántos proyectos artísticos hondureños de la más alta calidad pudieron haber patrocinado y financiado con el dinero usado únicamente en la publicidad de su concierto? Olvidémonos de los altísimos costos de montaje, viáticos y honorarios causados por ese concierto, ya no digamos la cantidad exagerada de panorámicos, pautas televisivas y radiofónicas, anuncios en diarios y carteles backlight en la vía pública de dos ciudades. ¿Cuántos debates críticos, democráticos, abiertos y de altura pudieron haber promovido y contribuido a la sociedad hondureña con esa cantidad? Si es tanto el afán por traer artistas internacionales, ¿por qué no apoyar proyectos como el Tegucigalpa Jazz Festival de La Caramba, el Festival de Artes Escénicas Bambú, el Festival de Cortometrajes La Boca del Lobo promovido por IncubArte, el Festival Internacional de Danza Contemporánea de Danza Libre, el Grito Rock Honduras promovido por Manotazo?, proyectos gestionados por hondureños y de corte internacional.
¿Se dan cuenta de cuántos proyectos artísticos-sociales que integran a comunidades para promover una cultura de paz y de respeto podrían patrocinar, integrando también a los alumnos para generar co-responsabilidad y compromiso social? Si no lo saben es porque su interés no es el del país, o bien no se enteran de la profunda crisis social, económica, ambiental, moral y política en la que vivimos los hondureños.
¿De verdad necesitamos más gasolina en un país en llamas? ¿Necesitamos promover indirectamente más violencia de género que compromisos reales y directos con la defensa de los derechos humanos? ¿Por qué en lugar de invertir en espectáculos banales no se en proyectos cuyos frutos se traducirían en el crecimiento intelectual de la población?
¿De verdad necesitamos más gasolina en un país en llamas? ¿Necesitamos promover indirectamente más violencia de género que compromisos reales y directos con la defensa de los derechos humanos? ¿Por qué en lugar de invertir en espectáculos banales no se en proyectos cuyos frutos se traducirían en el crecimiento intelectual de la población? ¿Cuál es el miedo a las artes y a la cultura? La clase empresarial del país históricamente ha demostrado desidia y un miedo ignorante en relación con las artes, quizás precisamente por su poder y capacidad crítica que desata debates y reflexión, pero sobre todo conciencia de nuestras acciones y decisiones. La pobreza también se mide con las mentalidades y los prejuicios.
El arte y la cultura son los Guancascos** que necesita nuestra sociedad. Invertir en las artes y la cultura no es apoyar un proyecto filantrópico, es asegurar el florecimiento de nuestra nación, la cual incluye también todas las empresas. Sus empresas, sus gobiernos, sus instituciones. ®
Notas
* Las citas son tomadas del texto de María José Gallucci “Análisis de la imagen de la mujer en el discurso del reggaeton” (2008), Instituto de Filología Andrés Bello, Universidad Central de Venezuela.
** Guancascos: es una tradición típica de los pueblos lencas de Honduras, donde se celebra el encuentro entre comunidades para promover la paz y evitar la guerra.
Imágenes tomadas del sitio de admisiones de UNITEC en Facebook.
Héctor Faustino Ramírez Carrillo
Estos «cambalaches» (Enrique Santos Discépolo) son la regla ¿no?:
Un secretario que recomienda a las telenovelas,
un político narco,
Una analfabeta como directora de un sindicato.
Ejemplos sobran. Dice un juglar de Ciudad Polvohumo:
«El viento aúlla canciones flacas.
Gente (¡Hay una peste!) …como esperando a Cristo.
Cristo está sentado seguramente…
en la tercera fila de un burlesque…
…son tiempos oscuros.
¡Escucha atento a las sirenas!»