Cada quien compite con todos los recursos que tiene. No hacerlo sería ingenuo o un error puesto que corre el riesgo de perder. Gana quien supera a sus competidores con los recursos que tiene, sea por eficiencia o cantidad. Así es en las elecciones, que no son otra cosa que una competencia por obtener una mayoría de votos.
Son recursos para la competencia electoral: la razón, la legalidad y la moral. También: la organización, la capacidad de persuasión y la operación política, así las asociaciones que se establezcan (redes, alianzas estratégicas, bases de apoyo y asesoría especializada que se contrata). Si un partido tiene como aliado al director del principal semanario del país, pues compite así. Si otro partido tiene la simpatía de una televisora, pues también. Si en determinado territorio o circunscripción electoral un partido tiene más y mejores prácticas clientelares que otro, pues así compite. Si otro partido tiene más y mejores prácticas clientelares en otro territorio, pues también. Así en todo, sea con intelectuales, poderes fácticos o abogados para litigar en los tribunales electorales.
“Tonto es quien piensa que el pueblo es tonto”. Ergo, al pueblo no se le manipula. Es inteligente cuando decide su voto y es tonto pensar lo contrario. Así lo demostró el sociólogo de la comunicación de masas Paul F. Lazarsfeld desde mediados del siglo pasado por medio de investigación de campo y conclusiones basadas en datos empíricos que consideraron cinco variables como las influyentes en la preferencia electoral: nivel socioeconómico (más alto o más bajo), religión (católica o protestante), lugar de residencia (rural o urbano), ocupación y sexo. Los resultados revelaron que los últimos dos eran indistintos para votar por uno u otro partido, pero los tres primeros sí predisponían de manera importante (las variables pertinentes pueden ser otras para casos distintos, como podrían ser el nivel de escolaridad y la edad). Esto comprueba que las influencias políticas que más permanecen están condicionadas por la situación social y que el entorno tamiza la propaganda. Lo que hacen las campañas es activar esas predisposiciones.
Esto echa por la borda los temores que satanizan a la propaganda en referencia a la supuesta capacidad de manipulación. En realidad no somos tan ingenuos ni tan manipulables. Algunos cuantos puede que un poco. Pero la propaganda no es capaz de obligarnos a hacer algo que no queremos hacer. Menos aún, sólo consigue confirmarnos aquello de lo que ya estamos convencidos. En la investigación de Lazarsfeld la mitad de los electores no cambia nunca su preferencia. No importa cuántos mensajes o hits propagandísticos reciba o le impacten. La tercera parte define su voto según quiénes sean los candidatos y sólo una quinta parte es susceptible a la propaganda. De modo que es más importante hacer una buena elección de candidato que una buena campaña en los medios.
Las elecciones quedan decididas más por los acontecimientos que suceden en el periodo interelectoral y esas predisposiciones que por las expectativas que alientan las campañas. Es decir, tienen que ver más con las experiencias de cada elector en cómo percibe y le afecta la situación general del país, y de la evaluación que hace del gobierno en funciones. También depende de incentivos mucho más efectivos que los mensajes propagandísticos. Denme quinientos pesos y votaré por quien me digan, sin importarme cuántos millones de spots o mensajes favorables velados se transmitieron por televisión, radio o internet.
Son recursos para la competencia electoral: la razón, la legalidad y la moral. También: la organización, la capacidad de persuasión y la operación política, así las asociaciones que se establezcan (redes, alianzas estratégicas, bases de apoyo y asesoría especializada que se contrata). Si un partido tiene como aliado al director del principal semanario del país, pues compite así. Si otro partido tiene la simpatía de una televisora, pues también.
Los medios, según esto, no ejercen gran efecto. La demonización de la televisión, por ejemplo, por parte de intelectuales y militantes que la acusan de tener el poder de dominar la voluntad y el entendimiento de los televidentes (poder maligno al que ellos son inmunes, pero no la gente), es como el pensamiento mágico de los indios temerosos de que las cámaras fotográficas les robarán el alma. Los contenidos o los conductores puede que sean idiotas, pero eso no implica la idiotización del televidente ni que se le pueda obligar a votar por quien no quiere hacerlo. Si alguien es idiota no lo es por ver algún programa de televisión. Tal vez porque lo es ve equis programa, pero no a la inversa. La idiotización o desidiotización tiene más relación con el sistema educativo de un país que con la programación televisiva o radiofónica. Entre más y mejor educada sea una sociedad menos tolerancia o gusto puede que tenga por contenidos o productos comunicativos de baja calidad. Y, sin embargo, la escolaridad por sí misma no determina una preferencia electoral. Hay conservadores (o nacionalistas) ricos y pobres, semianalfabetas y con estudios profesionales, agnósticos y devotos religiosos, jóvenes y viejos…
Quienes más prestan atención a la propaganda son quienes tienen opiniones y filiaciones establecidas. Entre menos interés tiene uno en los procesos electorales menos atención presta a las campañas. Otros investigadores han escrito sobre la saturación del mensaje. Hay tantos y tan repetidos que se vuelven ruido. Y que inclusive pueden causar un efecto distinto al deseado, causar hartazgo y repudio. Un candidato que sale hasta en la sopa puede llegar a volverse odioso para quien le era indiferente.
Según Lazarsfeld los medios han sido sobrecargados de expectativas. Su influencia no es mayor que la comunicación interpersonal, cara a cara. Ésta es vigorosa y superior a cualquiera otra, tanto así que tres cuartas partes de quienes no habían esperado votar al final lo hicieron por la persuasión de personas conocidas o reconocidas. Esto se explica a partir de los siguientes supuestos: los contactos personales son más flexibles, más confiables, más casuales y predeterminan a alguien a las urnas sin que comprenda.
La conclusión más importante es que las elecciones se deciden en los periodos interelectorales, pero ningún partido o candidato puede prescindir de la propaganda, pues debe reforzar y sostener las intenciones de voto. Lo mismo pasa con la publicidad. Por ejemplo, quien comienza a fumar es mucho más probable que lo haya hecho porque alguien le ofreció un cigarro y no por pensarse como el personaje de un comercial. La publicidad, en este caso, tiene más que ver con la disputa por compradores de una u otra marca entre la población fumadora que en la creación de nuevos fumadores.
Entre más y mejor educada sea una sociedad menos tolerancia o gusto puede que tenga por contenidos o productos comunicativos de baja calidad. Y, sin embargo, la escolaridad por sí misma no determina una preferencia electoral. Hay conservadores (o nacionalistas) ricos y pobres, semianalfabetas y con estudios profesionales, agnósticos y devotos religiosos, jóvenes y viejos…
Pero si la propaganda no basta para ganar una elección y es indispensable, entonces hay que hacerla bien. Así como los movimientos políticos que convocan a sus afiliados a partir del color de la piel no son rentables electoralmente, las campañas que tienen como concepto rector el resentimiento y que proponen la elección como un medio de revancha de los pobres contra los ricos no funcionan. Aunque tengan razón en sus preceptos, no son capaces de entusiasmar a una cantidad suficiente de electores a su favor. Dicho puntalmente, el supuesto 1 pobre = 1 resentido = 1 voto a favor es falso. La realidad opera así: 1 pobre = 1 resentido si y sólo sí A*B = a 1 voto a favor si y sólo si C*D. Es decir, la variable económica no es suficiente para que un pobre sea un resentido, sino que requiere la incidencia de otras. Y, además, un resentido no se convierte en un votante a favor si no inciden en él otros factores.
Convocar a partir del sufrimiento es poco rentable. Es un error no reconocer que nos identificamos más con lo que queremos ser que con lo que somos. Una campaña exitosa es, por ejemplo, la que está relacionada con las aspiraciones, con el sí se puede como concepto rector. Si el candidato, que viene de abajo como uno, puede, es la señal de que uno, el elector, también puede. Si él no puede, uno tampoco. Votar por él es como hacer que ambos podamos.
Las televisoras no votan y tienen poca influencia sobre el resultado de una votación cuando por ley tienen que dar trato y tiempo idéntico a todos los candidatos, pero es fácil culparlas como un acto reflejo cuando hay una mitomanía de la conspiración y la autovictimización entre los fanáticos incondicionales que ha venido cobrando cierta credibilidad más allá de los militantes. Si sus representantes de casilla no asisten el día de la elección, y si los electores tuvieron una preferencia electoral que no es la propia, sólo puede ser por la acción de los malos poderosos. Un Pueblo Bueno e Inteligente, pero que suspende su bondad e inteligencia en el momento del voto.
Epílogo: Dolores Padierna, “sobre los representantes de casilla, dijo que un primer análisis refleja que cubrieron 97 por ciento de las mesas con uno, y el 57 por ciento con hasta cuatro personas, pero a la mera hora no se presentaron.
”Incluso, Padierna Luna recordó que quien impugnó la residencia de Alejandro Encinas en el Estado de México fue Miguel Luna, quien fue coordinador y responsable de uno de los distritos más grandes de la entidad en Ciudad Nezahualcóyotl. ‘Y en esa zona no hubo representantes de casilla’” (La Jornada, 6 de julio de 2011). ®
Leo
Y pese a que en sus mismos artículos reconocen la falacia que es la democracia, Villarreal y compañía insisten en escribir apologías sobre ella. (Ojo, que no se emocionen los rojillos, porque aquello de que «sólo en el socialismo otro mundo es posible, es tan absurdo como afirmar, que en efecto la democracia existe)
hugo
Héctor Villarreal dice: «Lo que afirmo es que entre una minoría hay incidencia en su decisión de manera tamizada y diferenciada por contextos y formaciones sociales particulares en cada votante o abstencionista.» Lo que yo preguntaría a Villarreal entonces es: ¿a partir de qué se crean esos «contextos y formaciones sociales particulares» qué son los que al final resultan realmente determinantes? A modo de hipótesis yo arriesgaría lo siguiente: los medios en general, y las televisoras en particular, sólo AFIRMAN a esas «formaciones sociales» (Villarreal) previamente constituidas.
ringostar
si pero una noticia a medias o ocultar una noticia si causa grandes problemas, y no nada mas en las cuestiones electorales.
Jorge Rueda
Estoy de acuerdo en términos generales (las televisoras no son ni el Rey Midas ni Dios), pero lo que sí consiguen las televisoras es reafirmar un modo de ver las cosas (que ellas mismas han prohijado a lo largo de muchos años). Sería ingenuo pensar que horas de televisión fueran inocuas a sus telespectadores, otro factor, a través del cual inciden, es con sus “líderes de opinión” (no en vano reciben ese nombre): si no se tiene otro punto de vista “autorizado” que el de la cabeza parlante del noticiario, programa de entrevista o editorial no podemos suponer que el telespectador o “escuchante” del radio tendrá la opción de crearse una opinión particular.
Además de lo machaconas que suelen ser las televisoras con los contenidos que promueven, y como lo dijera Goebbels: una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.
Es cierto, las televisoras no votan, pero cuando es el único medio de entretenimiento e información de muchísimas personas, después de conferirles autoridad moral e informativa, tendríamos que suponer que en algo, menos tamizado que directo, influyen en el sentido del voto.
Ahora bien, también es cierto que cada competidor se rasca con sus propias uñas, sean estas uñas o garras. Lo cual es legítimo en cualquier competencia.
Creo que, por ejemplo, el cambio de sentido en la campaña publicitaria de Calderón, le dio mucha ventaja ante la testarudez de AMLO de no adecuar la suya en 2006.
Aunque, pa´como están las cosas, creo que el voto de castigo al PAN y la estulticia de la ¿izquierda? harán que el voto del lejano 2012 sea “una bola cantada”
SicD
Estoy de acuerdo con que existe un discurso de victimización por parte de los sectores no favorecidos en la política. Sin embargo la televisión expresa valores e ideas que eventualmente tienen un carácter formativo en nosotros como población. Me parece absurdo pensar que las campañas hechas al vapor tienden a modificar tan drásticamente la intención de voto, pero si le dan el sustrato desde el cual es posible, y en eso si podemos identificar cadenas de intereses, ideologías o esquemas de valores y expectativas que contribuyen a justificar tal intención de voto. El trabajo que realiza la televisión en creación de intención de voto es más amplio que lo que se puede dar únicamente en tiempos electorales, no es tan maquiavélico (en el erróneo y negativo sentido de la palabra) ni orgánico como para que lo esquematicemos y caractericemos, y se da por una coherencia natural de intereses más que por la existencia de «los hombres que mueven los hilos». Culpar enteramente a la televisión es señal de fracaso, cambiar los valores de la sociedad para que esté de acuerdo con otros proyectos es un trabajo constante de muy largo plazo.
Alfonso
Es correcto, las televisoras no votan, pero su apoyo a un candidato puede incidir en, por lo menos, el reconocimiento de ese candidato entre el público en general. Peña Nieto salía casi todos los días en los noticieros de Televisa, la gran mayoría de las veces sin nada de relevancia que informar, solo actividades cotidianas como las tienen todos los gobernadores del país. Eso algo muy valioso, más que un voto individual sin duda. No se trata de manipulación, estilo aguja hipodérmica, sino de falta de equilibrio informativo, quizá la solución no sea obligarles a no tener preferencias, sino abrir el mercado televisivo a más opciones informativas. Saludos.
Laibach NSK Mexico
Concuerdo con algunos puntos, pero si la televisión no vota por que chingados Cabildean, tienen Telebancada, tienen representantes en el Congreso que tienen poder de decisiónetc. No habria necesidad si no votan !!!
Pablo Santiago
Eso del «pueblo bueno e inteligente» sonó muy duro…
Héctor Villarreal
Precisamente: no estoy negando que incidan. Lo que sí niego es que manipulen en masa al electorado, el efecto aguja hipodérmica o conductista. Lo que afirmo es que entre una minoría hay incidencia en su decisión de manera tamizada y diferenciada por contextos y formaciones sociales particulares en cada votante o abstencionista.
Oscar Zárate
De acuerdo, ha llegado a niveles absurdos la omnipotencia que se le atribuye a los medios de comunicación, especialmente a la televisión, pero también a otras «panaceas libertarias» más recientes, como Twitter. Sin embargo, tampoco creo que no incidan en absoluto en las preferencias electorales; quizá no lo hacen en la avalancha de spots que ciertamente terminan por hartar al público, pero sí en formas aparentemente más sutiles (burdas, en realidad) como la proyección televisiva de Peña Nieto no como político, sino como pareja de una actriz famosa entre los espectadores de telenovelas. En este caso, la elección del candidato será importante para el PRI porque Peña Nieto ya está colocado entre amplios sectores de la población, que parecen conocerlo más por su faranduleo que por sus 600 compromisos.
Rogelio
Y aunque me pagaran 500 pesos por votar por X candidato, al final, aceptaría el dinero y votaría por quien yo quisiera
Héctor Villarreal
Gracias por sus comentarios.
Algo interesante sobre el tema de los fracasos es que vale más una fórmula de buen mercadéo y poca publicidad que mucha mucha publicidad. Por ejemplo: Pepsi ha fracasado durante años con guerras, retos y campañas de todos tipo contra Coca. No le pueden quitar más de un tercio de mercado ni aunque la anuncie Cuuhtemoc, Luis Miguel o Lady Gaga. En cambio Big Cola ha hecho una oferta tan buena en precio por volúmen que con muy pocos anuncios le arrebató un segmento importante a ambas refresqueras. Él posible éxito de Peña Nieto está más garantizado por haber cumplido 600 compromisos que por millones de spots.
Marco González Ambriz
Otro dato que desmiente la omnipotencia de los medios de comunicación son los fracasos. ¿Por qué le fue tan mal a Televisa con Operación Triunfo si se supone que esa empresa tiene la capacidad de manipular a la gente? ¿Por qué hay tantos cantantes, tantas películas y tantos otros programas de radio y televisión que fueron unos petardos pese a sus campañas publicitarias? Hay hasta libros donde los expertos en marketing tratan de explicarse por qué ciertas pautas, que promovían a empresas tan importantes como Coca Cola, no tuvieron el resultado esperado, pero según los intelectuales el pueblo está inerme frente a la publicidad y hará lo que ésta le indique.
quacmayer
Los todo poderosos medios de comunicacion que nublan el buen juicio y manipulan la voluntad de los nobles mexicanos ñaca,ñaca jajajaja
siempre me ha sorprendido el poder tan desmedido que se les adjudica, «si se perdio la eleccion del edo mex fue por televisa» es lo que atino a decir amlo despues de la arrastrada que les dieron jajajaja
Totalmente deacuerdo con el buen Hector