La autora se cuestiona: ¿será que (apenas) 93 años después de aquel paradigmático urinal podamos comenzar a ver más allá del arte objetual en México?
¿Existirá algo en el genoma nacional que nos atrae como palomillas a la bombilla del arte objetual? ¿Será que nuestros artistas sólo pueden vivir del “devenir del objeto cotidiano”?
Hecho en casa es una muestra de arte contemporáneo mexicano (más bien actual) ligado a las prácticas objetuales de instalación, ensamblaje, performance y readymade.
La curaduría de la exhibición pretende ser una introducción didáctica al público mayoritariamente adolescente del Museo de Arte Moderno, y en esta labor el MAM sobresale por hacer accidentalmente una crítica importante a la creación artística en nuestro país.
En 1917 Marcel Duchamp sometió para su presentación en la primera muestra de la Society of Independent Artists de Nueva York la obra Fountain, firmada con el seudónimo de R. Mutt. El urinal fue rechazado, pero con él nació una revolución estética que, increíblemente, sobrevive formalmente intacta en algunas de las obras que se ven a actualmente en el MAM.
Desde 1917 ocurrieron dos guerras mundiales, cientos de conflictos armados, el derrocamiento de regímenes, el nacimiento del rock, la muerte de Elvis, el nacimiento del pop, la muerte de Michael Jackson, el nacimiento del hip hop, la muerte de Tupac y Biggie. En el arte presenciamos el nacimiento del readymade y, ¿qué más ha pasado?
Al entrar a cada sala de Hecho en casa se leen claros textos que, (¡insólito!) carentes de toda pretensión, explican de qué se trata lo que se ve. Las hojas de sala nos refieren al nacimiento o la popularización de la instalación (1959), del arte povera (1968), del arte de procesos (1968) y de los ensamblajes (1961), entre otros, mientras que a la par se ven obras sobre todo de la primera década del siglo XXI.
Escapan a esto las obras de Carlos Jurado (1973), Rodolfo Zanabria (1983), Alberto Gironella (1971) y Francisco Toledo (1988). Lo demás es el obligado pase de lista de los creadores actuales que, avalados por las galerías OMR, Kurimanzutto o Enrique Guerrero, tienden a vestir tanto y tan frecuentemente este tipo de espacios con divertidas cornucopias de readymades.
¿Será que (apenas) 93 años después de aquel paradigmático urinal podamos comenzar a ver más allá del arte objetual en México?
Paradójicamente (o más bien, lógicamente, dado el desfase entre discurso curatorial y selección de obra), los adolescentes, a quienes se supone va dirigida la muestra, se reúnen frente al Homenaje a Picasso de Alberto Gironella, la obra más antigua de la exhibición (1971), para tomarse fotos con la cabeza de león que ostenta el panel de madera.
“Ésta sí me gustó”, afirma la chica, evidentemente asidua al color rosa y de todo-con-forma-de-estrella mientras yo me pregunto lo mismo que Osvaldo Sánchez, director del Museo, se preguntó antes de organizar esta exhibición: “¿A quién va dirigida una muestra en su interlocución específica?” Me queda claro que a esta chica entusiasta, no mucho.
Hecho en casa se presenta hasta el 4 de abril en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. ®