Defensa de la narrativa fragmentaria

Cuadernos para narrar, I

En la escritura todo se vale mientras esté bien escrito. En cierta manera la narrativa, por lo menos la novela, debe ser siempre experimental porque así funciona la imaginación, el éter de las ideas, porque sí.

Jóvenes
escriban lo que quieran
en el estilo que les parezca mejor
ha pasado demasiada sangre bajo los puentes
para seguir creyendo ―creo yo
que sólo se puede seguir un camino:
en poesía se permite todo.
Nicanor Parra

Fragmentar para jugar a las perspectivas, para crear una estética literaria de la posmodernidad, reconfigurar el tema, partir el cronotopo en mil, para ordenar nuestro desorden de personalidad. En el fondo se trata de esa máxima para cualquier artista: conocerse a uno mismo: recorrerse de polo a polo: rastrear las voces que nos componen, los otros que nos habitan; dejarnos gritarle al entusiasta, hacer una travesura con el rencoroso, escuchar el monólogo de nuestro tímido, invitarle un café a nuestro miedoso, beber de la misma taza; siempre huyendo, por supuesto, de lo ordinario, por más nuestro que sea. Fragmentar porque el universo del lenguaje es infinito y en expansión. Sí, hay que conocer nuestro centro para poder perderlo. Escribir es vigilar el pensamiento. (Y dejar a los intrusos entrar.)

(Primera aproximación al asunto del perro moribundo en la entrada del edificio. No sé quién lo dejó pasar, hace apenas unos días mi esposo y yo colgamos un letrero en la puerta. “POR FAVOR CERRAR CON SEGURO :( ES POR NUESTRA PROPIA SEGURIDAD :S POR FAVOR :)”. Me desconcierta su falta de sensibilidad hacia el otro. Serán ilusos si creen que nosotros lo vamos a sacar, atender, sacrificar o lo que sea necesario. ¿Quién llamó al cerrajero cuando se jodió la chapa? Nosotros. ¿Quién arregló la bomba de agua la última vez? Nosotros. Por mí que el perro se quede ahí hasta que se pudra. A estas instancias, no seré yo quien tenga piedad.)

Fragmentar porque el universo del lenguaje es infinito y en expansión. Sí, hay que conocer nuestro centro para poder perderlo. Escribir es vigilar el pensamiento. (Y dejar a los intrusos entrar.)

No es extraño toparse con algún crítico que descalifica una obra por recurrir a la fragmentación. Así, en una línea o dos, dan a entender que se trata de un recurso perezoso, dicen, que no refleja la complejidad psicológica de los personajes (eso nunca falla), se apresura el relato y al final queda la impresión del game over en tetris, de un cubo rubik armado por un daltónico. Desechar un discurso narrativo por su forma o su categoría formal es un prejuicio, una lectura tendenciosa que amerita ser replicada. Resulta casi paradójico que la crítica en México exija originalidad en la narrativa, pero sea tan restrictiva en la experimentación con la forma.

Acabemos con un mito: la ambición del narrador fragmentario es la misma que la de sus compañeros de oficio: la representación de un todo. Georges Perec lo explica al principio de La vida, instrucciones de uso, una de las obras maestras de la fragmentación, concebida en casillas de ajedrez, un rompecabezas que el lector debe armar.»El elemento no preexiste al conjunto, no es ni más inmediato ni más antiguo, no son los elementos los que determinan el conjunto, sino el conjunto el que determina los elementos: el conocimiento del todo y de sus leyes, del conjunto y su estructura, no se puede deducir del conocimiento separado de las partes que lo componen».

La fragmentación de las narrativas es el espíritu de nuestros tiempos ansiando emerger, una consecuencia de la modernidad en varios sentidos que van desde lo sociopolítico hasta lo tecnológico. La teoría de la relatividad también tuvo sus ecos literarios, el tiempo y el espacio nunca fueron los mismos que ya eran. ¿El fin de la linealidad? Algo así. Paralelamente se nos vino encima la era de la información y con eso la especialización del conocimiento. Nuestra realidad estudiada por partes. ¿Cómo no aprovecharlo? ¿Y cómo no aprovechar la libertad de expresión? Se acabaron los malditos porque las prohibiciones se han reducido sobremanera, de tal forma que uno podría, por ejemplo, crear una novela desde la perspectiva de un dictador o un degenerado, sin que Stalin nos desaparezca por traición a la patria o la corte inglesa nos encarcele por faltas a la moral.

The scam

¿Cuántos canales de televisión teníamos en México hace apenas cincuenta años? ¿Cuántos espectaculares había en el Distrito Federal? ¿Cuántos medios podía consultar una persona en Campeche? Ni mil amigos distintos respondiendo qué piensan en Facebook, ni globalización, ni noticiarios veinticuatro horas, ni doctorados en lo que a usted se le quiera ocurrir. ¿Cuántas marcas de golosinas había cuando Dostoyevski iba al Oxxo? ¿Cuántas películas de Fellini y cuántas de Van Dame alcanzó a ver Chejov?

(Segunda aproximación al asunto del perro moribundo en la entrada del edificio. Mamá, ¿qué le pasa a perrito? Está descasando. ¿Poqué no ríe, ni se puede mover? Ha sido un largo día para él ¿Puedo picarle la panza con tenedor? Mejor te preparo el chocomilk. ¿A dónde van cuando sueñan los perritos? No sueñan, se quedan quietos la oscuridad. ¿No hay lámparas en oscuridad? La gente que está ahí camina con velas. ¿Y si le damos a perrito chocomilk? Mejor ya no te acerques, no vaya a ser que te contagie de algo y luego a ver de dónde sacamos para pagarle al doctor. ¿Contagia oscuridad? Te propongo un trato, dejamos a perrito tirado y puedes ver dos horas de caricas. Trato hecho, mamá.)

En un ensayo para la Revue Internationale Maurice Blanchot distingue cuatro tipos de fragmento.

1) El fragmento que no es sino un momento dialéctico de un conjunto más vasto. —2) La forma aforística, concentrada, oscuramente violenta que, en calidad de fragmento, ya es completa. El aforismo es etimológicamente el horizonte, un horizonte que circunscribe y que no abre. —3) El fragmento ligado a la movilidad de la búsqueda, al pensamiento viajero que se realiza mediante afirmaciones separadas y que exigen la separación (Nietzsche). —4) Por último, una literatura de fragmento que se sitúa fuera del todo, sea porque el todo ya está realizado (toda literatura es una literatura del fin de los tiempos), sea porque junto a las formas de lenguaje donde el todo se construye y se habla, palabra del saber, del trabajo y de la salvación, es el presentimiento de una palabra totalmente otra: una palabra que libera al pensamiento de ser sólo pensamiento con vistas a la unidad o, dicho de otro modo, que exige una discontinuidad esencial. En este sentido, toda literatura, sea breve o infinita, es el fragmento con tal de que libere un espacio de lenguaje en el que cada momento tendría por sentido y por función hacer indeterminados todos los otros, o bien (es la otra cara) donde está en juego alguna afirmación irreductible a todo proceso unificador.

Por supuesto, las corrientes artísticas y de pensamiento modernos, las vanguardias, nos llevaron de la mano y volando a este punto. Con el estructuralismo buscamos los ingredientes que componen un significado. La hipertextualidad nos trajo a territorios desconocidos y el hipervínculo promete ir más allá. La psicología y la psiquiatría nos diagnosticaron hasta lo que no padecíamos, y ahora para escribir es requisito ser por lo menos tripolar. La simbiosis de los géneros también apunta ahí. En la narrativa del siglo XXI se puede rastrear elementos performáticos, del collage y el ready-made. La explosión mediática también estableció formatos escriturales que pueden ser traducidos en literatura. Y con eso de no hay nada nuevo bajo el sol, de ahí a la parodia sólo había que dar el paso.

(Tercera aproximación al asunto del perro moribundo en la entrada del edificio. Al parecer está sufriendo, eso debe significar que está vivo, tanto como lo demostraría el pulso o la respiración. Tiene la piel encajada en las costillas y huele a mojado, a un muerto mojado. Lo miro a los ojos, apenas puede levantar los párpados, pero se alcanza a entrever una tristeza de siete vidas. La imagen provoca una ternura que apenas reconozco en mí, una persona no podría producirme esa compasión. Como decía aquella canción de Tom Waits: le daré mi paraguas a los perros de lluvia porque yo soy un perro de lluvia también. Traeré un poco de agua y algo de pan. Si mañana aparece muerto, seguro que la pareja del seis se encarga de él.)

En la narrativa del siglo XXI se puede rastrear elementos performáticos, del collage y el ready-made. La explosión mediática también estableció formatos escriturales que pueden ser traducidos en literatura. Y con eso de no hay nada nuevo bajo el sol, de ahí a la parodia sólo había que dar el paso.

Hay un tipo de fragmento que me interesa particularmente: el que se refiere a las voces, cuando una misma historia es abordada por varios narradores: la poética del malentendido y la incomunicación. Así lo hicieron los dos padrinos de la novela moderna, Faulkner y Joyce. Y en Hispanoamérica el eco: Cortázar, Bolaño, Fuentes, Del Paso, Cabrera Infante, Sabato, Vargas Llosa… Lo mismo en la poesía; pienso, por ejemplo, en la antipoesía de Nicanor Parra, ni se hable de Pessoa, que lo llevó a su máxima expresión con sus heterónimos, particularmente en El libro del desasosiego de Bernardo Soares.El hecho de que estos autores canónicos se valieran de la técnica no significa que sea un recurso desgastado, tenían el aliento de otro siglo, ahora, cada día más, el fraseo se compone de tweets. El aforismo marca el ritmo. Alabada sea la elipsis.

Inclusive el acto lector ha sido siempre discontinuo, en primera instancia porque entre una página y otra debemos salir a pagar la luz, atropellar un gato, robarle el periódico al vecino; cuando regresemos, serán esas experiencias las que condicionen y enriquezcan nuestra lectura. Por otro lado, a partir de la obra homérica, si no es que antes, leer nos exige segmentar el yo, viajar en busca de Aquiles, esconderse en el Caballo de Troya, enamorarse de Helena; es por partes que uno debe reconocerse y reinventarse, lo mismo con Afrodita que con Menelao.

“Una nueva experiencia vital está en el aire, una percepción de la vida que rompe los límites formales de la narrativa lineal y convierte la vida en un flujo multiforme”. El concepto que brinca en esta cita de Slavoj Zizek es flujo multiforme, en primera instancia porque resulta irónico asociar lo fragmentario con el flujo; sin embargo, la vida fluye, el día a diario, las palabras, nuestra mente en modalidad de zapping… He aquí que cabe otra máxima, valga su redundancia: en la escritura todo se vale mientras esté bien escrito. En cierta manera la narrativa, por lo menos la novela, debe ser siempre experimental porque así funciona la imaginación, el éter de las ideas, porque sí. Fragmentar es orquestar. Técnica y estrategia, puerto y vehículo de navegación. Apenas atravesamos el espectro del pensamiento fragmentario, no se trata de una moda, las posibilidades son infinitas, sería una pena desperdiciarlas, darse la media vuelta porque un sector de la crítica nos quiera enclaustrar en un molde. Pero no, señor, la sustancia es elástica, la realidad materia maleable, y no lo vamos a permitir.

En cuanto al perro: hay que sacarlo en treinta mundos a pasear. ®

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Publicado en: Cuadernos para narrar, Septiembre 2011

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