Con Maldehogar (2002) Arturo Villaseñor hace una descripción profunda de la subjetividad de los integrantes de una familia mexicana organizada por el discurso de los valores cristianos. La película es una pieza que tiene elementos surrealistas: la realidad de los personajes es el inconsciente.
Una madre posesiva hace hasta lo imposible por mantener a su hijo a su lado. Utiliza su compañía para evitar la soledad. Él, al darse cuenta de la castración de su libertad, un día decide abandonarla. En su andar por la vida sin su madre, la vida empieza a parecerle imposible. El caos lo amenaza y en su desesperación se auto-accidenta. Inválido, regresa al terruño. Su madre se desvive por atenderlo y él es feliz siendo atendido. Ambos eran felices utilizándose mutuamente.
—Arturo Villaseñor
En la primera toma aparece la casa en la que se desarrolla la historia: un patio, unas columnas, un reloj de pared, una lámpara de buró, un tapete artesanal, flores artificiales y retratos familiares. Allí se puede entrever una foto de boda, una fotografía del padre de familia, unas imágenes angelicales y ―no podía faltar― una pintura de la virgen de Guadalupe. La película se desarrolla dentro de la casa. La cámara nunca sale de allí: se trata de un filme intimista. Con Maldehogar (2002) Arturo Villaseñor1 hace una descripción profunda de la subjetividad de los integrantes de una familia mexicana organizada por el discurso de los valores cristianos. La película es una pieza2que tiene elementos surrealistas: la realidad de los personajes es el inconsciente. Las fantasías emergen en escenas y en diálogos interiores que el director revela al espectador.
El primer personaje que aparece en cuadro es Roberto, el padre. Lo vemos cuando se está bañando con harina. Avanzada la película, nos enteramos de que se trata de un espectro: él ya está muerto. El fantasma aparece y desaparece de la escena como un personaje surrealista. Él comenta la situación, dialoga con los personajes, escenifica el sentimiento de cada uno y declama poemas. Con esta figura, a lo largo de la película, el director logra un texto paralelo cómico, agudo y poético; aunque su función principal es describir la tragedia de cada personaje: “La realidad es la encargada de pisotear los espíritus románticos”, dice Villaseñor [2008: 66].
El segundo personaje que aparece en escena es Ernestina, la madre. La vemos vestida de luto. Cuando ella habla la cámara enfoca imágenes y estatuas de vírgenes que adornan la casa. Con este gesto, desde ahora, entendemos que la madre es el personaje encargado de mantener el orden cristiano.
El tercer personaje que entra a la casa es Irene, hija de Roberto y de Ernestina. Irene aparece con su hija Celeste. Para que su madre no la reprenda Irene tiene que alargar su falda por debajo de las rodillas. Con este gesto podemos recordar La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca:
Bernarda siempre está al pendiente de que todas sus hijas se mantengan vírgenes, y aunque habiten dentro de la ardiente primavera deben simular que sufren frío y deben mantenerse bien abrigadas. Si alguna se atreve a desnudares y a permitir que la frescura del viento roce su cuerpo para dejar de padecer el sopor la madre, despiadadamente, la destruirá y ocultará al sol y arropará de nuevo a su hija sacrificándola en honor de la pureza familiar [Villaseñor, 2008: 63].
Podemos decir que Ernestina es una representación de Bernarda Alba; por lo tanto, se trata de un personaje que simboliza el rostro del fascismo y del fanatismo religioso. El primer diálogo importante se desarrolla entre esta madre y su hija. Irene incita a Ernestina ha abandonar el luto: “Tu padre merece que le guarde luto toda la vida”, le responde. Luego, hablan de Juan, el padre de Celeste. Ernestina reconviene a su hija: “Ese hombre no te conviene, es un degenerado, un socialista, un comunista empedernido, un terrorista, tu niña no tiene que aprender de tan malos ejemplos…” Para regocijo de su madre, Irene contesta esto: “Mi hija no necesita un padre”.Con la ausencia de los padres el poder de la madre se engrandece.
Luego ingresa José Trinidad, hijo homosexual de esta familia. Al entrar el espectro del padre le mete zancadilla. José Trinidad es un personaje que avanza dando tumbos. La familia se encarga de gozar de él: todos hacen leña de este árbol caído. Con un gran sentido de la pieza Villaseñor nos muestra una escena típica de la familia mexicana: madre e hijo ven juntos la televisión.
En el televisor los personajes miran Mañana, otra película dirigida por Villaseñor. Se trata de un recurso importante: en Mañana se muestra la historia de un padre decepcionado por que su hija no es lo que él esperaba. Los hijos desilusionan a los padres. Pareciera que en la pantalla del televisor se anticipa el desmoronamiento de las esperanzas de Ernestina: tener hijos asexuados, esclavos a sus demandas. Por ello, en el momento de mayor crisis, esta madre rompe el aparato. Con esta escena Arturo Villaseñor hace una interpretación de su propia obra: Ernestina ―representante del rostro fascista― interrumpe la transmisión de una película de arte que agujerea el alma pura de una sociedad sumamente católica.
La relación incestuosa entre José Trinidad y su madre está justificada por la soledad de esta mujer. Ahora el hijo tiene que acompañarla: “Ay hijo, si no fuera por ti, yo ya no estuviera aquí”. A la vez Ernestina cuida de su hijo: le lava la ropa, le da de comer, le lleva de cenar al televisor.
El movimiento de la cámara es lento. El filme tiene momentos de silencio y sin embargo no hay escenas perdidas: con imágenes Villaseñor nos dice más que con palabras. Observemos esta sucesión de escenas: José Trinidad y Ernestina ven la televisión como novios enamorados. Luego aparece la imagen de una virgen. Después Ernestina le aplica un tratamiento capilar a su hijo. Semidesnudo, José Trinidad es acariciado por su madre. En el siguiente cuadro el director logra una bella escena de desnudo masculino. El cuerpo de José Trinidad está en el centro de la cámara. Él se baña. Evangelina está afuera, imaginando, intuyendo, fantaseando el cuerpo del hijo. En la excitación de sus fantasías emerge el sentimiento de culpa y aparece el acto compensatorio: Evangelina reza el rosario y evita los malos pensamientos.
La sucesión de escenas manifiesta una problemática incestuosa: al no tener ya un marido con el cual pueda tener actividad sexual, en un luto prolongado, el deseo sexual de Ernestina apunta a José Trinidad. En el baño los cuidados salubres son un disfraz de las caricias eróticas que la madre le ofrece al hijo. Está claro: la madre asexuada, virginal, se apodera del hijo. La escena incestuosa se enmascara con temas religiosos: “Bendito Dios que estamos juntos. La unión de esta familia es una bendición”,dice Ernestina.
En la escena siguiente Villaseñor nos muestra un semidesnudo femenino: Irene mira sus senos en el espejo. La escena es diferente: ahora vemos a una mujer gustosa de ver su cuerpo. Los desnudos en esta película son importantes porque con ellos el director nos muestra la relación que cada personaje tiene con su cuerpo sexuado.
Avanzada la película, nos enteramos de que Irene tiene una vida sexual libre (por los recados que recibe de distintos hombres sabemos que tiene múltiples encuentros); José Trinidad, una actividad sexual reducida a mirar cuerpos de hombres en revistas, a acariciar su pene en la regadera y a recibir las caricias de su madre. La satisfacción masturbatoria y la adicción a la pornografía conservan el status quo de la relación incestuosa. Así, José Trinidad se gana el título de muchacho sano: está prohibido beber alcohol, está censurado el sexo, el mundo está abolido. La castidad es muy saludable, le dice Ernestina. Por ello José Trinidad tiene que ir del trabajo a la casa, según el guión de una vida casta: trabajo, familia, televisión y comida. La pureza sexual es el discurso que ata a José Trinidad a las caricias de su madre.
La relación incestuosa entre José Trinidad y su madre está justificada por la soledad de esta mujer. Ahora el hijo tiene que acompañarla: “Ay hijo, si no fuera por ti, yo ya no estuviera aquí”. A la vez Ernestina cuida de su hijo: le lava la ropa, le da de comer, le lleva de cenar al televisor. Con miel y cuidados, lo seduce y lo atrapa. Cuando presiente que sus hijos la abandonan Ernestina chantajea con la dramatización de su sufrimiento: “Está bien, déjenme, total, yo ya me estoy volviendo vieja, pronto ya no voy a servir para nada, no entiendo por qué esta diabetes no me mata de una vez”.Arturo Villaseñor nos muestra lo que hay al otro lado de las escenas tan alabadas del cine mexicano: los besos en las cabecitas blancas pueden ser signo de incesto.
Maldehogar es un filme lleno de simbolismos. El cuarto de la madre está repleto de figuras religiosas. En la pared hay una fotografía del marido totemizado, una imagen de La piedad de Miguel Ángel (virgen que tiene entre sus brazos al cuerpo del hijo muerto) y una figura de Cristo crucificado. En el cuarto de José Trinidad la imagen de san Sebastián funciona como alegoría del cuerpo sacrificado. La moral y los valores cristianos son los recursos que utiliza Ernestina para apoderarse de sus hijos: dice que la homosexualidad es un pecado imperdonable, una enfermedad peligrosa, un peligro para la sociedad. La sexualidad femenina es comprendida como putería, libertinaje y traición a las buenas costumbres. Por el compromiso que ella cree tener con Dios, Ernestina se siente autorizada para vigilar los pasos de sus hijos: “Como no puedo matarte, [ya que eres homosexual] lo único que puedo pedirte es que te quedes en paz para que no perviertas otras almas puras”, le dice a José Trinidad. Con el pretexto del amor (“Yo soy la más interesada en verte sonreír”) Ernestina se apodera del cuerpo sexuado de su hijo varón.
El búnker incestuoso se cuartea cuando José Trinidad comienza a salir con Salvador. Ahora vemos a una madre desesperada: más sola que nunca, angustiada, Ernestina se convierte en un personaje cruel. Los hermanos ayudan a bloquear cualquier vínculo que José Trinidad pueda establecer con su novio. Dejamos en suspenso el final de la película para no estropear la experiencia del espectador. Ahora me permitiré realizar algunas reflexiones desde el psicoanálisis sobre el argumento de esta obra.
Basados en la experiencia clínica del psicoanálisis podemos decir que el mal de hogar es el incesto. El término incesto se utiliza en un sentido amplio: no se reduce al acto genital entre padres e hijos sino que hace referencia a la conservación de los hijos en el hogar. Con el pretexto de la buena educación, con el fomento de los valores familiares, con el enaltecimiento del calor hogareño, los hijos nunca dejan a sus padres.
El incesto sucede cuando los padres no pueden enfrentar la soledad, la vejez y la muerte; al mismo tiempo, los hijos no pueden enfrentar la adultez, el mundo y la vida. Esto genera un doble efecto: los hijos se quedan en el hogar y los padres se aferran a ellos.
Cuando en psicoanálisis se alude a la prohibición del incesto se dice que a un adulto le queda prohibido cohabitar con su madre. Sabemos que el niño necesita de una familia que lo cuide. En la infancia la familia es el mundo. El incesto es la conservación de la situación infantil en la edad adulta.
Prohibirse el incesto significa renunciar al hogar materno: cuando Edipo se entera de que ha matado a su padre y que su esposa es su madre se autoexilia. La prohibición del incesto significa salir de Tebas para recorrer el mundo. Todo humano está llamado a abandonar a su padre y a su madre. Sólo así puede dejar de ser hijo y puede convertirse en adulto: “Honrar a los padres, con mucha frecuencia, es darles la espalda y partir demostrando que uno se ha vuelto un ser humano capaz de asumirse”, dice Dolto.
La función de los padres es donar el mundo [Pereña, 2004], no encerrar en casa. Traer al mundo no significa procrear para conservar y garantizar un futuro de cuidados y atenciones, sino transmitir y saber retirarse. Cuando los padres asumen su existencia sin la presencia de sus hijos hacen un espacio libre en el cual el hijo puede respirar: “Tú no eres el objeto de nuestro goce, puedes hacer tu vida”.
La prohibición del incesto significa asumir la diferencia de las generaciones. El joven no puede vivir del viejo; el viejo no puede exigirle al joven que cargue con su cuerpo. La prohibición del incesto puede ser dolorosa; sin embargo, es condición necesaria para el deseo. La prohibición del incesto es una renuncia liberadora que transmite un querer vivo. Así, el amor y el deseo pueden seguir transmitiéndose de generación a generación: “El hijo no tiene que dar a los padres a cambio tanto amor como el que recibió de ellos. El amor desciende de generación en generación pero no retrocede, si procede de la ley del deseo”, dice Julien [2002, 57].
La prohibición del incesto significa que todos somos seres exiliados. Homesick es una palabra inglesa que, literalmente, significa enfermedad de hogar. El término se utiliza para describir el estado afectivo cuando alguien está lejos de casa. Etimológicamente, el término alemán Unheimlich quiere decir que no tiene hogar y remite a una situación de angustia. Dejar la familia es perder el hogar original. Somos seres nostálgicos que enfrentamos la angustia de no tener morada fija y natural; sin embargo, de esa libertad emerge el placer de vivir. Por eso, podemos caminar por el mundo. La prohibición del incesto es asumir que la renuncia es condición de libertad: el adulto deja de ser el niño maravilloso de antaño y los padres dejan de ser imágenes omnipotentes de protección y castigo. Ambos asumen su muerte, su sexo y su exilio.
La prohibición del incesto es la condición de la vida sexual. No es posible tener una vida placentera si no se ha dejado a los padres: no se pueden besar labios extranjeros cuando la boca aún no ha abandonado el seno materno. A la vez, la experiencia clínica muestra que sólo aquellos hombres y mujeres que experimentan una vida conyugal plena pueden renunciar del goce que les puede ofrecer la retención de sus hijos. La prohibición del incesto es la aceptación del sexo. El hijo varón abandona los mimos de su madre; la hija, la protección de su padre. A la vez, madres y padres los dejan libres.
Una madre incestuosa es una mujer que comúnmente tiene una actividad sexual pobre y quiere gozar de sus hijos. Les exige amor incondicional. Repudia la sexualidad de sus hijos porque los quiere retener para ella. Cuando una madre convence a sus hijos de que nadie los va a querer tanto como ella los ama los está imposibilitando a la exploración de nuevos modos de amor.
Un padre incestuoso es un hombre que comúnmente tiene gran temor a su muerte y actúa como un patriarca que quiere someter a sus hijos a las leyes de su capricho: no les cede lugar y les exige que cumplan sus demandas. Repudia la libertad de sus hijos: los reprende con códigos morales, los insulta, los golpea y los destroza. Cuando un padre convence a sus hijos de que él es la verdad del código moral del mundo, de que su palabra es una ley que no se puede cuestionar, los está imposibilitando a la exploración del mundo, a la creación de nuevos modos de vida.
Una madre incestuosa es una mujer que comúnmente tiene una actividad sexual pobre y quiere gozar de sus hijos. Les exige amor incondicional. Repudia la sexualidad de sus hijos porque los quiere retener para ella. Cuando una madre convence a sus hijos de que nadie los va a querer tanto como ella los ama los está imposibilitando a la exploración de nuevos modos de amor.
El hijo incestuoso es un hombre o una mujer que comúnmente no puede hacerse cargo de sí y actúa como un niño temeroso del mundo que necesita estar pegado a las faldas de su madre o al látigo de su padre. Normalmente establece su actividad sexual de un modo secundario. Tiene relaciones sexuales como cuando los niños hacen travesuras y siempre está presto a regresar al nido. No puede ir al mundo y no puede gozar del sexo porque lo vive con culpa, asco o vergüenza. A veces, sabiendo que sus padres morirán, procrea hijos para repetir el ciclo. Cuando forma una nueva familia el partenaire termina siendo un estorbo, una carga pesada, una prueba más de que no hay relación más amorosa que el vínculo entre padres e hijos.
Al negar el deseo terrenal y al someter la actividad sexual a fines reproductivos el cristianismo dice que la unidad familiar es un valor celestial. El discurso cristiano pretende negar la muerte y el sexo, por ello fomenta la endogamia. Actualmente las familias se cierran en el ciclo hogar-trabajo-consumo-televisión-iglesia. Con la religión el incesto se sacraliza. En la actualidad el chantaje de la unidad familiar es un baluarte para explotar al trabajador y para incitar el consumismo. Junto con la Iglesia católica, la familia es el último bastión del poder soberano: dispositivo de poder necesario para que el ciudadano se someta al poder disciplinario [Foucault, 2005].
Con Maldehogar Arturo Villaseñor manifiesta la realidad de hombres homosexuales que no pueden abandonar a su madre, la vida de mujeres que tienen que guardar luto al patriarca, la dificultad de mujeres que no pueden rehacer su vida sexual después de un embarazo, un divorcio o una separación. Estos personajes se ven afectados por un discurso que los somete: el cristianismo. En la endogamia los miembros de una familia se devoran entre ellos. Cuando alguno quiere salir de casa los demás le meten zancadilla. Será necesario interrogar el discurso sobre la unidad familiar para establecer la posibilidad de un intercambio cultural más abierto que dé lugar al placer de vivir. En la antigua Grecia los hombres y las mujeres adultos no pertenecían a una familia, sino a la polis. A propósito del epígrafe con el cual abrimos este ensayo podemos concluir que Nietzsche [2011: 333] tenía razón cuando decía que el cristianismo ha sido desde el inicio, de manera esencial y fundamental, una doctrina de asco y de hastío de la vida respecto a la vida… ®
Maldehogar (2002). Producción, guión y dirección: Arturo Villaseñor. Actuaciones especiales: Rodolfo Garvel, Guillermo Covarrubias, Joselin Flores Castañeda, Juan Carlos Mestas, Luis Alán Guevara, Edwin Ballesteros. Arte: Ricardo Duarte. Sonidista: Maritza Carbajal. Edición: Sol Souis Schtulmann. Operadores de cámara: Manuel Huitrón, Gerardo Gómez. Fotografía: Juan Castilledo. Asesor de producción: Jaime H. Hermosillo. Producción en línea: Michelle López. Producción ejecutiva: Romelia Álvarez.
Referencias:
Foucault, M. El poder psiquiátrico. Traducción de Horacio Pons. Buenos Aires: FCE, 2005.
Julien, P. (2002). Dejarás a tu padre y a tu madre. Traducción de Tatiana Sule. México: Siglo XXI, 2002.
Nietzsche, F. (2011). Obras Completas. Vol. 1. Escritos de juventud. Edición de Diego Sánchez Meca. Traducción y notas de Joan B. Llinares, Diego Sánchez Meca y Luis E. de Santiago Guervós. Madrid: Tecnos, 2011.
Pereña, F. (2004). De la violencia a la crueldad. Madrid: Síntesis, 2004.
Villaseñor, A. (2008). Dilemas. Guadalajara: Paraíso perdido, 2008.
Notas
1 Arturo Villaseñor es escritor y director de teatro y cine. Ha participado como asesor creativo de Jaime Humberto Hermosillo en las películas Doña Herlinda y su hijo, De noche vienes, Esmeralda, EXXXorcismo, entre otras. Guionista de las películas Obdula y Encuentro inesperado. Escritor y director de las películas El fastidio, Mañana, Maldehogar, Leticia, El misterio de los almendros y otras más. Para teatro escribió y dirigió Delirio, Disturbio, La tarea y La dama que llora. De sus escritos se han publicado Encuentro inesperado (guión, Universidad Veracruzana); María Rojo (ensayo, Huesca, España); Delirios (seis obras de teatro, Universidad Veracruzana); Jaime Humberto Hermosillo en el país de las apariencias (ensayo novelado, Conaculta y Océano); Patrón familiar (novela, Arlequín); De brujas, de pericos, de gigantes y otros cuentos (infantiles, Literaria); Dilemas (cuentos, Paraíso perdido) y El vicio amoroso (narraciones breves, literaria).
2 La pieza es un género en el cual el director hace explícito un problema social en la descripción de un microcosmos. La pieza se parece a la tragedia porque los personajes se enfrentan a un destino funesto; sin embargo, hay una diferencia importante: los personajes ya no son reyes o dioses sino personas comunes. La pieza muestra problemáticas de la realidad inmediata que se manifiestan en la cotidianidad y en las costumbres. Sin juzgarlos, el director nos muestra los deseos, las emociones y la tragedia de cada personaje. En Maldehogar (2002) podemos comprender ―a través de la historia de una familia tradicional― la situación de una sociedad inmersa en los valores cristianos. Esta película pone de manifiesto un convencionalismo cultural: hay un discurso religioso ―los políticos y la televisión lo repiten― en el cual se dice que la unidad familiar es el fundamento de la sociedad. Maldehogar describe el malestar en esta unidad familiar.
Areli Nohemi Gutierrez
Me gusto mucho la explicación del incesto, me queda mucho mas claro en la vida cotidiana como lo aplicamos lo padres. Me quedo muy complacida de la lectura, porque me dio conocimiento muy claro sobre un tema que siempre me ha inquietado. Gracias.