Psicología de una pasión best seller

La tejedora de sombras, de Jorge Volpi

La tarea de divulgación novelística de la intensa aventura intelectual, psicológica, amorosa y pasional de esta mujer logró para su autor la premiación de un jurado donde destaca Alberto Manguel. Sobresalen la investigación, la disposición de los materiales, la calculada inteligencia narrativa, las llamativas sesiones con Jung transcritas aquí.

En La tejedora de sombras, ganadora del Premio Planeta-Casamérica de narrativa 2012, Jorge Volpi (México, 1968) noveliza con prosa directa y luego de una pormenorizada investigación una significativa aventura intelectual del siglo XX, conectada con el desarrollo de la psicología profunda de Carl Gustav Jung y el psicoanálisis freudiano.

Mediante la ficción, el relato profundiza en la vida y la experiencia analítica jungiana de Christiana Drummond Morgan (Boston, 1897-Islas Vírgenes, 1967), escritora de diarios, estudiante de arte, enfermera durante la Gran Guerra, lectora ávida de estudios psicoanalíticos, médicos y psiquiátricos, de Freud, Rank y Adler, en busca de explicaciones para la depresión estacionaria y las persistentes visiones padecidas desde su pubertad y generadoras, en palabras de su madre, de su condición de “niña desobediente, altiva, imposible, tan distinta a sus hermanas”. Más tarde llegó a ser psicoanalista autodidacta no académica, y en 1925 paciente y amiga de Carl Gustav Jung, quien de acuerdo con su psicología del inconsciente y su categorización de la personalidad y el carácter la definió como una “mujer inspiradora” destinada a “fertilizar” a los hombres en el sentido espiritual, creativo y sexual. El suizo convertiría el caso de “Frau Morgan” y su Libro de Visiones en un modelo de estudio para él y sus alumnos, pacientes y seguidores.

Pero ante todo la novela ahonda en la condición de Christiana como amante y colaboradora durante 42 años (desde 1925 hasta su muerte) de Henry Alexander Murray (Massachusetts, 1893-1988), uno de los pioneros y más importantes psicoanalistas estadounidenses, profesor de Harvard durante casi cuatro décadas, fundador de la Sociedad Psicoanalítica de Boston, también paciente y seguidor de Jung y sus técnicas y un apasionado de la obra de Herman Melville, de quien al parecer escribió un largo y nada exitoso ensayo. Junto con Christiana, el célebre doctor desarrolló el Test de Apercibimiento Temático, una de las herramientas más utilizadas en el diagnóstico de pacientes, el reclutamiento de personal e incluso de soldados, y también en los interrogatorios a disidentes y comunistas en Estados Unidos.

La relación entre Christiana y Henry (o Harry, como él prefería), se inicia para ella como un affaire más, luego de ser amante de Mike, hermano del psicoanalista, y en medio de su desencantado matrimonio con William Morgan, un veterano de la Primera Guerra herido física y emocionalmente por esa experiencia y con quien, a pesar de ella misma, tuvo un hijo no deseado. “¿Tú a quién prefieres, a Freud o a Jung?”, pregunta ella a Harry apenas se conocen. A su vez, Harry estaba casado con la heredera Josephine Rantoul, con quien tendría dos hijos en un matrimonio conflictivo pero permanente, marcado por la insatisfacción, los celos, la simulación, la infidelidad.

En La tejedora de sombras, ganadora del Premio Planeta-Casamérica de narrativa 2012, Jorge Volpi (México, 1968) noveliza con prosa directa y luego de una pormenorizada investigación una significativa aventura intelectual del siglo XX, conectada con el desarrollo de la psicología profunda de Carl Gustav Jung y el psicoanálisis freudiano.

La relación de Chris y Harry se ahondará y transformará en una encarnación extrema, febril y delirante de las teorías jungianas de lucha contra los tabúes, la búsqueda del anima y el animus, y de la indagación en los “arquetipos” del hombre y la mujer buscados por cada uno de los amantes (el mismo Jung vivía ya con Emma Rauschenbach, su esposa desde 1903, y con su alumna-asistente-amante Toni Wolff, a quien llegó a considerar su segunda esposa. Con ambas estableció un satisfactorio acuerdo de convivencia y respeto, tal como lo había hecho hacia 1906 con la misma Emma y Sabina Spielrein, la otra mujer de su vida).

Los juegos de seducción, la atracción sexual e intelectual, el affaire al principio inofensivo entre Chris y Harry, con el tiempo devienen codependencia, desafío a las convenciones sociales, agresividad, sadomasoquismo, extravagantes prácticas íntimas, rituales espirituales y sexuales denominados por ella “la díada”, dirigidos a lograr el conocimiento y la posesión esencial del cuerpo, el espíritu y la mente del amante. Las visiones, los estados de trance y la dipsomanía se profundizan en ella. En tanto, la necesidad de la amante se torna en Harry obsesión-compulsión, rechazo y urgencia, asunción de la relación como predestinada aun ante el sufrimiento de su esposa y el dolor del marido de Christiana, no sólo por la infidelidad, sino porque los amantes construyen una existencia aparte, esa “díada” cargada de oscuros rituales y simbolismos, sexualidad extrema y dolida, enfrentamientos, irresolubles conflictos continuos y relaciones con otros amantes sustitutos.

Para ensamblar la historia Volpi fue recibido como investigador visitante en la Universidad de Harvard, en cuya biblioteca tuvo acceso a la “casi olvidada” historia de la “díada”. Allí, en el Centro para la Historia de la Medicina, consultó el archivo de Christiana, mientras la Biblioteca Countway de Medicina lo proveyó de los archivos de Henry Murray y otros documentos sobre él y su amante. La biografía de Murray debida a la pluma de Forrest G. Robinson (1992) sirvió a la novela, así como la biografía de Christiana escrita por Claire Douglas (1993) y los seminarios en los cuales Jung analiza los trances de Frau Morgan editados por esta misma autora en 1998. De mayor importancia aún resultaron los cuadernos donde Christiana describe el desarrollo de su análisis con Jung, en particular sus diarios y comentarios puntuales sobre la interpretación jungiana de sus sueños, estados de trance, visiones y dibujos. En la Librería Lamont, Volpi revisó al llamado Libro de Visiones, donde Christiana plasmó en ilustraciones y dibujos al carbón la imaginería visual producto de sus estados de trance. Varios de estos dibujos se reproducen en la novela, así como una serie de fotografías de sus protagonistas pertenecientes a sus archivos personales. Con esta vasta información y su narrativa de ficción Volpi construyó una novela intelectual, fría, inteligente, como diseñada en un laboratorio o salida del quirófano, y con el subtítulo de Sonata para viola y piano en fa sostenido menor, op 17, à Christiana Morgan.

En el primer capítulo, “Alegro con brío”, un narrador omnisciente describe una breve escena de 1967 en la playa de la casa de Saint John, Islas Vírgenes, donde Christiana, a sus 69 años, recuerda su enamoramiento con Harry en Nueva York en 1925. A partir de ahí pone en movimiento la novela al revivir su viaje a Europa de aquel año, donde ella y Will, junto con Harry y su esposa Josephine y con Verónica y Mike (hermano de Harry y examante de Christiana) pasaron un largo verano. Allí se intensificó la relación de los amantes y la infidelidad se volvió obvia y dolorosa. Acaso sea éste el capítulo más flojo del libro, cuando su tono desciende por momentos al del best seller rosa internacional: de Florencia a Le Havre, de París a Ruán, de Reims a Toulouse, sólo salvado por la realidad histórica de la trama, la cualidad verídica de los personajes y por los fragmentos del diario de Chris sobre sus primeras visitas a Jung en Suiza, en la residencia y clínica de Bollingen. La pasión exacerbada e irresistible es descrita por el narrador mediante ese diario íntimo, donde también se revelan el nudo del conflicto amoroso y de la infidelidad, algunos esbozos de la infancia y la adolescencia de Chris teñidas por sus problemas psicológicos, el desamor por su hijo y su repelencia al papel de madre, así como fragmentos de la vida de los otros protagonistas.

“Scherzo: Agitato”, el segundo capítulo, contiene pasajes de los cuadernos donde Christiana describe sus sesiones con Jung y la interpretación de sus sueños elaborada por el suizo, junto con partes del diario íntimo de ella y la historia de la conformación de su célebre Libro de Visiones, del cual se reproducen además varios de los dibujos e ilustraciones trazados en sus estados de trance. Resulta el capítulo más revelador, pues deja oír sin la intermediación del narrador la verdadera voz y la imaginería delirante de Christiana.

Para ensamblar la historia Volpi fue recibido como investigador visitante en la Universidad de Harvard, en cuya biblioteca tuvo acceso a la “casi olvidada” historia de la “díada”. Allí, en el Centro para la Historia de la Medicina, consultó el archivo de Christiana, mientras la Biblioteca Countway de Medicina lo proveyó de los archivos de Henry Murray y otros documentos sobre él y su amante.

El capítulo tres, “Andante”, abarca de 1926 a 1943, desde el regreso de Europa a Estados Unidos, la vida de ambos matrimonios en Harvard, la fundación de la Sociedad Psicoanalítica, el trabajo para el Test de Apercibimiento Temático y el desarrollo de la psicología profunda jungiana alentado por Harry y la misma Chris, y de ahí hasta la contratación de Harry por el Departamento de Defensa y su traslado a Washington para apoyar las pruebas de selección de agentes y luego los métodos de interrogatorio. En contraste con estos luminosos signos exteriores de sus vidas, en su interior se profundiza la oscuridad, el laberinto y la tortuosidad de su relación de amantes, persisten en la elaboración de esos ritos sexuales, espirituales e intelectuales en busca de lo primigenio (“la díada”), con sus implicaciones sadomasoquistas, delirantes, al borde de la insania y la locura. Son años de una batalla personal de Christiana contra el “estabishment amoroso”, contra la construcción cultural tradicional del amor y el matrimonio en su medio aristocrático bostoniano, una lucha a partir del sufrimiento personal como vía de expiación y liberación. Resuena entonces el eco de su comentario de años atrás, cuando al enterarse de los amoríos extramaritales de Jung con Toni Wolff, admitidos por su esposa Emma, Chris había exclamado: “No puedo entender que dos mujeres de nuestro tiempo acepten condiciones semejantes. Yo no lo toleraría”.

El capítulo cuatro, “Finale: Adagio”, es un largo monólogo de Chris (muy a la Molly Bloom joyceana) en tránsito intermitente y fragmentario de 1944 a su muerte suicida en la playa de las Islas Vírgenes en 1967, justo donde comenzó la novela. Con empuje lírico y en parte basado en sus diarios, Volpi traza aquí el drama de la final tragedia de Christiana, a quien se quiere emblemática de las variadas luchas femeninas (¿feministas?) del siglo viejo.

La tarea de divulgación novelística de la intensa aventura intelectual, psicológica, amorosa y pasional de esta mujer logró para su autor la premiación de un jurado donde destaca Alberto Manguel. Sobresalen la investigación, la disposición de los materiales, la calculada inteligencia narrativa, las llamativas sesiones con Jung transcritas aquí. Pero la trama, su peso histórico, la cualidad verídica de sus personajes, dotan de valor literario a la novela por encima del estilo, en varios pasajes teñido del tono del best seller rosa. ®

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Publicado en: Abril 2012, Libros y autores

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